Este número de En el Volcán se ocupa, en su primera parte, del creciente desafío que supone para nuestra sociedad actual las iniciativas de extracción de minerales y de producción de energía que tienen en común al menos dos características: el que no han sido –como tantos otros asuntos de relevancia pública- sometidos a consulta popular, y el que generan insoslayables efectos nocivos para la naturaleza, de la cual se supone formamos parte.
Estos proyectos, a través de sus implicaciones tangibles, ponen de relieve la pretensión de despojar a los seres humanos del marco esencial de su dinámica social y de su adscripción a los procesos de vida en los que participa, y de los cuales proviene su identidad misma. Queramos o no, lo sepamos o no, formamos parte de realidades que nos abarcan y rebasan. Sin embargo, ni títeres ni estrellas sin firmamento, los seres humanos crecemos como tales en sistemas de relaciones donde nos descubrimos en nuestro potencial; de ahí cabe reivindicar nuestra capacidad para crear y mirar más allá de las caricaturas impuestas de lo que es o puede ser un ser humano, reducciones funcionales para el credo dominante del mercado que vende y compra todo, y para el sistema político que servilmente lo protege.
La percepción de estas iniciativas externas de transformación profunda del entorno y de sus efectos, ya generados o potenciales, ocupa en su diversidad ahora nuestras páginas: las imágenes que se presentan en este número, sean fotografías, “cartones” o mapas, naciendo de técnicas diferentes, proyectan sin embargo la misma y reiterada negativa a la degradación socio-ambiental que se nos pretende imponer. No solamente hay otras alternativas más sensatas para producir energía eléctrica, como es el caso de la captación de energía solar, y que no demandan, como es el caso de la termoeléctrica que se pretende establecer en Huexca, el despojo del agua a comunidades agrícolas del estado de Morelos, ni producen tóxicos vertidos al aire mediante una propuesta tecnológica, ya además obsoleta, como se expone en el fundamentado texto de Antonio Sarmiento.
El caso de la megaminería tóxica no es asunto menor: no en balde, a sólo dos meses de iniciado en Morelos, el movimiento social contra la minería de tajo abierto para extraer oro, plata y otros “metales preciosos” ha emergido con fuerza, cuestionando las graves afectaciones ambientales, sanitarias, laborales, socioculturales, económicas, patrimoniales y políticas que implica dicho proceso extractivo. El pasado domingo 14 de abril, justamente a dos meses de que en el Museo de sitio de Xochicalco un grupo de investigadores presentara a diversos habitantes de la comunidad de Tetlama los efectos nocivos de dicho tipo de explotación minera (véase el número 18 de En el Volcán), se llevó a cabo una Caravana por la Vida que resultó claramente exitosa, gracias a la acción de ese movimiento ciudadano, nutrido por un heterogéneo grupo de participantes procedentes de diversos sectores y luchas. De ahí que En el Volcán centre su atención en un proceso que nos compete a todos y publique, por tanto, una nota al respecto escrita por Mauricio Valencia, así como una serie de fotografías sobre dicha manifestación de biofilia ciudadana, de la cual tanto necesita hoy nuestra Patria, tan acosada hoy por dentro y por fuera. La recepción que tuvo dicha caravana en las comunidades visitadas procede de un trabajo de base que debe profundizarse y expandirse, si algo se quiere avanzar en ese y en otros campos problemáticos actuales en nuestro país, lejos, muy lejos de la deplorable manipulación que se ejerce a diario marcada por las agendas del oportunismo político-mercantil que padecemos.
Así, Xóchitl Zambrano retoma entonces, en esta vigésima erupción, la perspectiva de los moneros respecto a la megaminería tóxica, destacando la agudeza de ese canal reflexivo y sintético. Carmen García Bermejo nos brinda, a su vez, un panorama descriptivo de algunos de estos escenarios en el país, recordándonos la magnitud del emplazamiento que implica.
Las luchas de la biofilia ciudadana están enlazadas en el calendario y en el corazón. Y es que en estos días se cumplieron, a su vez, dos años de los asesinatos que en Morelos y, luego en el país, aglutinaron el repudio contra la industria política de la muerte, naturalizada y soslayada en ciertos circuitos sociales y medios de comunicación. Javier Sicilia no marchó solo a la ciudad de México: lo ha acompañado esa biofilia ciudadana que trabaja en diversos frentes con la mira puesta en el Bien Común: ese cometido trascendente que tanto irrita a los privatizadores y cuadriculadores del aire, encaramados en sus inflados salarios y prebendas.
Si los trabajos previamente comentados se ocupan de varias facetas de la violencia ejercida a través de iniciativas de afectación socio ambiental múltiple, dos colaboraciones en este número se ocupan de otras expresiones de la violencia no menos indignantes, graves e ilustrativas: Marta Elena Casaus presenta, desde Guatemala, un artículo dedicado a las mujeres Ixiles, víctimas del genocidio, al tiempo que Ezequiel Maldonado se ocupa de un caso significativo que también pone de relieve el fenómeno de la violencia directa e inmediata. La vigésima erupción de En el Volcán termina presentando un texto de Ricardo Melgar que enlaza, a través de la figura de Juan Francisco Moncaleano, la vinculación de Colombia con la Revolución mexicana, lo que recuerda la vocación latinoamericanista de nuestra revista. Esperamos sus comentarios a todos estos trabajos.