El Basurero de Cocula, Guerrero: Una Reflexión

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Introducción

Se escriben las siguientes líneas a manera de consideración sobre los supuestos hechos ocurridos en el basurero de Cocula, Guerrero. Derivadas de las mesas de reflexión y análisis dentro del Seminario Permanente de Estudios sobre Guerrero y regiones vecinas, con el tema “¡Vivos los Queremos!. Significado y consecuencias de la tragedia de Ayotzinapa, Guerrero”. Organizadas por la Coordinación Nacional de Antropología del Instituto Nacional de Antropología e Historia el 18 de febrero del presente año.

Estamos seguros de que la sociedad en general está consciente de que las declaraciones emitidas por las autoridades federales respecto del destino de los 43 estudiantes normalistas de la localidad de Ayotzinapa, Guerrero, son simplemente inadmisibles e inverosímiles. Por lo que en estas breves líneas queremos brindar una modesta opinión sustentada en el conocimiento científico. En este sentido, la única intención es impedir que la falta de información justifique una deficiente investigación en torno a los hechos ocurridos en el basurero municipal de Cocula, Guerrero, en donde supuestamente fueron incinerados 43 jóvenes normalistas. Consideramos que callar, también nos convierte en cómplices de un hecho que carece de todo sustento científico y académico. Nuestro compromiso como estudiosos de las ciencias sociales es que ese conocimiento adquirido en las aulas y en la vida profesional, sea puesto al servicio de la sociedad.

 

Tafonomía forense

La combustión de tejidos humanos ocupa un especial interés en el trabajo de la antropología física. A menudo este fenómeno se encuentra relacionado con eventos en el ámbito arqueológico o forense. Las complejas transformaciones que sufren los tejidos expuestos térmicamente pueden ser explicadas desde una perspectiva tafonómica.

Epistemológicamente la tafonomía reconoce como sujetos de estudio a los tafones, definidos como: “…aquellas partes de los organismos que, después de la muerte de éstos, permanecen de algún modo, con cierta individualidad, hasta quedar enterradas, por procesos naturales, de sedimentación. Son los llamados tafones, o bien <<entidades conservadas>>…” (Fernández, 1989 cfr. Aguirre, 1997). Mientras que el objeto de estudio son todos aquellos agentes, procesos y circunstancias que inciden en los tafones, y que dejan huella en ellos (Aguirre, 1997: 42).

El uso de la tafonomía en contextos forenses puede definirse como la aplicación de los modelos, aproximaciones y análisis de la tafonomía a contextos forenses, que den cuenta del tiempo transcurrido desde la muerte, de la reconstrucción de los eventos antes y después de la deposición de los restos en el subsuelo o en superficie y de la discriminación de las huellas producidas por la acción humana, de aquellas producto de la naturaleza, de los subsistemas físicos, químicos y geológicos (Hagluond y Sorg, 1997:3).

La acción del fuego sobre un cuerpo humano, o de otra especie, se conoce como exposición térmica directa, y se define como todas aquellas alteraciones tafonómicas resultantes de la exposición al calor del fuego por radiación y convección, es decir el fuego en contacto directo con los tejidos (Pijoan y Lizárraga, 2004).

 

Entrando en materia

En primer lugar, debemos entender que el fuego es una reacción química, que se caracteriza por desprender una gran cantidad de calor, es decir es una reacción “exotérmica” (Fairgrieve, 2008; Matthew, 2008; Dehaan, 2008; Daédid, 2004). En una combustión se desprenden vapores a altas temperaturas, los cuales, dependiendo del tamaño del fuego (en términos de calor), tienden a provocar que otros materiales con alta inercia térmica puedan alcanzar su punto de ignición aunque las flamas del fuego no los toquen (NFPA_921 2004). En ese sentido, con base en las fotografías que diversos diarios y revistas de circulación nacional han publicado, preguntamos: ¿Por qué ningún material del basurero de Cocula tiene signos de haberse incendiado?, ¿Acaso los peritos nacionales y extranjeros recolectaron todos los indicios?, los cuales por cierto debieron de haber sido en gran número.

Considerando que en el lugar donde se “cremaron” los cuerpos está muy próximo a un basurero, y que la materia orgánica en descomposición de este tipo de tiraderos produce diversos gases (entre ellos el metano, el cual es altamente inflamable), parece ilógico pensar que un fuego de tales dimensiones, suficiente para consumir 43 cuerpos humanos, no se expandiera a este foco de desperdicios.

Aunque los materiales tanto en el basurero como en la vegetación, no hubieran alcanzado su punto de ignición, existiría una huella en ellos ocasionada por la columna de humo que se desprendió de las flamas, cosa que no se aprecia en las fotografías, máxime cuando se menciona en los testimoniales de los detenidos que se utilizaron llantas para el acto crematorio.

En una entrevista radiofónica, el ex Procurador mencionó que los cálculos que hacen los peritos de la temperatura del fuego fueron de 1600°C. Esta temperatura es muy difícil de alcanzar en medios no controlados, es decir, en espacios abiertos (ya que en estos espacios el calor se disipa y además existe una variación en la cantidad de oxígeno y calor), y con combustibles de bajo rendimiento térmico, como es el caso de la utilización de llantas neumáticas (las cuales están diseñadas con propiedades aislantes, para no ser buenas conductoras del calor), madera y plásticos. En otras palabras, es muy poco probable que en las condiciones planteadas en el basurero de la localidad de Cocula, pudiera ocurrir un fuego de esas características.

Otro factor que no corresponde con la información presentada, y que reitera la muy baja probabilidad de que el fuego hubiese alcanzado esas temperaturas, son los fragmentos óseos que se muestran en las imágenes, los cuales tampoco corresponden con los relatos. Para explicarlo mejor, son los cambios que ocurren en los huesos humanos ante la exposición térmica directa, los cuales están dados en función de las siguientes cinco condiciones: 1) El calor del fuego, 2) El tiempo de exposición del cuerpo al fuego, 3) La posición del cuerpo con respeto al fuego (Fairgrieve, 2008; Maine, 1997; Glassman y Crow, 1996; Bonhert et al., 1998; Pope, 2007; Pope et al., 2004) , 4). Las características biológicas de los individuos: (edad, sexo, estatura, masa muscular, y/o cantidad de grasa en el cuerpo) (Pope, 2007; Dehaan, 1997; Dehan et al., 1999; Dehaan y Nurkbakhsh, 2001) y 5). Parte del cuerpo que se evalúe a través de la calcinación diferencial (es decir, no se consume de la misma manera un brazo, que una pierna, la cabeza, las manos o los pies), (Pope, 2007). En este sentido, considerando la temperatura mencionada “1600°C”, el tiempo de exposición al fuego y las características físicas de los jóvenes, los huesos debieron presentar diversos patrones de fracturación, así como “torsiones” en el eje longitudinal de los mismos, por la acción de músculos, tendones y ligamentos, cuestión que difiere con lo presentado a los medios de comunicación.

Dicha fracturación ocurre no sólo por una acción intencional, sino porque en el hueso ocurre un fenómeno de recristalización del componente inorgánico del hueso (McKinley, 2000; McKinley, 2008; Stheiner y Kuhn, 1995; Thompson, 2003, 2005; Piga et al., 2012). Además, hubieran presentado coloraciones grisáceas claras y no negruzcas. Esto último porque la coloración negra es indicativo de la presencia de materia orgánica en el hueso, y bastan en promedio 300°C para consumirla (Shipmann et al., 1984).

La grasa humana es uno de los combustibles fundamentales en las cremaciones de este tipo. En este sentido, una persona con mucha grasa corporal se consume más rápidamente que una con mayor cantidad de masa magra (Dehaan, 1997; Dehan et al., 1999; Dehaan y Nurkbakhsh, 2001; Koljonen y Kluger, 2012). Asimismo, los lípidos de origen animal tienen la propiedad de desprender grandes cantidades de hollín ante la combustión (Dehaan, et al., 2004), lo que necesariamente hubiese dejado huella en los materiales cercanos a la columna de humo que se debió generar en el citado basurero. Además, los jóvenes varones no poseen grandes cantidades de tejido adiposo, lo que hubiera dificultado el proceso de cremación.

Finalmente, el tiempo de enfriamiento de los huesos, y considerando el método indirecto de supresión de calor que supuestamente se utilizó (echarles tierra), y el “dejarlos enfriar” (método directo de supresión de calor), (Curtin, 2011), excede por mucho las dos o tres horas que se señalan en los testimoniales de los detenidos. Probablemente arrojarles agua hubiera funcionado mejor, para el tiempo que dicen tomó poder manipular los restos óseos.

Todo lo anterior puede estar sujeto a valoración, ya que no se cuenta con toda la información primaria necesaria para emitir una evaluación crítica más objetiva. Sin embargo, lo que sí se puede decir, con toda certeza, sin temor a equivocarnos, es que la recuperación, y en específico el embalaje (entiéndase, la forma de “empacar” los restos óseos), fue completamente inadecuada, por no decir irresponsable y negligente. Para ello se utilizó papel aluminio, cuando en muchas publicaciones: Fairgrieve, 2008; Mayne, 1997; Thompson, 2003; Pope, 2007; Schmidt, 2008; Talavera, 2012, Watherhouse, 2009, por mencionar algunas, coinciden que esta forma de embalar restos óseos es totalmente inadecuada, debido a que éste deteriora la apariencia superficial del hueso, dificultando el proceso de análisis y el poder determinar si existió algún tipo de lesión, tanto tafonómica como patológica. Asimismo, el papel aluminio retiene la humedad, lo que coadyuva a la proliferación de microorganismos (hongos), lo cual puede contaminar e impedir por completo la obtención de ADN viable para su análisis. En realidad la forma de embalar los restos, debe ser en cajas plásticas o de polipropileno (de preferencia individuales), utilizando papel absorbente libre de ácidos para evitar la contaminación de las muestras.

Por los videos mostrados en diversos noticiarios parece que los peritos que intervinieron sólo fueron a “pepenar huesos” y no observaron, ni registraron con el cuidado metodológico que un contexto forense primario merece. Este último comentario también está sujeto a controversia, porque tampoco se estuvo presente durante el proceso de excavación, registro y recuperación de los restos óseos cremados.

 

Una reflexión

Finalmente, nos solidarizamos como seres humanos con la indignación, la tristeza, la rabia y la lucha que prevalece en los padres, amigos y compañeros de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, y con todos los mexicanos conscientes de este abominable hecho, así como de otros acontecidos en el territorio nacional, además de asumir el papel histórico que nos toca jugar como académicos de las ciencias forenses ante estos lamentables e imperdonables acontecimientos.

Sinceramente, se escribieron estas líneas esperando contribuir un poco en los reclamos de justicia para la presentación con vida de los 43 normalistas, así como para que la sociedad de todo México esté más cerca de la verdad que tanta falta le hace a nuestro país. No encontramos palabras, y no tenemos más medios para colaborar, sólo los conocimientos que adquirimos en nuestra formación académica, precisamente para poder defender a aquellos que no tienen voz: Nuestros Muertos y Nuestros Desaparecidos de cada día.

 

Bibliogragfía

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[1] Equipo de Bioarqueología Dirección de Antropología Física, INAH

[2] Equipo de Bioarqueología Dirección de Antropología Física, INAH