Número 69

10 estudiantes, familiares de víctimas, muralistas, vecinos de comunidades en contextos de violencia y organizaciones sociales como el Comité 68, nos dimos a la tarea de acompañar, reflexionar y actuar sobre eventos de violencia en México, las resistencias, así como las batallas por la verdad, la justicia, la memoria y la reconstrucción. Se trata de tres experiencias de colaboraciones comunitarias en diferentes lugares marcados por el horror, pero que se han marcado e intervenido en distintos momentos del 2012 al 2019 para convertirlos en lugares de recuerdo y reconstrucción; a través de diversos recursos tanto de la memoria como de arte, se construyen narrativas que resisten al olvido, a la impunidad y la indolencia social. Memoria que resiste en este sentido ha sido un espacio reflexivo que igualmente pone acción recursos de lucha que familiares, vecinos y colectivos han edificado desde abajo, con sus propios recursos materiales y afectivos, donde demuestran con constancia que a pesar del dolor que han tenido que sufrir, siguen con tenacidad y entereza en su búsqueda de reconocimiento, presencia o justicia. La primera experiencia que se expone es la del predio “La Gallera”, ubicado en los márgenes de la ciudad fronteriza de Tijuana, donde el llamado “pozolero”, construyó una rústica estructura que permitía desaparecer cuerpos humanos en serie, caso mediático que fue conocido mundialmente después de su detención en 2009. La segunda es la “Plaza de la Paz” en el “pueblo mágico” de Creel, Chihuahua, sitio donde se cometió la primer masacre pública del periodo instaurado por Calderón en su “guerra contra el narcotráfico”. Finalmente, la experiencia de reapropiación comunitaria de un espacio usado para torturar, asesinar y desaparecer cuerpos humanos ubicado en Lagos de Moreno, Jalisco y conocido actualmente como “La Ley de la Verdad”. Este trabajo de investigación acción -militante- evidentemente se ubica en antípoda de todo canon positivista que exige distancia, objetividad y un acercamiento casi aséptico al “objeto de estudio”. Los difíciles tiempos que vive nuestro país no nos permiten excesos ni lujos de ese tipo: más que ello, nos exigen estrategias metodológicas de correspondencia y de cercanía con las víctimas, que nos convoquen a ser empáticos con el dolor y los traumas sociales, así como a tomar posición del lado de las voces no escuchadas. Asimismo, ha sido una labor fuera de toda división ortodoxa de los límites disciplinares, echando mano de diversos recursos tanto de la ciencia, como del arte, en la búsqueda de mecanismos que sean mediadores en el proceso de articulación de la memoria del trauma. A este respecto, las preguntas que intento abordar en este texto giran en torno a las posibilidades del recuerdo reivindicativo, a saber: ¿cómo las intervenciones colectivas en lugares del trauma generan contranarrativas a las oficiales? y ¿cuál es el potencial de recuperar luchas históricas para reinterpretarlas y hacerlas vigentes? La Gallera, Tijuana, Baja California En la zona Este de la ciudad fronteriza de Tijuana, sobre el cinturón periférico donde la marginación y la pobreza son elocuentes, en una geografía donde las colonias sin luz eléctrica, agua potable, drenaje, escuelas o centros de salud son la constante, se encuentra el predio “La Gallera”, en la comunidad de Maclovio Rojas. En 2012, familiares de desaparecidos de Baja California encontraron este predio donde el personaje criminal conocido como “el pozolero”, confesó haber desintegrado cientos de cuerpos sin vida en sosa cáustica que conseguía con facilidad en tiendas de abarrotes. Tras su detención en 2009, detalló las coordenadas de tres fincas ubicadas en diferentes colonias periféricas de la ciudad, las cuales había utilizado como sitios clandestinos donde instaló sistemas artesanales con el fin de ejecutar una técnica de desaparición que fue perfeccionando, dejando a su paso dos fosas construidas sucintamente para alojar los restos de los cuerpos disueltos: oficialmente se calcula que hay más de diecisiete mil litros de restos de cuerpos humanos. En ese predio, conocido como “La Ga-

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=