Editorial 70: Entorno de premuras. Cuando el río subterráneo clama… agua lleva

Un arqueólogo de la institución pública dedicada a velar por el patrimonio cultural de México, investigador en la Península de Yucatán desde hace más de cuarenta años, denuncia efectos en su propia materia de trabajo, resultantes a su juicio de la obra ferroviaria cuya construcción sigue en curso desde el inicio del sexenio. La reacción a la denuncia ha sido desafortunada y sintomática. Más que optar por descalificarla y descalificar al denunciante, su propia institución debiera, por lógica y congruencia, atenderla de manera sensata y profesional, cuando su encomienda es precisamente investigar, conservar y difundir el patrimonio cultural de la nación.

La reacción ha sido eludir el fondo del asunto para irse por las ramas de una supuesta agresión a los colegas que trabajan en dicha obra, en una confrontación innecesaria, que banaliza hechos sustantivos sin reparar en el sentido mismo de la denuncia. El fondo del asunto no es una obra ferroviaria en sí y sin contexto, sino la aventurada opción que se ha tomado de eludir una obligación de cuidado a mediano y largo plazo ante sus previsibles efectos ambientales y sociales.

Ya sabemos que el ejercicio de pensar, de sentir y en particular el de actuar con integridad es peligroso al menos en este planeta y es a menudo letal. En el caso que nos ocupa, salirse del libreto designado de la sumisión, asumiendo el riesgo de la coherencia, acarrea consecuencias graves.


Foto de Vetre, generada con IA. https://stock.adobe.com/

Sin embargo, Lázaro Cárdenas no fundó una iglesia con dogmas a proteger: fundó una institución con un patrimonio cultural a proteger. Si la denuncia proviene del pueblo llano, se le descalifica por no provenir de expertos institucionales. Y si proviene de éstos, entonces se opta por eludir la confrontación de ideas, de argumentos, de precisiones o evidencias. Por eso aquella sana recomendación de no discutir con profetas ni con sargentos dada su infinita sapiencia, pues ellos siempre tienen a la razón de su parte. No sabemos cuál razón, pero eso no importa.

Los ejercicios presidenciales que precedieron al actual, se llevaron a cabo activamente al servicio de venales intereses particulares de índole económica y política, generando así daños gravísimos en diversos territorios de la nación. La deforestación, la contaminación, el turismo en su modalidad devastadora, la inseguridad y la marginación forman parte de ese legado maldito. Ningún tren generó ese legado: ya estaba y ahí está. Quien tenga nostalgia por eso, que no se ha revertido a cabalidad, no merece vivir en este país.

Sin embargo, las delicadas condiciones y equilibrios socioambientales de una región muy particular de México y del planeta se topan actualmente con una iniciativa para la cual no hubo razonamiento alguno de prevención de daño biocultural que valiera. Las manifestaciones de impacto ambiental requeridas por ley fueron políticamente impactadas, arrasadas. La red de vida acuática subterránea y sus vestigios arqueológicos no recibieron la calidad de atención y de protección profesional e institucional que merecen y merecían. No importan los matices y artilugios discursivos que se empleen, ellos son solo eso: declaraciones, no hechos contundentes de atención y de protección profesional e institucional.


Foto de Vladimir Floyd. https://stock.adobe.com/

Y si todo esto fuera acaso rebatible, la oportunidad de abrir un debate franco y maduro ha sido penosamente desperdiciada, no solo a costa del prestigio mismo de la institución y de sus funcionarios, que poco importa a estas alturas, sino a costa del pasado, del presente y del futuro si es que eso tiene alguna importancia. ¿Por qué? Que cada quien lo reflexione. La oportunidad de un debate a fondo y sin ambages ha sido tirada por la borda, cuando era una valiosa ocasión para la reflexión, el análisis y el aprendizaje. Rehusarse a debatir, eludir la confrontación de argumentos y evidencias es ya un hecho sintomático.

Las declaraciones al parecer no protegerán a los cenotes y vías acuáticas subterráneas del impacto físico y mecánico de los pilotes en ellos implantados y del peso que generará el paso iterativo del tren. Una compleja civilización fraguada a lo largo de siglos no se explora dignamente al ritmo de la premura política. Nadie sabe ni puede sostener a detalle cuál será el efecto de todo ello.


Foto de Tech Hendra generada con IA https://stock.adobe.com/.

Despreciamos la incertidumbre en lugar de aprovecharla, de aprender de ella. No parece muy juicioso castigar con actas jurídicas y denostaciones a un investigador que hace lo que debe y se manifiesta a favor de proteger la integridad biocultural de una región emblemática del país. Esto es más delicado cuando quien denuncia lo hace con años de experiencia y argumentos de por medio. Solidaricémonos con el cometido de una institución clave para el país. De ahí nuestra solidaridad con el arqueólogo Fernando Cortés de Brasdefer.

 

Entorno de premuras

Vivimos una vertiginosa acumulación de procesos. Precipitaciones, premuras, inminencias, apuros se agolpan llenando de bruma el horizonte. La naturalización de los apremios incesantes y sin sentido, con un apremiante infierno electoral desatado en el rito sexenal, a la caza de votantes, de resentidos, de crédulos, de infantes. Apremiantes contradicciones y apetitos, apremio de todo y de nada, con inauditos, insólitos escenarios, desviándonos del único y verdadero apremio: el de generar justicia sin apellidos, justicia a secas, justicia plena ante la constatación de un clima y una conciencia estropeados por el capital y la codicia que le es inherente. El capital juega a la guerra, siempre rentable para los pocos y miserable para los muchos. En tanto, ese mismo capital sigue calentando criminalmente al planeta. Los funcionarios se abrazan y ríen, los expulsados, errantes, sufren miserablemente.

 

Cada quien a lo suyo. A su pequeña, mezquina vida individual.

En tanto, el martes 4 de julio del 2023, en una breve nota perdida, se nos informa que el cambio climático amenaza con llevar a la humanidad a un futuro verdaderamente aterrador de hambruna y sufrimiento, esto advertido por el “Alto comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas”, Volker Türk, quien acusó a los líderes mundiales de pensar sólo a corto plazo, durante un debate sobre el derecho a la alimentación: “Nuestro medio ambiente está ardiendo, se derrite, se inunda, se agota, se seca y muere… el derecho a la alimentación peligra porque el clima extremo destruye los ecosistemas. Más de 828 millones de personas sufrieron hambre en 2021 y se espera que el cambio climático ponga a 80 millones de personas más en riesgo de inanición”. Total…

Y a pesar de todo merecemos otra cosa a partir de esta realidad a transformar. Y para eso se requiere ver de otra manera, crear otra disposición de ánimo con el optimismo de la voluntad.

 


Ilustración de Mopic. https://stock.adobe.com/

Con ese necio optimismo gramsciano, compartimos aquí el número setenta del Volcán Insurgente, cuya erupción consta de las siguientes emisiones de lava: en “Posturas teóricas sobre la vida cotidiana en arqueología a partir del estudio de género”, Susana Gómez Serafín analiza cómo en la reflexión arqueológica se repiten ciertos estereotipos aun dominantes, en los cuales se asigna inercialmente a la mujer, al momento de analizar culturas pretéritas, una función eminentemente doméstica y subordinada. En tanto, José Luis Mariño López, en “El cine de los pioneros científicos, algo más que un dato curioso”, destaca una faceta soslayada de la historia del cine, al ocuparse del papel germinal, clave, del interés científico en el desarrollo del “séptimo arte”. A su vez, Laura Vázquez, a partir de trabajo de campo y la contextualización y análisis del mismo, presenta con Roberto Campos y Verónica Montes de Oca una “Aproximación al envejecimiento étnico y rural entre corporalidades rarámuri”.

Rafael Hernández comparte con “Soberanía científica” un monólogo en un acto, el cual atestiguó, casi presencialmente, dirigido por Leopoldo Río de la Loza a su maestro, José María Vargas, ambos, célebres farmacéuticos mexicanos del Siglo XIX; a ello le sigue una reflexión aportada por Juan Manuel Castro, relativa a otro monólogo, pero éste deplorable, “¿Diálogos o monólogos sobre la salud en México?” relativo a las insanas políticas mercantiles de la “salud” que privaron por años y que algunos intentan reinstaurar delictivamente de nuevo añorando sus privilegios. A su vez, Raúl García Contreras, en “Rumbo al “2024”: Un simple juego de fútbol en la política” se asoma a este apremio preelectoral en Morelos destacándolo como un torneo político más del oportunismo, con el pueblo como balón. Finalmente, Mayán Cervantes, en su texto “La comida mexicana prehispánica a través de los siglos: permanencia, no mestizaje”, expone su perspectiva respecto a la presencia de los componentes prehispánicos en la comida en México. Agradecemos vivamente a nuestros colaboradores y lectores de este número.