{tip ::Mi agradecimiento a la bióloga Norma L. Lorenzana Martínez por su apoyo en la digitalización del texto y sus pertinentes sugerencias, al Dr. Paul Hersh y a la etnohistoriadora Perla Jaimes por sus atinados comentarios y correcciones.}[1]{/tip}
La gran mayoría de los habitantes de la ciudad de Cuernavaca, pero también de los asentamientos alteños de Huitzilac y Tres Marías, hemos naturalizado el proceso de urbanización del monte y le hemos conferido sentidos positivos, desechando las advertencias y recomendaciones ambientalistas.
Las sucesivas crisis económicas que vivieron las comunidades y ejidos asentados en ese gran segmento de monte ubicado en el hinterland rural de la ciudad de Cuernavaca, generaron condiciones propicias para la alteración del uso del suelo y la depredación ambiental. La tala indiscriminada para abastecer las demandas de las empresas madereras y de papel como la Loreto y Peña Pobre en la Ciudad de México, así como para la producción carbonífera, ingresó a condición crítica a mediados del siglo XX. Media centuria de explotación forestal indiscriminada cambió la fisonomía del paisaje, significando la pérdida de recursos naturales y afectando la recarga de los mantos acuíferos, así como el abasto urbano de agua. En Huitzilac como en Tepoztlán, la disputa por el cambio del uso de suelo y por el agua se ha vuelto crónica desde los años setenta, entre comuneros y vecinos de los fraccionamientos campestres, particularmente de los que financiaron sus respectivas redes de abasto de agua del arroyo Las Trancas en el estado de México. La disputa reproduce de otros modos, lo que se vivió entre los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado en Ahuatepec y que la escritora Elena Garro registró en páginas periodísticas elocuentes. Pueblos y territorios alteños tienen historias parecidas que merecen ser rescatadas y discutidas. Veámonos ahora en el espejo de Huitzilac.
La disputa por el Monte y sus recursos
La geografía al servicio del poder, la propiedad y el capital afectó la unidad de lo real, tanto de los ecosistemas como de las redes de reciprocidad intercomunitarias. A la tierra no sólo se le convirtió en mercancía, sino que se le delimitó en segmentos continuos y presuntamente unitarios, con base en criterios de formal linealidad. También fueron delineadas las fronteras o límites municipales y del propio estado de Morelos.{tip ::Lomnitz-Adler, Claudio Ob.cit. p. 104.}[2]{/tip} Los urbanistas, los ingenieros, los arquitectos, los topógrafos y los militares celebraron y celebran las líneas; ellas modelaron los mapas, los registros de propiedad, orientando a los notarios en la elaboración y certificación de los contenidos de las escrituras, los fueros del poder, la propiedad y el capital. Por lo anterior, la colonización euclidiana del imaginario social merece ser interpelada, criticada, tanto como nuestra divinización del paradigma urbanocéntrico. Los saberes comunitarios que todavía subsisten, así como los enfoques transdisciplinarios no ofrecen otros horizontes de sentido.
No es novedad decir que el municipio de Huitzilac ha alterado su perfil espacial de manera sustantiva, ya que sus áreas boscosas se han contraído sensiblemente en las últimas décadas.{tip ::Véase INEGI 1983-84: Fotografías áreas.}[3]{/tip} Empero, poco se ha insistido en el peso que tiene el proceso de urbanización campestre sobre la deforestación más reciente.
La depredación del bosque tiene, sin embargo, una vieja historia ligada a las demandas de la Ciudad de México. Ya en el siglo XVIII, Huitzilac aparecía como un importante proveedor de maderas, carbón vegetal y frutas de la ciudad capital.{tip ::Villaseñor y Sánchez, 1746: XXXVIII.}[4]{/tip} En el siglo XIX, esta población alteña aportó con la tala de sus áreas a la demanda de maderas para el tendido de la línea férrea México-Cuernavaca. Y el carbón vegetal que procedía del monte de Huitzilac y otros municipios alteños del Estado de Morelos y del Distrito Federal, coadyuvó al abastecimiento de combustible a las ciudades de México y de Cuernavaca. El estreno del ferrocarril potenció la comercialización de madera y carbón. Es presumible que esos fueron los usos extractivos que le dio un empresario, beneficiario de la concesión porfiriana del bosque huitzileño.
La historia de la cooperativa del carbón en Tepoztlán es un buen espejo para aproximarnos a la comprensión de la propia crisis del negocio carbonero en Huitzilac. La liquidación física del cacique del carbón en Tepoztlán, aunada a la declaratoria de Lázaro Cárdenas de conversión del monte en parque nacional en 1935, marcó una pausa en la revaloración del patrimonio natural. Algo similar sucedió en Huitzilac tras la visita del presidente Cárdenas, al promulgar la Ley de Protección de sus montes. Carecemos de datos estadísticos sobre la producción de carbón en Hutizilac, pero los referentes a Tepoztlán pueden darnos una idea aproximada de lo que esto representaba. La producción de carbón vegetal, con toda la tala de encinos y madroños que ello implicaba, descendió abruptamente de 1, 2009, 430 kilos en 1934 a 137,400 en 1935, como lo hizo notar Oscar Lewis y lo refrendó Claudio Lomnitz.{tip ::Lomnitz-Adler, Claudio, Evolución de Una Sociedad Rural, México. Fondo de Cultura Económica, 1982 (Colección Sep/80), p. 104.}[5]{/tip} Hacia 1945, la venta de calentadores eléctricos y sobre todo, la comercialización expansiva de estufas que usaban como combustible la gasolina blanca en lugar del carbón o leña en las ciudades de México y Cuernavaca, incidieron en la contracción de la demanda de carbón. Este proceso, con algunas décadas de retraso, ha sido reseñado para el poblado de Huitzilac en 2001.{tip ::Lira Medina, Holguer, “Memorias de una identidad cambiane. Huitzilac desde la perspectiva de la vida cotidiana observada en sus habitantes mayo-octubre de 2001”, en Huitzilac en la historia de Rodrigo Moreno Gutiérrez y Leonardo Salinas González (Coordinadores), México: Fyl/UNAM- H.Ayuntamiento de Huitzilac, 2002, p. 26. }[6]{/tip}
La sostenida práctica depredadora del bosque, si bien revela como principal actor a los núcleos de poder mercantil y político criollo-mestizos y extranjeros, no exime la complicidad a algunos lugareños, no obstante sus condiciones marginales y subalternas de existencia. El hecho de que los huitzileños se hayan dedicado a talar el bosque en función de los cánones de la voraz modernidad criollo-mestiza, indica de alguna manera la colonización de su propia cosmopercepción cultural sobre el entorno natural. Los campos pelados y yermos de Tres Marías y Fierro del Toro no fueron los únicos, aunque sí muestran las más añejas huellas de la deforestación. Otros claros productos de la tala inmoderada están esparcidos desde Zempoala hasta Coajomulco. En el año 2000 el diagnóstico forestal descubrió que al norte de Coajomulco se ubicaban unas 500 hectáreas “totalmente deforestadas, sin ningún uso posible”.{tip :: Polanco Jaime, Alejandro et al, Diagnóstico Productivo del Municipio de Huitzilac, Morelos, México: Facultad de Medicina Veterinaria de la UNAM, enero de 2000, p.56.}[7]{/tip}
La deforestación tiene que ver también con medidas preventivas frente a las temibles plagas arbóreas. En 1959, entre los kilómetros 56 al 65 de la carretera federal México-Cuernavaca, varios pinos fueron atacados por el coleóptero barrenador, por lo que se procedió a aplicar la llamada “hacha sanitaria”,{tip ::“Entra el hacha sanitaria en la Sierra de Huitzilac”, Presente (Cuernavaca), núm. 28, 12 de julio de 1959, p.2.}[8]{/tip} favoreciendo la especulación de terrenos de los fraccionadores campestres, según fue denunciado por un medio periodístico.{tip ::“Hace falta una campaña en beneficio de los bosques del estado Morelos”, Presente (Cuernavaca) núm.40, 4 de octubre de 1959, p.2.}[9]{/tip}
Otra veta depredadora del monte siguió la lógica no previsible de los incendios forestales inducidos o espontáneos, grandes o pequeños. Los incendios realizados a pequeña escala, siguiendo las tradiciones de tumba, roza y quema se desvinculan cada vez más de la agricultura, articulándose a las estrategias de la urbanización campestre. Éstos son frecuentes en la periferia y en los terrenos baldíos de los propios fraccionamientos, a fin de legalizar la tala para la provisión de leña y tablas. En la década de los ochenta, los contados pastores itinerantes de cabras, ganado bovino y vacuno, realizaban la quema de pasturas silvestres en tiempos de secas para facilitar la renovación del forraje durante el ciclo de lluvias. Se estima que todavía en los años sesenta, los hatos de los pastores podían llegar a las 2 mil cabezas y pagaban una contribución municipal para pastorear en las zonas de agostadero.{tip ::.Ibíd., 20.}[10]{/tip}
La agricultura subsiste, pero ha perdido terreno frente a las prácticas depredadoras del monte. Las actividades agrícolas ocupaban a 1,124 personas, representando al 42.3 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA) municipal y explotando 2,118 hectáreas de temporal.{tip ::INEGI, 1992.}[11]{/tip} La expansión del cultivo de avena forrajera fue beneficiario de la tala indiscriminada y encontró su techo al inicio de este siglo. Las fluctuaciones de la superficie en hectáreas cultivadas fueron: 1,124 (2000), 1,463 (2001), 1,188 (2002), 1,285 (2003), 1,299 (2004) y 1,199 (2005).{tip ::Secretaría de Desarrollo Agropecuario del Gobierno del Estado de Morelos, Estadísticas Agropecuarias, 2000-2005.}[12]{/tip} En cambio, el desplome del cultivo del maíz en el mismo periodo, resiente los estragos de la política neoliberal y el abandono del campo: 488 hectáreas (2000), 637 (2001), 337 (2002), 148 (2003), 550 (2004), 165 (2005).{tip ::Ibíd.}[13]{/tip}
Pero las actividades más rentables se derivaban del comercio y la explotación del bosque: madera y tierra de hoja. Para burlar los controles forestales de su estado los taladores huitzileños surten a un aserradero de la localidad de Santa Martha, en el Estado de México. Es significativa también la presencia de taladores furtivos provistos con motosierras, los cuales suelen ser en su mayor parte huitzileños radicados en la cabecera municipal o reasentados en los propios fraccionamientos campestres.
El montaje de una flota de 152 camiones en Huitzilac dedicados a la extracción diaria de tierra de hoja, estuvo afectando profundamente el ecosistema. Ellos operaban con el permiso de las autoridades comunales y municipales de Huitzilac, y bajo el amparo de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), que les expedía un boleto de permiso de carga de costo simbólico. Luego vendrían los camiones piperos para comercializar el agua de manera informal e ilegal.
Las flotillas de camiones de tierra se trasladaban para abastecer a distintos lugares de demanda, particularmente a viveros en lugares como Xochimilco, Cuernavaca, Iguala, Acapulco y Toluca. Una carga de tierra, en el año de 1990, se valorizaba localmente en 200 mil viejos pesos.
La percepción del Secretario del entonces Presidente Municipal era que la explotación del bosque estaba llegando a su fin. Gracias al proceso de su erosión y desertificación,{tip ::Proceso de degradación ecológica en el que el suelo fértil y productivo pierde total o parcialmente el potencial de producción. Costa, M. et al, Ciencias de la Tierra y del medio ambiente. México, Ed. Castellanus, 2009.}[14]{/tip} estimaba en tres años su agotamiento a ese ritmo de trabajo, por lo que proponía un régimen de turnos para optimizar la explotación de las últimas reservas de tierra de hoja en Huitzilac.{tip ::Fonoteca/ENAH, Testimonio del secretario de la Presidencia Municipal de Huitzilac, s/f).}[15]{/tip} En los hechos, sus pronósticos apocalípticos felizmente fueron rebasados por la realidad. La agonía del monte continúa. Antes de la fecha de dicha declaración, la prohibición de estas operaciones había entrado en vigor aunque su aplicación real se vio limitada por la venalidad o incapacidad de las autoridades para hacerle frente. Este signo de alta volatilización de los usos del bosque, parece manifestar la huella de la modernidad en el imaginario popular huitzileño. La percepción nativa de esta vertiginosa contracción, segmentación y destrucción de su entorno de montaña, nos hace recordar, a pesar de su peculiaridad, la caracterización que se ha hecho de la modernidad como un proceso universal.{tip ::Berman, Marshall, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, México: Siglo XXI Editores, 1994.}[16]{/tip}
El impacto ambiental de esta doble actividad de tala y extracción de tierra es preocupante en un área que supuestamente forma parte de una importante reserva ecológica. A ello se agrega la práctica de los ranchos ganaderos y avícolas, así como la de los fraccionamientos campestres, al convertir las barrancas en tiraderos de basura y desperdicios. Ni las autoridades estatales ni las federales tienen un programa viable al respecto. La posibilidad de reproducción natural de pinos, encinos, madroños y otras especies arbóreas se viene colapsando aceleradamente, al no poder enfrentar la carencia de humedad del suelo en la época de secas. Al extraer de manera excesiva la tierra de hoja, se va perdiendo humedad en el suelo ya que ésta actúa como una alfombra natural, evitando la sequedad desecación del mismo.
Gracias a sus condiciones geomorfológicas, edáficas y climatológicas dicho monte posee “poblaciones de flora y fauna muy especiales en el ámbito nacional, pues combina especies de ecosistemas templados, cálidos y aún algunas propias de este ecosistema de transición”.{tip ::Polanco Jaime, Alejandro et al, Ob.cit., p.16.}[17]{/tip} La recolección de hongos durante la estación de lluvias en los dos últimos años se ha vuelto muy escasa, desapareciendo su oferta de venta antaño en la carretera federal y en los restaurantes huitzileños. La fauna silvestre, todavía con mucha visibilidad hasta fines de los ochenta, se ha contraído sensiblemente (teporingos, tlacuaches, ratones de monte, hurones y diversas especies de aves menores, etcétera), siendo alguno de estos animales típicos de la zona.{tip ::Es un taxón propio de un determinado lugar, área o región biogeográfica, exclusivo de ese territorio y que no se encuentra en ningún otro lugar. En: [http://mediorural.xunta.es/es/areas/conservacion/biodiversidad/especies/especies_de_interes/endemismos/]}[18]{/tip}
Mudanzas y disfraces de los actores nativos
A partir de los sesenta, un sector importante de los mestizos huitzileños fueron abandonando su condición de campesinos sin tierra para convertirse gradual y ocasionalmente en albañiles, plomeros, electricistas, cuidadores, jardineros, taladores y proveedores de leña en los nacientes fraccionamientos campestres. La versatilidad y condición efímera de sus empleos, tanto como la arbitraria fijación de precios a los servicios ofertados, revela la manera en que estos huitzileños viven la experiencia de la pequeña vorágine de la modernidad urbano-rural. Al mismo tiempo, desde el campo de su heterodoxa tradición, intentan fijar horizontalmente entre sí las fronteras simbólicas de su peculiar oferta laboral. Cada huitzileño reasentado en los fraccionamientos campestres, defiende frente a los otros sus espacios laborales, y si bien por un lado espera una lealtad imaginaria de “sus” colonos contratantes, acepta una cierta movilidad contractual cuando así conviene a sus intereses. Entre los colonos hay el consenso de que la contratación abierta de servicios por razones de competencia y precios tiene sus bemoles, porque saben de la presión de sus “ofertantes cautivos”.
Muchos de estos huitzileños reasentados, colonizaron los terrenos adyacentes a las barrancas que operaban como líneas divisorias de los modernos asentamientos campestres; otros ocuparon lotes baldíos para edificar sus viviendas, y los menos llegaron a conseguir una cesión de pequeños terrenos por parte de los nuevos propietarios, en cambio por la antigüedad de sus servicios. Los huitzileños que se ubicaron dentro de los fraccionamientos buscan ser reconocidos como colonos, negociando su incorporación y sus cuotas con tareas y servicios (manejo de las redes de agua, vigilancia, limpieza, alumbrado, etcétera). En los ámbitos festivos, se ha revelado que el legado zapatista ha sido recreado en el imaginario de los huitzileños de abajo, bajo la forma de una esperanza milenarista en el retorno del General y el reparto de las propiedades de los fuereños.{tip ::Embriz, Arnulfo, 12/1994, comunicación personal.}[19]{/tip} Los posicionamientos de los huitzileños frente a los colonos y sus propiedades, le otorgan mayor coherencia a esta lectura postzapatista.
Desde el mirador de los nativos interesados en la preservación del monte hay posturas dignas de ser rescatadas. Los mayores, conocedores empíricos de los ecosistemas que los circundan, sostienen que el ciclo reproductivo natural de los árboles fue afectado por la extracción de tierra de monte y hoja para abastecer las necesidades de los viveros y jardines de las nuevas urbanizaciones de Cuernavaca, Ciudad de México y Acapulco enlazadas por el circuito carretero y de transporte. Coadyuvó negativamente en la fractura de este ciclo arbóreo el desarrollo de un tipo de zacate muy difícil de remover, considerado negativo por los lugareños. El señor Gulfrano García,{tip ::Entrevista a don Gulfrano García, Huitzilac, 13 de marzo de 1999.}[20]{/tip} vecino de Huitzilac, afirmaba –en vida– que la campaña de reforestación estaba condenada al fracaso si no iba precedida de una labor de limpieza del zacate y de medidas comunitarias y estatales en favor de la preservación de la tierra de monte en los lugares seleccionados para tal fin. Agregaba que las plantas seleccionadas para la reforestación no tenían el tamaño suficiente para sobrevivir a la estación de secas.
La tala indiscriminada aunada a la extracción y comercialización de la tierra de monte afectó a su vez a la flora y fauna, contrayendo las prácticas de caza de venados, armadillos, conejos, gallinas de monte y tlacuaches, así como la recolección de plantas medicinales y de hongos comestibles. Los corredores alteños en que se desplazan las trocas para cargar la madera y la tierra, comenzaron a ser utilizadas para mercantilizar también bienes culturales de origen prehispánico. Don Gulfrano evocaba con sentimiento comunitario de pérdida, cómo habían ido desapareciendo las piedras labradas en lo que él definía como la zona originaria del asentamiento prehispánico, relativamente cerca del CBTIS. Además, nos mostraba cómo eran extraídas impunemente las piedras de una pirámide y los tecorrales prehispánicos para comercializarlos o reutilizarlos en la construcción de sus propias viviendas.
La colonización inmobiliaria del monte se desarrolló a contracorriente de los formales dominios ejidales y comunales, facilitada por la venalidad o subalternidad de los representantes municipales y de los comisariados. Unos vendieron terrenos y otros –fraccionadores y particulares– los compraron sin preocuparles si tendrían sobre ellos derechos de posesión y usufructo temporal o ejercicio relativo de su propiedad.
El proceso de desarrollo de los asentamientos humanos
La población municipal ha seguido el siguiente ritmo de crecimiento demográfico en los últimos setenta años: en su primer período pasó de 2,085 habitantes en 1930 a 4,238 en 1960, doblando literalmente en tres décadas su población; luego, en la fase de despegue urbanizador la población pasó en el lapso de dos décadas de 6,010 habitantes en 1970 a 10,573 en 1990, y después, de 15,184 en 2000 a 17,340 en 2010.{tip ::INEGI, Censos: 1930, 1960, 1970, 1990,2000 y 2010.}[21]{/tip} La tasa demográfica debe ser valorada por su impacto debido a la media de su posesión territorial y de sus usos, que es elevada en las zonas campestres. Un diagnóstico del año 2000 sostenía que:
... el municipio tiene una densidad de población de 71.45 habitantes por Km², 76% inferior a la estatal - que es la tercera más alta del país después del Distrito Federal y el Estado de México- y 54% superior a la nacional. A pesar de ello, el crecimiento de la población dentro del municipio entre 1990 y 1995 fue de 5.14% anual (¡28.48% en 5 años!), debido principalmente a un proceso de inmigración-urbanización. Este proceso además de incrementar sensiblemente la relación población urbana – rural que en 1990 era de 2:1 (66.4 y 33.6% respectivamente), está ejerciendo una fuerte presión sobre los recursos naturales (principalmente los forestales) y sobre la escasa infraestructura de servicios públicos municipales (agua, drenaje, recolección de basura, etc.).{tip ::Polanco Jaime, Ob.cit., p. 3.}[22]{/tip}
Sin embargo, la ausencia de registro censal de más de una docena de fraccionamientos campestres con índices de población residente tanto o más significativos que los reportados por INEGI, probablemente engrosaría la población municipal. Una estimación censal de los pobladores de los seis fraccionamientos ligados a la Asociación de Usuarios de las Aguas del arroyo las Trancas, bordeaba un total de 300 familias residentes hacia fines de 1986.{tip ::Asociación de Usuarios, 18/12/1986, carta al PJ del estado.}[23]{/tip} Dos años más tarde, la población de los mencionados fraccionamientos se había duplicado.
La población asentada en la cabecera municipal manifiesta una baja tasa de crecimiento demográfico, si se tiene en cuenta el registro censal de 1980 (3,137 habitantes). Tanto Huitzilac como Tres Marías pueden ser consideradas poblaciones mestizas, a diferencia de Coajomulco, comunidad de 1,304 habitantes con fuerte presencia indígena. Sin embargo, en Huitzilac todavía perviven relatos míticos de origen prehispánico,{tip ::Barjau, Luis, 12/1994, comunicación personal.}[24]{/tip} y Tres Marías no se ha desvinculado de las redes de cohesión festivo-ceremonial de la cabecera municipal. Una muestra levantada entre familias campesinas, evidencia que el 100 por ciento de la misma, acredita incluir entre sus gastos, la cuota para la fiesta del santo patrón de Huitzilac.{tip ::Morayta, Miguel s/f.}[25]{/tip}
El polo de mayor tradicionalidad sigue siendo Coajomulco, resultando poco permeable a la asimilación de fuereños, aunque ha resentido ya el cambio de su organización interna, al haber desaparecido los barrios en favor de los alineamientos de manzana aunados al papel desestructurador de la identidad comunitaria por parte de los grupos de interés evangélico. Para los coajomulqueños mayores de 45 años, el barrio sigue operando como un eje de su diferenciación espacial y religiosa, mientras que para las nuevas generaciones, los barrios son sinónimos de división y fraccionalismo comunal. Los 1,350 pobladores indígenas en el municipio, en su mayoría hablantes de náhuatl, se concentran principalmente en Coajomulco,{tip ::INI, 1993: 123. Embriz, Arnulfo (coordinador), Indicadores socioeconómicos de los pueblos indígenas de México, 1990, INI, México, 1993.}[26]{/tip} comunidad que se ubica a la altura del kilómetro 56, entre la estrecha franja de las carretera federal y autopista. El censo de 1990 señalaba que la población de Coajomulco era de 1,304 habitantes.{tip ::INEGI, 1990: XI Censo de Población.}[27]{/tip}
Tres localidades concentran la mayor parte de la población huitzileña: Huitzilac, Tres Marías y Coajomulco. La población de los fraccionamientos campestres sigue un curso ascendente, aunque hay que remarcar que se debe principalmente a la presión capitalina. La cabecera municipal en 1990 registró 3,235 habitantes, habiendo perdido peso demográfico frente a Tres Marías, la cual registró 3,785 pobladores. Esta última población revela una dinámica comercial en expansión, aprovechando su ubicación estratégica en la intersección de tres carreteras: la Federal México-Cuernavaca, la autopista D.F.-Acapulco y la que transitando por la cabecera municipal se proyecta hacia las lagunas de Zempoala, rumbo a Huitzilac, Toluca y otras localidades del estado de México.
El tránsito vehicular de carga pesada que antes fluía por la desviación Huitzilac-Cuernavaca, es canalizado principalmente por el ramal caminero Huitzilac-Tres Marías-Cuernavaca. Sin embargo, la actividad comercial y artesanal de la localidad de Huitzilac, se sigue nutriendo de la demanda de los viajeros y turistas que se desplazan a Zempoala, Chalma, Santiago Tianguistengo o Toluca. De Huitzilac a Toluca, median 66 kms de carretera pavimentada pero estrecha, curvosa y de precario mantenimiento.
Con motivo de la confluencia de tres factores de expulsión de población defeña durante la última década, la densidad demográfica de los fraccionamientos campestres ha crecido en forma ascendente. Sin embargo, no debemos desdeñar el flujo de colonos procedente de la propia ciudad de Cuernavaca como respuesta al encarecimiento del mercado inmobiliario.
La preocupante contaminación ambiental urbana, el impacto del terremoto de 1985, y la espiral inflacionaria que disparó los precios de terrenos e inmuebles en la ciudad capital, acicatearon la presión de demandantes defeños sobre los fraccionamientos campestres de Huitzilac, al no poder pagar los elevados precios especulativos del mercado inmobiliario cuernavaquense.
Las primeras oleadas de colonos habían buscado un espacio campestre para fin de semana, o como inversión rentable. A partir de la segunda mitad de los ochenta, el mayor número de demandantes de terrenos o casas, buscaba un espacio de residencia permanente. La crisis de los años 87-88, llevó a muchos propietarios ausentistas a vender sus inmuebles para eximirse de los crecientes gastos de mantenimiento. Por ejemplo, en el caso del fraccionamiento “Monte Bello”, de ocho familias residentes en 1987 sobre un total de 70 viviendas construidas, en 1988 su población permanente. En 1994, la población fija de este fraccionamiento estaba ya compuesta de 36 familias, ocupando el 50 por ciento de las viviendas construidas.
Del total de familias residentes, tres eran huitzileñas, las cuales mediante caminos diversos lograron la parcial regularización de sus predios y su derecho a cotizar como colonos y ser beneficiarias de los servicios con que cuentan.
El proceso de urbanización del bosque huitzileño, data de la década de los años cincuenta cuando los urbanizadores, bajo el amparo de la política del estado, inician un proceso especulativo con la compra de predios rústicos. Un indicador de este proceso se puede rastrear a través del despegue gradual del valor catastral de los terrenos en proceso de urbanización en las márgenes de las carretera Federal México-Cuernavaca, entre los kilómetros 54-55 y 60-64, así como a través de las autorizaciones concedidas a los fraccionadores en el espacio huitzileño. Así por ejemplo el predio Ajahuayo de 129,647 metros ubicado en el kilómetro 62,800 fue, al igual que otros de mayor tamaño, autorizado para su localización y venta. Ajahuayo fue registrado así como “Segunda Sección de San José de la Montaña”, con 130 lotes cuya extensión fluctuaba entre los 400 y 1200 metros cuadrados, para ser conocido posteriormente como “Monte Bello”.{tip ::Notaría 27, 1986: Libro 890, No. 52, 610.}[28]{/tip}
La comisión de Planificación y Zonificación del Estado de Morelos bajo las administraciones gubernamentales de Norberto López Avelar (1958-1964) y Emilio Riva Palacio (1964-1970), estimuló este proceso sin prevención alguna de su impacto ambiental y cultural en una tradicional zona indomestiza. Los fraccionamientos más conocidos en el área, lograron precisamente sus reconocimientos por esos años. Así fue que por ejemplo, “San José de la Montaña”, “Monte Cristo” y “Monte Bello”, lograron su ansiado y celerísimo registro de venta por lotes.{tip ::Reg. Púb. Prop, 1964: Part. 464, Tomo LVII, Vol. I, Serie A, foja 369.}[29]{/tip} Este registro fue ulteriormente protocolizado conforme al plano de lotificación aprobado por la citada Comisión.{tip ::Reg. Púb. Prop., 1966: Part. 77, Tomo LXIV, Vol. II, Serie A, foja 174.}[30]{/tip}
Es claro que el influjo de este proceso de urbanización depredadora se hizo visible a partir del último cuarto de siglo, al quedar progresivamente ubicado dentro del hinterland capitalino, hasta llegar a adquirir un cierto dinamismo interno que reforzó tal tendencia. La presencia activa a partir de la década de los ochenta, de una compañía de bienes raíces especializada en el área campestre en referencia (“Preciado”), revela la importancia del mercado de bienes raíces que estimuló a otras empresas inmobiliarias a incursionar en el área (“Scherer”, “Cortés Palos”, etcétera). Qué duda cabe que la proximidad del espacio huitzileño con las ciudades de México y Cuernavaca ha acicateado su polo modernizador, vía la sostenida expansión de diversos fraccionamientos campestres.
El agua y su tejido de contradicciones
La tradicional escasez de agua en Huitzilac comenzó a agravarse con el crecimiento poblacional y la tala y extracción de tierra del bosque. En 1959 los pobladores de Coajomulco se movilizaron y denunciaron ante los medios periodísticos la existencia de tomas de agua clandestinas que realizaban los vecinos de los fraccionamientos y que afectaron a la red que les había otorgado el gobierno de Lázaro Cárdenas.{tip :: “Se quejan los habitantes de Coajomulco contra las fraccionadores y granjeros,” Presente (Cuernavaca) núm. 15, 19 de abril de 1959, p.2.}[31]{/tip}
La explotación forestal aceleró la desecación de manantiales, ojos de agua y pozos del área, lo cual indujo a otro grupo de fraccionadores a buscar la instalación de una red de agua que por un lado, abasteciese periódicamente a sus fraccionamientos, y por el otro, valorizase mejor sus inmuebles y terrenos. En los meses más duros del estiaje, optaron por combinar la captación pluvial con el servicio de pipas de agua. Paralelamente, los principales asentamientos huitzileños, pugnaron por lograr dicho servicio. En uno y otro caso, se tenía que lograr una concesión federal para poder surtirse mediante un complicado y largo tendido de tuberías desde los siguientes puntos de abasto: el arroyo Las Trancas, el Manantial de Quila y la laguna de Hueyapan, todos ubicados en las lindes fronterizas con el estado de México, y próximos entre sí.
La red de Quila fue realizada a través de faenas comunitarias. En 1976 reportaba un aforo de entrada de 28 litros por segundo, para reducirse a la altura del tanque de Tiapa (525 metros cúbicos) a 5 litros por segundo, para disminuir aún más al ingreso del tanque de Tres Marías (150 metros cúbicos), a 2.22 litros por segundo. La disminución de la cooptación del flujo de agua se debe, más que a fallas técnicas (mal servicio de mantenimiento de la red) a tomas clandestinas, que en su provecho toman los propietarios particulares de ranchos avícolas y ganaderos, así como como voraces y prepotentes fraccionadores.{tip :: SAHOP/Morelos, 1976: sistema de agua potable Huitzilac-Tres Marías.}[32]{/tip}
Inicialmente la red laguna de Hueyapan-Tiapa-Huitzilac, tenía en su bocatoma inicial un aforo de 5 litros por segundo, que al llegar al tanque de Huitzilac (528 metros cúbicos), se reducía a 3.3 litros por segundo. El problema de la disminución de agua de esta red reproducía el patrón de la anterior: fugas y tomas clandestinas de particulares. Una red complementaria surtía del tanque de Tiapa al tanque de Coajomulco, pero con una presión mínima de 0.5 litros por segundo. La desecación de esta laguna en los últimos años, ha colapsado esta red. Quizás, esta situación estimuló la lucha del pueblo de Huitzilac en torno a la red del arroyo Las Trancas, monopolizada por algunos fraccionamientos.
La red de agua de los fraccionadores fue financiada por ellos en su tendido de 13 kilómetros con el apoyo de la SARH, y va del arroyo Las Trancas a los siguientes fraccionamientos y propiedades: Real Monte Casino, Monte Casino, San José de la Montaña, señor Victor Sabi y Campestre Modernos.{tip :: SAHOP/Morelos 1976.}[33]{/tip} El cambio de nominaciones modificó esta relación a mediados de los ochenta, siendo hasta la actualidad la siguiente: Monte Casino, Real Monte Casino, Piamonte y Ensueño, San José de la Montaña, Monte Cristo, y Monte Bello, y un propietario particular no identificado.
La forma dispendiosa del uso del agua en los fraccionamientos aglutinados en la Asociación de Usuarios del Arroyo Las Trancas, motivó una fuerte movilización política de los pobladores de la cabecera municipal. No obstante tratarse de una concesión federal, Lauro Ortega, entonces gobernador del estado de Morelos, concedió una importante toma de agua a favor de la población de Huitzilac, que ha marcado el principal antagonismo con los fraccionamientos campestres que tenían el monopolio de dicha concesión. La bandera de municipalizar el servicio de agua sigue presente en la agenda política de Huitzilac. Por otro lado, la conquista lograda por la cabecera municipal bajo la administración de Lauro Ortega, golpeó una iniciativa política que dentro de los fraccionamientos daba visos de ir configurando un cacicazgo del agua en torno al presidente de la Asociación de Usuarios. Se trataba de conformar un alineamiento corporativo de los 3000 usuarios del agua, afiliándolo a algunas de las centrales priístas, aunque otra tendencia pensaba apostar a favor de la CROC.
El 23 de abril de 2009, los vecinos de los fraccionamientos campestres, al padecer 126 días del corte de su red de agua por parte de los piperos clandestinos de Huitzilac y de no recibir atención de las autoridades competentes, pasaron a la acción directa: bloquearon la carretera federal México-Cuernavaca y realizaron un plantón frente al Palacio de Gobierno, logrando la clausura de la toma ilegal de los piperos.{tip :: “Huitzilac: 126 días sin agua”, La Jornada Morelos, 24 de abril de 2009.}[34]{/tip}
Segmentación y conflicto en el espacio huitzileño
La población de Huitzilac se ubica entre los 2 mil y 3 mil metros sobre el nivel del mar, en una serranía que se articula con la cadena montañosa del Ajusco, flanqueado por dos zonas de reserva ecológica: el Parque Nacional de Zempoala (1936) y el más reciente declarado Corredor Biológico del Chichinautzin (1989). Coincidimos plenamente con la siguiente valoración que precisa: “… la SEMARNAP poco o nada ha hecho para lograr la sustentabilidad tanto de los parques nacionales, como del corredor biológico, los cuales son explotados a libre voluntad por parte de los habitantes del municipio y de municipios colindantes.”{tip :: Polanco Jaime, Ob.cit., p. 25.}[35]{/tip}
Habría que diferenciar el espacio comunal del municipal de Huitzilac, toda vez que los litigios de tierra y agua tienen que ver con el régimen de la tenencia de la tierra. Ese espacio comunal está a su vez diferenciado entre el eje Huitzilac-tres Marías-Fierro del Toro y Coajomulco. La polarización entre las comunidades y la pequeña propiedad tiene dos hitos: el primero que cubre de 1929 a los años cincuenta, suscitado por la indefinición del espacio comunal del pertinente a la pequeña propiedad, y el segundo, que se enmarca a partir de los años sesenta con el proceso de urbanización, y cuyos conflictos giran principalmente en torno al agua y los usos del bosque y de los terrenos baldíos y barrancas.
El espacio comunal de Huitzilac abarcaba 11,611 hectáreas reconocidas según la Resolución Presidencial del 7 de noviembre de 1929.{tip :: SRA, exp. No. 276-1/844.}[36]{/tip} Una estimación de 1988, reconoce dos espacios comunales con una extensión total de 12,027 hectáreas en Huitzilac, de las cuales 9,811 no están parceladas.{tip :: INEGI/G del Estado, 1992, Anuario Estadístico.}[37]{/tip} Esta inercia frente a la parcelación, parece indicar la fuerza de la tradición comunitaria, que opera con sus propios cánones de regulación del acceso al uso de la tierra. Por otro lado, la resolución de 1929, al no diferenciar las propiedades comunales de las propiedades particulares, generó un importante polo de conflicto. La dotación y restitución de los terrenos comunales de Huitzilac, indujo desde sus inicios, la aparición de una serie de amparos y litigios de pequeños propietarios que quedaron encapsulados dentro del espacio comunal.
Por esos años se estimó que la pequeña propiedad poseía en su conjunto unas 3,071 hectáreas, correspondientes a 408 presuntos propietarios. De ellos, 280 eran residentes en la cabecera municipal y 36 avecindados fuera de ella. Según el catastro de la Receptoría de Rentas de Tres Marías, en el año de 1946 existían registrados 544 nombres de propietarios de predios rústicos en el municipio.{tip :: Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, Memorando, 22/3/1946.}[38]{/tip} Si los 408 reclamantes de pequeña propiedad dentro de los linderos comunales de Huitzilac estaban registrados en el catastro de Tres Marías, se puede deducir que 136 quedaban fuera de litigios abiertos con la comunidad. La población existente en el espacio comunal, estaba compuesta hacia 1977, de 882 jefes de familia, de los cuales 276 fueron identificados como no-comuneros, es decir el 31.2 por ciento del total.{tip :: SRA, Acta Censal de Huitzilac, 2/5/1977.}[39]{/tip}
En segundo término, cuenta el espacio que ocupan los fraccionamientos campestres, aunque hasta la fecha no existe una estimación oficial, al igual que los ranchos y predios particulares. Lo que sí se puede, es marcar a través de diversas evidencias y testimonios de parte, los ejes de la segmentación y conflicto en el espacio huitzileño. Las escrituras de propiedad para las autoridades comunitarias y el Comisariado de Bienes Comunales no bastan, al prevalecer sus propios intereses y certificaciones, las cuales han sido volátiles según los juegos de rotación entre los grupos de poder local. El registro y el pago de derechos de posesión no han garantizado una sana política de convivencia entre los grupos de poder local y los avecindados. Hay tres demandas interpuestas por el Comisariado de Bienes Comunales: el comité de bienes comunales de Hutzilac espera hoy una respuesta definitiva de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) en torno a algunos procesos sobre derechos de suelo y definición legal de más de 550 hectáreas que están en manos de particulares. Destacan los procesos contra la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que posee 40 hectáreas dedicadas a la investigación y reproducción de ganado, así como otra contra la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en razón de las 100 hectáreas destinadas a la red carretera y por la cual no recibieron indemnización.{tip :: “Bienes comunales de Huitzilac espera hoy una respuesta de la SCT”, La Unión de Morelos (Cuernavaca) 13 de enero de 2012.}[40]{/tip}
Estos huitzileños avecindados en los fraccionamientos campestres, recrearon a través de las redes de compadrazgo y las alianzas matrimoniales horizontales, sus lazos de cohesión social y reciprocidad. Habría que agregar a estas redes, las que suscitan las pequeñas tiendas de expendio de refrescos, cigarros, dulces, etcétera, fuera de abrir ocasionales puentes de interacción con los colonos, que rebasan los marcos de esta pequeña economía mercantil. Los lazos de parentesco unen por lo general a estos pobladores, con sus matrices familiares asentadas en la cabecera municipal, los cuales cultivan y refrendan sus lealtades de origen, aunque ellos carezcan ya de derechos sobre la tierra o la propiedad urbana.
Sin embargo, en estos años ya se ha cribado una nueva generación de huitzileños nacidos y crecidos en la hiterland de los fraccionamientos campestres, que se sienten portadores de una nueva aunque ambivalente identidad local. Cuentan con una escuelita primaria ya consolidada, luego de una tenaz lucha contra la oposición de las Asociaciones de Colonos, las cuales le negaban el espacio y el suministro del agua. Marca también en sus vidas, su apoyo brindado para la edificación de una iglesia católica a la altura del Pedrín, a la cual concurren desde hace más de una década, y que había comenzado a atraer a un buen número de colonos de origen fuereño. Las familias de huitzileños “de abajo”, participaban de una red informal festiva que los une a Huitzilac y Tres Marías, a través de las corridas de toros (Tres Marías), peleas de gallos o partidos de fútbol soccer. Más que esta red, pesa la de carácter religioso. Las posadas decembrinas poseen una alta capacidad de convocatoria, y se proyectan sobre un circuito que sigue las redes de compadrazgo y amistad, entre los distintos fraccionamientos.
Los espacios deportivos y de culto no dejan traducir algunos problemas entre los colonos fuereños y los nativos. Un eje de tensión y conflicto lo constituyó el hecho de que los jóvenes huitzileños se apropiasen de un espacio a la altura del kilómetro 63,500 para jugar fútbol, junto al fraccionamiento Real Monte Casino. Ante la amenaza de expulsión, el domingo 1 de febrero de 1987, los jóvenes deportistas y sus porras locales apedrearon algunas casas de Real Monte Casino, y pintaron mentadas de madres en sus bardas. La valoración delictiva que hizo de este evento la Asociación de Usuarios, para pedir a las autoridades control policial, es en su exageración harto elocuente:
“Ordenar que todos los domingos de las 11 a las 14 hrs (…) esté una patrulla para imponer el orden en la tumultuosa reunión que bajo el pretexto de 'foot-ball' se reúne y que sistemáticamente (semana tras semana) culmina en 'borracheras', 'uso de drogas', 'tráfico de las mismas'; con las consecuentes escapelas y alteración del orden total en el Fraccionamiento Real del Monte Casino”. {tip :: Asociación de Usuarios, carta al PJ del estado, 2/2/1987.}[41]{/tip}
A fines de 1994, llama la atención que otro grupo de huitzileños comenzase a apostar por edificar una nueva iglesia a la altura de Monte Casino. En los hechos, se han confeccionado con grandes tablones, los asientos para los feligreses, un altar de madera y un santuario de paso. Este último acaso sea un referente central para legitimar los flujos de peregrinos a la Villa o a Chalma, que deciden pasar la noche en improvisado aunque oportuno campamento. Este espacio inserto ya en el circuito de las peregrinaciones, acaso conlleve implícitamente, la renovación o ampliación de lealtades intercomunitarias.
Quizás el hecho de que los huitzileños cuenten ya frente a ese fraccionamiento con un espacio festivo y un campo de fútbol soccer, los esté induciendo a forjar sin saberlo un nuevo polo de identidad comunitaria. Los adolescentes hijos de los colonos fuereños comparten con los nativos de su edad, dicho juego deportivo. Existen sin embargo, tendencias centrífugas en el campo deportivo y religiosa. Algunas casas cuentan con sus propios campos deportivos: frontón, tenis, fútbol y básquetbol, reforzando las fronteras identitarias entre los de fuera y los de abajo. Por otro lado, la activa prédica de los Testigos de Jehová ha ganado posiciones entre los huitzileños y en menor medida entre los colonos. Por el momento no se notan síntomas de fricciones religiosas en Huitzilac, aunque es probable que estén erosionando ciertos lazos familiares y comunitarios.
Los servicios educativos dispersan los flujos escolares a nivel secundario entre Tres Marías y Cuernavaca. Los jóvenes frecuentan poco la cabecera municipal y Tres Marías, prefiriendo Cuernavaca como centro ofertador de empleo, servicios y ámbitos recreativos. La apertura en 1990 de dos líneas de transporte colectivo, que cubre el trayecto de Tres Marías-Cuernavaca por la Carretera Federal, ha reforzado esta tendencia de flujo cotidiano de estos huitzileños.
Al mismo tiempo estos pobladores nativos, se convirtieron en los promotores de una red mayor de participación en torno a la fiesta del santo patrón de la cabecera municipal, pero sin lograr una respuesta participativa de los propietarios fuereños. Ellos recibieron los talonarios de recibos de parte de las autoridades municipales, para cobrar las cuotas pro-fiesta de San Juan Bautista, santo patrón de la cabecera municipal, que se celebra cada 24 de junio. Ante su ostensible fracaso, las autoridades municipales visitan a los colonos, pero sin lograr su cometido. Tal actitud de los colonos se convierte en una fuente de tensión en sus relaciones con las autoridades municipales y el pueblo huitzileño. Para los lugareños, los colonos no saben en qué espacio político-religioso viven, están presos de egoísmo y avaricia, no quieren ni respetan la tradición, no cooperan.
Las autoridades municipales intentaron mejorar sus relaciones con los colonos de los fraccionamientos ofreciéndoles servicio de recolección de basura y vigilancia. Su oferta de recolección de basura, resultaba atractiva por sus bajos costos, sin embargo, sólo uno de los fraccionamientos contrató dichos servicios. Este acuerdo, de limpieza y vigilancia, fue uno de los motivos centrales de disidencia de los colonos de Monte Bello con su mesa directiva, forzando su remoción y la cancelación del servicio. La mirada de un sector de los colonos, estaba plagada de prejuicios sobre la potencial criminalidad de los vigilantes. Las rondas, presagiaban en su imaginario, eran amenazas de robos y asaltos potenciales.
Las relaciones entre las autoridades municipales y los colonos estaban fuertemente teñidas de ambivalencias y conflicto. Un funcionario municipal testimonió hacia 1990 sobre los colonos:
“Según ellos tienen un contrato con Recursos Hidráulicos que solamente ellos deben usar esa agua (la del arroyo Las Trancas), pero hay cientos de personas que no tienen agua. Ellos son avaros. Yo me estoy muriendo de sed y allá abajo están tirando el agua, pero no son capaces de regalar a ninguna persona una cubeta de agua. Yo me he expuesto a hacer solicitudes de agua para dos escuelas, una primaria y un jardín de niños, ahora telesecundaria, estoy cansando, no me autorizaron la toma.
Quien está administrando nuestra agua, es una persona egoísta. Yo quiero asumir un puesto público y organizar a los camioneros, a los deportistas que son 400 jóvenes y les voy a decir: a partir de mañana vamos a tomar el agua de los fraccionamientos. ¡Y que venga Recursos Hidráulicos!
Ellos son egoístas, nosotros podemos ser tres o cuatro veces peor que ellos. En su defecto, señores colonos de los fraccionamientos: si quieren agua en lugar de pagarle a recursos Hidráulicos, van a pagarle a Huitzilac que le hacen falta muchas cosas”.{tip :: Fonoteca/ENAH, s/f: secretario de la Presidencia Municipal de Huitzilac.}[42]{/tip}
Los colonos, en su mayoría defeños, han optado por remarcar sus distancias sociales y simbólicas frente un poder local, que recusan como ajeno. Para muchos de los colonos este evento religioso-festivo, constituía una forma no deseada de “naquearse”. Además de ello, los colonos reivindicaban su derecho de opción individual de adherir o no a tal cual evento, de fijar su propia cuota de cooperación con la fiesta de Huitzilac o con la escuelita, pareciéndoles impositiva las cuotas fijas señaladas por el municipio.
El año de 1988, la mesa directiva de la Asociación de Usuarios del arroyo Las Trancas para uso doméstico, que aglutinaba a seis de los fraccionamientos campestres, discutió la respuesta ya dada a una petición de las autoridades municipales de apoyar financieramente la fiesta del santo patrón. Lo dicho y lo acordado resume el pensamiento de la gran mayoría de colonos. Se argumentó que era arbitrario el hecho de que a cada habitante de la cabecera municipal y demás localidades se les fijase una cuota de 10 mil viejos pesos, mientras que a cada dueño de lote en los fraccionamientos campestres se les asignaba una cuota de 30 mil.
Y usando un argumento discutible, se dijo: “¿para qué quieren tanto dinero, si no lo pueden gastar en una fiesta por muy grande que sea?, eso no es racional. Si solo se recaudasen 10 mil pesos, cada uno de los diez mil habitantes de Huitzilac, obtendrían cien millones de viejos pesos. Es ya un buen negocio”. No se aclaró que cada habitante no es titular de familia. El acuerdo de hecho había sido que cada fraccionamiento aportase solo 25 mil viejos pesos para la fiesta del Santo Patrón.{tip :: Asociación de Usuarios del Arroyo Las Trancas, acta de la sesión de 2/7/1988.}[43]{/tip}
Desde su fundación, la Asociación de Usuarios del Agua había estado tensada en su relación interna por el asunto de las cuotas del agua, emanadas más que de su distribución legal, de su acceso a los principales cargos directivos. A través de ellos se ejercía un control real sobre volúmenes, turnos de abasto de agua e influencias políticas. La pugna tradicional entre Monte Casino y San José de la Montaña, se dirimía dentro de los cauces participativos de dicha organización, hoy día virtualmente escindida y enfrentada política y judicialmente. Las autoridades municipales de Huitzilac, incidieron en este conflicto tomando partido y agudizando y complejizándolo.
Cerrando líneas
En el ejemplo que nos ocupa, el mercado capitalista borró las fronteras entre lo interno y lo externo. La tierra y los bienes que de ella o de la práctica cultural de los hombres se derivan son mercancías. Y esto que parece una verdad de Perogrullo, se olvida cuando se evalúan los costos ambientales –erosión del suelo y por tanto el empobrecimiento del mismo, pérdida de hábitats, de vegetación, de animales–, traducidos en deterioros de la calidad de vida y en amenazas sobre la vida rural y urbana. Cuernavaca es una ciudad no sustentable y por extensión lo es también su entorno rural: por su alicaído monte y por la contracción de sus mantos freáticos.
Las interacciones conflictivas reseñadas no sólo se enmarcan en la relación entre colonos y huitzileños, sino también entre los huitzileños mismos. La lucha por el agua y los recursos del monte y la tierra urbanizable es real, pero va acompañada de sus respectivas cuotas de poder y prestigio.
De fondo los huitzileños, más allá de su posición parcializada, apuestan a capitalizar un momento propicio para municipalizar la red de agua. Todo parece indicar que la temperatura del conflicto en el espacio huitzileño, al ritmo expansivo de la crisis económica, seguirá enfrentando de muchos modos a los colonos fuereños y a los nativos de Huitzilac. La actual administración del municipio, aunque respeta los polos de la tradición, carece de una política transparente frente a los actores sociales más agresivos de la modernidad, sean nativos o foráneos. Las redes de parentesco generan permisividad y otros extravíos cívicos. Según algunos lugareños, también juegan en contra los miedos paralizantes que tienen las autoridades locales y estatales frente a las bandas delictivas que han convertido ya algunas zonas y parajes en auténticos baluartes.
Notas
[1] Mi agradecimiento a la bióloga Norma L. Lorenzana Martínez por su apoyo en la digitalización del texto y sus pertinentes sugerencias, al Dr. Paul Hersh y a la etnohistoriadora Perla Jaimes por sus atinados comentarios y correcciones.
[2] Lomnitz-Adler, Claudio Ob.cit. p. 104.
[3] Véase INEGI 1983-84: Fotografías áreas.
[4] Villaseñor y Sánchez, 1746: XXXVIII.
[5] Lomnitz-Adler, Claudio, Evolución de Una Sociedad Rural, México. Fondo de Cultura Económica, 1982 (Colección Sep/80), p. 104.
[6] Lira Medina, Holguer, “Memorias de una identidad cambiane. Huitzilac desde la perspectiva de la vida cotidiana observada en sus habitantes mayo-octubre de 2001”, en Huitzilac en la historia de Rodrigo Moreno Gutiérrez y Leonardo Salinas González (Coordinadores), México: Fyl/UNAM- H.Ayuntamiento de Huitzilac, 2002, p. 26.
[7] Polanco Jaime, Alejandro et al, Diagnóstico Productivo del Municipio de Huitzilac, Morelos, México: Facultad de Medicina Veterinaria de la UNAM, enero de 2000, p.56.
[8] “Entra el hacha sanitaria en la Sierra de Huitzilac”, Presente (Cuernavaca), núm. 28, 12 de julio de 1959, p.2.
[9] “Hace falta una campaña en beneficio de los bosques del estado Morelos”, Presente (Cuernavaca) núm.40, 4 de octubre de 1959, p.2.
[10].Ibíd., 20.
[11] INEGI, 1992.
[12] Secretaría de Desarrollo Agropecuario del Gobierno del Estado de Morelos, Estadísticas Agropecuarias, 2000-2005.
[13] Ibíd.
[14] Proceso de degradación ecológica en el que el suelo fértil y productivo pierde total o parcialmente el potencial de producción. Costa, M. et al, Ciencias de la Tierra y del medio ambiente. México, Ed. Castellanus, 2009.
[15] Fonoteca/ENAH, Testimonio del secretario de la Presidencia Municipal de Huitzilac, s/f).
[16] Berman, Marshall, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, México: Siglo XXI Editores, 1994.
[17] Polanco Jaime, Alejandro et al, Ob.cit., p.16.
[18] Es un taxón propio de un determinado lugar, área o región biogeográfica, exclusivo de ese territorio y que no se encuentra en ningún otro lugar. En: [http://mediorural.xunta.es/es/areas/conservacion/biodiversidad/especies/especies_de_interes/endemismos/]
[19] Embriz, Arnulfo, 12/1994, comunicación personal.
[20] Entrevista a don Gulfrano García, Huitzilac, 13 de marzo de 1999.
[21] INEGI, Censos: 1930, 1960, 1970, 1990,2000 y 2010.
[22] Polanco Jaime, Ob.cit., p. 3.
[23] Asociación de Usuarios, 18/12/1986, carta al PJ del estado.
[24] Barjau, Luis, 12/1994, comunicación personal.
[25] Morayta, Miguel s/f.
[26] INI, 1993: 123. Embriz, Arnulfo (coordinador), Indicadores socioeconómicos de los pueblos indígenas de México, 1990, INI, México, 1993.
[27] INEGI, 1990: XI Censo de Población.
[28] Notaría 27, 1986: Libro 890, No. 52, 610.
[29] Reg. Púb. Prop, 1964: Part. 464, Tomo LVII, Vol. I, Serie A, foja 369.
[30] Reg. Púb. Prop., 1966: Part. 77, Tomo LXIV, Vol. II, Serie A, foja 174.
[31] “Se quejan los habitantes de Coajomulco contra las fraccionadores y granjeros,” Presente (Cuernavaca) núm. 15, 19 de abril de 1959, p.2.
[32] SAHOP/Morelos, 1976: sistema de agua potable Huitzilac-Tres Marías.
[33] SAHOP/Morelos 1976.
[34] “Huitzilac: 126 días sin agua”, La Jornada Morelos, 24 de abril de 2009.
[35] Polanco Jaime, Ob.cit., p. 25.
[36] SRA, exp. No. 276-1/844.
[37] INEGI/G del Estado, 1992, Anuario Estadístico.
[38] Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, Memorando, 22/3/1946.
[39] SRA, Acta Censal de Huitzilac, 2/5/1977.
[40] “Bienes comunales de Huitzilac espera hoy una respuesta de la SCT”, La Unión de Morelos (Cuernavaca) 13 de enero de 2012.
[41] Asociación de Usuarios, carta al PJ del estado, 2/2/1987.
[42] Fonoteca/ENAH, s/f: secretario de la Presidencia Municipal de Huitzilac.
[43] Asociación de Usuarios del Arroyo Las Trancas, acta de la sesión de 2/7/1988.
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