La historia del movimiento obrero, en todos sus contextos, ha registrado incontables actos de represión, los cuales han intentado deslegitimar la protesta y estigmatizar a aquellos grupos o movimientos que se resisten a seguir las normas establecidas por el sistema. La represión de las huelgas y manifestaciones de diversos tipos obedeció a esta tendencia, y su presencia en el contexto peruano de las dos primeras décadas del siglo XX fue intensa. Exploraremos brevemente las formas y los medios de la protesta, así como la manera en que sus contrapartes, las oligarquías, respondieron.
La propagación de los conflictos obreros y sociales fue producto de un lento pero continuo proceso de industrialización, iniciado desde fines del siglo XIX, en el cual la proliferación de centros obreros y fabriles produjo una gran concentración de las operaciones industriales y manufactureras, las cuales cimbraron las condiciones y tradiciones laborales vigentes hasta ese momento.
Desde las últimas décadas del siglo XIX, la industrialización había llegado a Latinoamérica importada desde Europa y se había diseminado en mayor o menor medida en las incipientes repúblicas latinoamericanas, y las grandes potencias que tenían puestos sus intereses en la explotación de los recursos y en la obtención de mano de obra barata, encontraron en esta región, a la que aún no había alcanzado la modernidad, el campo de explotación por excelencia. Así pues, a partir de la década de 1890, la proliferación de las fábricas, centros mineros, textiles, y de explotación petrolera, y agrícola, coadyuvaron en un proceso de concentración que congregó en el espacio urbano limeño a grandes multitudes que migraban del campo a la ciudad, en un intento por mejorar sus condiciones de vida, que ocuparon los espacios disponibles que éstos generaban y que a su vez sostenían el aparato económico.
El incipiente auge económico que este proceso produjo, estuvo acompañado de importantes consecuencias para la clase obrera, que vio modificadas significativamente sus normas tradicionales de interacción obrero-patronal. La adaptación a los nuevos reglamentos y maquinarias resultó en muchas ocasiones fuente de disputa, y la falta de conciliación en relación a las largas jornadas laborales, los bajos salarios, y el cada vez mayor costo de la vida en una Lima en constante crecimiento, fueron caldo de cultivo ideal para la emancipación.
Las difíciles relaciones entre patronos y obreros generaron descontento, toda vez que las condiciones laborales imperantes en este contexto eran por demás precarias, lo que contribuyó a la introducción y afianzamiento de las ideologías radicales que se oponían a dicha explotación y ofrecían la vía de la emancipación para hacerle frente. El anarquismo, que había alcanzo gran auge en Europa había llegado al Perú a partir de la década de 1870 y desde entonces había influido en la organización de los sectores obreros. Diversas organizaciones surgieron en este contexto, buscando la solución a sus demandas.
A partir de la última década del siglo XIX, la organización de los primeros sindicatos obreros, de orientación anarquista, promovió las primeras manifestaciones de protesta, así como la aparición de los primeros órganos de propaganda, que a la vez servían como medios de comunicación. A través de la prensa, el incipiente movimiento obrero buscaba informar y organizar a la clase obrera, y es precisamente a partir de estas fuentes que tenemos un panorama de la lucha obrera que presenta la perspectiva de sus protagonistas. Periódicos como La Protesta (1911-1930), que llegó a ser el más representativo del anarquismo peruano, Los Parias (1904-1910), El Oprimido (1907-1909), entre otros, son valiosas fuentes de información acerca del movimiento obrero peruano y sus manifestaciones.
A través de sus páginas podemos ver cómo, en el marco de la lucha entre clases dominantes y dominadas, la vía de la solicitud formal no representaba el camino más socorrido, ni el más viable, toda vez que raramente dichas solicitudes eran consideradas. Así, el llamado a la ‘acción directa’, es decir, las huelgas, el boicot y la protesta pública, se convirtieron en la mejor compañera de la lucha obrera, y los órganos de propaganda el medio por excelencia para el llamado a la emancipación, y con ella los actos de represión.
En el hemisferio de la protesta convergen al menos dos posturas, que se ponen en conflicto. Por un lado, la postura de las elites, que ven en la protesta una manifestación más de holgazanería o ingratitud por parte de los obreros y la de los obreros mismos, que se ven a sí mismos como víctimas de la explotación. En palabras de un obrero:
… las razones y los argumentos que aducen los dueños de las fábricas y agentes de empresas industriales para negar a los obreros todo aumento en la retribución: 1º. que a su juicio, estos se hallan bien remunerados, puesto que les alcanza hasta para embriagarse; y 2º, que todo aumento en los salarios importa una disminución en las legítimas utilidades a que ellos tienen derecho, como interés o fruto del capital que han invertido en la especulación.{tip ::Tassara, Glicerio, “Comentarios sobre las huelgas”, Los Parias, Lima, año I, núm. 3, junio de 1904, p. 1.}[1]{/tip}
La represión y el martirio
Las dos primeras décadas del siglo XX peruano están marcadas por la llamada República Aristocrática, término acuñado por Jorge Basadre en su monumental obra Historia de la República del Perú, la cual se caracterizó por la preeminencia de la clase oligárquica en prácticamente todos los aspectos de la vida económica y política del país, así como un importante periodo industrializador que provocó la dependencia casi total al capital extranjero y la implantación de nuevas tecnologías, las cuales llevaron a un incremento en la necesidad de mano de obra.
José Pardo y Barreda (1884-1937)
Durante el primer periodo presidencial de José Pardo (1904-1908), una serie de huelgas y mítines públicos fueron promovidos en la ciudad de Lima, en la que el anarquismo tuvo un importante papel como impulsor de las mismas. La organización de los trabajadores contribuyó además a la formación de las primeras asociaciones obreras, también de orientación anarquista.
Un ejemplo de este proceso organizador puede ser apreciado en la huelga de trabajadores del puerto del Callao en 1904, que si bien no fue la primera que se producía en este contexto, su desarrollo y consecuencias resultan claves para entender este proceso. La violencia de la represión de esta huelga por parte de las fuerzas del orden, dio como resultado el surgimiento del primer mártir del anarquismo peruano: Florencio Aliaga, muerto en manos de la policía. Este episodio fue seguido de cerca por los redactores de Los Parias, quienes dedicaron un número especial a dar cuenta de las causas, el desarrollo y consecuencias de esta huelga, que alcanzó grandes proporciones, al hacerse extensiva a amplios sectores de la industria, que protestaban, entre otras razones, por la reducción de salarios y las largas jornadas laborales. La represión de esta huelga, que culminó con la muerte de Aliaga fue duramente criticada, toda vez que: “este recurso de fuerza no soluciona nada, apenas si aplaza el conflicto, que cada vez se presenta más vigoroso y resistente”.{tip ::Tassara, Glicerio, “Comentarios sobre las huelgas”, Los Parias, Lima, año I, núm. 3, junio de 1904, p. 1.}[2]{/tip}
Los paros generales, como expresión por demás contundente de la acción directa lograron el alcance de importantes logros, como la reducción de la jornada laboral y la eliminación del trabajo nocturno, hasta el año de 1919, cuando se logró el establecimiento de la jornada laboral de 8 horas.
En este contexto, los temas de la violencia y la muerte son omnipresentes, por sus alcances y significados. Los actos de represión servían a los grupos subalternos como medio de reivindicación y legitimación de sus movimientos. La racionalidad del movimiento se oponía al salvajismo de los enemigos, porque estos actos sólo podían ser cometidos por seres no humanos, y en este contexto, la huelga toma sentido:
…es natural que la huelga haya brotado espontánea, como una barrera a los avances, de los insaciables capitalistas y a las brutalidades de esa canalla advenediza que con el título de superintendentes e inspectores, son los ruines verdugos de estos trabajadores.{tip ::“A nuestros lectores”, Humanidad, año I, no. 10. Lima, diciembre de 1906, p. 1.}[3]{/tip}
Biblioteca Nacional del Perú
Evidentemente, el poder de la prensa obrera, que daba cuenta puntual de estos actos, hacía que esta indignación se hiciera extensiva a otros sectores. En este sentido, vemos cómo ésta representaba un medio muy poderoso, capaz de mover las conciencias, a la vez que legitima su movimiento. Años después de la huelga de estibadores del Callao la huelga de obreros textiles de la fábrica del pueblo de Vitarte, situado a unos diez kilómetros de Lima, los cuales, de manera similar a los del Callao, se organizaron para solicitar aumento salarial, reducción de jornada de trabajo, reducción en el costo de las subsistencias, entre otros. De este movimiento, La Protesta dio puntual atención, a esta que terminó siendo la primera de carácter general (Baptista, 2006: 79), cuyo mayor logro fue la eliminación de trabajo nocturno:
Hoy ha sido el paro, mañana será el daño directo de la obra manufacturada. Hoy ha sido una manifestación tranquila de fuerza y de unión, porque recién ha despertado la conciencia del proletario; otro día puede ser una explosión agresiva de ira y de revancha.{tip ::Tassara, G., “La huelga de Vitarte y el paro general”, La Protesta (Lima), año 1, núm. 2, abril de 1911, p. 1.}[4]{/tip}
Estas dos primeras décadas del siglo XX se caracterizaron por el carácter violento de la represión, toda vez que esta no distinguía edad o sexo, y el maltrato o incluso la muerte de los manifestantes eran comunes. La irracionalidad del represor se ve contrastada con la racionalidad de su contraparte, aquellos que luchaban por reivindicar sus derechos. Las víctimas de la represión pasaban a formar parte del “panteón” de mártires, que ofrendaban su vida en aras de la libertad. La represión, como método privilegiado por la autoridad para poner fin a las huelgas y en general, todos medios de protesta fue puesta en evidencia, poniendo de manifiesto en muchas ocasiones, el ataque de las fuerzas del orden contra muchedumbres desarmadas y sus ataques indiscriminados a mujeres, niños y ancianos.
Biblioteca Nacional del Perú
[1] Tassara, Glicerio, “Comentarios sobre las huelgas”, Los Parias, Lima, año I, núm. 3, junio de 1904, p. 1.
[2] Tassara, Glicerio, “Comentarios sobre las huelgas”, Los Parias, Lima, año I, núm. 3, junio de 1904, p. 1.
[3] “A nuestros lectores”, Humanidad, año I, no. 10. Lima, diciembre de 1906, p. 1.
[4] Tassara, G., “La huelga de Vitarte y el paro general”, La Protesta (Lima), año 1, núm. 2, abril de 1911, p. 1.