Noviembre de 2021
Supe de Raquel al inicio de la década de los 1990, cuando fui secretaria general de la entonces Delegación Sindical de Investigadores, perteneciente a la sección 10 del SNTE. Unos de esos días recibí una llamada de larga distancia del centro INAH Sonora, era Raquel. Me solicitaba una carta para acceder a una guardería del ISSSTE en su estado. Le dije que con todo gusto le haría la carta pero que consideraba que no sería de mucha utilidad pues no teníamos ninguna injerencia en esos menesteres y menos en los estados. Insistió y por supuesto accedí a su petición. Los años pasaron y en un congreso de investigadores llevado a cabo en la Hacienda Galindo de Querétaro, en uno de los recesos, escuché mi nombre a gritos, y era Raquel, quien se acercó con esa franqueza y calidez que la caracterizaba; quería agradecerme, muchos años después y en vivo, aquella carta que sorpresivamente había surtido efecto, su agradecimiento fue como ella era, efusivo, franco y muy cariñoso. A partir de ese momento establecimos una relación con las mismas características. La verdad resultó muy inusual ese agradecimiento ya fuera de funciones sindicales, más bien la “norma” era y es reconocer sólo cuando se está en los cargos y una vez fuera, “ya ni te conozco”. Pero justo ese gesto marcó una bella relación, pues como bien decía mi madre “el que no es agradecido no es bien nacido”. Nuestra relación se enriqueció años después de manera intensa a través de intercambios de todo tipo por las redes sociales y, cuando los acontecimientos lo ameritaban, por llamadas telefónicas.
Paisajear en el universo de Raquel Padilla es todo un reto; hay que saber interpretar los destinos de sus fuertes, cálidos y siempre francos comentarios, y dilucidar al mismo tiempo el profundo sentido de sus ensoñaciones poéticas. Porque Raquel era poeta.
Esa es justamente la dificultad y los riesgos cuando se intenta explicar o narrar el sentido de los múltiples comentarios, denuncias, reclamos y exigencias que Raquel no sólo plasmaba públicamente en las redes sino que en la práctica y en la vida real llevaba a cabo.
Raquel convertía un día cotidiano en un momento extraordinario. Su sentido del humor no era solamente eso, era una mirada audaz, una asociación de saberes, una relación entre conocimiento, reflexión e inteligencia, uno de los placeres que esta vida nos ofrece. Por lo tanto, los textos que Raquel atinadamente redactaba eran reflexiones con una mirada aguda, cuidadosa y siempre acompañados de posicionamientos y denuncias.
Foto: Dani Blanco. Fuente: https://facebook.com/raquelpadillaramos
La vida, que es un pañuelo, nos acercó nuevamente, dos meses antes de su asesinato. Viajó a Gotemburgo, Suecia, en compañía de varios integrantes de distintos pueblos de la tribu yaqui para identificar piezas etnográficas pertenecientes a esta tribu. Acudió al Museo de las Culturas del Mundo donde trabaja una sobrina mia, Talia Murillo, quien es una de las autoras de la entrevista que desde ayer está circulando en redes [1]. Supe por mi sobrina que los momentos en que los yaquis identificaron sus piezas fueron muy emotivos. En esos días conversamos ampliamente sobre la importancia de ese viaje, y el lugar que Raquel le daba a esos integrantes de la tribu, los verdaderos poseedores de esas piezas. Hasta donde sé, esos objetos rituales están actualmente en proceso de ser devueltos al pueblo yaqui.
Quiero referirme a ese espléndido testimonio, pues en él Raquel plasma lo que fue su compromiso académico, ético y de vida: investigar para documentar pero sobre todo para incidir y acompañar. En este fragmento de una entrevista que fue más amplia, ella condensa su preocupación haciéndose vocera, con los instrumentos que su propia investigación le proporcionó, de los tres grandes problemas que enfrenta el pueblo yaqui, y muchos otros pueblos indígenas en nuestro país y que al mismo tiempo se convierten en tres principios éticos de su pensar y su actuar: los despojos territoriales so pretexto de proyectos de “desarrollo”, haciendo énfasis en una concepción distinta de territorio que tienen los pueblos indígenas; las amenazas a la lengua yaqui y los peligros de los procesos de patrimonialización no comunitarios de aspectos culturales, como las danzas, que al despojarlas de sus significados rituales y comunitarios, se banalizan y folclorizan. Este testimonio llega al tema fundamental de los megaproyectos y el mal uso de las consultas. Evidentemente estamos ante un trabajo comprometido, muy lejos de la indiferencia y del acomodo.
Su asesinato enlutó a la antropología y la historia. Los que conocimos a Raquel y disfrutamos de sus muchas cualidades, su absoluto conocimiento de la tribu yaqui, a la que prácticamente dedicó su vida profesional con un auténtico compromiso ético, manifestado en su acompañamiento, su evidente y explícito compromiso social con las causas más justas y más sentidas de la sociedad mexicana. Nos sentimos un poco más solos. Solo mencionaré algunas de las muchas causas que hizo suyas: participante en el peritaje antropológico respecto al impacto social y cultural por la operación del acueducto Independencia en defensa del río y el territorio yaqui; el acompañamiento a los padres de 49 niños muertos en el incendio de la guardería ABC; en 2017-2018 se sumó a la iniciativa del Consejo Indígena de Gobierno en la que María de Jesús Aparicio se postuló como aspirante indígena a una candidatura independiente a la presidencia de la República. Su andar en el norte con esta mujer candidata lo constatamos los que seguiamos a Raquel en las redes sociales, y en esta ocasión me parece conveniente recordar sus palabras citadas por Víctor Hugo Villanueva en un artículo dedicado a ella y publicado en la revista En el volcán insurgente en diciembre de 2019, un número que dedicamos a su memoria.
Sobre todo son los pueblos originarios, conferidos por derecho de antigüedad, quienes tienen la autoridad moral de reclamar, demandar y exigir al Estado mexicano el respeto a sus territorios (…) Pero no podrán hacerlo solos, debemos unirnos todos y todas en la lucha contra la deshumanización, contra la codicia empresarial y contra la muerte provocada por el desprecio de los poderes políticos y económicos. Permítanme insistir, solo lo lograremos, en colaboración, correspondencia y universalidad. Ha llegado la hora del florecimiento de los pueblos y floreciendo ellos floreceremos todos.[2]
Compartiendo una charla y visita guiada en la Misión de La Purísima Concepción de Caborca, ante Beatriz Gutiérrez Müller, Presidenta del Consejo de la Memoria Histórica; la gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich; y el gobernador yaqui del pueblo de Pascua, Arizona. Octubre 12, 2019. Fuente: https://twitter.com/RaquelPadillaR
Raquel era una mujer sabia, estudiosa de la antropología y de la historia, culta, comprometida siempre con la dolorosa realidad de nuestro país, pero sobre todo era una mujer buena y en estos tiempos hay que tener temple de héroe o de heroína, en este caso, para ser sencillamente una persona decente. Fue como diría Saramago una comunista hormonal, “por una hormona que me impone una obligación ética”.[3] Raquel no sintió la necesidad del triunfo, la necesidad de ser reconocida, de ser aplaudida, Raquel no lo buscó ni lo sintió jamás en su vida, de eso estoy segura. Ella sólo hizo, en cada momento, lo que tenía que hacer y las consecuencias de esta forma de vida las tenemos a la vista, es una mujer querida y respetada. Fue además una persona que amó la vida, la vivió con intensidad, una apasionada de la existencia. Por eso el título de este texto hace referencia a su lema en Facebook: “Mujer que ama, cree y espera”. Fue también, insisto, una vehemente luchadora social: los discursos de Raquel cuando alzaba su voz para denunciar una injusticia son sonoros y sin tregua. Los que convivimos con ella conocimos ese tono cuando de defender algo o alguien se trataba.
Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo, incluso hay personas que sólo se pueden relacionar en la desgracia, pero simpatizar con los éxitos de un amigo requiere de una naturaleza delicadísima sin mácula de envidia, pues bien Raquel tenía ese don, celebraba los éxitos de sus amigos como nunca celebraba los suyos.
Fuente: https://lasillarotarm.blob.core.windows.net/images/2019/11/08/raquelpadilla-focus-0-0-983-557.jpg
Por todo lo anterior Raquel Padilla era una mujer rica, conserva todos los amigos que a lo largo de su fructífera existencia cultivó.
Decía Aristóteles que hay tres tipos de amistad: por interés, por placer y por el bien; pero que sólo la amistad que surge del bien merece llamarse amistad. Este tipo de amistad es la que me unía a Raquel.
[1] https://www.facebook.com/800311060039027/posts/800311060039027/posts/63257290830452/?app=fbl
[2] Palabras de Raquel Padilla, pronunciadas el 10 de enero de 2018 en Hermosillo Sonora. http://.enelvolcán.com/octnovdic2019/624-deirredentos-parias-peritajes-y-andares-por-las-planicies-de-sonora
[3] Así explicó Saramago al periodista argentino Jorge Halperín los motivos de su filiación ideológica. Testimonio plasmado en el libro Conversaciones con Saramago. Reflexiones desde Lanzarote, 2002, editorial Icaria.