Cuando la cultura se ve impelida por la acción de la naturaleza, viene a la memoria la necesidad de pensar a la segunda desde el marco de la dialéctica existente en su interior y no exclusivamente desde el desarrollo de su exterioridad consciente.
Los sismos ocurridos en septiembre de este año, con impacto en los estados de Morelos, Puebla, Estado de México, Oaxaca, Chiapas y en la Ciudad de México, son un hecho incuestionable: la naturaleza no es una “cosa” meramente reactiva a los impactos que en esta generamos los seres humanos, pero tampoco es un “ente” con agencia y subjetividad que reacciona ante los errores diplomáticos que tenemos con la misma.
Ambas tendencias son idealistas, consideran a la naturaleza únicamente en su dimensión reactiva a nuestro modo de proceder, carecen de un análisis concreto de lo que la naturaleza es, puede ser o puede dejar de ser. Desde una de estas posiciones, a la naturaleza se le despoja de su dialéctica al cosificarla; desde la otra posición, se le fetichiza al mistificarla. En ese orden de ideas, la ideología nos impide pensar lo real de las posibilidades que las fuerzas contradictorias de la naturaleza implican y pueden provocar.
La forma en la que se llegó a manifestar lo que llamamos naturaleza, ese “cuerpo inorgánico” del cual procedemos, del cual nos nutrimos, en el cual nos reproducimos, del cual somos parte, el cual modificamos por medio del trabajo y a la vez nos modifica por efecto del mismo, sin el cual no hubiésemos existido, sin el cual no podemos seguir existiendo más no viceversa; adquirió dimensiones considerables, si tomamos en cuenta la profundidad de su origen y la dimensión de su extensión.
Ilustración de Igor Morski
Este terremoto que en lo concreto nos dejó sentir las fuerzas contradictorias e impredecibles de la naturaleza, trajo consigo otra manifestación importante: el clasismo racializado y patriarcal, que organiza a nuestra sociedad y cultura en el marco del modo capitalista de producción. En todas las entidades federativas afectadas por los sismos del 7 y 19 de septiembre, pudimos ver cómo ante la contingencia provocada por la naturaleza emergió rigurosamente la dialéctica sociohistórica. A las distintas formas de solidaridad que se tuvieron con las personas afectadas en sus vidas y propiedades, le acompañaron también distintas formas de discriminación. Tanto la solidaridad como la discriminación, fueron actitudes que en aquellos momentos y en los días que le siguieron se tocaron, y que en ocasiones la segunda se impuso so pretexto de la primera. Para muestra baste un botón.
La agrupación de periodistas Artículo 19, en su Informe Especial titulado Información oficial: la gran ausente, documenta por ejemplo cómo, lejos de informar, “[…] la estrategia gubernamental en los niveles federal y local (CdMx) ha tenido como objetivo controlar y administrar la información” (Pág. 2); siendo que, “[…] las estrategias de comunicación social de las autoridades se han dedicado a promover la imagen del gobierno y a generar mensajes que exaltan el patriotismo y el heroísmo en lugar de proveer información pertinente y adecuada que garantice la vida y la integridad de las personas” (Pág. 3).
En el mismo Informe, encontramos una serie de similitudes al compararlo con los testimonios recabados sistemáticamente a partir del 24 de septiembre, en los que brigadistas civiles manifiestan que el personal de SSP-CdMx y de Protección Civil informaba de manera errónea que, por ejemplo, ya no habían más personas atrapadas bajo los escombros de los edificios colapsados en distintos puntos de la ciudad, sin embargo, los familiares señalaron constantemente lo contrario y así resultó. Asimismo, según “[…] la lista colaborativa rescatecdmx, más del 70% de las fuentes de información sobre personas ingresadas en hospitales provino de fuentes no oficiales […] ninguna autoridad ha explicado por qué elementos del Ejército, Marina y Policía Federal portaron armas de fuego en los derrumbes, zonas de riesgo y centros de acopio” (Pág. 4). De acuerdo con Artículo 19, fue evidente que las plataformas sociales suplieron la incapacidad institucional para responder de manera eficiente a los impactos de la emergencia provocada por el terremoto del 19 de septiembre.
A decir de Alejandrina y Mar, integrantes de la Brigada Feminista que participaron en las tareas de rescate en el inmueble ubicado en Bolívar #168 y en el que laboraban mujeres de distintas nacionalidades como costureras, en las tareas de rescate la división sexual del trabajo, la discriminación de género y el orden patriarcal, se manifestaron, además de considerar que la “autoridad” institucional fue masculina en todo momento, de la siguiente manera:
“Tareas de género” (reproducción de la fuerza productiva)
- Preparación de alimentos a las afueras del lugar siniestrado
- Captura de acopio y organización del mismo a las afueras del lugar siniestrado
- Limpieza de centros de acopio y pernocta a las afueras del lugar siniestrado
- Revisión y organización del medicamento donado a los centros de acopio
- Administración del recurso hídrico acopiado (“aguadoras”)
Estas tareas y su asignación por sexo/género se repitieron ya en los albergues instalados posteriormente a la coyuntura del “día cero” (19s), por lo que identifican que además del desplazamiento que ocurrió de manera generalizada de la población civil por parte de las “autoridades”, en específico a las mujeres en su mayoría se les relegó de las tareas “propiamente” de rescate aunque algunas de ellas estaban preparadas o cuentan con experiencia en la materia. Manifestaron que tanto el ejército, la marina y la policía federal y local, trataron a las mujeres como “agentes de interrupción” u obstáculo en las tareas de rescate.
Foto de Manu Ureste. www.animalpolitico.com
En opinión de Artículo 19, hubo una ausencia de protocolos para mantener informada a la población en general, lo que en casos específicos dio pie a rumores que trajeron consigo connatos de violencia que pudieron haberse evitado durante las tareas de rescate, como sucedió en el caso del inmueble ubicado en Bolívar #168, en donde por falta de información oficial clara, oportuna y periódica, brigadistas se enfrentaron con personal de la SSP-CdMx al intentar estos desplazar del lugar del siniestro a los primeros.
El caso de Bolívar #168, muestra cómo la concatenación entre clase, raza u origen étnico-nacional y sexo/género, medió integralmente la posición que asumieron las “autoridades” en relación a las tareas de rescate y el interés antagónico que mostraron frente a la decisión de los y las brigadistas que permanecieron ahí realizando labores de rescate hasta que les fue imposible, ya que 3 días después fueron controlados y desalojados por elementos de la SSP-CdMx.
En ese sentido, durante el evento crítico provocado por la manifestación de la naturaleza, y los días subsecuentes, vimos cómo la discriminación tiene raíces profundas en nuestra cultura y organización sociopolítica, que dicho sea de paso, corresponde a un momento histórico y modo de producción particular. Modo de producción y organización sociopolítica que la élite del poder nos quiere hacer ver y hacer creer que son una “realidad” imposible de superar.
Presentamos en este número de fin de año un texto de Víctor Hugo Villanueva (“Investigación, antropología y marxismo”) en donde parte del triple aniversario coincidente en el 2017: el cumpleaños 150 de Carlos Marx, el centenario de la revolución socialista de 1917 y el cincuentenario del asesinato del Che Guevara en Bolivia, para abordar la articulación disciplinar entre la antropología y la crítica de la economía política que alguna vez señalara Ángel Palerm. A su vez, Ricardo Melgar se asoma a los intensos y difíciles caminos del exilio de las izquierdas en nuestra América, al tiempo que en “Otros tiempos y otros cargueros”, Paul Hersch, en un ejercicio contra su propia desmemoria, aborda los procesos de masificación actuales a partir de la vida social de los barcos mercantes. César Delgado se ocupa, con una perspectiva desde el Perú, de lo que denomina críticamente “la ideología del mestizo”, al tiempo que Irlanda Amaro Valdés analiza algunos retos actuales de las organizaciones de trabajadores bajo el hilo de cuatro elementos clave: las organizaciones de base, la independencia, el clasismo y la combatividad. Mayan Cervantes parte del trabajo de las mujeres como alimentadoras de la familia para desde ahí visualizar su repercusión en la prevención y desarrollo de las enfermedades crónico-degenerativas en el ámbito familiar.
Finalmente, respecto al ya entrante y previsiblemente intenso 2018, agradeciendo a nuestros lectores su presencia en estas líneas, como buenos utópatas, preguntémonos no tanto lo que ese año ha de depararnos, sino lo que todos nosotros hemos de depararle luminosamente…