Número 70

65 hacer paquetillos para pobres y cobrarle a los ricos un buen servicio, de que la gente no valora lo que no compra, de que ya no existen los seres humanos, sino los consumidores, de que ya no se fabrican mercancías sino necesidades, de que hay que aprovecharse del poder, en fin… de que los demás se jodan. ¿Desde ahí hay posibilidades reales de diálogo? Resuenan hoy en mi cabeza las palabras de Maximilien Robespierre1 en su discurso ante la Convención Revolucionaria, representando al Comité de Salud Pública el 5 de febrero de 1794 (18 pluvioso del año II): “¿Hacia qué objetivo nos dirigimos? Al pacífico goce de la libertad y de la igualdad; al reino de la justicia eterna cuyas leyes han sido escritas, no ya sobre mármol o piedra, sino en el corazón de todos los hombres, incluso en el del esclavo que las olvida y del tirano que las niega.” “Queremos un orden de cosas en el que toda pasión baja y cruel sea encadenada; en el que toda pasión bienhechora y generosa sea estimulada por las leyes; en el que la ambición sea el deseo de merecer la gloria y de servir a la patria; en el que las distinciones no nazcan más que de la propia igualdad; en el que el ciudadano sea sometido al magistrado, y el magistrado al pueblo, y el pueblo a la justicia; en el que la patria asegure el bienestar a todos los individuos, y en el que todo individuo goce con orgullo de la prosperidad y de la gloria de la patria; en el que todos los ánimos se engrandezcan con la continua comunión de los sentimientos republicanos, y con la exigencia de merecer la estima de un gran pueblo; en el que las artes sean el adorno de la libertad que las ennoblece, el comercio sea la fuente de la riqueza pública y no la de la opulencia monstruosa de algunas casas.” “En nuestro país queremos sustituir el egoísmo por la moral, los honores por la honradez, las costumbres por los principios, las conveniencias por los deberes, la tiranía de la moda por el dominio de la razón, el desprecio de la des1 Citado en: Žižek, Slavoj. (2010). Slavoj Žižek presenta a Robespierre. Virtud y Terror. (Textos seleccionados por Jean Duncange. Trad. J.M. López de Sa y de Madariaga). Madrid: Akal. ISBN 978-84-460-2833-8. 256 pp. gracia por el desprecio del vicio, la insolencia por el orgullo, la vanidad por la grandeza de ánimo, el amor al dinero por el amor a la gloria, la buena sociedad por las buenas gentes, la intriga por el mérito, la presunción por la inteligencia, la apariencia por la verdad, el tedio del placer voluptuoso por el encanto de la felicidad, la pequeñez de los “grandes” por la grandeza del ser humano; y un pueblo “amable”, frívolo y miserable por un pueblo magnánimo, poderoso y feliz; es decir, todos los vicios y todas las ridiculeces de la oligarquía por todas las virtudes y todos los milagros de la República.” “En una palabra, queremos realizar los deseos de la naturaleza, cumplir los destinos de la humanidad, mantener las promesas de la filosofía y liberar a la providencia del largo reinado del crimen y de la tiranía.” Ante las pretensiones de los “marchantes de la salud” no hay diálogo posible: la construcción de una Patria republicana virtuosa con un pueblo “magnánimo, poderoso y feliz” es un proceso de largo plazo, que requiere no claudicar en principios y valores, que requiere trabajar codo con codo con la gente, que requiere continuidad en el esfuerzo, unidad y no debilitamiento de nuestra fortaleza moral. Los republicanos franceses contemporáneos a Robespierre quisieron acelerar el proceso mediante el empleo de un filoso instrumento de terror y acabaron siendo víctimas de ello. Los tiempos ya no están para eso, están para construir desde abajo, con el pueblo, para el pueblo; los tiranos y los sabios delirantes no son eternos, también envejecen y se mueren. La reconstrucción y el fortalecimiento institucional, la lucha contra la corrupción y la impunidad, la esperanza de un mundo mejor, basado en los derechos fundamentales de las personas, la justicia, la equidad, la igualdad y la solidaridad son nuestra meta, hagámosla posible. Finalizo esta reflexión recordando al gran Pablo Milanés: “La historia lleva su carro y a muchos los montará, por encima pasará de aquel que quiera negarlo …”

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