Número 69

41 La intención totalizante de esta definición se manifiesta en su esfuerzo por abarcar no sólo las actividades tradicionalmente referidas a la esfera de la cultura, como la religión, el arte o el saber científico, sino también la totalidad de los modos de comportamiento adquiridos o aprendidos en la sociedad. La cultura comprende, por tanto, las actividades expresivas de hábitos sociales y los productos intelectuales o materiales de estas actividades. 3 Una de las virtudes de concebir la cultura como un concepto amplio e integrador, es que permite entenderla como un proceso colectivo, no individual, con una coherencia interna. Cada cultura es una manera de ver, relacionarse con el mundo y organizar la vida social. Por tanto, no existe una cultura, respecto de la cual, las demás sean sólo etapas anteriores de un mismo proceso evolutivo. No hay una cultura, que pueda juzgar objetivamente a las demás, es decir, no hay culturas superiores o inferiores, sólo hay culturas distintas. Si cada cultura tiene maneras particulares de ver el mundo, de organizar la vida social, y si es como se mencionó, un proceso colectivo, es obvio que hay tantas culturas como formas distintas de observar el mundo y relacionarse en sociedad. La cultura, su transmisión y creación, se dan de manera colectiva. De tal manera la cultura es un proceso y una construcción social, y así, mediante estas formas de recrearse, producirse y trasmitirse, esta se convierte, esta, en un patrimonio social y un ordenador de la vida, que le da unidad, contexto y sentido a los quehaceres humanos y hace posible la producción, reproducción y transformación de las sociedades concretas. Es por tanto una concepción del mundo y de la vida. La cultura es también, como acertadamente dice Mintz una “herramienta”: Sin la dimensión de la acción humana, de las 2 Véanse sobre el Mapa de Uppsala: Medina, Carmen, “De Tenochtitlan a Uppsala – La historia del Mapa de México” Actas del I Coloquio de Cultura Mexicana, 2007 ( http://www.naua.se); León Portilla, Miguel y Carmen Aguilera, Mapa de México Tenochtitlan y sus contornos hacia 1550, Ed. ERA y UNAM, 2016. 3 Giménez, óp. cit. pág. 21 decisiones tomadas –las maniobras- la cultura parece ser una colección sin vida de hábitos, supersticiones, artefactos. En cambio, podemos ver que la cultura se usa. Y que todo análisis de su uso inmediato nos permite percibir cómo las personas se acomodan en grupos sociales, para quienes las fórmulas culturales confirman, fortalecen, mantienen, cambian o resisten ciertas estructuras de poder, estatus, e identidad… La cultura tiene vida porque su contenido sirve como recurso para las personas que la emplean, la cambian, la encarnan. Los seres humanos enfrentan las exigencias de la vida cotidiana por medio de sus habilidades de interpretación e innovación, y su capacidad de manejar simbolismo –no al petrificar sus formas de comportamiento sino al usarlas creativamente-.4 Así la cultura, como dice Good refiriéndose a Mintz, está presente en todos los aspectos de la vida material, la economía y las relaciones de poder, con las dimensiones ideológicas, simbólicas y estéticas de la vida colectiva5. Esto reafirma que la cultura es una construcción social, es decir, es el grupo en el que hemos sido criados y educados el que nos enseña, el que nos muestra pautas de comportamiento, valores morales, o la ausencia de ellos, referentes éticos, lo que es bueno o malo, cómo vivir en comunidad, entre otros muchos valores culturales.6 La cultura tiene vida, también afirma Sidney Mintz, y es un recurso para la reproducción cultural, esto explica la vitalidad, persistencia y creatividad de las culturas de tradición cultural mesoamericana, pues elementos culturales que aparentemente corresponden al pasado y parecieran estar estáticos o perdidos, viven, permanecen en la memoria, se recrean y reproducen. 4 Mintz, Sydney. Afro-Caribbean: An Introduction. Caribbean Transformations. Baltimore: John Hopkins Press. P. 1-43 , 1974. Traducción de C. Good. Los subrayados son míos. 5 Good y Alonso, op, cit. pág. 7 6 No resisto señalar cómo la televisión mexicana, en especial el duopolio se ha convertido en legitimador de un tipo de cultura, signando valores arbitrarios, validando comportamientos conservadores e individualistas, glorificando y ensalzando modos de vida totalmente ajenos al nuestro, comidas chatarra, estereotipos físicos ajenos, entre otros. Es decir, usan su poder para difundir no las culturas del pueblo mexicano, sino la cultura que los medios consideran “ideal” o moderna.

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