El proyecto de ampliación de la autopista la Pera-Cuautla pretende disponer de una importante franja de las tierras ejidales y comunales del municipio de Tepoztlán, en una área de suma importancia tanto para el equilibrio ecológico (zona de transición climática de cálida a fría y a la inversa) como para el conocimiento arqueológico de la región. El trazo de la carretera de dos carriles construida en los años sesenta se realizó sin instrumentar rescate arqueológico alguno que hubiera podido evidenciar en esos años la importancia del sitio destruido por las máquinas; sin embargo, existen testimonios del afloramiento de piezas valiosas que no han sido registradas y muchas han desaparecido. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) pretende ampliar a cuatro y cinco carriles la autopista que va del tramo de la Pera a Oacalco poniendo en peligro una área frágil, constituida de peñascos entre los cuales viven una flora y fauna particularmente ricas y donde se encuentran antiguas zonas de habitación probablemente desde el período preclásico como lo atestiguan montículos, muros y antiguas terrazas de cultivo. Según los arqueólogos “Es relativamente poco lo que se sabe del señorío de Tepoztlán, ya que hasta el momento sólo se encuentra expuesto el Santuario que se localiza en el peñón y algunos fragmentos del centro cívico religioso en Axitla y Tlapechcalco.” [1] Los trabajos de construcción de la autopista ampliada están en curso del lado oriente del valle; que está bordeado por las dos sierras constituidas por 18 peñascos que han sido identificados por Eduard Seler en 1904 como representación de las 18 veintenas del año solar prehispánico. La antigua concepción mesoamericana del espacio-tiempo que es visible todavía en la conformación geográfica del municipio de Tepoztlán representa un legado excepcional para la humanidad. Los múltiples vestigios que se encuentran al pie de cada una de las peñas podrían seguramente ayudarnos a esclarecer cuáles eran los sistemas de conteo del calendario de los pobladores y de los pueblos alejados que venían a participar en rituales destinados a memorizar y plasmar unos saberes ancestrales que mostraban la relación de los antepasados al mundo animal, vegetal, humano, a las constelaciones y a los elementos naturales. La zona llamada Yohualinchan (mal designada en español como el “enano”) y Tlaxomolco, sería gravemente afectada por este proyecto de ampliación ya que la parte norte de los peñascos sería destruida, removiendo enormes cantidades de piedra, exponiendo a deslaves las vertientes de los cerros y cambiando el curso del agua en las barrancas, volviendo imposible para numerosas especies migrar de un lado al otro de las sierras según los cambios estacionales.
El municipio de Tepoztlán limita por el norte con el Distrito Federal, con una altura de más de dos mil metros sobre el nivel del mar y por el sur tiene una altura de mil metros, por lo que tiene una variedad de microclimas y una biodiversidad rica en flora y fauna que hizo que en noviembre de 1988 fuera decretado por el presidente de la república en turno “Zona Protegida Ajusco Chichinautzin”[2]. Además, por sus paisajes de rocas, por la riqueza arqueológica en su territorio, sus leyendas y tradiciones mestizadas fue decretado por Lázaro Cárdenas en 1937: “Parque Nacional El Tepozteco”[3].
La parte frontal del Yohualtepetl que se puede observar en el cuadro, sería destruida por la ampliación de la autopista. Pintura de Jorge Cazares Campos
También cuenta con monumentos coloniales, un exconvento dominico, que es como el ombligo desde donde se pueden ver las montañas y lugares más importantes de Tepoztlán; además, las paredes de su interior conservan pinturas con temas cristianos y dibujos de soldados franceses invasores y también fue campamento de los ejércitos de la Revolución de 1910. Esta caracterización le valió que en 1985 Tepoztlán fuera declarado “Patrimonio Cultural de la Humanidad” por la UNESCO.
Toda esta unidad entre la naturaleza y lo humano ha estado presente desde los primeros cazadores que quedaron impresionados con estos paisajes y desde entonces el hombre no ha dejado de estar influenciado por la naturaleza lo vemos en José María Velasco en el siglo XIX, Diego Rivera, Dr. Atl, Nicolás Moreno, Jorge Cázares y Arturo Guerrero, sólo por mencionar algunos de los pintores; sin negar algunos murales de propaganda de “No a la ampliación de la autopista” y el caricaturista Rius. Esta unidad de hombre-naturaleza cada día está más en peligro de romperse.
Los puntos azules representan el lugar donde existen restos de montículos y pinturas rupestres. Se ve en este mapa la extensión de la zona arqueológica de Tlaxomolco-Yohualinchan, que abarca ambos lados de la autopista
Tlaxomolco (co-lugar, xomolli-rincón, tlalli-tierra) está ubicada al sureste del Valle; este rincón es importante tanto para la ecología de la región como para sus ruinas arqueológicas y en algunas de sus paredes rocosas hay pinturas rupestres.
La parte montañosa es importante como zona de refugio de la fauna de una parte del Ajusco-Chichinautzin (desde las cúspides de la sierra sur se pueden observar las cimas del Chichinautzin y del cerro Tlaloc) y también cuenta con una gran diversidad de flora. En esta parte del valle se encuentran los dos montículos que eran campos de cultivo de riego y temporal, hoy abandonados ante la falta de apoyo económico a los campesinos causada por una política alimentaria de importación de granos básicos a nivel nacional.
En Tlaxomolco encontramos árboles de tierra caliente como el cazahuate y de tierra fría como el encino. El goce de la variedad de flores y su fragancia en octubre y noviembre para el caminante que desee perderse en la veredas de los cerros de Tlaxomolco es un sueño que le puede suceder las veces que quiera en la vida, ir de una cueva a otra y escuchar las voces de la tierra; en cuyo interior aún se ven los fragmentos de los trastos ofrendados al Dios viejo de la Lluvia: “Tláloc”. También con frecuencia se puede escuchar el cascabeleo de la serpiente, que nos enseña con su música la prudencia y la tolerancia. Variedad de trinos y cantos desde una calandria hasta un tzentzontle, un gorrión o una onomatopéyica chachalaca. Un coyote y hasta un jaguar que nos mira sin más cuidado que su recuerdo pintado en las rocas. Todo esto hace de Tlaxomolco, Tepoztlán y la Zona Protegida del Ajusco-Chichinautzin un paraíso terrenal.
Desde la Pata del buey se ve la verticalidad de las laderas de los cerros que dominan la autopista. Su alteración provocaría derrumbes y destrucción de las barrancas y desviación de las corrientes de agua
Este paraíso esta actualmente en peligro de destrucción.
El aumento poblacional de las ciudades circunvecinas, principalmente de México, ha hecho crecer la mancha urbana sin una planeación humanística, exclusivamente con objetivos de ganancia y destrucción de la flora y la fauna, junto con la afectación de los mantos freáticos, destrucción del medio ambiente y calidad de la atmósfera. Así vemos el arroyo que nacía al pie del Chalchitépetl y que se alimentaba de otros riachuelos a su paso y se convertía en una gran barranca en todo el tramo de Tlaxomolco, donde hubo peces, ranas y atolocates que alimentaron a los prehispánicos y algunas familias miserables de los primeros años de la segunda mitad del siglo XX. Tan importante fue este arroyo, que en la segunda mitad del siglo XIX, los caciques de ese entonces construyeron una presa que irrigaba las tierras llamadas “La Quinta”, que formaban parte del Valle de Atongo y parte de las tierras de Tlaxomolco. Hoy, en esta barranca apenas se ven charcos contaminados con desechos industriales y aguas negras y la mayoría de su ex recorrido está seco.
La presencia arqueológica en esta zona es compleja y se puede ver en las pinturas rupestres realizadas por los primeros cazadores que sin duda remiten a la época preclásica asociada a otros sitios cercanos a esta zona, como Tecuescontitla, Axihtla, Analco, etcétera. Las huellas arqueológicas que aparecen no fueron hechas por un solo grupo ni en un determinado momento, sino que son producto de varios siglos.
Tlaxomolco. Restos arqueológicos presentes en toda la zona
Tomando como referencia el centro o los dos montículos del valle de Tlaxomolco, tenemos al oriente, como a un kilómetro de distancia, la montaña del Yohualinchan[4] (casa-noche) sobre la cual estuvo probablemente un teocalli y que se eleva unos trescientos metros sobre el valle. El mortero y piedras abundan. De vez en cuando se encuentran fragmentos de cerámica gruesa, mal cocida y tosca. Aquí suele frecuentar mucho el turismo que acampa en Camohmila pero también lo visitan otros grupos de personas que van por la vía libre. Algunos estudiosos de principios del siglo XX consideraron a esta zona como necrópolis, sin decir y comprobar a qué grupos se refieren. Lo cierto es que desde que los oriundos informaron al escribano español en 1580 el sitio ya había estado saqueado o destruido parcialmente, de ahí que lo nombraran “casa de la noche”, ya que había sido habitada y se respetaba, pero se perdía en la oscuridad de sus recuerdos. Le dieron el nombre de Yohualtécatl (Vigilante nocturno) a partir de la Revolución de 1910, pues fue un lugar privilegiado para observar o vigilar soldados enemigos que pudieran venir de las direcciones de Oacalco o de Yautepec. Así pues, su destrucción fue por el tiempo, rodando las piedras hacia todos lados o también por ataque de grupos étnicos en pugna de aquel entonces.
A la mitad de esta montaña se encuentra una saliente al norte, donde parece que hubo un adoratorio prehispánico y al ocultarse el sol, desde unos trescientos metros al oriente y unos cuarenta metros abajo, se observan dos taludes al norte y curiosamente en el centro se eleva una roca irregular como de diez metros de altura a la cual se abrazan las raíces de un árbol de amate amarillo. Esta zona, cuando la recortaron para construir los dos carriles de la autopista, se podían encontrar, a unos cuantos centímetros de su suelo, fragmentos de cerámica que con la lluvia del temporal salían a la vista de todos. A esta zona se le conoce con el nombre de Cuahchachalli (Chachalaca-árbol), que por cierto pertenece a uno de los descendientes del General zapatista Marino Sánchez.
Cerámica en el piso de una cueva de Yohualinchan
Como a tres kilómetros al poniente del centro de Tlaxomolco y a unos seiscientos metros de altura, se encuentra una montaña y encima un montículo con muchas piedras desparramadas. Las hay labradas y de tezontle rojo, que a mediados del siglo XX parece que estaba menos destruida, pero que un campesino pensando que podía haber un tesoro en el centro la dinamitó. Pocas huellas quedan. Este lugar tiene dos nombres según dos informantes: Tlaltepec (Cerro de tierra) y Xochitepec (Cerro de la flor), el primero porque la montaña es ondulada y arbolada de encinos y el segundo porque abundaban las orquídeas,[5] cuyos bulbos han sido saqueados. Quizás se puede encontrar algún fragmento de cerámica y mortero, además de piedras. Esta montaña en la relación de 1580 quizás corresponda al nombre de “Ecautlan”.[6]
Al norte hay una saliente de esta montaña, coincidencia con Yohualinchan, tiene una superficie como de dos mil metros cuadrados de forma más o menos rectangular que por los años cuarenta del siglo XX lo sembraban de granos básicos, quizás por eso lo nombraron Tepemimilli (sementera sobre el cerro). Lo importante arqueológicamente hablando es que allí había montículos de piedras labradas y pisos de mortero. La mayoría de esta piedra ha caído por el lado oriente.
El centro y valle de Tlaxomolco es lo más importante. Se ven enormes volúmenes de paredes de mortero tirados en desorden acaso de teocalli o pirámides. Ahí están dos montículos cubiertos de bosque, esperando a los estudiosos para su ubicación histórica si no es que antes manos criminales las destruyen. Entre esos montículos y sus alrededores se ven patios en varios niveles, separados por tepancoates (líneas de piedra que semejan una serpiente) y árboles de chirimoyos, que nos hace pensar en una zona urbana prehispánica. En este lugar poca cerámica se ha encontrado, pero por las pláticas que nos han hecho parece que las hay preclásicas por lo grueso, lo mal cocido y pintado del barro y el tipo de jarrón; sin embargo, de piedra se han visto fragmentos de metlapiles, pulidores, esferas para ondas y algunas flechas de obsidiana. Por estos datos puede suponerse que también hubo presencia en la época clásica.
Se pueden observar antiguas terrazas de cultivo al pie de esa peña Tepemimilli
En estos lugares, aún hoy sin proponérselo, se siente el lejano cultivo del ancestro del maíz Teotzintli y del frijol sagrado (Tlintzinetl) en un abrazo silencioso con flores para la vida.
Por el lado norte y pasando la barranca de Tlaxomolco están los terrenos fértiles de la Quinta y Camohmila (Sementera de camote), en este último lugar no se descarta la posibilidad de alguna ruina arqueológica, pues han desenterrado ofrendas de tumbas pero los dueños, albañiles y peones se las han llevado.
Desde el punto de vista de las pinturas rupestres, la zona de Tlaxomolco tiene su importancia. Al sur del centro de este lugar, a medio kilómetro y a unos cien metros de altura, se encuentra la pintura conocida como los “Venaditos” en que aparece emergiendo de una grieta dicho mamífero y que se ve desde el poniente. También aparecen unos símbolos “solares”. El animal tiene casi el tamaño natural en color rojizo. En otros lugares de esta zona aparecen perros ladrándole a la luna en creciente o menguante, pintados en blanco y en diferentes tamaños sobre las paredes de las rocas. En el Yohualinchan, aparece cerca de su zona arqueológica un hombre pintado en rojo y al pie de la misma montaña del lado oriente un mono conviviendo con dos perros pintados en blanco. Falta mucho que decir sobre este tema, por ejemplo sobre las técnicas y materiales utilizados.
Pinturas rupestres de Yohualinchan
Nosotros habitantes de Tepoztlán exigimos que sea respetado el Parque Ecológico del Tepozteco en su integridad, que sea preservada la historia y la memoria de nuestros padres y abuelos y que se investigue para lograr su preservación y para contribuir al conocimiento de nuestra historia y de la historia de los pueblos que ahí tuvieron un espacio de encuentro y de intercambio. No queremos solamente su rescate sino que se convierta en fuente viva de nuestra cultura ancestral que debe ser respetada y continuada por nuestros hijos.
Por todo lo expuesto anteriormente el pueblo consciente de Tepoztlán se opone al negocio de ampliar la autopista de dos a cuatro y cinco carriles del tramo que va de la Pera a Oacalco, ya que:
1- Provocaría la extinción de la flora y la fauna al ya no poder emigrar de la zona fría a la cálida y a la inversa, por falta de pasos adecuados y suficientes.
El asfalto y los gases de los automotores destruirían los bosques y tierras de cultivo, contribuyendo a una mayor contaminación del aire y facilitando enfermedades respiratorias.
2- Cancelaría el futuro de la industria sin chimeneas, como es la visita a la zona arqueológica, a las pinturas rupestres, paseos por los caminos y veredas prehispánicas; pues el potencial turístico ya está presente en esta zona por los grupos espontáneos que aparecen en fines de semana por algunos caminos, atravesando en varios lugares la autopista, con peligro de perder la vida.
3-No han consultado a la sociedad tepozteca de manera legal, respetuosa y responsable.
La STC no ha respetado los decretos presidenciales de 1937 y de 1988. Esta institución podrá corromper a las autoridades municipales o pretextar invención jurídica para su beneficio y del capital que es lo mismo, ambos tienen la fuerza de las leyes y las armas; nosotros como nuestro Tepoztécatl sólo tenemos la fuerza de la razón, la lucha por la vida y la dignidad humana, por eso nuestra decisión es: NO A LA AMPLIACIÓN DE LA AUTOPISTA, SÍ A LA CONSERVACIÓN DE LA ZONA ARQUEOLÓGICA DE TLAXOMOLCO.[7]
Yohualinchan
[1] La pasante de arqueología Giselle Canto fue encargada recientemente de realizar un proyecto de salvamentos que puso en un primer tiempo, al descubierto una ocupación desde el Preclásico en sitios de “estratigrafía muy compleja” en una superficie extensa y a una profundidad de 4 metros. Salvamento arqueológico SCT: Carretera La Pera-Cuautla, segunda parte, Tramo km 00-000 al km 20-700, Tepoztlán, Morelos, Centro INAH Morelos.
[2] DIARIO OFICIAL, Segunda Sección. “Decreto por el que se declara el área de protección de la Flora y Fauna Silvestres, ubicada en los municipios de Huitzilac, Cuernavaca, Tepoztlán, Jiutepec, Tlanepantla, Yautepec, Tlayacapan y Totolapan, Morelos”, miércoles 30 de noviembre de 1988, p. 27.
[3] DIARIO OFICIAL, tomo C, No. 18 del viernes 22 de enero de 1937. “Decreto que declara Parque Nacional ´El Tepozteco¨ los terrenos que rodean al pueblo de Tepoztlán, Morelos“, pp. 12-13.
[4] Yohualinchan (la casa de la noche), “Relación de la Villa de Tepuztlan”, en Dubernard Chauveau Juan, Apuntes para la Historia de Tepoztlán, Cuernavaca, talleres gráficos de impresores de Morelos S.A, octubre, de 1983, pp. 148-149.
[5] Los bulbos de esas orquídeas eran importantes como pegamento en la confección del papel amate que era una de las producciones importantes de Tepoztlán en la época prehispánica.
[6] Ecautlan “cerro de unas yerbas que se dicen asi”, Ibidem, p. 148. La traducción literal es tlan- adverbio locativo y ecautli- sustativo o nombre de la hierba, por que sería: “lugar de la hierba de ecautli”.
[7] Agradecemos a Inocencio V. Rodríguez Flores el habernos proporcionado sus apuntes inéditos sobe la “zona arqueológica, montañas y pinturas rupestres de Tlaxomolco”, complementada con una visita guiada para comprobar los datos de sus escritos. Él fue ayudante del poeta Carlos Pellicer Cámara en el manejo de piezas arqueológicas para el museo que lleva su nombre en Tepoztlán. También agradecemos a las personas que nos permitieron sacarle una fotografía a sus piezas arqueológicas de Tlaxomolco.