¿Diálogos o monólogos sobre la salud en México?

La vida es breve, el arte largo, la ocasión fugaz, la experiencia engañosa, el juicio difícil.  
No basta que el médico haga por su parte cuanto debe hacer si, por otro lado,
no concurren al mismo propósito los asistentes y demás circunstancias exteriores.

Primer aforismo, Hipócrates de Cos. Siglo V AC

 

En estos días turbulentos, que presagian aún mayores turbulencias en la feroz disputa por México que se avecina, han comenzado a aparecer diversos foros de "expertos", artículos "periodísticos", libelos en "Nexos", eventos “científicos” (como el "Seminario sobre Medicina y Salud: Reflexiones sobre el Sistema de Salud en México"), auspiciados por la "Real y Pontificia" Academia Nacional de Medicina, la Facultad de Medicina de la UNAM y otras organizaciones de "diestra" filiación (sólo falta resucitar al colonial protomedicato), criticando los escasos resultados en salud durante el inicio de la cuarta transformación.

Quienes así se expresan, conocidas figuras de la élite médico-sanitaria que se enquistaron en el poder y el negocio de la salud desde el comienzo de la década de los años ochenta del siglo XX, aparentemente pretenden contribuir al diálogo y al debate, desde su aséptica "turris ebúrnea". Claro que el diálogo y el debate deben ser bienvenidos, pero los respetables señores que ahora se rasgan sus "Armanis" vociferando contra la lenta reconstrucción del sistema de salud de la 4T no están acostumbrados a debatir. Durante los cuarenta años en los que sistemáticamente desmantelaron el Sistema de Salud (bajo el paradigma neoliberal) enarbolando la "descentralización", los paquetines de servicios para pobres, la “cobertura universal”, el "pluralismo estructurado", el "seguro popular" y la mercantilización de la salud, los sabios delirantes sólo mantuvieron un largo monólogo, acompañado de sordera selectiva.
Durante cuatro décadas de monologar y autoreferenciarse, la estrategia de atención primaria de salud fue reducida a un paupérrimo primer nivel de intervenciones rudimentarias y preventivas para pobres (yo escuché muchas veces a cierto alto funcionario de aquellos tiempos, hoy sabio y caballeroso conferenciante, decir que la Atención Primaria de Salud era ya un “vestigio muerto del pasado”).

 Antes de las reformas (y negocios) que comenzaron en los años ochenta, el sector privado en el ámbito de la salud en México prácticamente no “pintaba”; hoy es un lucrativo y multimillonario nicho empresarial generador de riqueza. La desigualdad y la inequidad exacerbadas son una consecuencia directa de las reformas neoliberales, que hoy se pretenden de nuevo impulsar por el mismo grupo de negociantes que se rehúsan a perder sus privilegios.

La salud es un derecho humano universal, que debe ser garantizado, como todos los derechos humanos fundamentales (DESCA), por el Estado Soberano. El mercado jamás podrá "resolver" la injusticia, la desigualdad, la discriminación, la miseria, porque el mercado es uno de los mecanismos de generación y reproducción de tales iniquidades. Hay mucho que discutir sí, sobre los problemas y resistencias a los que se enfrenta la transformación, sobre los retos a resolver que ofrece la situación en la que dejaron al sector después de saquearlo. Hay alguna gente inepta en puestos directivos actuales, sí, hay que reconocerlo, necesariamente habrá que hacerlos a un lado en el próximo cambio de gobierno, pero hay un horizonte de construcción que está más allá de la circunstancial ineptitud. Hay una masa crítica considerable de talentos, que se han mantenido en pie de lucha en las distintas líneas de combate por el derecho a la salud. El camino a seguir, en la transformación, está guiado por principios y valores éticos, solidarios, comprometidos con la reconstrucción de la comunidad, lo común, lo que une recíprocamente a las personas individuales en el colectivo.


Sede de la Secretaría de Salud en la Ciudad de México. Fotografía: Diego Delso

Los sabios neoliberales tardaron 40 años en destruir sistemáticamente el sendero apenas esbozado hacia el Estado de Bienestar, debilitaron nuestra infraestructura, entregaron nuestro patrimonio (podríamos hacer una larga lista de agravios que en otro momento claramente hubieran sido catalogados como traición a la Patria), se enriquecieron con los despojos, crearon órganos de élite “autónomos” para “gestionar los riesgos” de los efectos de sus “reformas”, corrompieron el sindicalismo, arrastraron a la población al subempleo y a la miseria. La Suave Patria para esa yunta de traidores no es más que una figura retórica, sus “reformas modernizadoras” revirtieron la expropiación petrolera, revirtieron la nacionalización de la electricidad, revirtieron la nacionalización de los FFCC (los desaparecieron), revirtieron el ejido, saquearon los recursos naturales, destruyeron la educación pública alentando a los negocios  privados de educación superior, intentaron por todos los medios (incluyendo la violencia extrema) desaparecer las Normales rurales. No han podido destruir a la UNAM, el IPN, la UAM, pero lo intentaron fervientemente (y no se les quita de la mente); desmantelaron al ISSSTE, convirtiéndolo en la agencia de colocación y poder de la Gordillo. Casi acaban con el IMSS (su proyecto social plasmado en la ley de 1973, bajo el principio de solidaridad y justicia distributiva tendía a expandir la seguridad social para todas las personas, no solo para los trabajadores), le quitaron fuentes de ingreso, extirparon la capacidad de construcción de viviendas y servicios sociales, deportivos, culturales y recreativos para los trabajadores. No llegaron a acabar con su capacidad de atención médica... Destruyeron la marina mercante, lo corrompieron todo como el mitológico Midas (curioso que MIDAS se denominara el modelito teórico de atención a la salud nunca operado).

En el ámbito de la atención médica para la población “derechocareciente” (como cínicamente alguien designó a quienes no tienen seguridad social), inventaron formas de privatización de servicios basadas en la transferencia de recursos al complejo médico industrial, vía los PPS, la subrogación de servicios y equipamiento, el “outsourcing”, la promoción de los seguros médicos de gastos mayores (contratados por las propias instituciones públicas y las universidades, en vez de transferir más recursos al ISSSTE o al IMSS o a los ISSSTE’s estatales). Fragmentaron, segmentaron, pulverizaron, “empaquetaron” servicios para pobres y encima los convirtieron en "contratos de seguros", transformando el Derecho a la Salud en una relación contractual del ámbito individual y privado, el "pluralismo estructurado", "que el dinero siga a la gente", "que cada quien escoja dónde atenderse"...

¿Y los servicios apá? Subsidiar la demanda no fortalece los servicios; la “acreditación” de procesos sin el recurso suficiente y necesario no fortalece el servicio; el envejecimiento de la planta laboral, enviciada, rudimentaria, incompetente y protegida por sindicatos “a modo”, a los que se les entregó todo con tal de que “no hicieran olas”, tampoco favorece los servicios. Perdimos nuestros bonos para la juventud limitando su acceso a la educación pública y de calidad, limitando sus posibilidades de inserción en el mercado laboral, no creando plazas suficientes en centros de salud y hospitales, no formando los recursos para la salud suficientes para cumplir la función de reorganizar el primer nivel con una lógica de implantación de la estrategia de APS.

La "gloriosa facultad de medicina" y sus imitadores se fueron convirtiendo en propedéuticos de élite para llegar a la meta de la especialidad (limitada en su acceso y sobre todo limitada en los espacios laborales institucionales). Los años de deterioro salarial de los empleados públicos generaron el “multichambismo” tolerado, alentado, avalado por un modelo individualista que ha separado a los especialistas del mundo terrenal y los envuelve en una vorágine de avaricia y mayor acumulación de riqueza. Total, para los pobres de a pie están los consultorios adyacentes a farmacias (como alguna vez afirmara uno de esos sesudos ideólogos del negocio de la salud, de cuyo nombre no quiero acordarme, en un “serio” foro que tuvo lugar en el sacrosanto auditorio Fournier: “la verdadera atención primaria de salud del siglo XXI”).

Yo creo que ya oímos mucho de sus cantos de sirena. Quieren recuperar el escaso terreno perdido (porque en realidad aún han perdido poco). No puede haber vuelta atrás, no son discursos nuevos, son sus viejos refritos de las bondades del libre mercado, de que los recursos nunca serán suficientes, de que lo público siempre se corrompe y lo privado es incólume, de que hay que hacer paquetillos para pobres y cobrarle a los ricos un buen servicio, de que la gente no valora lo que no compra, de que ya no existen los seres humanos, sino los consumidores, de que ya no se fabrican mercancías sino necesidades, de que hay que aprovecharse del poder, en fin… de que los demás se jodan. ¿Desde ahí hay posibilidades reales de diálogo?

Resuenan hoy en mi cabeza las palabras de Maximilien Robespierre en su discurso ante la Convención Revolucionaria, representando al Comité de Salud Pública el 5 de febrero de 1794 (18 pluvioso del año II):

“¿Hacia qué objetivo nos dirigimos? Al pacífico goce de la libertad y de la igualdad; al reino de la justicia eterna cuyas leyes han sido escritas, no ya sobre mármol o piedra, sino en el corazón de todos los hombres, incluso en el del esclavo que las olvida y del tirano que las niega.”
“Queremos un orden de cosas en el que toda pasión baja y cruel sea encadenada; en el que toda pasión bienhechora y generosa sea estimulada por las leyes; en el que la ambición sea el deseo de merecer la gloria y de servir a la patria; en el que las distinciones no nazcan más que de la propia igualdad; en el que el ciudadano sea sometido al magistrado, y el magistrado al pueblo, y el pueblo a la justicia; en el que la patria asegure el bienestar a todos los individuos, y en el que todo individuo goce con orgullo de la prosperidad y de la gloria de la patria; en el que todos los ánimos se engrandezcan con la continua comunión de los sentimientos republicanos, y con la exigencia de merecer la estima de un gran pueblo; en el que las artes sean el adorno de la libertad que las ennoblece, el comercio sea la fuente de la riqueza pública y no la de la opulencia monstruosa de algunas casas.”

“En nuestro país queremos sustituir el egoísmo por la moral, los honores por la honradez, las costumbres por los principios, las conveniencias por los deberes, la tiranía de la moda por el dominio de la razón, el desprecio de la desgracia por el desprecio del vicio, la insolencia por el orgullo, la vanidad por la grandeza de ánimo, el amor al dinero por el amor a la gloria, la buena sociedad por las buenas gentes, la intriga por el mérito, la presunción por la inteligencia, la apariencia por la verdad, el tedio del placer voluptuoso por el encanto de la felicidad, la pequeñez de los “grandes” por la grandeza del ser humano; y un pueblo “amable”, frívolo y miserable por un pueblo magnánimo, poderoso y feliz; es decir, todos los vicios y todas las ridiculeces de la oligarquía por todas las virtudes y todos los milagros de la República.”
“En una palabra, queremos realizar los deseos de la naturaleza, cumplir los destinos de la humanidad, mantener las promesas de la filosofía y liberar a la providencia del largo reinado del crimen y de la tiranía.”

 

Ante las pretensiones de los “marchantes de la salud” no hay diálogo posible: la construcción de una Patria republicana virtuosa con un pueblo “magnánimo, poderoso y feliz” es un proceso de largo plazo, que requiere no claudicar en principios y valores, que requiere trabajar codo con codo con la gente, que requiere continuidad en el esfuerzo, unidad y no debilitamiento de nuestra fortaleza moral.

Los republicanos franceses contemporáneos a Robespierre quisieron acelerar el proceso mediante el empleo de un filoso instrumento de terror y acabaron siendo víctimas de ello. Los tiempos ya no están para eso, están para construir desde abajo, con el pueblo, para el pueblo; los tiranos y los sabios delirantes no son eternos, también envejecen y se mueren. La reconstrucción y el fortalecimiento institucional, la lucha contra la corrupción y la impunidad, la esperanza de un mundo mejor, basado en los derechos fundamentales de las personas, la justicia, la equidad, la igualdad y la solidaridad son nuestra meta, hagámosla posible.

Finalizo esta reflexión recordando al gran Pablo Milanés: “La historia lleva su carro y a muchos los montará, por encima pasará de aquel que quiera negarlo …”

 

Notas:

1 Citado en: Žižek, Slavoj. (2010). Slavoj Žižek presenta a Robespierre. Virtud y Terror. (Textos seleccionados por Jean Duncange. Trad. J.M. López de Sa y de Madariaga). Madrid: Akal. ISBN 978-84-460-2833-8.  256 pp.