13, Septiembre de 2012

Norberto González Crespo: voces sobre un arqueólogo

 

Una huella de coraje, decisión, entereza y humanismo

Hortensia de Vega Nova

Entre los años 1979 y 1980, cuando varias  personas luchábamos porque en el INAH se creara el Departamento de Arqueología Subacuática y eras todavía Director del Centro Regional Yucatán, Campeche y Quintana Roo, recuerdo claramente que recibiste con gusto la noticia de que zarparíamos de las costas de Campeche en un dragaminas que nos había facilitado  la Armada de México a realizar una expedición para excavar un pecio que se encontraba bajo las aguas del Golfo de México.  No solo hiciste todo lo posible por ayudarnos, sino que tuviste el coraje de acompañarnos por más de un mes entre las tormentosas aguas que sufrimos durante nuestra estadía en aquel aislado arrecife. Esa temporada de trabajo me dio la oportunidad de conocer el amor fraternal y respetuoso que tu corazón acogía, la fuerza y la entereza de tu carácter, demostradas cada día en tu actitud frente a las inclemencias del tiempo y la constante alegría que despedías en todo momento y en todo lugar, no obstante que todo el barco estaba protegido con una espesa y pegajosa  grasa que nos obligaba a mantener nuestro cuerpo constantemente  cubierto de ropa.  Sin lugar a dudas, en esa ocasión decidí que en el futuro me gustaría tener un Jefe como tú y quedé convencida cuando, al llegar de regreso a puerto, estaba parada, esperándote, tu esposa, Silvia y tus hijitos Norberto e Ian que en aquella época eran muy pequeños. Pude observar cómo los abrazabas y con ello el círculo se cerraba…¡también eras un buen padre!.

 

Los 10 años que participé en las excavaciones arqueológicas que  dirigías en la zona arqueológica de Xochicalco, en el Estado de Morelos, nunca cambiaron aquella primera impresión. Al contrario, el tiempo compartido a tu lado me permitió ir descubriendo nuevos atributos en tu corazón. ¿Cómo olvidar las conversaciones que diariamente, en las horas más tempranas del día, sostenías con muchos de nosotros frente a una taza de café?  ¿Cómo pasar por alto la preocupación que demostraste tener por nuestro bienestar personal, anteponiéndolo a cualquier circunstancia?  No, nunca nos trataste como colaboradores, nos supiste abrigar como un padre. La inquietud que te caracterizaba era enloquecedora pero con ella supiste inyectar  energía a nuestro trabajo cotidiano.

Si Norberto, más que un Jefe, siempre fuiste un gran amigo .Gracias por todo lo que me brindaste.  Es una gran pena no tenerte más. Descansa en Paz.

 


Foto de Rafael Martínez Chilpa

 

La energía y la sensibilidad de nuestro jefe, compañero y amigo Norberto González Crespo

Paul Hersch Martínez

Aunque estemos desolados, en permanente atención y movimiento, Norberto González Crespo continua incesante su intenso andar eléctrico entre nosotros.

Como jefe y compañero de trabajo, solidario e impaciente, sin doblez, Norberto dio siempre seguimiento a lo que emprendía, incluyendo el apoyo concreto a muchos trabajadores de todo nivel. Muy lejos estuvo siempre de la inercia burocrática, del cálculo mezquino, de la prepotencia y de la peculiar práctica de la autojubilación.

En el Balsas, en la Península de Yucatán, en Xochicalco, se volcó como arqueólogo sin escatimar en reflexiones y propuestas, muy lejos también, por cierto, de quienes, al amparo de un Consejo hoy evidenciado en su insignificancia y medianía, se descalificaron categóricamente a sí mismos al pretender descalificar su desempeño.

El paso del tiempo, que usualmente clarifica y revela el alcance y la calidad del trabajo de muchos, en su caso no fue necesario para evidenciar la magnitud del suyo. Fue además, en el ámbito cotidiano de las relaciones personales, donde muchos compartimos el privilegio de su trato llano, sensible, agudo y siempre directo. No había rodeos. Sinceramente, me cuesta mucho trabajo imaginarlo descansando en paz.

 

 

La memoria de un arqueólogo: Norberto González Crespo en Xochicalco

Erick Alvarado Tenorio

Conocida desde los tiempos de Fray Bernardino de Sahagún, descrita en las obras del Barón de Humboldt y Julio Verne, visitada por la emperatriz Carlota, la zona arqueológica de Xochicalco fue abierta al público probablemente en 1910 con motivo de las celebraciones del Centenario de la Independencia, aunque se desconoce la fecha exacta de su inauguración debido al estallido de la Revolución Mexicana.

A diferencia de Teotihuacán, que se inauguró el 13 de septiembre de 1910, con la presencia de Porfirio Díaz, Justo Sierra y Leopoldo Batres, en Xochicalco los primeros brotes de la lucha armada impidieron una ceremonia oficial de apertura. Se sabe que Porfirio Díaz trató de visitar el sitio prehispánico, pero sólo alcanzó a llegar a la Casa del Olindo –actualmente sede del INAH en Morelos–, por temor a los alzados zapatistas.

A más de un siglo de aquellos hechos, los arqueólogos hablan de la ciudad-fortaleza de Xochicalco, cuyo nombre significa “Casa de las flores”. Su predominio político, religioso y comercial tuvo lugar durante el periodo Epiclásico (650-900 d.C.) y su intempestiva caída todavía sigue siendo motivo de estudio.

Xochicalco despertó el interés del arqueólogo Norberto González, quien entre 1991 y 2011 se propuso tener un mejor conocimiento de los niveles superiores del sitio, consolidando además los muros de la entrada de El Observatorio. En esta última etapa se construyó el museo de sitio para mostrar a través de seis salas las decenas de piezas y estelas que han sido encontradas durante cien años de exploración e investigación.

Como arqueólogo se abocó además a estudiar el misterio de la caída de Xochicalco mediante investigaciones sumamente minuciosas, donde descripciones, planos, cortes arquitectónicos y registro fotográfico son vitales en el conocimiento del sitio.

Para Norberto González, responsable de exploración en el sitio durante veinte años, la repentina caída de Xochicalco víctima del fuego y el saqueo siguió implicando misterios, pues como expresó: “Tenemos dos hipótesis: una apunta a una disputa entre dos grupos de poder, mientras la otra se inclina por una revuelta popular” (González Crespo y Garza, 1998: 22-25).

La labor de Norberto puede considerarse primordial si se toma en cuenta su énfasis en la reconstrucción de la memoria de Xochicalco, ya que destaca que la evidencia arqueológica y el material ubicado en el área de la Acrópolis permiten entender la inestabilidad política y económica existente, y la creciente militarización del área mesoamericana.

Describió que en un altar policromado, localizado alrededor del Juego de Pelota del lado este, se observa un glifo que representa a dos bandos gobernantes “compuestos por siete y nueve personajes, respectivamente, con vírgulas de la palabra, pero de mayor extensión y rodeadas de pedernales, lo que refiere una acalorada discusión”.

También destacó la hipótesis del descontento social: “Es posible que el pueblo decidiera rebelarse, dado que Xochicalco es una de las metrópolis con mayor cantidad de construcción por metro cuadrado, y levantar esto en dos siglos representó una mano de obra constante y ardua, lo que pudo originar un descontento generalizado” (Ídem).

A su vez, en los fosos de la Acrópolis se localizaron entierros, algunos con cerca de 80 esqueletos, que refuerzan esta teoría. Además, nos refería: “la élite iba adornada y ninguno de los esqueletos encontrados ostenta joyas; es obvio que hubo saqueo” (Ídem). Señalaba que la mutilación y dispersión de esculturas y otros elementos sagrados, así como la existencia de una gran cantidad de carbón en el área central de Xochicalco, eran indicadores de que seguramente hubo un gran incendio.

La ciudad fortificada de Xochicalco representa lo que en su momento debió ser la ciudad, estimaba el arqueólogo Norberto González, por lo que continúa siendo pertinente su exploración.

“Si un grupo pelea con otro por el poder, uno de ellos continúa al frente, pero cuando es el pueblo el que se rebela, acaba con todo: gobierno, control de impuestos y tributos. La ciudad muere sola y en pleno apogeo, cuando tenía alrededor de 25 mil habitantes”, así resumía el Arqueólogo Norberto González Crespo su apreciación acerca del final de Xochicalco, entre textos, pláticas y publicaciones de su autoría (Sáenz, 2011).

Con un registro de miles de visitantes anualmente, el sitio de Xochicalco, patrimonio Cultural de la Nación, fue inscrito el primero de diciembre de 1999 en la Lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO, en gran parte gracias a las investigaciones que Norberto realizó durante más de 20 años y que han servido para ampliar nuestro conocimiento acerca de los misterios que rodean a uno de los sitios arqueológicos más importantes de nuestro país.

 

Bibliografía:

González Crespo, Norberto y Silvia Garza Tarazona, “La Pirámide de las Serpientes Emplumadas”,  Arqueología Mexicana, Vol. V, núm. 30, Marzo-Abril, 1998, pp. 22-25.

Sáenz, Jorge Luis, “Xochicalco y la revolución mexicana”, INAH Noticias [En Línea], 23 Noviembre 2011,  http://www.inah.gob.mx/index.php/reportajes/5370-xochicalco-y-la-revolucion-mexicana

 


Foto de Rafael Martínez Chilpa

 

LA DELEGACIÓN SINDICAL DE PROFESORES DE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA Y DOCENCIA DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA, SE UNE A LA PENA QUE EMBARGA A LA FAMILIA GONZÁLEZ CRESPO Y MANIFIESTA SU MÁS SENTIDO PÉSAME POR LA IRREPARABLE PÉRDIDA DE NUESTRO COMPAÑERO EL ARQUEÓLOGO

 

NORBERTO S. GONZÁLEZ CRESPO

 

ACAECIDA EL DÍA 17 DE SEPTIEMBRE DEL PRESENTE Y QUIEN FUE PROFESOR INVESTIGADOR DEL CENTRO REGIONAL INAH MORELOS. EL COMPAÑEROS NORBERTO GONZÁLEZ CRESPO REALIZÓ INVESTIGACIONES EN VARIAS PARTES DEL PAÍS, PARTICULARMENTE EN EL ÁREA MAYA, EN LOS ESTADOS DE PUEBLA Y MORELOS, CONTRIBUYENDO NOTABLEMENTE EN EL ESTUDIO DE LA ZONA ARQUEOLÓGICA DE XOCHICALCO, MORELOS. HACEMOS EXTENSIVAS NUESTRAS CONDOLENCIAS A TODOS SUS FAMILIARES, AMIGOS Y COMPAÑEROS DE TRABAJO.

ATENTAMENTE

COMITÉ EJECUTIVO SINDICAL

En el artículo “Haciendas y ríos”, Rafael Gutiérrez hace referencia