Ayotzinapa: Jornadas dominicales en el Museo Nacional de Antropología

¡Vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos!

 ¡Si nos olvidan, ellos ganan!

¡Yo también ya me cansé de gobiernos genocidas PRI, PAN, PRD, PVE, PT…!

Los profesores-investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia que participamos en las “Jornadas Dominicales por Ayotzinapa” estamos convencidos, como millones de mexicanos más, que hay más hombres y mujeres que, independientemente de nuestra edad, somos buenos en el sentido humanístico, no absoluto, lo cual significa, en un extremo básico, que no seríamos capaces de matar a un ser humano.

En contraposición con esa inmensa mayoría, hay un número muy reducido de asesinos que se caracterizan por la falta absoluta de respeto a la vida de los otros y de sus propias personas, lo cual se manifiesta en sus acciones y conductas sádicas, violentas, cínicas, mentirosas y en todos los casos inconfesables.

Detrás de ese grupo se encuentra otro número más reducido de mandones, quienes dan órdenes a los matones y se caracterizan por su infinita sed de enriquecimiento a toda costa, lo que los conduce a la más absoluta abyección y degradación, iniciada desde el día que cometieron su primer crimen. Busquemos y veremos qué encontramos[1].

Con todo, ese grupo delictivo es una franca minoría. Nosotros no creemos que sean más de 587 mil 324 personas, que empieza con quien ocupa la presidencia de la República, gobiernos estatales, jueces, legisladores burócratas de mandos medios y superiores, muchísimas alcaldías y un sinfín de policías y soldados de los llamados “cuerpos de élite”, paramilitares y sicarios, así como los “gatilleros” de los medios de comunicación, como José López Dóriga, Javier Alatorre, Adela Micha, Carlos Loret de Mola, Víctor Trujillo (Brozo), Ciro Gómez Leyva, Denise Maerker, José Cárdenas y unas cien plumas y locutores más. Por supuesto no pueden faltar quienes aparecen en la lista de Forbes, que son los patrones de los mandones: los Slim, Azcárraga, Salinas Pliego, Zambrano, Servitje, Larrea, etcétera, mismos que dirigen e instruyen a los mandones y sus matones.

Aun suponiendo sin conceder que llegaran a 758 mil 321 personas o un poquito más, ellos no representan ni el uno por ciento de la población mexicana, conformada por más de 120 millones de hombres y mujeres. Lo cual significa que somos muchísimos más los hombres y mujeres buenos que tiene este país.

Algunos nos dirán: “No tan buenos”. Quizá tendríamos que concederles algo de razón, pues aquellos cientos de miles de matones y mandones, y el número muchísimo más reducido de patrones de los mandones, irradian mucho de lo que hacen en su círculo de familiares cercanos y lejanos, amigos, vecinos o empleados, convirtiéndolos en sus cómplices directos, ya que nunca los denuncian y, al contrario, los toleran pues finalmente los admiran por ser su ejemplo a seguir… en cuanto vean la oportunidad. Las complicidades pueden tener muchas causas y para qué las enumeramos, si estamos conscientes de que con ello no ganamos nada. Solo sabemos que matones, mandones y patrones irradian círculos concéntricos que, a lo más, contaminan a diez por cada uno de ellos. Lo cual significa que tendríamos por lo menos siete millones de enemigos reales de la sociedad; esto es, menos del seis por ciento de la población total del país.

Es posible que sean “pocos”. Pero, ¿por qué nos hacen tanto daño? En primer lugar, porque los patrones de los mandones y los matones están también en los puestos de gobierno y en cargos de lo que llaman “administración de la justicia” y “vida parlamentaria”. Y de ahí para abajo, hasta llegar a los gritones de los medios de comunicación.

Todos ellos están armados hasta los dientes y están habituados a matar sin ningún miramiento o escrúpulo. No importa si se trata de niño o niña, madre, joven estudiante, trabajador o adulto mayor. Nada de esto importa, lo único que interesa es cumplirle al que manda: lucirse con el patrón para seguir ascendiendo, aunque en eso les vaya la vida, pues la vida misma no vale nada, más que el rato que se disfruta con las prendas que se visten, los relojes que se portan, las pistolas que se enfundan, el alcohol, las drogas, las mujeres, hombres y amigos que se consumen en ocasión de celebrar el cumplimiento de una orden del patrón. Todo lo demás, no importa. Esos son los momentos y por ellos son capaces de hacer lo que nadie imagina. Así muestran su lealtad y pericia con sus mandones y patrones.

Esa manera de vivir efímera, cínica y abyecta se inicia en la presidencia de la República, y de ahí se sigue a gobernadores, presidentes municipales, procuradores de la república y estales, magistrados, diputados, senadores, la elite de los militares y policías, líderes sindicales, presidentes de partidos políticos y un largo etcétera, que son quienes actúan al cobijo de lo que se llaman gobiernos y también de los medios de comunicación.

Las presentaciones de los funcionarios en la TV y en programas de radio tienen por objeto engañar a los incautos y sembrar el terror entre los luchadores sociales y grupos opositores a los gobiernos. Esto se puede constatar si se revisan las declaraciones del 2 de octubre de 1968 o del 10 de junio de 1971, las declaraciones de la guerra sucia de los años setentas, ochentas y noventas, las alusivas al asesinato de Lucio Cabañas, Genaro Vázquez, del cardenal Posadas, de los campesinos en Aguas Blancas, Acteal, el Charco, a la muerte que soldados le dieron a Ernestina Asencio, a Digna Ochoa, a Regina Martínez, el secuestro y no presentación de Gabriel Alberto Cruz Sánchez, Edmundo Reyes Amaya…,  entre otras muchas y muchos más. El incendio de la guardería ABC de Sonora, los fusilados en Tlatlaya, la matanza de migrantes en San Fernando, el encarcelamiento de José Manuel Mireles, de Nestora Salgado o los seis asesinados y 43 detenidos-levantados por la policía y el ejército hasta el momento no presentados, estudiantes de la normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa…

“Lo que se hizo fue para salvar a la patria”. “Era una pugna intercomunitaria”. “Se murió de una pancreatitis”, “Estaban en una fiesta de sicarios”. “Eso les pasa porque provocan a los hombres”, “Es que portaba armas de uso exclusivo del ejército”. “Ella misma se disparó”. “Fue un corto circuito inexplicable”. “Fue un crimen pasional”. “Le decomisamos ‘churros’ y ‘grapas’ resistiéndose al arresto”, “Quién les manda haber estado allí y no en su casa”. “Eran migrantes centroamericanos”… El descaro y prepotencia para urdir las peores estupideces, los pinta de cuerpo entero como patrocinadores y ejecutores de los actos que dicen querer explicar.

El pueblo es engañado, en general y por diversas razones, y eso se debe a que su máxima preocupación está en la sobrevivencia, en lograr el sustento de su familia, que no es cosa menor, sino mayor por todos los esfuerzos que esto representa, privándose incluso de tiempo de descanso, esparcimiento y, consecuentemente, en la nula expectativa de querer informarse lo mejor posible respecto a lo que ocurre en la sociedad a que se pertenece.

Esta última carencia y esos apremios, lo único que propician es que millones de mexicanos reciban sin piedad los ecos estrepitosos de los medios de comunicación, quienes obtienen “la nota”, como se dice en el argot de los periodistas, de las cínicas y descaradas declaraciones de los funcionarios, que a base de repetirlas una y otra vez, en una y otra estación de radio, canal de televisión e inclusive en los periódicos nacionales o locales, van tomando la apariencia de verdad. Son voces estridentes que a fuerza de su repetición o glosa se van convirtiendo en mayoría y, consecuentemente, en hechos verosímiles para todos los incautos. Es más fácil y cómodo asimilar una frase corta, que buscar explicaciones, cuando la propia explicación, la suya, es “la mala suerte”, “el destino”, “la voluntad de Dios”, pues el “yo mismo tuve la culpa, compadre o comadre”… Y sí, así es para ellos mismos, no puede ser distinto para los demás, máxime cuando en las declaraciones de los funcionarios y los lenguaraces está siempre la consigna: “Ellos se lo buscaron”. “¿Qué hacían allí?”…

Así que, la buena gente de este país que trabaja o que estudia, con muchos esfuerzos y pesadumbres, no tiene tiempo para ponerse a investigar, reflexionar, meditar después de leer declaraciones y confrontarlas con reportajes o notas periodísticas; escuchar la radio con atención, sobre todo las universitarias, y confrontar eso con lo que se transmite en la TV privada para, pasados los días, leer los libros o artículos de sesudos articulistas y reporteros que tratan los temas. Y entonces sólo así se crea una representación de lo sucedido que confronte el cinismo y descaro de las afirmaciones de los funcionarios, que lo único que muestran, para quienes más o menos tiene la posibilidad de hacer otra lectura, es que sus declaraciones son totalmente irregulares ante lo que pretenden describir. Quienes lanzan sin rubor a los cuatro vientos esas mentiras, son los mismos matones o sus mandones, pues su verborrea sólo pretende ocultar lo totalmente evidente: que ellos son los responsables de lo sucedido; que ellos lo orquestaron o lo ordenaron por razones inconfesables públicamente y, por eso, intentan urdir expectativas de una simpleza infantil, porque presumen que el pueblo entero es imbécil y estúpido.

Ese actuar de los funcionarios es lo que irrita a los sectores medianamente informados, ya que resulta ofensiva la procacidad con la que se conducen los “servidores públicos”. Su palabrería ya ofende hasta a la llamada “clase media ilustrada”, a las que también está llegando ese actuar vil y displicente de los funcionarios declarantes, mandones y matones, que se saben inamovibles y seguros en sus chambas, pues sus patrones están muy contentos con ellos, quienes operan para la entrega de todo cuanto exigen: playas, subsuelos para minas, tierras para parques eólicos, pozos petroleros en aguas someras, bosques, selvas, manglares, trayectos carreteros, trenes, metros, introducción de semillas transgénicas, manantiales para la explotación del agua, y gas…

A fin de cuentas mandones y matones son fieles sicarios, filibusteros y soldados. Por eso, de vez en cuando, los dejan sentarse a su mesa, pasearse con ellos, tomarse algunas fotos en esos 20 metros de alfombra roja, tras maquillarse y quitarse la grasa de la cara y ponerse hasta la saciedad costosas lociones, perfumes y trajes cortados a la medida, terminando con un apretón de manos que congela la lente de los fotógrafos de los medios de comunicación para las notas televisivas o de la prensa escrita. Luego se ve que hasta eso les aburre, porque lo suyo es el trabajo rudo: matar o mandar matar, aplicar los desalojos, la impartición de intimidación y terrorismo. Maniobrar, calcular y engañar para controlar las cámaras y comprar diputados y senadores. Por todo eso cobran cantidades millonarias.

Las escenas de esos actos son presentadas en todos los medios como los grandes acontecimientos, que se repiten una y otra vez en la radio, la TV, la prensa, los espectaculares y las voces lacerantes de los comentócratas que, a fuerza de repetir una y otra vez hasta llegar a millones de veces, van construyendo ese ruido lacerante que aturde y desquicia a la sociedad. De ahí que muchos ciudadanos abandonan cualquier intento de enterarse de lo que sucede en el país o de querer comprender los hechos.

A fuerza de tanta abulia, todo pierde sentido. Ya nada vale. Las lecciones de los mandones y asesinos es que todo sea cada vez más cruel y más injusto, para que duela más, para que cale más hondo, para que se piense bien lo que se está haciendo. No necesitan matar millones, sino aterrarlos con cientos de miles de casos ejemplares. Y si los muertos no son suficientes, hay todavía algo más doloroso: los llamados eufemísticamente “desparecidos”, porque la incertidumbre es más fuerte que la muerte misma. Ello se sabe desde la antigüedad, por eso Príamo, el padre de Héctor, personaje de la Iliada, reclamaba el cadáver de su hijo para darle sepultura, pues quería verlo muerto, pero no desaparecido. (Canto XXIV).

La crueldad no tiene límites y no necesitan expandirla por millones, sino por miles. Ahí es donde más nos pega a la sociedad toda. Si los crímenes son repugnantes y aberrantes, las desapariciones forzadas tienen el adicional de la incertidumbre, que es quizás lo que más puede alterar al género humano. Tanto así que fue la incertidumbre lo que orilló a los seres humanos a inventar la agricultura y la ganadería. Dejar el azar. La incertidumbre es algo que modificó al género humano o, por lo menos, a una parte, pues le parecía insufrible.

Las desapariciones forzadas no son otra cosa más que la declaración de guerra más abyecta y cobarde que los gobiernos imponen a los ciudadanos que luchan por reivindicaciones sociales. Y es claro que en este país esos procedimientos los llevan a cabo los llamados “cuerpos de seguridad pública”, ejército o policías de élite auxiliados o que trabajan junto a los llamados sicarios (matones a sueldo, delincuentes comunes pero totalmente degradados). Todos ellos urden acciones que llegan a extremos aberrantes para el género humano, en cuanto al dolor que pueden provocar a los cuerpos y hasta los pensamientos y sentimientos tanto de aquellos a quienes se les violenta como a la de sus familiares.

Se busca que esa crueldad sea “ejemplar” y que se amplifique con otros tantos casos, no necesariamente vinculados al ejercicio de la acción política de luchadores sociales, incluyendo a periodistas dignos, en casos rebosantes de simbolismo social como sucede con los feminicidios, infanticidios, juvenenicidios… con el único fin de atemorizar y aterrorizar a la sociedad. De ahí su permisividad y su aumento; su no persecución ni castigo. De ahí la impunidad.

De esta forma, el ambiente de terror tiene dos vías: la que imponen las instituciones gubernamentales y la que propaga la llamada delincuencia organizada. Sí: organizada y prohijada por los gobiernos para tener un cuadro completo de terrorismo que ya algunos estudiosos comienzan a reconocer como acciones disciplinarias de los ricos hacia los pobres, para obtener una sociedad cabizbaja, sometida, totalmente atemorizada y que sigue con sumiso gesto los dictados de quienes ahora se han hecho de los poderes públicos y sociales.

Esos patrones, mandones y matones quieren que toda la sociedad mexicana acepte, sin más, el neoliberalismo, impulsado por los grandes capitales nacionales y trasnacionales. Hacen creer a la población que este sistema algún día dará libertad, estado de derecho, justicia, seguridad, salud, equidad, educación, vivienda digna…

Pero dicen los patrones y sus mandones, cada que pueden y tienen los micrófonos frente a sí, que esos beneficios no pueden ser, por ahora, para todos los mexicanos, por ésta o aquella razón, que nunca faltan, “razones“ unas veces internas y, otras externas, surgiendo las peores cuando se conjugan unas y otras de manera inexplicable y terminan empobreciendo más a los de por sí ya pobres y a los que comenzaban a tener algún tipo de ascenso, viéndolos caer, mientras los ricos son más ricos y los mandones y matones no dejan de recoger los frutos multimillonarios que deja el hacer cumplir las órdenes de sus patrones.

Se debe reconocer que aquella prédica y práctica capitalista desplegada en todo su accionar alcanza para dar trabajo a unos diez o quince millones de personas que, en círculos expansivos, hace que a lo más se terminen “beneficiando” otros cuatro por cada uno de los “afortunados” del sistema. Con todos ellos no se llegan a integrar unos 40 millones de personas que son quienes forman la llamada clase media alta y baja.

Es indiscutible que este sistema económico dependiente, mezquino, atrabiliario y excluyente oculta su verdadero rostro depredador y aniquilador de millones de seres humanos y de la propia naturaleza, tras la oferta de sus múltiples “beneficios” que, publicita, pueden obtener todos los ciudadanos si se disciplinan y participan creativamente con él. Atiborra hasta el hartazgo con su publicidad, donde cualquier ciudadano puede sacarse la lotería en el sentido estricto, jugando cada ocho días; aunque nunca sea el afortunado, nunca perderá la esperanza de que se cumpla aquella promesa, o ya en estos nuestros tiempos, en el caso de obtener un “buen trabajo”, sea decente o indecente pero que a fin de cuentas permita tener un coche del año, ropas de marcas, perfumes de moda, aretes y joyas que destacan o disimulan figura y facciones, los departamentos en zonas exclusivas, que van dando claros indicios de ascenso social que se completa en los modelos a seguir, con las casas de descanso, el yate, el avión.

Bueno, todo eso puede parecer una ilusión, pero son alcanzables, según hemos podido recoger textualmente en aseveraciones de diversos personajes y que comienzan como sigue:

 

Ve a mi carnal… Mi primo ya lo logró… El cuate de un cuñado… El hermano de un cuate… La esposa de aquel ¡te acuerdas!... Bueno, si no puedo llegar a tanto ve al profe que es del sistema nacional de investigadores nivel 10, tiene los más altos niveles de estímulos de la UNAM, el Polí, la UAM, UACM y ya no me acuerdo si también del CONACULTA, INAH y Bellas Artes… Bueno, y todo ese séquito de jóvenes y seños que le ayudan en sus tan sesudas investigaciones y se mantienen gracias a las becas que les consigue en Conacyt, Prospera y hasta de adultos mayores. Es tan buena onda y tan trabajador que, algún día,  lo colocarán como el segundo Premio Nobel mexicano, que como el científico Mario Molina hoy, hará hasta lo imposible, con su prestigio e innovaciones, para que caigan inversiones extranjeras que saquen al país de esta pobreza en que nos tiene metida tanta indolencia de los pobres. Esos más de 55 millones de personas que no acabamos de saber bien a bien por qué muchos de ellos siguen teniendo tierras, pues las tienen totalmente abandonadas, sin una productividad elevada, orientadas a cultivo de auto consumo, sin inversión tecnológica, habiendo tanta necesidad de esas tierras que si las dejaran en manos de otros ya verías cómo producirían, ya veríamos lo que dejan de renta, así como lo que pasó con Teléfonos de México, en manos del gobierno un fracaso, en manos de Carlos Slim, una mina de hacer dinero y le puedes seguir así, con todo lo que se ha privatizado. Ése es el secreto del desarrollo.

El gobierno no puede organizar para producir. Los únicos capaces de hacerlo con rentabilidad son las personas que se rigen por la ley de la oferta y la demanda, que se inscriben en los mercados nacionales pero sobre todo los internacionales, por eso de la globalización que a querer o no ya nos alcanzó. Los gobiernos, los pueblos y las comunidades no lo pueden hacer. Son incapaces…

 

Esta forma de pensar es la que permite que patrones, mandones y matones sigan reproduciendo el sistema y si alguien del pueblo, de esos “pobres incapaces” o inclusive de las clases medias o periodistas, se opone a la prevalencia de ese discurso y empiezan a concitar a más gente para oponerse a las acciones que se derivan de aquel modo de entender la realidad, se les comienza a fustigar o reprimir, llegando al extremo, si los patrones así lo consideran necesario, de matarlos o inclusive desaparecerlos, con el fin de que quienes los seguían, abandonen aquellas ideas y acciones; que entiendan de una vez y para siempre de que los patrones, mandones y matones no están jugando, que ellos son quienes dicen qué, cómo, cuándo y dónde se deben hacer las cosas.

Esto se confirma a través de los dolores que atraviesan y laceran a muchos pueblos y comunidades de todo el país, a familias de luchadores sociales –incluyendo a periodistas- a padres y madres de niños o jóvenes de uno u otro sexo asesinados o desaparecidos, a familiares de migrantes que nunca llegan a su destino, sino al infortunio de una fosa clandestina que termina con esperanzas e identidades.

Los patrones y mandones han decidido imponer su prédica y manera de proceder por medio del terrorismo, imponiendo casos que ellos consideran como verdaderamente aterradores para que terminen paralizando a la sociedad por la brutalidad con que se llevan a cabo los asesinatos o lo que puede significar las llamadas desapariciones forzadas.

No necesitan matar o desaparecer a millones, sino a miles, quizá hasta cientos de miles para que el resto de la sociedad entienda que el papel que ellos les asignen es el que deben desempeñar, por degradante que sea. No hay de otra. Y tan es así que cada día que pasa vemos o nos enteramos de casos mucho más monstruosos y brutales, como lo que le hicieron al compañero Julio César Mondragón, al periodista Rubén Espinosa Becerril, a Nadia Vera Pérez, activista del movimiento estudiantil #Yosoy132, a Yesenia Quiroz Alfaro, de 18 años, originaria de Mexicali, Baja California, entre los más recientes asesinatos que por doloroso que sea siquiera recordarlos, no hay que olvidarlos. Porque al olvido, como dijera el subcomandante insurgentes Marcos, se le declaró la guerra con la Memoria.

Y en ese inmenso y diversificado espacio que es la memoria, los académicos del INAH nos hemos colocado, no sólo porque sea parte de nuestro trabajo profesional, sino porque los mismos padres de los normalistas de Ayotzinapa, en la reunión que tuvimos con ellos en la escuela el 8 de noviembre del 2014, a nuestra pregunta de ¿cómo querían que los apoyáramos o los ayudáramos?, nos contestaron: “No nos dejen solos y que no se olvide nuestra demanda: ¡Vivos se los llevaron, Vivos los queremos!”

Después de esa petición, diversos investigadores comenzamos a planear las acciones que podíamos llevar a cabo para honrar ese compromiso. Estando todavía en Ayotzinapa, consideramos que podíamos recuperar la experiencia que habíamos tenido, no hacía más de tres años, en el Museo Nacional de Antropología, para exponer públicamente nuestro rechazo a las políticas gubernamentales que estaban modificando y destruyendo referentes históricos tan emblemáticos como los Fuertes de Loreto y Guadalupe, en Puebla, entre otros tantos atentados más a nuestro patrimonio nacional.

Aquella toma pacífica sirvió para plantear nuestros desacuerdos y demandas de respeto a las zonas históricas y arqueológicas del país, al tiempo que dejábamos pasar a los visitantes gratuitamente para que recorrieran el museo y aun vieran las exposiciones temporales, que por cierto son muy caras y que muchos ciudadanos se quedan sin visitarlas… por los costos que representan.

Esa toma estuvo acompañada por una exposición fotográfica que mostraba las zonas y monumentos afectados por la corrupción de los funcionarios del INAH, de los gobiernos de los estados y de la propia Presidencia de la República.

Como una actividad adicional, y para integrar a los niños a nuestra lucha y demandas, se planteó realizar la confección de lo que llamamos “Memoriales de Agravios” a los bienes nacionales arqueológicos e históricos, a través de dibujos que los niños y niñas nos ayudaron a diseñar y colorear. De esos trabajos surgieron varios lienzos que nosotros llamamos Códices de la Destrucción de los Patrimonios Nacionales Arqueológicos e Históricos.

Con ese referente de lucha en la memoria quedamos en que habría que ir trabajando algo para ver cómo lo podíamos concretar en apoyo a la exigencia por Ayotzinapa: “¡Vivos se los Llevaron! ¡Vivos los queremos!” “¡Sí nos olvidan, ellos ganan!”

El compañero Juan Manuel Sandoval comenzó a trabajar junto con las compañeras Martha Monzón, Elsa Hernández y Ángeles Colunga en el diseño de lo que denominaríamos como Códice de Ayotzinapa, mientras que el compañero Felipe Echenique y Carmen García conocieron y apreciaron el trabajo del colectivo Ilustradores con Ayotzinapa convocados por la artista Valeria Gallo, para que otros tantos compañeros del mismo quehacer artístico se preguntaran a su vez y desde su sensibilidad por el paradero individualizado y colectivo de normalistas, gracias a lo cual terminaron creando más de 400 reproducciones de los rostros de los compañeros secuestrados y no presentados por los cuerpos policiacos y militares de la normal rural de Ayotzinapa.

Las ilustraciones individualizadas, genéricas, abstractas o figurativas con la pregunta ¿Dónde estás? son contundentes para mostrar esas aberrantes desapariciones forzadas, al tiempo que el trabajo artístico, por su significado estético y social, hace que el observador se conmueva e indigne por aquel hecho aberrante, o si es del reducido bando de los enemigos del pueblo, las repudien por lo fuerte que resulta la expresión político-artística lograda por los ilustradores con relación a lo sucedido en Ayotzinapa.

Teniendo esa apreciación de aquellos trabajos político-artísticos, los compañeros se dieron entonces a la tarea de montar una exposición en la Dirección de Estudios Históricos del INAH (Allende 173, colonia Centro Tlalpan) permaneciendo en su sala de exposiciones del 17 de noviembre hasta finales de febrero de 2015.

La recepción que tuvo esa exposición entre los compañeros de dicha dependencia y los visitantes a la misma, propició que en el pleno de Delegados de del Sindicato de Académicos del INAH, se planteara replicarla en distintos museos nacionales y de los estados de la República.

El Museo Nacional de Antropología, por lo que ya se dijo en párrafos anteriores, nos pareció que sería un primer espacio a ocupar para difundir la demanda y exigencia de Ayotzinapa: ¡Vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos! ¡Si nos olvidan, ellos ganan! ¡Yo también ya me cansé de los gobiernos genocidas…!

El acuerdo fue inmediato. A partir del domingo 7 de diciembre, comenzamos las Jornadas Dominicales por Ayotzinapa en el vestíbulo del Museo Nacional de Antropología, que se nutrió de nuestra experiencia previa y de lo apreciado en la cancha de básquetbol durante nuestra visita a la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, en donde están colocados 43 pupitres y que nosotros convertimos en 43 sillas vacías, a las que se les adicionó –a cada una- un cuaderno, una pluma y el rostro de cada uno de los compañeros normalistas diseñado por Ilustradores con Ayotzinapa. Asimismo, se redactaron distintas hojas volantes –que hasta la fecha suman más de 70 mil repartidas-- y se comenzó la confección del Códice Ayotzinapa donde se expresa, en ilustraciones tomadas de códices prehispánicos y coloniales y adaptadas a la situación actual por Diego Sandoval, los agravios cometidos por el Neovirrey de la Neo Nueva España a sus habitantes y principalmente a los Pueblos Originarios de este territorio, por la entrega de riquezas y recursos estratégicos a los nuevos imperios norteamericano y europeos.

En este códice se muestra cómo este virrey actual ha retomado prácticas de origen prehispánico, como tomar prisioneros en las “Guerras Floridas” y el “Desollamiento” (Xipe Totec) en contra de los guerreros tigre del Calmecac de Ayotzinapa, para aterrorizar a los pueblos y comunidades; pero también se muestra la indignación que estos agravios han provocado en los mismos, lo que los ha llevado a la organización y lucha en contra de los gobernantes y sus esbirros. El códice se puede apreciar en este número de En el Volcán Insurgente y también en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=l0Hk_V0XLA0).

Diciembre, mes festivo y de celebración navideña, nos hizo pensar que a lo mejor no sería bien recibida aquella actividad político-artística por parte de los visitantes al museo. La sorpresa fue inmediata: un sinfín de ciudadanos de distintas edades, sexos y nacionalidades comenzaron a tomar los 43 cuadernos y plumas para escribir pensamientos a los normalistas desparecidos que, después notamos, también se dirigían a los padres de los normalistas.

La solidaridad con los jóvenes secuestrados y el repudio para con los gobiernos municipal, estatal y federal, podemos decir sin ambages, resultó abrumadoramente mayoritaria, al igual que el sentimiento de acompañamiento a los padres, aunque no estuvieran allí con nosotros físicamente. Las expresiones de solidaridad con los normalistas y de repudio al mal gobierno están plasmadas en las hojas de estos cuadernos.

Las actitudes fraternas de muchos ciudadanos se evidenciaron tanto en la forma de recorrer la exposición-instalación, como por lo que escribieron en los cuadernos y en la lectura de los volantes que repartíamos. Todo aquello nos llevó a pensar que se debería ampliar la información sobre las luchas sociales y sobre las aberraciones que cometen los gobiernos en contra de luchadores sociales, periodistas, pueblos y comunidades indígenas a lo largo y ancho del país e inclusive, ampliar la denuncia de los desaparecidos, de los periodistas muertos, de lo injusto del encarcelamiento de los compañeros yaqui, de Luna, Mireles, Nestora… La exposición creció en imágenes que ilustran e informan sobre las luchas sociales que se mantienen vivas por la dignidad de las personas, los pueblos y las comunidades que las enarbolan.

Los compañeros que hemos participado en estas actividades dominicales vimos cómo muchos ciudadanos se interesaban en los contenidos de la exposición y se sumaron a la indignación y exigencia de presentación con vida de los compañeros normalistas.

Ver a niños, niñas, jóvenes, mujeres, hombres, mexicanos y extranjeros, sorprenderse y sumarse a los reclamos y exigencias que se exhibían con dicha instalación, nos llevó a considerar que deberíamos continuar con aquellas jornadas por más domingos y llevarla inclusive a otros espacios.

La comunicación de esta experiencia con los compañeros de los centros-INAH de trabajo en los estados de Oaxaca, Nuevo León, Jalisco, Yucatán, Morelos y zonas arqueológicas como Teotihuacán y el Museo Nacional de Historia Castillo de Chapultepec y de la Dirección de Etnografía y Antropología Social, propició que se organizaran otras actividades, sobre todo en los museos o en la propias zonas arqueológicas o en plazas públicas, como fue en la Macro Plaza de Monterrey, donde junto con otros grupos de ciudadanos se montó una exposición similar a la del Museo de Antropología, que luego se fue rolando por espacios universitarios, barrios y hasta llegar a la Casa de Todas y Todos.

Algo similar sucedió en Cuernavaca, Morelos. Si bien inició la exposición en el Museo Palacio de Cortés, hoy está itinerando por distintas escuelas de la entidad, y lo mismo sucede en Yucatán y Jalisco. En Oaxaca se instaló la exhibición en Monte Albán y en este trabajo colaboró muy activamente el maestro pintor Francisco Toledo.

En la Zona Arqueológica de Teotihuacán, como en otros muchos centros de trabajo, en fachadas, bardas o espacios de acceso se colocaron mantas con las exigencias y denuncias: ¡Vivos de los llevaron! ¡Vivos los queremos! y ¡Fue el Estado!

A un año de la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa y no presentación con vida, les informamos a los padres de familia: Hemos cumplido con su demanda y exigencia hasta ahora, en la medida de nuestras posibilidades y dentro de los espacios que hemos logrado hacerlo.

Otros muchos compañeros del INAH han realizado otras acciones de acompañamiento y seguimiento al justo reclamo de los padres de los normalistas y estamos seguros que ni ellos, ni nosotros abandonaremos su lucha y la de otros pueblos, comunidades y seres humanos dignos que han alzado la cabeza para reclamar Justicia, Libertad y Dignidad.

No olvidarlos y seguir con su lucha es mantenerlos vivos y actuantes. Seguiremos trabajando en nuestros espacios y con nuestras posibilidades bajo esas únicas consignas que dan sentido a las vidas y muertes dignas: Justicia y Libertad.

Responsables internos de las Jornadas Dominicales por Ayotzinapa:

Ángeles Colunga, Juan Manuel Sandoval, Marta Monzón, Guillermo Molina, Amparo Sevilla, Jaime Garduño y Esperanza Muñoz, León Felipe y Ximena Valentina Echenique, quienes en distintos domingos compartieron con nosotros la experiencia de esta intensa actividad política. Pero también a María de la Luz Aguilar, Daniel Nahmad, John Joseph Temple, María Teresa Olivera, Samantha Adame, Fernando Miranda, Fernando Sánchez, Carlos Ortega, Rosa María Vanegas, Javier Guerrero, Alejandra Gómez, Alfonso Velazco y José Concepción Jiménez, quienes se dieron un tiempo para acompañar durante algunas horas en las jornadas dominicales.

En Monterrey: Lidia Espinoza; en Yucatán: Martha Medina; en Morelos: Ricardo Magaña; en Oaxaca: Enrique Fernández; en Teotihuacán: Sergio Gómez y en Guadalajara estudiantes de la Escuela de Historia y la compañera María Gracia Castillo académica del INAH, poniéndose literalmente la camiseta, negra con letras blancas con la leyenda “Vivos se los llevaron Vivos los queremos” “Ayotzinapa 43 fue el Estado”, han expuesto el códice, las ilustraciones de los compañeros normalistas y las representaciones de la represión de la que ya hemos tratado, dentro de las escuelas, plazas y barrios. Elaboraron muchas mantas alusivas a la ausencia de los compañeros, al crimen del estado, y a la imposibilidad de continuar con las clases cuando faltan 43 compañeros estudiantes. También elaboraron unos cuadernitos con material de reciclaje en donde pusieron la imagen de cada uno de los 43 estudiantes desaparecidos de las hechas por los ilustradores y además pusieron algunos datos de cada uno de ellos. Estos cuadernos acompañaban la exposición itinerante y se invitaba a las personas a que pusieran algún pensamiento para los padres. También pusieron el salón de los ausentes en la calle al lado de la Escuela de Historia y en la plaza de la liberación el 26 de marzo de 2015. (Desgraciadamente no se ha conseguido que los funcionarios del INAH permitan que se ponga en el Museo Regional de Guadalajara). Las reacciones de las personas fueron muy diversas, desde quienes pedían que nos conformáramos con la explicación oficial, quienes querían escribir en cada uno de los cuadernos, y quienes con lágrimas en los ojos no pudieron hacerlo por la impotencia de transmitir lo que sentían.

Todo ello de una u otra manera replica las jornadas dominicales por Ayotzinapa en el Museo Nacional de Antropología.



[1]    Salinas de Gortari mató a su sirvienta, Zedillo o Salinas a Colosio, Peña a su esposa, Fox y Calderón, si acaso no tenían antecedentes, hicieron crecer las listas de homicidios y secuestros políticos de manera similar y aun aumentada respecto a GDO, LEA, JLP y MMH.