Número 43

5 D esde esta estación fronteriza de la última modernidad y sus cri- sis de paradigmas, que se viene profundizando en el curso de este nuevo milenio, las nociones de progreso y revo- lución, de manera más visible que sus pa- res: evolución y civilización, han puesto en evidencia los límites de su historici- dad, su semántica y sus usos académicos y políticos. Y ello no es de poca monta, toda vez que la antropología, las ciencias políticas y la historiografía, contemporá- neas, han sido marcadas, en sus diversas matrices explicativas, por los usos dife- renciados de dichos vocablos. Un ele- mental esclarecimiento se hace necesa- rio con la finalidad de pasar con mejores rudimentos teóricos al análisis del actual proceso y problemática política y cultu- ral de Nuestra América. Le Goff (1996) recomienda como útil para el reconocimiento de ciertos campos de la representación simbólica, un puntual rastreo de sus usos lingüísticos, por lo que no tenemos objeción alguna para no ha- cer lo propio con la mitologización de la razón moderna y sus nociones de progreso y revolución. Un rastreo filológico de los orígenes y sentidos de uno y otro término Equívocos, enredos, virajes y encrucijadas: El actual escenario político-cultural de Nuestra América Ricardo Melgar Bao en lengua castellana, remarcan su primera clave moderna. Una revisión de sus usos más recientes en Nuestra América, reve- lan un resurgimiento de la añeja y polémi- ca noción de progreso y sus derivaciones, intentado distanciarse desde las izquier- das reformistas con el de “revolución”, con la sola excepción del movimiento neo bo- livariano que animase Hugo Chávez desde Venezuela hacia América del Sur. Nuestra América enfrenta muchos re- tos y amenazas. Al colapso de la mayoría de los regímenes mal llamados «progre- sistas», se suman: una nueva y peligro- sa crisis de la economía extractivista, la emergencia de una derecha con proyec- tos depredadores que va conquistando los poderes públicos, la mercantilización y enajenación de los bienes de nuestro patrimonio cultural, los intentos de que los jóvenes de los sectores populares pierdan el derecho o la aspiración a un trabajo digno y a un futuro deseable. La concentración de la riqueza ha llegado a límites nunca antes conocidos en el con- tinente y la desigualdad se ha «natura- lizado» mediática y políticamente. Rear- mar otro camino demanda ser cuidadoso con la elección y uso de palabras, imá-

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