Número 36

15 gel Centeno, profesor de sociología de la Universidad de Princeton, que se titula Blood and Debt . War and the Nation State in Latin America. En ella, Centeno expone que a las elites latinoamericanas nunca les interesó establecer administraciones civiles sólidas que se extendiesen en el territorio nacional. Ellas no creían en la necesidad de implantar escuelas, centros de salud o jueces de paz en cada rincón de sus “dominios”. Tampoco creían que las personas que vivían allí pudiesen aportar nada bueno: generalmente se trataba de campesinos pobres y, a menudo, indíge- nas. En este sentido, los gobernantes de la capital creían que era suficiente mante - ner una buena relación con el cacique de turno para que simplemente mantuviese el orden en el territorio. Se trataba de un intercambio que beneficiaba a ambos. Por el contrario, en Europa –continúa Cente- no en su libro- los mandatarios crearon una administración sólida y presente en todas partes, pues necesitaban personas escolarizadas y con una identidad nacio- nal definida a quienes poder cobrar im - puestos y, sobre todo, movilizar para la guerra en caso de enfrentamiento con los Estados vecinos –actividad que era muy recurrente si nos fijamos en la cantidad de guerras presentes en el “viejo continente” durante los siglos XIX y la primera mitad del siglo veinte. Contrastando con el caso europeo, en América Latina ha habido po- cos conflictos entre países y cuando han sucedido, han sido episodios breves, ge- neralmente a raíz de disputas fronterizas. Así los ejércitos nunca han sido de leva universal ni se han empleado para reali- zar “guerras totales” contra otros países. Generalmente los ejércitos latinoamerica- nos se han caracterizado por ser relativa- mente pequeños, socialmente estratifica - dos y con la función de mantener el orden interno. Dicho de otra manera: la tarea principal de los ejércitos ha sido reprimir a sus propios ciudadanos. En este sentido, la “zona gris” que re- presenta en Chiapas el territorio zapatista no es una excepción en América Latina. Bueno, lo es en el sentido de querer dar voz a las comunidades indígenas y por el hecho de sobrevivir gracias al apoyo de la sociedad civil mexicana e internacional – como bien lo expone el holandés Thomas Olesen en su estudio Internacional Zapa- tismo. The Construction of Solidarity in the Age of Globalization . A raíz de esta última característica –la presencia de la comunidad civil mexicana e internacional-, en cada Caracol vamos a encontrar siempre un espacio que se llama campamento civil por la paz , que es donde se alojan los “campamentistas” llegados de todas partes del mundo. Fue en estos cam- pamentos donde a menudo nosotros nos alojábamos cuando llegábamos a un cara- col. En los campamentos, en las escuelas o en los centros de salud (espacios, todos ellos, que nos ofrecían las comunidades y “Érase una vez…” Anónimo. Se encuentra en el Caracol de Oventic.

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