Número 55

55 terrorismo). Eliminar la pobreza es ciertamente una meta encomiable, pero la mayor parte de la ayuda económica se orienta a la exportación y, en realidad, aumenta la pobreza al tiempo que ata más firmemente a los individuos a la economía global, sobre la cual no tienen ningún control, so- cava la aptitud de las comunidades y de naciones enteras para producir con el fin de solventar sus propias necesidades, mantener su propia cultura y determinar su propio futuro; ese tipo de “asis- tencia” no puede impedir ni la pobreza ni el te- rrorismo. Como ampliación de la desregulación, tal “ayuda” permite sobre todo que las empresas internacionales exploten la mano de obra, los re- cursos y los mercados a nivel mundial. Lo que se necesita es un cambio de la globali- zación a las economías locales junto con lo que llamo «el contra-desarrollo», iniciativas que au- menten la autonomía al tiempo que proporcio- nan información para equilibrar las idealizadas imágenes de la cultura del consumo que son di- seminadas por la educación occidentalizada y los medios de comunicación. Durante 40 años, Local Futures ha promovido una serie de iniciativas con los ojos puestos en dichos objetivos. Nuestros esfuerzos han inclui- do un programa que demuestra que las tecno- logías de energía renovable en pequeña escala, principalmente solares e hidráulicas, mejoran la calidad de la vida sin atar a las personas a la eco- nomía de los combustibles fósiles. Destaco que nuestro trabajo también ha intentado decons- truir la seducción de la cultura del consumo. He- mos expuesto un cuadro más completo de la vida urbana moderna, compartiendo información acerca de los graves problemas de delincuencia, desempleo, soledad y alienación en Occidente. Al mismo tiempo, hemos destacado los diferen- tes movimientos que buscan fortalecer a la co- munidad y a las economías locales, regenerar una agricultura más sana y fomentar una cone- xión más profunda con el mundo viviente. Resulta paradójico que este tipo de esfuerzos hayan creado una conexión más cercana entre los occidentales y la gente del Sur Global; incluso he- mos dado apoyo para que conozcan el Occidente por medios de “reality tours”. En Ladak hemos llevado a cabo programas que permiten a los occi- dentales experimentar la vida tradicional de la al- dea. El interés y la participación de estos occiden- tales en la cultura de Ladak y en la agricultura ha contribuido a contrarrestar los despectivos men- sajes transmitidos por los medios occidentales. Trabajando estrechamente con los líderes in- dígenas, nuestros esfuerzos se han dirigido, en esencia, a contrarrestar y brindar alternativas a los modelos de desarrollo global basados en la deuda y los combustibles fósiles. Para que este enfoque se replique, necesitamos con urgencia de grandes campañas educativas, así como un mayor diálogo entre las organizaciones de base del Norte y del Sur. Necesitamos un movimiento que pueda cabildear con los gobiernos y la ONU, bajo la premisa de que la forma más efectiva en que los gobiernos pueden contribuir a la reduc- ción de la pobreza y la violencia no pasa por es- calar la financiación para el desarrollo, sino por hacer retroceder a las fuerzas de la globalización. Tales fuerzas son avaladas por los gobiernos a través de los tratados de libre comercio, de las inversiones en infraestructura basadas en el co- mercio, y de un amplia gama de subsidios y exen- ciones tributarias (y mucho más) para las corpo- raciones globales. Retirar ese apoyo es un paso necesario para revertir la ola de resentimiento y enojo que se propaga en gran parte del Sur Global. Es trágico que las principales “soluciones” al problema del terrorismo sean el uso bombas inte- ligentes, los ataques de drones y los programas de vigilancia de cobertura mundial. Al mismo tiem- po, los gobiernos continúan socavando la iden- tidad cultural por medio de políticas de promo- ción de una monocultura global que beneficia a las empresas multinacionales y los bancos. Tales políticas sólo engendran más desesperación y fa- natismo entre las personas que ya se sienten trai- cionadas y privadas de sus derechos. Si, en cam- bio, se alienta un diálogo más profundo entre las personas del Norte y del Sur, al tiempo que cam- biamos nuestras políticas económicas para apoyar las economías locales y nacionales, estaríamos en la ruta hacia un mundo más armonioso.

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