Número 36

14 paramilitares, los rebeldes -con la ayuda de una densa red de organizaciones de la so- ciedad civil mexicana e internacional- han resistido. Llevan catorce años así, y nadie sabe cuánto durará esta situación. Este hecho, la ausencia de autoridad del Estado en un trozo del territorio nacional de México, no deja de sorprender a quie- nes tenemos una mirada eurocéntrica –o primermundista . Pero se ha de puntualizar que lo que sucede en Chiapas es una carac- terística fundamental de los países del Ter- cer Mundo en general y de América Latina en particular. En estos países el Estado no funciona igual en los barrios acomodados de la capital que en la periferia urbana o en las lejanas zonas rurales. En México no se puede comparar la presencia del Estado (en gasto público, seguridad o atención) en el elegante barrio de la Condesa, con los barrios periféricos de Iztalapalapa, y no tiene nada que ver el respeto de los dere- chos humanos que hay en algunas áreas del Distrito Federal con la impunidad que reina en los estados de Oaxaca, en Guerre- ro o, claro está, en Chiapas. Observando las diferencias existentes a lo largo de los territorios de cada uno de los países de América Latina, es fácil deducir que la implantación del Estado no se ha hecho de la misma manera, y por lo tanto, la ciudadanía significa cosas di - ferentes en un sitio y en otro. El acceso a la justicia, las oportunidades educativas o sanitarias, y hasta el ejercicio de derechos como el derecho de expresión, de reunión o de habeas corpus son diferentes en el mismo país en función del lugar donde se viva –y del estrato social al cual se perte- nezca. Es por ello que los analistas Gui- llermo O’Donnel y Sergio Pinheiro, en la obra The Un-rule of Law in Latin America hablan de la existencia, en esta región del mundo, de “zonas grises” en las que no hay presencia del Estado y, por lo tanto, tampoco hay ninguna garantía de liber- tad, justicia o autoridad, ni ninguna ins- tancia donde reclamar responsabilidades. Se puede añadir a esta tesis de O’Do- nell y Pinheiro que donde el Estado no ocupa el poder lo hacen otras instancias. A lo largo de la historia en América La- tina, el Estado se ha abstenido de ejercer la soberanía en muchos lugares. Algu- nas ocasiones por lejanía o desinterés, y en otras porque esta tarea ya la asumían entidades privadas, sobretodo caciques y terratenientes que tenían la potestad de hacer y deshacer sobre los recursos y las personas que se hallaban en sus fincas. Y en Chiapas había, desde su origen, mu- chas “zonas grises”: por un lado era uno de los lugares con más latifundistas e im- punidad de la República y, por el otro, una de las zonas con más frontera agrícola. Siguiendo con el tema de la escasa presencia del Estado en México, vale la pena mencionar una obra de Miguel Án- Fragmento del mural “Comandante Pedro”. Anónimo. Se encuentra en la Comunidad de Guadalupe Tepeyac.

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