El de las identidades grupales, regionales o nacionales es un tópico recurrente en las distintas disciplinas que estudian los grupos humanos en el devenir de los tiempos. Así se aborda el tema desde los enfoques que privilegian la antropología, la sociología, la psicología, la ciencia política, la economía o la misma historiografía en sus distintas variantes, locales, regionales, nacionales o inclusive mundiales.
Esta recurrencia de revisiones, podríamos decir, tiene distintas motivaciones que en lo concreto se pueden encontrar en las introducciones de esos estudios que las más de las veces tienen que ver con los cuestionamientos que se ponen en la mesa de discusión por hechos concretos que las controvierten.
Las construcciones identitarias, no son estáticas y mucho menos “llegan para quedarse” en la concreción de determinados momentos históricos, aun y cuando su manifestaciones alcancen niveles espléndidos en sus manifestaciones y proyecciones en distintos ámbitos. Piénsese por ejemplo en lo que hemos dado en llamar la época de oro del cine mexicano, de la música, de la danza, del muralismo, de las letras nacionales, etc., todas ellas inmersas en evocaciones nacionalistas de refuerzo de las identidades nacionales, regionales o locales, pero aun y con ello los “identitarios” se siguen redimensionando y, por ello mismo, no son estáticos y se mantienen en la tensión permanente de quienes pugnan por reforzarlos, incrementarlos y seguirlos humanizando, mientras que otros empujan hacia su desaparición. Esa es una de las tantas tensiones que permiten su constante redimensionamiento, pues no se termina la lucha de quienes quieren un país libre, soberano e independiente con su propia identidad y los que le apuestan a la subordinación y subsunción a otras potencias hegemónicas y con ello a la pérdida de las identidades propias.
La necesidad reivindicativa de los grupos humanos para mostrar su propia identidad frente a otros es un fenómeno consubstancial, subjetivo, nada despreciable y tampoco mecánico y que tiene sus propias historicidades que ameritan estudios histórico-motivacionales específicos.
Imposible tratar en este trabajo de semejantes causas y efectos; sin embargo, lo que sí podemos mencionar es que por lo menos en los últimos cinco siglos encontramos como un resultado de otras tantas historias, la necesidad subjetiva que han tenido distintos pueblos y grupos de afianzar sus identidades frente a los otros, máxime en el proceso de conquista y colonización que iniciaron los distintos pueblos europeos al finalizar el siglo XV de su era.
Afianzar la identidad de unos pueblos frente a los conquistados pasó necesariamente -entre otros fenómenos- por la subsunción de los últimos a los primeros, pero no en escala de identidad o igualdad, sino siempre en calidad de subordinados, o como se diría entonces, como vasallos. La identidad de estos últimos quedaba así subordinada, avasallada, dependiente del otro, del conquistador.
José Antonio Alzate. Anónimo, CA. 1800. Óleo sobre tela.
Colección Facultad de Medicina, Palacio de la Escuela de Medicina, UNAM, México.
Las historias de esos procesos es algo que debería interesarnos, porque forman parte de nuestras propias historias identitarias, que no por ser historias, son lineales y ascendentes, sino como toda historia, son complejas, múltiples y llenas de contradicciones, porque la historia no es un idilio, sino un complejo entramado de acciones humanas inscritas en actividades de la propia producción de la vida material e intelectual (ideológicas) de las sociedades.
Para nuestro caso, México y lo mexicano de una u otra manera ha sido tratado por distintos historiadores tanto mexicanos como extranjeros, poniendo el acento en las producciones historiográficas pasadas y aun presentes. Otros lo han abordado desde posturas psicológicas, sociológicas o antropológicas, que como siempre responden a entramados concretos y a proyecciones específicas. Allí sus méritos y también sus limitaciones, pero siempre contribuyendo a que la cuestión no permanezca estática, sino en constante movimiento, tal como lo hace la propia dinámica social en la que se inscriben dichos trabajos.
Una nueva circunstancia hace poner en el tapete de la discusión los referentes identitarios.
La minería a tajo abierto, explotación minera devastadora, depredadora y tóxica de tierras y territorios donde se encuentra oro microscópico y otros minerales requeridos por los nuevos procesos industriales de tecnologías llamadas de punta, requiere forzosamente de desmontar y destruir literalmente porciones enormes de tierra y territorio que dejan sus cicatrices manifiestas sobre la superficie de la tierra en enormes oquedades o cráteres y generan desertificación de los territorios contiguos, con lo que no solo se adulteran los paisajes histórico-culturales, sino también y quizás más importante, afectan objetivamente las posibilidades reales de vida de los grupos humanos que sufrirán las consecuencias de ese tipo de explotación minera.
Entre otras tantas paradojas que exhibe ese tipo de explotación minera, resulta la de aniquilar precisamente los restos de la antigua minería colonial con todas sus implicaciones histórico-sociales. Por ejemplo, para los anales de nuestra historia, el denominado cerro San Pedro en San Luis Potosí, ya desapareció por obra y gracia de la minería a cielo o tajo abierto, aun siendo una mole inmensa –un cerro literalmente-- que era parte emblemática de la historia colonial de ese estado y que por ello mismo llego a ser un elemento central del escudo que representaba primero aquel real, luego al ayuntamiento y finalmente al propio estado. Lo anterior demuestra que la minería a tajo abierto, no respeta nada de nada, con la complacencia de funcionarios y en ocasiones hasta de la ciudadanía, que ve en ese tipo de minería la manera de hacerse de escasos y pingües salarios.
Actualmente algo similar podría ocurrir con los monumentos arqueológicos que se localizan en Xochicalco y sus tierras colindantes incluyendo el cerro del Jumil y el Jumilito. A ello nos oponemos no solo por el gusto de defender las evidencias de los pasado, como si se tratase de una acción de diletantes empecinados en una ocurrencia o impulsados por un prurito de novedad para cobrar notoriedad, sino porque hay una historia que avala el estudio y natural defensa de la existencia de esas evidencias históricas de los pueblos originarios de nuestro continente, denominadas “monumentos arqueológicos”.
La defensa en la preservación física y simbólica de esos monumentos no es nueva ni se debe exclusivamente a la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos que data de 1972, sino que trae una larga historia de por lo menos más de dos siglos y que, justamente, quizá tenga uno de sus inicios en lo que hoy conocemos como zona arqueológica de Xochicalco. Razón suficiente para oponernos a las pretensiones de la Minera Esperanza Silver que a pesar del resolutivo de la Semarnat de inicios de junio de este año al parecer no ceden para llevar a cabo de explotación minera a cielo abierto en los terrenos, territorio y/o colindancias de Xochicalco.
De lo escrito en las primeras páginas de este trabajo ahora añadimos que las construcciones identitarias son en primera instancia referentes construidos idealmente, soportados a menudo en “vestigios históricos” o en el redimensionamiento de los pasados y sus manifestaciones materiales. Los cuales son reivindicados como antecedentes del pueblo o grupo que los enarbolan como propios, para diferenciarse y distinguirse de otros y así ir construyendo o reconstruyendo sus propios referentes identitarios.
En ese sentido y para nuestra historia nacional es de destacarse la acción reivindicativa que hiciera el abad José Antonio de Alzate y Ramírez (1739-1799) de los vestigios de Xochicalco en su “Gazeta de Literatura”, en 1792.
Sin temor a equivocarme, don José Antonio de Alzate y Ramírez, en este como en otros muchos casos fue uno de los pioneros en la reivindicación del pasado prehispánico para enfrentarlo a los europeos, que en el contexto de aquellos años, debemos señalar, se solazaban en la denigración de lo americano y de sus habitantes, fuera cual fuere su género, especie, tiempo y circunstancias.
Ciertamente Alzate no es el primero en reivindicar lo propio frente a los otros, los europeos, llámense ingleses, franceses, prusianos, españoles, etc. Ya antes similares reivindicaciones habían sido hechas de una u otra manera por Carlos de Sigüenza y Góngora, Juan José de Eguiara y Eguren y Mariano Fernández de Echeverría y Veytia; a través de mostrar el primero, entre otras tantas manifestaciones y producciones originales, su suficiencia en el dominio de la Astronomía y las matemáticas enfrentadas y confrontadas con el padre Kino y con ello con el conocimiento que se tenía en Europa de la astronomía; el segundo, con la recuperación de las producciones literarias de los profesores de la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México, frente a la producción literaria de Europa y el tercero, con el intento de una historia secular de los pueblos del altiplano central de la hoy República Mexicana, a través de los escritos de mestizos del siglo XVI.
Como advertimos ya, ese espíritu reivindicativo de lo que se suponía como propio o se asumía como tal aun no siéndolo, era la natural respuesta a las denostaciones europeas de que por estos lares todo era y había sido un páramo o podredumbre en cualquier sentido. Ahí estriba una de las motivaciones más elementales para ir confeccionando lo propio frente a los otros, cimentado en los pasados en sus distintas dimensiones, hasta llegar a la reivindicación de los monumentos de la antigüedad prehispánica como algo propio y genérico para los de este lado.
Ese sería un camino que ya no tendría marcha atrás; testimonian el seguimiento de ese rumbo hombres de la talla de José Mariano Moziño, Antonio de León y Gama, Pedro José Márquez, Carlos María de Bustamante, Isidro Ignacio de Icaza, Isidro Rafael Gondra, Ignacio Ramírez, Alfredo Chavero, Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Manuel Orozco y Berra, Leopoldo Batres, Antonio Peñafiel y muchísimos más, hasta alcanzar a Justo Sierra, quien al inaugurar el congreso de Americanistas en 1910 expresaba de manera clara lo que había sido esa línea reivindicativa de la que venimos tratando, al señalar a sus escuchas:
Todo ese mundo precortesiano cuyos archivos monumentales venís a estudiar aquí, es nuestro, es nuestro pasado, nos lo hemos incorporado como un preámbulo que cimienta y explica nuestra verdadera historia nacional, la que data de la unión de conquistados y conquistadores para fundar un pueblo mestizo que (permitidme esta muestra de patriótico orgullo) está adquiriendo el derecho de ser grande. Por eso, no sólo vemos con interés, sino con agradecimiento, todo esfuerzo por estudiar, por analizar y clasificar los restos de esas civilizaciones y traerlos, no sólo a la luz del día, sino a la luz de la ciencia” (Tomo V, pág. 431
Los resultados de la Revolución no aniquilaron aquella tradición, sino al contrario la impulsaron, pues en ella encontraba el mantenimiento y fortalecimiento de un nacionalismo no exento de muchos abusos e inconsecuencias, pero que a fin de cuenta veía aquellos vestigios del pasado como instrumentos de conocimiento y símbolos de aprecio para las identidades locales, regionales o nacionales.
Gracias a ello muchos monumentos y zonas arqueológicas se han salvado de la destrucción, pero ahora, bajo perspectivas políticas plegadas a las demandas del capital trasnacional que exigen entre otras tantas cosas más para hinchar sus bolsillos, aniquilar las revisiones críticas del estudio de las historias; están exigiendo destruir esos instrumentos de reflexión, análisis y conocimiento de las historias precoloniales, que para decirlo de una vez no han sido agotadas ni cabalmente comprendidas. Se trata de una revisión crítica necesaria que aún debe pasar por la deconstrucción de los mismos discursos nacionalistas; por ello es necesario mantener la defensa contra la destrucción de esos vestigios que seguirán siendo fuente de análisis, estudio y reflexión de los pasados, presentes y futuros.
No sólo no permitamos pues la destrucción de Xochicalco, sino la afectación irreversible de innumerables vestigios arqueológicos e históricos en todo el país, inherente en el problema actual de las numerosas y crecientes concesiones de minería a tajo abierto por “metales preciosos”, propiciadas por el servilismo de legisladores y funcionarios y otorgadas por la Secretaría de Economía. Resulta fundamental que las nuevas generaciones sigan explorando y estudiando los monumentos arqueológicos para algún día tener una visión más cabal de esos mundos precoloniales que se movía sólo bajo los ritmos y circunstancias que ellos mismos se imponían.
Así pues, bajo estas consideraciones presentamos a continuación uno de los primeros textos reivindicativos de los pasados precoloniales;
DESCRIPCIÓN DE XOCHICALCO[1]
JOSÉ ANTONIO ALZATE RAMÍREZ (1739-1799)
ADVERTENCIA
Cuando en el año de 1777 registré a Xochicalco, se me excitó al punto el deseo de escribir la presente memoria. El difunto Dr. Gamarra[2] formó un compendio que remitió a Italia, que acaso se habrá impreso. En el año de 1784 llegó a Nueva España la historia antigua de México, que escribió en Bolonia el abate Clavijero, y que se imprimió el Cecena en 1780; en ella se registran varias expresiones, comparaciones y ejemplares uniformes a las de que hago uso en esta descripción. Ni el abate Clavijero se valió de mi débil ensayo, ni yo tuve original que copiar; nos expresamos con identidad, lo que no es de extrañar, pues tratando del mismo asunto con sinceridad y con el auxilio de la crítica, era preciso vertiésemos las mismas ideas. El carácter de la verdad se manifiesta a quien procura que en sus escritos no reine la malicia, la ignorancia o la preocupación. Este débil ensayo corrobora lo que el sabio Clavijero establece en muchos lugares de su obra, y satisface en algo a sus vivos deseos sobre que se registren y describan las antigüedades mexicanas. Las notas que últimamente he añadido me han parecido necesarias, ya para descubrir mí sincero modo de pensar, o para aclarar más el sentido del texto.
INTRODUCCIÓN
1. Los monumentos de arquitectura de las naciones antiguas, que permanecen a pesar de las injurias del tiempo, sirven de grande recurso para conocer el carácter de los que fabricaron, siempre que hay falta de autores coetáneos, como también para suplir a la omisión o mala fe de los historiadores. Un edificio manifiesta el carácter y cultura de las gentes: porque es cierto que la civilización o barbarie se manifiestan por el progreso que las naciones hacen en las ciencias y artes. Los árabes cuando fueron sabios, dispusieron fábricas que aun en el día se admiran; pero al punto que cayeron en la ignorancia no fabricaron sino despreciables chozas.
2. Las pirámides de Egipto nos enseñan que sus habitantes sabían fabricar sólidamente como también sus conocimientos en la astronomía, porque dispusieron las fachadas según los cuatro puntos cardinales. Esto sólo, aun cuando careciésemos de los documentos que manifiestan sus progresos en las ciencias, bastaría en el día para convencemos de que componían una nación muy civilizada.
3. El estudio de las antigüedades siempre ha sido de mucho aprecio en los siglos en que han florecido las ciencias, y por su uso se ha rompido aquel velo obscuro de los tiempos, que oculta los orígenes de las naciones, su mutuo comercio etc. Sabemos que muchos hechos históricos han sido confirmados o destruidos en virtud del hallazgo de una medalla o de una inscripción. ¿La decadencia de los imperios no se manifiesta comparando fábricas a fábricas? Las antigüedades del tiempo de Augusto y de Trajano, comparadas a las del tiempo del grande Constantino, hacen visible esta realidad.
4. La nación mexicana en el día (no obstante su existencia) debe reputarse por antigua; porque una vez avasallada por la nación española, de quien recibió su legislación, sus costumbres, la verdadera religión, perdió aquellos caracteres que la distinguían de las otras naciones, de modo que en el día los indios mexicanos son, respecto de los anteriores a la conquista, lo mismo que los modernos habitantes del Peloponeso o Marea, respecto a los antiguos griegos; por lo que se hace patente aquella decisión precipitada de algunos aristarcos ridículos, que sin haber hecho estudio de los pocos autores que han tratado de las antiguas costumbres de los mexicanos, los reputan por rústicos, no por otra razón sino porque a sus descendientes los miran en este estado; no se hacen cargo que en el día los indios componen lo que se llama ínfima plebe, tan solamente reducidos a las penosas ocupaciones y trabajos mecánicos. ¿La plebe en qué país del mundo se reputa por instruida?
5. Si el celo indiscreto de algunos, y la codiciosa ignorancia de otros, no hubiesen destruido los monumentos mexicanos, se podría colectar una grande porción de antigüedades con que averiguar el legítimo origen de los indios, sus costumbres, su legislación, el carácter de sus monarcas, su comercio, y finalmente se haría patente el que era una nación de las más poderosas del orbe. (1)[3]
6. Sin intentar escribir una dilatada disertación, expondré uno de los más fuertes argumentos con que se fortalecen los que reputan a los antiguos mexicanos por rústicos: dicen que una nación poderosa no se hubiera podido conquistar por tan corto número de españoles. Esta expresión, vertida por los que han leído la historia de la conquista, manifiesta su mala fe, o su poca penetración: ¿en ella no se refiere que los españoles tuvieron por auxiliares a muchas provincias que se hallaban en aquel tiempo en guerra con Moctezuma? ¿Pues tantos militares de hombres unidos al gran Cortés, por qué se ha de omitir el expresados cuando se trata de conquista? No digamos que pocos centenares de españoles conquistaron a la Nueva España; expresemos que poderosos ejércitos unidos y animados de los valientes y esforzados españoles pelearon contra los mexicanos, y de este modo no faltaremos a la verdad de la historia. (2)[4]
7. Una de las cosas que más contribuyó a la conquista fueron los bergantines; ¿pues a estos quien los condujo a México? ¿Los pocos españoles que vinieron? No: los indios auxiliares: luego los españoles venían asociados de muchos indios como llevo dicho. No se piense intento quitar o disminuir a la nación española el mérito, ésta por sí tiene patentadas al mundo acciones de mayor importancia. ¿Qué comparación tienen entre sí la conquista de Nueva España y las heroicas acciones que en el mismo siglo ejecutó en los Países Bajos el valor español? Estas son muy superiores a aquellas. (3)[5]
8. Tan lejos está de que la conquista de México manifieste a los indios bárbaros, que en la historia de España hay un ejemplar muy semejante: ¿cúal fue el motivo de que la nación fuese conquistada por los moros? El principal ya se sabe es la voluntad del Supremo monarca que dispone de las coronas según determina su sabiduría infinita; pero en el trastorno de todas las monarquías, porque no ha permanecido ninguna, hay siempre cierto cúmulo de circunstancias que facilitan a una nación la conquista de otra. Al tiempo que los moros invadieron a España se hallaba la nación muy viciada, la nobleza disgustada, y los monarcas de aquellos tiempos no respetados por la nación: todo esto contribuyó a subyugar una nación belicosa. Pues registremos la historia y hallaremos a la nación mexicana muy vecina a su ruina por otro semejante agregado de circunstancias.
9. El monarca Moctezuma, odiado a causa de su genio tirano, la nación en guerra con las circunvecinas, la Marina [la Malinche] con influjo en el palacio: ¿pues cómo no había de ser subyugado? Lo que influye una mujer en los hechos políticos lo tenemos a la vista: en nuestros días hemos visto las empresas mejor concertadas de una poderosa nación, vecina a la de España, frustradas a causa de otra Marina. Pues si una potencia tan formidable, y que en el siglo pasado guerreó contra la mayor parte de Europa ligada, se vio precisada a recibir la ley del vencedor a causa de la mala fe de una mujer, ¿es de extrañar que Moctezuma vive de sus ideas trastornadas? (4)[6]
10. Otros reputan a los mexicanos por bárbaros a causa de los sacrificios que hacían a sus dioses de los prisioneros. En realidad que no puede darse mayor inhumanidad; ¿pero las más de las naciones no han hecho lo mismo, hasta que la luz del Evangelio ha desterrado las tinieblas del paganismo? Concluyamos pues, que este es un defecto común aun a las naciones antiguas que hoy se miran como cultas. Entre los que han tachado de bárbaros a los mexicanos, se han señalado algunos, que por principios de una falsa filosofía, quisieran desterrar de la sociedad la pena capital. ¡Máxima absurda y extravagante! (5)[7]
11. Los ignorantes toman también de otra fuente motivo para tratar a los mexicanos de bárbaros: asisten al teatro, ven representar aquella farsa cómica que se intitula: Conquista de México: piensan que todo lo que se les pinta fue realidad, y de aquí prorrumpen en mil inepcias. Es compasión que la conquista, asunto tan a propósito para componer una tragedia (si la tragedia es útil para reformar las costumbres), fuese manejada por un ignorante visionario, lleno de preocupaciones: en lugar de representar el autor al vicio castigado y a la virtud premiada, como debe ser: a cada paso se ve en esta farsa indecente la virtud oprimida, la mala fe preconizada, y lo que es más, el regicidio aplaudido, cosa digna de toda atención; porque se habla a un vulgo que no discierne las cosas. El más relajado moralista no ha defendido el regicidio con mayor aparato que lo hace el ignorante autor de la referida comedia o farsa.
12. Dije al principio que los monumentos de arquitectura manifiestan el carácter de las naciones. El que voy a describir hará patente el poder y cultivo de los mexicanos.
13. Estando para caminar al sur de México, procuré indagar de los prácticos las curiosidades que podrían encontrarse en aquellos países. Se me advirtió por uno registrase el Castillo de Xochicalco: me pintó la magnificencia de la obra, y me profirió tantas cosas acerca de encantos y otras puerilidades, que ya desconfiaba de su informe, cuando hallé ser cierta (habiendo llegado a Cuernavaca) la existencia de esta preciosa antigüedad, y aunque por algunos se me describía por una obra de cuantía, mis esperanzas hallaron más de lo que solicitaba. Es obra opulenta y digna de todo aprecio, y no del abandono a que la han destinado. Procuraré dar una descripción de lo que vi en ella; pero por prolijo que quiera ser, conozco no llegaré a dar una idea completa; en estas descripciones la pintura nunca corresponde al original.
DESCRIPCIÓN DE XOCHICALCO
14. Al sur de Cuernavaca, a la distancia de seis leguas, con trece grados de declinación del sur al oeste, se halla el cerro Xochicalco, que en mexicano quiere decir casa de flores: es un cerro, cuya superficie toda se halla fabricada a mano, por lo que se dirá. Tendrá de circunferencia poco más de una legua; su elevación no la pude medir, a causa de que los instrumentos los había hecho adelantar, juzgando no hallaría obra de tanta consideración, persuadido, por experiencia, que las gentes ponderan demasiado en sus informes; pero como me hallaba con el barómetro, observé que dicho instrumento se mantuvo en la falda en veinte y cuatro pulgadas y una línea, y en la cima en veinte y tres y nueve, de lo que resulta la altura de Xochicalco ciento cuatro varas.
15. Toda su circunferencia se halla rodeada de un foso hecho a mano, y la superficie por lo que se registra actualmente, consta de cinco terrazas o terraplenes, mantenidos por paredes de mampostería, los que son de diferente elevación. Dichas terrazas no son horizontales sino inclinadas a la parte del Sudeste, como se ve en la estampa 1, figura 1. En la parte superior se halla una plaza cuadrilonga, que tiene de norte a sur ochenta y siete varas y media, y del este al oeste ciento tres y media (lám. 1, fig. 2); y está rodeada de un muro de piedra que tiene de elevación dos varas; la plazuela está más baja dichas dos varas respecto de los parajes que sirven de cumbre a Xochicalco, en la que los indios mostraron su habilidad respecto a la arquitectura militar, pues aunque perdiesen los inferiores terrenos, retirados a la que se puede llamar ciudadela, combatían cubiertos a favor de la trinchera, respecto a que tenían muro elevado dos varas, y los contrarios se hallaban a cuerpo descubierto. Véase la estampa 4, figura 2 en que se representa la plaza.
16. Los terraplenes inferiores que circunvalan al cerro no tienen dimensiones iguales, se aprovecharon de la misma pendiente del cerro, para dar a unos más o menos ancho, más o menos altura: pero todos están fabricados a mano y mantenidos con paredes de piedra, y todo como se ve en la estampa 1, figura 2.
17. Todas estas fábricas, demuestran lo inteligente que eran los indios en el arte militar, pues disponían sus fortificaciones de manera que poco a poco iban perdiendo terreno, lo mismo que se ejecuta actualmente en Europa, respecto de las ciudades fortificadas, en las que la defensa va de la circunferencia al centro. Todo esto no es comparable al castillo (así lo nombran) que se halla en el centro de la plaza: componíase, según he indagado, de cinco cuerpos (lám. 3 fig. 2) que iban de mayor a menor: en la superficie del último se hallaba una silla o chimotlale (en idioma mexicano) de piedra delicadamente construida; todo ha sido destruido por la avaricia (Ibid letra a). Dicha silla no se hallaba situada en el centro de la superficie del último cuerpo, sino a un lado; no se sabe que significaría esto, ¿acaso esta fábrica sería un solio en que Moctezuma u otro anterior monarca de los que se pintan en el plano que anuncio manifestaría su poder?
18. Esta hermosísima arquitectura, que puede compararse a las pirámides de Egipto por su solidez, y en mucha parte por su figura cónica, fue destruida por la avaricia de los dueños o administradores de las haciendas de azúcar. Necesitaban éstos de parrillas para sus hornillas, y pudiendo usar del fierro o del ladrillo, ocurrieron a destruir la fábrica de Xochicalco. El primer destruidor, comparable al zapatero que quemo el templo de Diana Efesinal fue un fulano Estrada. ¡Su atrevimiento permanezca en oprobio para con los amantes de la antigüedad! Esta imagen que presento en la estampa 3 figura 2 es un suplemento de que no salgo por fiador: tan solamente estriba en informes de prácticos: solo puede asegurar lo que es fácil de conocer por cualquiera que quiera deleitarse y reconocer el esqueleto que en el día permanece.
19. En el centro de la plaza, de que antes hablé, se halla un cuadrilongo todo formado de piedra de talla, hermosísimamente labrado, con jeroglíficos mexicanos: el primer cuerpo, que existe, por la mayor parte tiene del Este o Oeste veinte y una varas, y de norte a sur veinte y cinco: su figura o construcción se puede ver en la estampa 3. Lo que causa asombro es el ver aquellos grandísimos pedrones exactamente labrados, de manera que el mejor cantero no es capaz de ejecutar obra superior, aunque use de la más prolija atención y experiencia. Se hallan ajustados los más sin mezcla ni betún, y tan sólidamente unidos, que parecen ser más obra natural que artificial.
La parte del primer cuerpo, que está fabricado en talús, tiene dos varas de altura, y de aquí a la cornisa, tiene otras dos varas: la estampa da más idea que la descripción que pueda hacerse. Todo dicho primer cuerpo está adornado con jeroglíficos mexicanos, esculpidos a medio relieve; y se conoce que los esculpieron ya fabricado el castillo, porqué de otro modo no era posible que los figurones que ocupan dos, tres o más piedras, guardasen entre sí la bella disposición en que están: algunas fallas de la escultura, y también algunas junturas de piedra a piedra están suplidas con mezcla de cal y arena.
20. En las fachadas que miran al sur y oeste permanecen algunos pedrones, que hacen patente que el segundo cuerpo era de la misma arquitectura que el primero de ellos; se hallan unos danzantes de medio relieve, y la fortaleza de la obra se manifiesta, porque no obstante de haber destruido y arrancado las piedras que servían de base a la fachada sur y oeste, permanecen en su colocación las partes de las referidas fachadas. Aun se ven algunos restos de pintura con bermellón o cinabrio, lo que hace conjeturas que a todo el castillo le dieron el color referido. (6)[8]
La calidad de piedra de esta magnífica arquitectura es de piedra vitrificable, y por la mayor parte de aquella piedra con que forman las muelas o piedras para moler trigo: también hay de color blanquecino, siendo de notar, que en muchas leguas a la redonda no se halla semejante calidad de piedra; la prueba mayor es, el que de mucha distancia ocurrían los dueños de haciendas de azúcar por piedra de la que compone el castillo, porque es la única que han hallado más a propósito para parrillas en sus hornillas. Esto sólo haría magnífica la obra, si no se hallase otra circunstancia, que nos manifestase la pericia de los indios en la maquinaria.
21. Las piedras son todas de mucho volumen: medí algunas, y entre ellas una que está arrojada al suelo, y tiene vara y tres cuartas de largo, una vara de ancho, y lo mismo de grueso. La que forma esquina y mira al sudoeste tiene dos varas en lo largo, una y cuarta de ancho, y media en lo grueso. Esta esquina es de lo que componía el segundo cuerpo. Lam. 5. A vista de estos grandísimos peñascos, conducidos de muy lejos, y colocado en la cima de un cerro, y en sus debidas situaciones, ¿quién dirá que los indios ignorasen la verdadera mecánica? No faltará quien diga que la multitud de indios suplía a todo; pero si consideramos que hay ciertas cosas en que el número no puede suplir a la industria, se desvanecería aquella refleja. Supongamos que en un día se intentase fabricar una bóveda, esto no podría ser, aunque se destinase un millón de hombres con este fin; porque aunque hubiese muchas manos no todas podrían trabajar al mismo tiempo: lo mismo sucede con los de Xochicalco; aunque hubiese muchos indios, no todos podrían servir para la conducción y colocación de un peñasco sin usar de algún sacrificio; porque de lo contrario se embarazarían unos a otros. Es digno de tenerse presente que los indios carecían de caballos, mulas y bueyes, que tanto alivian el trabajo de los hombres.
22. Las paredes del castillo de Xochicalco se componen de dos órdenes de piedras, trabadas según las reglas de arquitectura, como se ve en la estampa 3. El castillo estaba hueco, sin duda para que sirviese de habitación; esto lo hace patente la perspectiva del primer cuerpo, estampa 4, fig. 1, como también porque si hubiese sido macizo el material que componía lo interior; había de hallarse en aquella inmediación, lo que no se verifica.
23. He procurado dar una descripción de lo más completa que me ha sido posible.
24. Si el castillo demuestra el poder del monarca y la ciencia que poesía el director de la obra, mucho más convence esto mismo la vivienda interior, e inferior a Xochicalco. A la parte del cerro que mira al Norte, abajo de la primera terraza, se halla un corto boquearon y desde aquí comienza la vivienda, que se compone de varios socavones, como se ve la estampa que he procurado disponer, de manera que ahorren una prolija descripción.
25. En dicho subterráneo, que es casi horizontal, se hallan algunas esquinas y mamposterías que comprueban el que el socavón estaba dividido en diferentes habitantes: el suelo está formado con una capa de mezcla, y pintado con almagre: las paredes del socavón están reforzadas con muros de piedra, y todo lo más permanece, y el cielo en partes también se hallaba reforzado con bóveda de mampostería, lo que se conoce, porque en parajes es necesario entrar casi arrastrándose, a causa de que se han caído las paredes y la bóveda. En el sitio letra C se halla un respiradero o ventana construido con mampostería, es de figura cónica, está casi destruido, y en el último salón, que tiene trece y media varas de ancho, se halla otro que permanece en su todo, ambos son de figura cónica; si este último se halla en el centro del castillo, como conjeturo, y que el subterráneo comunicase con la referida arquitectura, era digno de verificarse. No pude ejecutar las operaciones correspondientes para reconocer esto mismo, a causa de lo escabroso que se halla el cerro, y porque carecía de compañero que me ayudase en el éxito de una operación tan delicada.
26. La estampa 4., figura 1., hace patente la excavación, y en ella van expresadas las dimensiones; no puede decirse que el socavón sea obra posterior a la conquista, ideado con el fin de solicitar algún tesoro oculto de los monarcas mexicanos; entonces no se hallaría reforzado con paredes, ni el suelo dispuesto con pavimento hecho a mano etc. Hago esta refleja, porque algunos intentan quitar todo mérito a los indios, siempre que se presenta algo favorable a su política y civilización.
27. A el Oeste de la boca por donde se entre al subterráneo de que acabo de dar noticia, a la distancia de doce varas, se halla otro boquerón, y una excavación horizontal, que corre de norte a sur: tendrá a lo más treinta varas; no tiene adorno alguno no comunica con la principal. ¿Sería acaso fabricado por alguno que solicitase los tesoros de Moctezuma? ¿O los indios emprendían agrandar el subterráneo? No es fácil determinado.
28. El indio alcalde del pueblo de Tetlama, (7)[9] que fue el práctico que me llevó a la obra, y el que me enseñó el boquerón por donde se entra al subterráneo, me había participado que se hallaba otro subterráneo; e indagando por medio del intérprete lo que había en el particular, me dijo que a poco distancia de la boca se descendía por una escalera, de mampostería, que de aquí se caminaba por varias calles, expresando al mismo tiempo, que aunque entrásemos a registrar al salir el sol, al anochecer aun todavía no habríamos acabado de andar todas aquellas calles. Ansioso me hallaba de ver obra tan portentosa, cuando vi mis esperanzas frustradas: bien puede ser el que no se halle tal excavación; pero al ver las diligencias que practicó en su solicitud en la parte del cerro que mira al Oeste, suspendí el juicio, mucho más cuando conocí que la precaución de que usé de llevar a otros dos indios del mismo pueblo (para que me sirviesen de guías, caso que el alcalde me jugase algún chasco, como suelen hacer ellos en semejantes lances) lo había un poco desazonado; porque siguen por máxima no enseñar a los españoles sus antigüedades, a causa de que son odiados por los de su nación, lo que me parece fue el mayor motivo de que se arrepintiese de haberme conducido al subterráneo, llevado de aquellos temores pánicos que acompaña a la ignorancia: sea lo que fuese, todo esto frustró el registro del subterráneo.
29. Que estuviese poseído de algún terror pánico, me lo advirtió el intérprete, que me aseguró después que dicho alcalde contó a los dos indios de su pueblo, el que en años pasados había entrado con un vecino de Taxco, que iba a solicitar tesoros escondidos, y que habiendo entrado en el subterráneo, vieron a un indio viejo, que se desapareció, y que al mismo tiempo comenzó a temblar el cerro, y caer arena en lo interior del subterráneo. Ya con esto procuré suspender mi averiguación, conociendo no lograría el intento de que se me manifestase la boca, una vez que su imaginación estaba ocupada con fantasmas.
30. Aunque suspendí la averiguación, fue con el ánimo de volver al sitio al tiempo que los zacatones y yerbas están secos, (8)[10] que es cuando les ponen fuego, y con esto inquirir la boca o desengañarme de la realidad de obra tan decantada, pues en Cuernavaca aseguran algunos, que el subterráneo llega hasta el cerro de Chapultepec; (¡patraña ridícula!) otros lo tienen como a paraje encantado; y llega a tal la vulgaridad, que una persona de carácter me dijo, que en el subterráneo se hallan dos estatuas, las que tenían mazos en las manos, con los que impedían la entrada a quienes intentan registrar la excavación. Esto lo profiero, para que se vea lo que hace la falta de crítica, y como a las obras antiguas de magnificencia en todas partes acompañan errores populares.
31. Al Oriente del cerro de Xochicalco, en el camino que llaman alto, que dirige a Miacatlán, se hallaba una grandísima lápida, con la que estaba cubierto un hoyo; en ella estaba esculpida a medio relieve una águila despedazando a un indio. (Lám. 2 fig. 1) En el día no hay más que los restos que dejaron los canteros que la despedazaron para llevarla a los trapiches de azúcar; tan solamente entre los pedazos hallé un fragmento, en que se ve una porción de muslo. Hace ocho años que aún existía la lápida, e inquiriendo de su magnitud, me informó quien la vio destrozar, que habían salido doce cargas de piedra de ella; de aquí puede conjeturarse su magnitud: véase la estampa 3.
32. Al ver el hoyo y los restos de la lápida, que son documentos que contestan lo que me habían informado de la piedra, conjeturo que fue labrada para conservar la memoria de alguna acción gloriosa para la nación mexicana; lo que demuestra el águila despedazando al indio, que es lo mismo que expresar que la nación mexicana venció a otra, sin duda de las del Sur, que tuvieron tan sangrientas guerras con los mexicanos. ¿Este sería el motivo de fabricar el Castillo Xochicalco, que en idioma mexicano quiere decir casa de flores? ¿O acaso tendría este nombre porque habría algún jardín en la plazuela, o en las inmediaciones? Esto parece inverosímil, porque no hay agua sino a una grande profundidad: bien es verdad que la benignidad del temperamento hace que en todos los tiempos se hallen allí variedad de hermosísimos árboles y arbustos en flor, sin necesidad de riego; pero yo más bien creo que la denominación tiene otro origen.
33. En un mapa geográfico muy antiguo que poseen los indios de Tetlama, en donde se ven los lugares asignados en sus respectivas situaciones, significados por jeroglíficos, dispuesto según su método, pero que reconocí aumentado en alguna parte después de la conquista, porque se hallan algunas cruces y voces castellanas: en el sitio de Xochicalco se ven los indios lidiando, armados de macanas y chimales, el uno de ellos tiene a lado escrito Xochicatli, (piedra del Cerro Xochicalco) el otro Xicatetli, vasija o jícara de piedra: ¿sería Xochicatetli algún general vencido o vencedor el que dio nombre al cerro? Esto es proceder por conjeturas. Vemos que toda la provincia de Cuernavaca es abundantísima en flores. Al mismo tiempo sabemos que la fábrica de jícaras es al Sudeste de Cuernavaca, en la provincia de Olinalá, y en Acapetlahuaya. ¿Sería de aquí Xicatetlí? Sobre esto puede el juicio caminar, aunque por sendas obscuras. Si el castillo estuviese íntegro; si hubiese quien entendiese la verdadera significación de los jeroglíficos mexicanos, entonces se desvanecería toda duda; interior contentémonos con ver la única, (9)[11] antigüedad Mexicana existente, digna de toda consideración.
34. Por ella, como al principio dije, se verifica que la nación mexicana era instruida; porque los conocimientos de arquitectura abrazan otros muchos que le son necesarios: sabían la escultura, y lo que es más digno de considerar, sabían la astronomía, como hago patente por la siguiente observación. En Cuernavaca, observé la declinación de la aguja de diez grados al Nordeste; llegado al castillo observé su posición, la que es constante a los cuatro puntos cardinales, precisamente como si en su construcción hubiesen corregido los diez grados de declinación al Nordeste. ¿Cómo los indios supieron tomar el verdadero Norte, o echar una exacta meridiana? Esto supone muchas y exactas observaciones astronómicas: (10)[12] también la plazuela se halla dispuesta en la misma dirección. No sabemos que los indios conociesen las propiedades del imán, o por lo menos no usaban de fierro para poder fabricar agujas magnéticas.
35. Que supiesen la táctica lo vemos en la disposición de todas las fortalezas de Xochicalco, tan acomodadas a su modo de pelear: y lo que ya quita toda duda sobre el particular de si saben o no trabajar subterráneos, lo vemos por el dispuesto en dicho cerro. Como esto lo hacían sin el uso del fierro, es otra cosa que no nos presenta sino admiraciones; ya veo que en una reciente obra en que se interpretan algunos caracteres mexicanos de los que colectó Boturini, en una de las estampas se dice: tributo que pagaban en fierro los indios de Moctezuma; pero esta es una interpretación siniestra, contraria al unánime consentimiento de los historiadores de Nueva España, que todos asientan que los indios carecían de su uso; y que se puede demostrar ser así, porque hasta el día no se ha visto algún utensilio de fierro fabricado por los indios, (11)[13] ¿ni para qué habían de usar hachas de piedra si hubiesen tenido fierro? Semejantes interpretaciones son más propias para confundir los hechos históricos, que para aclarados.
36. Para finalizar es necesario hacerse cargo de una grave dificultad: por la serie de lo que llevo referido consta el que en Xochicalco hay estupendas obras de arquitectura; pues hallándose el agua a una grande profundidad ¿de qué arbitrio usaron para conducir toda la que necesitaron? Aquí entra bien la cantilena de los que al ver las grandes cosas ejecutadas por los indios profieren: su multitud (12)[14] sí: sólo la multitud de ellos pudo vencer semejante dificultad. ¿Y en esto no se reconoce la legislación de un monarca que comanda a tantos vasallos, y a quien ellos obedecen con sumisión? Pues esto es lo que demuestra ser una nación civilizada. (13)[15]
JOSÉ ANTONIO ALZATE RAMÍREZ
Conclusión
Hace 236 años se inició la reivindicación de Xochicalco como un instrumento de conocimiento y de aprecio para los novohispanos aun no siendo suyo. Ese tesón reivindicativo de Alzate sobre Xochicalco lo llevó a asegurar que su construcción se debió a los mexicanos e incluso supuso que Moctezuma se había posado en la cima del denominado “Castillo”. Hoy sabemos por los estudios arqueológicos que ello no fue así y que lo que hoy conocemos todavía como Xochicalco debió haberse edificado y estado en uso entre 400 antes de nuestra era y, 700 después de la misma, fechas que de ninguna manera limitan la ocupación y aprovechamiento de esa inmensa área, pues después de esa última fecha la arqueología contemporánea ha podido documentar las subsecuentes ocupaciones de las partes bajas y cañadas que se extienden hacia el Jumil y otros rumbos y cuya ocupación si corresponde a los tiempos de Moctezuma. Espacios y construcciones que deben ser estudiados y preservados, por ello hay que decir no a la minera esperanza Silver, en la inmediaciones de la hoy denominada zona arqueológica de Xochicalco.
Larga es la historia de las apreciaciones e interpretaciones sobre Xochicalco; en un próximo número seguiremos aportando otras visiones que sobre esta zona arqueológica se generaron en el siglo XIX.
Tomamos estas láminas descriptivas de Xochicalco que aparecieron en la Gazeta de las que insertó Pedro José Márquez (1741-1820) en su ensayo Due antichi monumento di architettura messicana, illustrati, Roma, 1804, y que se reproduce de manera facsimilar en Pedro José Márquez, Sobre lo bello en general y dos monumentos antiguos de arquitectura mexicana: Tajín y Xochicalco, estudio y edición de Justino Fernández, México, UNAM, 1972, porque son mucho más nítidas y no cambian en esencia las de la Gazeta.
[1] Avisos de publicación en: Gazeta de literatura de México, por Joseph Antonio Alzate Ramírez, socio correspondiente de la Real Academia de las Ciencias de París, del Real Jardín Botánico de Madrid y de la Sociedad Bascongada. Tomo Primero, con licencia en México: por Don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, calle del Espíritu Santo, año de 1791. Tomo II, Núm. 13.- 22 de febrero de 1791.- Noticia que se ocupará de Xochicalco y algunas reflexiones sobre el uso de la palanca entre los indios…, Núm. 26.- 30 de agosto de 1791.- Noticia sobre próxima aparición de la Memoria de Xochicalco.; Núm. 32.- 19 de diciembre de 1791.- Advertencia relativa al suplemento de la Gazeta de Literatura, sobre Xochicalco, publicada antes de ésta. Descripción de las antigüedades de Xochicalco, México, Zúñiga y Ontiveros, 1791.
[2] Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos (1745-1783)
[3] (1) Si fue de las más poderosas y vigorosas la defensa de la ciudad, esto mismo me obliga a formar esta reflexión. El célebre Masdeu en su Historia crítica de España refiere, para comprobar el valor de los de Sagunto, como rechazaron a los cartagineses en número de ciento y cincuenta mil que los sitiaron por ocho meses; pues los mexicanos sostuvieron por muchos meses muchos ataques, y un sitio riguroso setenta y cinco días, contra el valeroso ejército español, que a más de estar proveído de artillería, otras armas, y de caballos y bergantines estaba auxiliado de doscientos mil indios; los saguntinos lidiaron contra enemigos que usaban de armas iguales: en esta parte padecían mucha desventaja los mexicanos. Luego la defensa de la ciudad, sostenida por tanto tiempo, debe hacerse memorable, y al mismo tiempo manifestar lo que eran en el arte de la guerra: ¡qué poco meditó el Sr. Eduardo Malo de Luque su expresión: un puñado etc.! Véase la nota siguiente.
[4] (2) En esta expresión muy vulgar comprenden autores reputados por muy críticos, como son el abate Reinal y su traductor, y corrector Eduardo Malo de Luque. Este último se expresa así pág. 135 tomo 1., refiriendo la conquista de la China por los tártaros: "Conquista que hace un contraste digno de reflexión con las de los españoles en el nuevo mundo, en que por excepción de la regla general, un puñado de hombres llevaba en la punta de la espada sus leyes y costumbres, que impuso a un crecido número de naciones, sin unas ni otras, o muy mal constituidas las pocas que tenían algunos estados". ¡Qué ligereza en prorrumpir! De qué contrario sentir el P. Acosta, autor del siglo en que se conquistó México, quien se expresó así en su Historia natural y moral de las Indias, pág. 531. "En la Nueva España no es menos averiguado que el ayuda de los de la provincia de Tlaxcala, por la perpetua enemistad que tenían con los mexicanos, dio al marqués D. Fernando Cortés y a los suyos la victoria y señorío de México, y sin ellos fuera imposible ganarla, ni aun sustentarse en la tierra. ¡Quién estima en poco a los indios!" Es digno de leerse este párrafo por ser de autor apreciado aun de los mayores enemigos de la nación mexicana, que quisieran ver extinguido aun el nombre mexicano, por principios que contradicen al espíritu verdaderamente cristiano con que han procurado nuestros soberanos conservar nación que en la historia del mundo debe ladearse con los egipcios y griegos. Mejor pluma que la mía ha demostrado todo esto en su Historia antigua de México [se refiere a la de Francisco Javier Clavijero]
[5] (3) El pasaje de los españoles conducidos por Juan de Osorio y Gabriel de Peralta para invadir la principal isla de las que componen la provincia de Zelanda, no tiene semejante en la historia; atravesar un brazo de mar a vista del ejército y amada enemiga, venciendo a un mismo tiempo las impetuosas olas, me parece excede a cuanto se ejecutó en América, por lo que expresé de esa manera. Si Solís hubiese escrito lo acaecido en Flandes, acaso sería el más útil libro de historia: hechos portentosos manejados por pluma tan encantadora deberían cautivar a todo lector.
[6] (4) Entre los muchos ejemplares que ministra la historia, viene al intento lo que refiere Eduardo Malo de Luque, traductor de la obra que corre con el título de Historia política de los establecimientos ultramarinos etc. pág. 185, tomo 1° trata del sitio de Goa por Indalcan. "Este Virrey (Atayde) no contaba tan absolutamente sobre la fuerza de sus armas. Supo que Idalcan se dejaba mandar de una concubina suya que había traído al campo: esta mujer se dejó sobornar, y participaba los secretos de su amante. En fin, después de diez meses de combates y trabajos, este príncipe veía sus tiendas arruinadas, sus tropas disminuidas, muertos sus elefantes, su caballería fuera de servicio; finalmente, levantó el sitio y se retiró. El valiente vencedor bajó en esta ocasión de su propio carácter, sobornando al objeto de la pasión de Idalcan, ardid, no de guerra, ni correspondiente al noble natural suyo."
[7] (5) El mismo Dios, supremo legislador, tiene manifestado al mundo que los hombres están sujetos por sus delitos a la pena capital. Los libros sagrados nos describen lo que los ángeles ejecutaron en Egipto, y en el ejército de Senacherib. Tan solamente se hace una comparación, que es ésta. La inhumanidad de los mexicanos en sus sacrificios no es defensable; sólo es digno de considerarse que lo ejecutaban por punto de falsa religión, no por conseguir alguna plata alquilando a sus vasallos, como lo han practicado varios príncipes de Alemania; pero ¡O santa religión! ningún príncipe católico ha hecho acción tan indecorosa; tan solamente lo han ejecutado algunos príncipes de la confesión de Auxburg. A esto parece alude lo que el ya citado Eduardo Malo de Luque, o duque de Almodovar dice tomo 1. pág. 29, tratando de la Alemania: "El agricultor vendía algunos caballos a los extranjeros; los príncipes no vendían todavía los hombres."
[8] (6) En la estancia o hacienda de Tlaxcotla se halla una mina de cinabrio en el cerro de Tepeyaculco, que hasta en el día es de poca consideración para sacar mucho azogue; pero es más que suficiente para proveer el cinabrio necesario para pintar la fábrica de Xochicalco. Esta mina se halla en las inmediaciones del pueblo de Cuintepec, legua y media al oeste respecto de Tetlama.
[9] (7) Al Sur de este pueblo se halla Xochicalco. A los indios de dicho pueblo pertenece este territorio. El pueblo de Tetlama pertenece en lo espiritual al curato de Xochitepeque, y en lo civil a la alcaldía de Cuernavaca. Distancia Xochicalco de Tetlama como tres cuartos de legua.
[10] (8) En 4 de enero de 1784 pasé a registrar a Xochicalco: solicité práctico que me llevase al sitio; pero todos los indios de Tetlama estaban ocupados en la hacienda de Azucares nombrada el Puente; se me dijo que el viejo que me había conducido en 1777 había muerto. Pasé al sitio, registré el edificio, y con dolor vi que lo que ya no ejecutaban los dueños de haciendas de azúcar destruyendo la fábrica para construir hornillas, porque en virtud de haber adoptado los reverberos no necesitan de piedras de Xochicalco, hacían los árboles conocidos por huajes, (especie de Acacia): estos han vegetado demasiado en el sitio entre las junturas de las piedras de manera, que la esquina de Noroeste, que era lo mejor que se conservaba, está ya amenazando ruina, y es verosímil que en poco tiempo se desprenda de su verdadera colocación, porque el árbol que la ha desquiciado, de día en día debe aumentar en diámetro.
[11] (9) Cuando se escribió esto no se tenía noticia del que últimamente se registró en Papantla [pirámide del Tajín], de que se dio noticia en la Gazeta [de México, martes 12 de julio de 1985, núm. 42. Pág. 340-351] ni tampoco se sabía que el abate Clavijero estaba escribiendo la historia de los indios mexicanos, en la que expone noticia acerca de otras antigüedades.
[12] (10) Monsieur de Ilalande en su astronomía dice: que los egipcios poseyeron conocimientos astronómicos, y dice, de que dispusieron las fachadas de las pirámides, precisamente correspondientes a los cuatro puntos cardinales, según las observaciones de M. Cheselles; pero tratando de los mexicanos, les niega todo conocimiento astronómico. Si observase el Castillo de Xochicalco, o si da ascenso a mis observaciones, será necesario que en una nueva edición enmiende este artículo, y confiese los profundos conocimientos de astronomía que poseían los mexicanos. La paridad es idéntica, a más de que la sabia explicación que ha impreso el abate Clavijero del calendario mexicano desvanece toda duda.
[13] (11) No conocían el uso del fierro, pero usaban del cobre, al que le daban cierto temple. Tengo colectadas varias curiosidades de este metal que causan admiración a nuestros plateros, en particular los cascabeles, que son de cobre puro, o mezclado con plata; monumentos que conservo con grande regocijo.
[14] (12) El paradójico conde Buffon y el sueco Bomare, que tratan a la antigua nación mexicana de poco numerosa, de ignorante y poco civilizada, deben mudar de dictamen, puesto que se les presenta documento que en su patria no pueden manifestar igual, construido por los galos o germanos. Que los extranjeros hablen de los mexicanos con desprecio es muy notable, porque tienen traducidos a sus idiomas autores sinceros que trataron de la magnificencia y policía de los mexicanos. Por hechos que refieren autores del mismo tiempo en que se conquistó México, consta que sólo en el mercado de Tlatilulco se juntaban en cada día más de veinte mil personas, y en el día del grande mercado o feria, que se verificaba de cinco en cinco días, más de cincuenta mil. En estos tiempos, en el mismo sitio, al medio día, a cualquiera hora, apenas por un raro accidente se ve algún viviente atravesar aquel espacioso sitio. Así pasa la gloria de este mundo, la capital del reino de Tlatelulco, al presente reputa por un barrio, es un gran despoblado en que no se ven más que cúmulos de piedras, capillas arruinadas, uno u otro resto de arquitectura muy particular, y muchos abrojos. Nunc seges ubi Troja fuit etc.
[15] (13) Por noticias de personas, a cuyo informe se debe dar crédito, aún restan algunos vestigios de cuatro calzadas, que por los cuatro vientos principales se dirigían al castillo o fábrica de Xochicalco. Si todos los restos de esta magnífica antigüedad se registrasen, acaso se hallarían manantiales seguros que aclarasen más y más la historia antigua de México, y que tendrían que admirar los aplicados a la historia antigua si viesen la copia del mapa antiguo que poseo, en el que se ven varias dinastías o series de los reyes que gobernaron al sur de México: es muy gravoso el publicarlo; pero estoy pronto a franquear la copia a los sujetos que intenten poseerlas.