Número 43

6 genes y símbolos. Rearmar otro camino, libertario y justiciero, obliga a reinventar nuestros quehaceres ciudadanos y dotar- los de mayor fuerza. La salsa picante del progreso y otros aderezos La noción de progreso remite al año de 1570 - en todo caso al siglo XVI- , tomado del vocablo latino de progressus, progredi , caminar, adelante 1 . Por su lado, Le Goff, prefiere instalarse en senderos más univer - sales y doctos para esclarecer los términos en sus contextos históricos y sociales. En esa dirección rastrea los giros de sentido en el pensamiento de las élites de las dis- tintas culturas y sus modos de convertir- se en sus guías. Nuestro autor opta por procesar pares binarios, opuestos y com- plementarios, ubicando en el siglo XIX, la pareja progreso/reacción, aunque sostiene a nivel más general, los hitos de una lectu- ra que partiendo de Occidente se proyecta hacia el no Occidente: Hasta que la segunda mitad del siglo XX puso sobre el tapete los problemas del desarrollo del Tercer Mundo la no- ción de progreso no salió de los límites de Europa, de Estados Unidos a finales del siglo XVIII y de Japón a partir de 1867. La idea de reacción como contrai- deología del progreso aparece en 1796 y se desarrolla en el siglo XIX. 2 1 Corominas, 1983:477. 2 Le Goff, 1991:194. En cambio, el término revolución no aparece en los documentados registros de Corominas, pero la data inicial de su uso en español, no parece rebasar el marco del siglo de las Luces (XVIII). El término revolución en las ideologías y frasearios políticos del siglo XIX en América Latina se volvió promiscuo, generando muchas confusiones en el imaginario y el habla po- pular. En 1928, José Carlos Mariátegui re - firiéndose a los usos del término, escribió sin desperdicio lo siguiente: La misma palabra Revolución, en esta América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al equívoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransi- gentemente. Tenemos que restituirle su sentido estricto y cabal. La revolución latino-americana, será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la re- volución mundial. Será simple y pura- mente, la revolución socialista. A esta palabra, agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis: “anti-imperia- lista”, “agrarista”, “nacionalista-revolu- cionaria”. El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos. 3 Entre las dos nociones, progreso y re- volución, fue la primera la que alcanzó ma- yor legitimidad y prestigio durante la se- gunda mitad del siglo XIX e inicios del XX. Una lectura más atenta de la presencia de la noción de progreso en América Latina, nos permite determinar su factura históri- ca, su procedencia y la clave eurocéntrica de su sentido. Childe refiriéndose al siglo XIX escribió: En el siglo pasado, el “progreso” era aceptado como un hecho. El comercio crecía, la productividad de la industria iba en aumento y la riqueza se acumu- laba. Los descubrimientos científicos prometían un avance ilimitado del do- minio humano sobre la naturaleza y, por consiguiente, infinitas posibilidades de ampliar la producción. La creciente prosperidad y la profundización del co- 3 Mariátegui (1928) 1969: 247-248.

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=