Me hubiera gustado escribir más acerca de Ricardo, el encuentro en México en un descanso de mi estadía en Nicaragua, la compañía con Barrantes Lingán que luego sería alcalde de Lima, y otros queridos amigos muy comunes. Pero lamentablemente la vista no me ayuda mucho.
Corren la década de los 70, más concretamente, 1972 en la ciudad universitaria de San Marcos de Lima en el Perú. Un grupo de jóvenes venidos de diferentes lugares del país y de diferentes universidades públicas y privadas iniciaban su segunda carrera profesional. Por primera vez después de muchos años se conformaba la promoción más numerosa, éramos casi 28 alumnos, entre ellos se encontraba Ricardo, muy analítico de las personas y las cosas que pasaban por, nuestra alma mater.
Ricardo Melgar, 1976, foto de título, licenciatura en Antropología social, Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Foto: Archivo familiar
Eran los momentos más interesantes políticamente, me refiero al golpe militar del Gral. Velasco Alvarado y todas sus reformas sociales sobre todo la Reforma Agraria No. 17716. Tema que era de tertulias, seminarios formados por, los estudiantes entre los que destacaba nuestro condiscípulo recordado, conjuntamente con Alfonso Mirando “Chino Miranda” y César Delgado Herencia, en el grupo era la única mujer y me apreciaban todos ellos, lo que me alegraba: me trataban por igual, sin distingo alguno, lo que me hacía sentir muy bien.
Ricardo era uno de los capitaneaba con el “Chino” Miranda la necesidad de replantear la formación del antropólogo en San Marcos y desarrollar una Antropología Peruana. Para ello contábamos con destacados maestros y líderes de las guerrillas campesinas que estudiaban con nosotros sobre todo por lo de la Reforma Agraria y la desaparición de familias oligárquicas y plutocráticas de las que se ocupó en “ Los dueños del Perú” Ricardo Malpica. En esas tertulias de todas las tardes antes de empezar nuestras clases, Ricardo nos traía libros “rebuscados” no sabíamos de donde los sacaban, que leíamos con curiosidad y empezábamos a discutir, a decir verdad aprendimos más que de las clases oficiales.
Los maestros “viejos”, nos miraban preocupados, porque para ellos nosotros también éramos “viejos”, ya que no éramos cachimbos, todo lo contrario, sobre todo cuando Ricardo se paraba en clase y alegaba con fundamentos acertados que había que cambiar el diseño curricular de entonces. Lo que como era de esperar fuimos muy “malditos” algunos maestros tuvieron que irse al frente o sea a la Universidad Católica de Lima. Las generaciones posteriores aún nos recuerdan. Ricardo era muy pulcro en sus análisis críticos que hacía, estaba desde ya muy interesado en estudiar a nuestro amauta José Carlos Mariátegui.
Interés que no abandonó jamás. Siempre como amigo y compañero de estudios era muy noble, estaba dispuesto a apoyar a todos y en todo lo que podía, se preocupaba de los compañeros de la vivienda universitaria que les faltaba para pasar el día, dado que estábamos en toque de queda, nos llamaba a todos los del grupo y había que portarse, porque si no nadie se salvaba de las espinas críticas y burlas.
Ricardo Melgar, 2013. Foto: Archivo familiar
De él hay que agradecerle que nos iniciara en el interés por la literatura obrera o anarquista, a pesar que algunos como yo, pues mi interés era por el mundo andino y amazónico. Fue una de las promociones de antropólogos sanmarquinos que se recuerda, y entre ellos a nuestro renombrado Ricardo Melgar. Siempre que venía de México se armaba las tertulias sobre lo que pasaba en nuestro país. Está presente en nuestros recuerdos juveniles, fue único.
Con Ricardo grato amigo, compañero y colega, compartimos horas de estudios, polémicas, conferencias siempre relacionadas al que hacer antropológico y a la realidad nacional desde la primera década de los 70, en aulas sanmarquinas. Nos sorprendía con obras de autores nacionales como extranjeros. Un inquieto y curioso investigador de las obras y cartas de J.C. Mariátegui que prosiguió en México; jamás dejó esa inquietud por nuestro pensador peruano.
Las tantas veces que vino al Perú nos presentaba sus avances en la Casa Mariátegui entre tantas otras inquietudes investigadoras. Respetado y conocido maestro universitario en la ENAH y en la UNAM (México), siempre solícito a brindar apoyo a paisanos que llegaban a México, tierra que lo acogió con mucho cariño.
Identificado con todos los problemas del pueblo mayoritario en sus luchas, en sus derechos y en sus dignidades.
En una de sus venidas a Lima, se sorprendió gratamente de que habíamos activado el Colegio Profesional de Antropólogos de Lima, para apoyar a jóvenes antropólogos que necesitaban sus colegiaturas por motivos laborales. Y no dudó en colegiarse.
Muy desprendido de sus tesoros bibliográficos y conocimientos en la materia, no dudaba en compartirlos. Su generosidad y caballerosidad es gratamente compartida hasta el presente, entre tantos amigos que cultivó en todos los lugares que visitó, por los cinco continentes.
Esposo y compañero de Hilda, ambos muy unidos en los mismos afanes, uno desde la Antropología y otra desde la Literatura, conformaron una familia ejemplar; Emiliano destacado investigador arqueólogo del Templo Mayor en México y Dahil, investigadora socióloga sobre migraciones asiáticas, específicamente la japonesa.
Hay tantas anécdotas y bromas propias de estudiantes compartidas, que las líneas me quedan chicas. Solo resta decir:
RICARDO MELGAR ¡PRESENTE!