Como siempre que nos encontrábamos,
un brindis por nuestros hijos y nietos…
A raíz de su sensible tránsito hacia la infinitud, Ricardo Melgar Bao, se ha convertido en un faro que motiva a reflexionar sobre su persona y su obra compuesta por diferentes ensayos, libros y escritos político-culturales, por sus vínculos intelectuales y políticos en el continente, pero también por el sentido que le confería a la amistad.
Escribir sobre él cuando su ausencia aún duele porque extraño sus mensajes, sus llamadas, nuestros intercambios no exentos de diferencias y de apapachos se rige sólo por el anhelo de mantenerlo presente y el deseo de arrancar jirones de vida al olvido.
1.
A finales de la década de los 70 cuando la Escuela Nacional de Antropología e Historia aún funcionaba en el anexo del museo de antropología conocí a Ricardo, recuerdo entre brumas que nos encontrábamos en conversaciones colectivas por los pasillos, en los auditorios y en el café (de Chucho), que estaba enclavado en una parte del bosque cercana a la escuela; temas recurrentes eran Mariátegui, Vallejo, y el lugar que los exiliados latinoamericanos descubrían en México.
Ricardo Melgar, 2016. Foto: Archivo familiar
Con el cambio de la escuela a la calle de Zapote en el sur de la ciudad, el conjunto de amigos y colegas también cambió, sin embargo, cuando nos veíamos además del gusto que conllevaba el saludarnos, nos permitíamos poner en juego la función lingüístico-discursiva fática “a ver cuándo nos tomamos un café”, “claro, me dará mucho gusto…”, “hace tiempo que no conversamos ampliamente”,” no te pierdas”, “tú tampoco…”
De esta forma pasaron muchas hojas del calendario, me parece que ambos sabíamos que ahí estábamos, pero por algún motivo la amistad no trascendía más allá de esos saludos imprevistos, aunque coincidiéramos en algunas reuniones como celebraciones por la obtención de grados académicos o presentaciones de libros organizadas principalmente por amigos peruanos.
Cuando concluí la primera versión de mi tesis de maestría y posteriormente la de doctorado, en ambas ocasiones le pedí a Ricardo que fuera uno de mis lectores. Sus dictámenes me emocionaban porque siempre trataba de rescatar las aristas que le daban fuerza al trabajo, para deslizar con firmeza y delicadeza pautas que lo apuntalaran y fortalecieran. Terminados estos trámites académico-administrativos volvía nuestra amistad al estado anterior, hoy el espejo del tiempo refleja que sin duda se requirió del azar para que ésta adquiriera otro matiz.
2.
Al principio de este siglo, un día nos encontramos en la misma mesa en un desayuno organizado por alguna dependencia de la Secretaria de Educación Pública. Expresamos regocijo al vernos, a los otros comensales con los que nos tocó compartir no los conocíamos, pertenecían a diferentes instituciones; en esa ocasión, sin ponernos de acuerdo, pusimos en práctica estrategias profesionales, de tal forma que al salir de ahí teníamos información suficiente sobre el trabajo que realizaban los profesores que nos acompañaron y acordamos hacer algunas lecturas y escribir sobre las posibilidades del quehacer docente en diferentes áreas de la región central del país; esta tarea a pesar de algunos intercambios de materiales y conversaciones se diluyó en el tiempo, pero dejó huella, porque ya no volvimos a interrumpir nuestro diálogo.
Dos encuentros inesperados en aeropuertos, el primero en el de la Ciudad de México, íbamos para distintos estados, pero después de documentar coincidimos en salas de espera cercanas; este hecho nos brindó la oportunidad de tomar un café, charlar largo y tendido sobre lo que estábamos haciendo, prometernos material bibliográfico e intercambiar referencias. El segundo fue en el aeropuerto de Lima, tomamos el mismo avión su esposa Hilda, él y yo, conseguí cambiar mi lugar y compartimos el vuelo, la voz cantante fue la de ella, quien mantuvo una conversación amena y nos animó a llevar con paciencia la espera de la entrega del equipaje porque veníamos de un país que de acuerdo con el reglamento aeroportuario requiere de mayor vigilancia.
Lo importante de este último encuentro fue que nos hicimos amigas y a partir de entonces empezaron a suscitarse entre nosotros las visitas familiares para compartir alegrías, tristezas y el pan y el vino de manera frecuente.
3.
Ricardo fue lector de varios de mis manuscritos, hizo el prólogo de mi libro Plenilunio del M-19. Alvaro Fayad ante el Tribunal del Consejo de Guerra, (2008), posteriormente escribió sobre el mismo una reseña en el tlacuache, suplemento cultural del INAH y la Jornada, Morelos, 373 (julio 19 del 2009), a ésta la tituló “La olvidada réplica de Fayad a los militares colombianos”; también me apoyó como lector de otro trabajo Resistencia-Insumisión. Discurso de un insurgente latinoamericano. Afranio Parra Guzmán. M-19 (2018). En los casos que he citado su acuciosa mirada fue un aliciente para continuar en la búsqueda. En relación con el primer texto, apuntó en la citada reseña:
El libro… ha llegado a tiempo para abrir una fisura en el discurso mediático global sobre el drama colombiano y sus muchas y cruentas escenas. Incluso, para mirar con el rabillo del ojo, las historias no contadas que quedaron fuera del discurso corporativo mediático en Colombia
En el dictamen que elaboró para referirse al análisis expuesto en el segundo libro, Ricardo escribió:
El modo sugerente, heterodoxo y penetrante con que… analiza el discurso de Afranio Parra Guzmán propone un giro interpretativo frente a la tradición analítica de la denominada “violentología” en Colombia, la coordenada central de su análisis discursivo queda solventada en la diada unívoca de la resistencia-insumisión bajo la cual se permite encontrar las interacciones existentes entre diferenciados géneros letrados: epistolografía, narrativa, poesía, canto, texto ideológico-político u organizativo (milicias populares)
Leer lo que Ricardo podía rescatar de mis textos me permitía afinar algunas aristas y me sugería una especie de brújula para reflexionar sobre los modos de recepción cotidiana de ciertas prácticas políticas, de sucesos dramáticos o cruentos que circundan el entorno sociocultural en el que se mueve la mayoría de países latinoamericanos; confirmar que nuestro pathos en su despótica capacidad de recepción y significación de sucesos o acontecimientos, alinea caminos y contornos, más allá de las leyes de la óptica, de los territorios, la geografía de lo real y de la ciencia.
4.
Peruano de nacimiento, radicado en México por más de cuatro décadas engendró una obra producto de su época en la que revela límites y retos intelectuales de su tiempo orientadas a descifrar y juzgar problemáticas e incógnitas latinoamericanas.
Para Ricardo, José Carlos Mariátegui fue uno de los pensadores contemporáneos más representativos de América en el escenario mundial; afirmó que no es casualidad que 7 ensayos sobre la interpretación de la realidad peruana haya sido el texto de este autor más traducido en diversos idiomas y editado en todos los continentes y que a pesar de abordar una temática nacional, las coordenadas de sus reflexiones son básicamente universales. De las aportaciones mariateguianas destaca que éstas se basan en la utopía, el mito y el sueño cuando restacan que el indio socialista posee una fuerza ideológica y cultural inconmensurable y enfatiza que para Mariátegui
o caminho da ocidentalização via apropriação do marxismo era o melhor rumo para que Nossa América se inserisse no novo curso civilizatório. Isso sem renunciar a certas tradições milenares e ao direito de recriação de identidades nacionais. As práticas solidárias das comunidades indígenas deveriam vigorar e enriquecer-se no novo projeto civilizatório.
Ricardo, al reflexionar sobre la obra de este autor peruano de principio del siglo XX, contribuye a pintar la faz de la memoria histórica latinoamericana y el panorama de nuestra identidad sociocultural.
En su artículo “Los ciclos del exilio y del retorno en América Latina: una aproximación”, después de un minucioso recorrido que le permite construir un mapa del exilio, rescatando su problemática histórica continental y el campo semántico correspondiente, analiza dos experiencias y proyectos significativos concernientes al exilio y se detiene a mirar con una lupa las lógicas culturales y políticas en las que emergieron.
El arco histórico de los exilios latinoamericanos sorprende: antecede incluso al proceso independentista, lo acompaña y lo proyecta con sus muchos rostros y capítulos nacionales y continentales hasta el siglo XXI. Algunas de sus expresiones recurrentes han sido reseñadas de tiempo atrás, como las experiencias de pérdida, las problemáticas de inserción en los países refugio, los proyectos de retorno y la construcción de mitologías diversas. Algunos casos del exilio nos han permitido marcar ciertos hitos políticos regionales, así como los normativos sobre derechos de los asilados y refugiados.
Sin duda sus reflexiones representan algo más que un espacio neutro y pasivo de las materialidades ideológicas, políticas, históricas y culturales de su discurso; son la expresión de forma fehaciente de su identidad, de su territorialidad y del tiempo en el que surgen.
Ricardo haciendo gala de sus conocimientos antropológicos también indagó sobre el tejido simbólico que construyó un grupo político en la segunda mitad del siglo XX, su objetivo se orientó hacia la reconstrucción de su cosmovisión y praxis. La unidad de análisis que eligió fue una agrupación antiimperialista latinoamericana, a la que estudió a través de los símbolos vertidos en los relatos políticos e iconográficos de la revista El Libertador (1925-1929).
Muchos de los carteles, estandartes, periódicos y revistas sindicales o políticas, independientemente de sus filiaciones doctrinarias u orgánicas, merecen ser revisadas por nuestros investigadores, con la intención de acercarnos al universo simbólico que pobló los imaginarios de estas clases subalternas en América Latina. Nuestra lectura de El Libertador, más allá de la singularidad del caso y de nuestras propias limitaciones, apunta a ensanchar el horizonte de nuestras búsquedas y balbuceantes debates sobre la simbólica política de la última centuria.
Como puede observarse en sus discursos puso en juego mecanismos de eficacia política y simbólica mediante la expresión de sus emociones y pasiones encaminadas a abrir caminos al torbellino de acontecimientos emanados de la realidad.
En un artículo sobre los nahuas de Morelos para referirse a la diversidad de tradiciones etnoculturales sobre lo sagrado que coexiste en el imaginario social y los rituales religiosos, Ricardo, construyó la categoría constelación veneracional:
Como la unidad y mediación dinámica y temporal de sus diversas tradiciones de religiosidad cristiana y/o mesoamericana, significadas desde un centro por los sentidos de respeto, reciprocidad y acción de dar culto a deidades, santos, símbolos, atributos y lugares de lo sagrado.
En el desarrollo de ese trabajo abordó cuestiones relacionadas con: la sedimentación cultural de lo sagrado; la recepción nahua que en estos pueblos del altiplano central de México le confieren al cristocentrismo; la composición simbólica que realizan de la imagen de cristo; el legado simbólico construido por distintas órdenes religiosas que se instauraron en la región; cristo y la virgen, su metaforización y simbolización con el sol-luna; los aromas y humos de lo sagrado. Con este recorrido y armado de convergentes ejemplos históricos y etnográficos de diversas tradiciones veneracionales logró una original aproximación al campo simbólico de los nahuas del estado de Morelos.
En esta aportación, marcando su distancia de la visión del pretendido sincretismo o hibridación religiosa, Ricardo propone un juego plástico de interacciones y presencias acerca de sedimentos culturales pertenecientes a la dimensión de lo sagrado que incrementan y afectan nuestro heterodoxo imaginario.
Otro texto sobre el que pretendo llamar la atención es el que se titula “Sacralización de la violencia en las guerrillas latinoamericanas”, en éste el autor apunta que los estudiosos de las guerrillas latinoamericanas
confrontan el peso -entre otros- de los relatos ideológicos surgidos de la Guerra Fría. Estos han marcado la mayoría de las investigaciones realizadas a través de la visión conspirativa sobre la siniestra mano roja internacional, así como bajo la práctica hagiográfica sobre los héroes guerrilleros o la muy pedagógica historia-tradición de las guerrillas. Esta historia por rearmar resiente también el tenor restrictivo del acceso a las fuentes mismas, en su mayoría evasivas, sumergidas, facciosas, fabricadas y además dispersas, dentro y fuera del país o el continente.
Afirmaciones de este talante llevan a Ricardo a construir una escabrosa travesía en relación con el movimiento guerrillero latinoamericano, que le permitió afirmar que éstos por su misma heterogeneidad desarrollaron particulares búsquedas de legitimidad e intentaron
apoyarse en los signos ideológicos propios de la corriente hegemónica de la nueva izquierda, en la lectura de su problemática nacional e internacional, así como en la reapropiación de tradiciones de resistencia popular, fuera de su no siempre convergente accionar político y militar
La malla discursiva que construyó Ricardo Melgar Bao posee cuerdas y nudos centrales que se reiteran con ciertas variaciones, sobre las que se trazan en paralelo, a la izquierda y hacia abajo, fibras más delgadas, enlazadas por nudos que iluminan muchos otros campos de significación. Y entre esas cuerdas y esos nudos, hay vacíos, silencios, desmemorias, intersticios tan reveladores como sus márgenes o bordes. Discurso que piensa en interlocutores alternos, la fuerza armada, el ejercicio de los gobiernos latinoamericanos, los intelectuales, los exiliados, los nahuas de Morelos, los movimientos guerrilleros en Latinoamérica.
5.
Ricardo, por incapacidad e impotencia únicamente he releído parte de los mensajes que cotidianamente nos cruzábamos; en nuestra comunicación tú jugabas papel similar al de un hermano: “¿ya estás en camino o te quedaste dormida?”, “cuando llegues compra inmediatamente en una droguería estas pastas… y con ellas vas a evitar que te dé otra vez el soroche”, “en esa zona un buen hotel es…” Tengo presente que en ocasiones estando en el extranjero me llamabas “te voy a comunicar con una persona a la que le he comentado tu trabajo…”, “apunta este teléfono, te van a llamar porque están interesados en hacerte una invitación…”
En una ocasión después de comentar cuestiones relacionadas con el acontecer nicaragüense me escribiste “Calma eso necesitamos. Nuevas semillas de esperanza debemos sembrar en nosotros. Te envío un celaje matinal tejido por mí”.
Una vez me pediste que escuchara o leyera el poema Canto coral Túpac Amaru compuesto a mediados de los años 50 por el poeta peruano Alejandro Romualdo “Es el símbolo de que la libertad no muere nunca… podré morir, pero seguiré aquí porque soy libre”, posteriormente añadiste “La rebelión indígena de Túpac Amaru abarcó desde el macizo colombiano hasta las serranías de Argentina en 1780. Lo que narra el poema es cierto, a los líderes indígenas los descuartizaron, durante dos años los persiguieron hasta exterminarlos”.
Mi gratitud por la amistad compartida contigo, amante de la poesía que la practicaste en algún momento de tu vida, me lleva a copiar un fragmento de la obra realizada en honor al citado movimiento indígena latinoamericano suscitado en el siglo XVIII.
Lo harán volar con dinamita. En masa, lo cargarán, lo arrastrarán.
Querrán volarlo y no podrán volarlo. Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.
Querrán descuartizarlo, triturarlo, mancharlo, pisotearlo, desalmarlo.
Querrán volarlo y no podrán volarlo. Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.
Al tercer día de los sufrimientos cuando se crea todo consumado,
gritando ¡LIBERTAD! sobre la tierra, ha de volver ¡Y no podrán matarlo!
Alejandro Romualdo
Ricardo, a lo largo de los años compartidos, admiré tu espíritu de libertad y de aventura y quise ser la amiga con la que siempre pudieras contar; hoy a poco más de un mes de tu último viaje, cierro este periplo fundado en remembranzas que me llevan a concluir que cuanto mayor me hago día a día, comprendo que sólo debemos acompañarnos de los seres que nos hacen sentir libres, que nos quieren con un cariño llevadero, que nos inducen a encontrar las palabras para expresar nuestros anhelos y alegrías. Sin embargo, el tiempo castiga y nos llena de pesares, así como lo obtenemos, lo perdemos, únicamente nos compensa con la oportunidad de mirar desde lejos lo que fue para reflexionar sobre ello y celebrar lo que ya no es.
Ahora en lontananza pienso con cariño en ti y te siento cercano.