La Postmodernidad y el derrumbe de las instituciones: el caso del Instituto Nacional de Antropología e Historia

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Posgrado en antropología social
Escuela Nacional de Antropología e Historia

I. Introducción al tema

Me sirvo de este hermoso pensamiento de Nietzsche para recordar que el tema de la postmodernidad no ha sido creado ex novo: por el contrario, tiene muchos antecedentes desde finales del siglo XIX; por ejemplo, el filósofo contempló un cambio profundo en su época desde que anunciara “la muerte de Dios”. Si en altas horas de la noche lo leo, me pregunto, o mejor si preguntáramos, ¿qué nos quiso decir?

¿Qué quiso decir Eduard Münch cuando pintó “El grito”, que originalmente tituló con el nombre “Desesperación”?

¿Qué quiso decir Marcel Duchamp cuando compró un urinario de porcelana, lo tituló “la fuente”, lo firmó como R. Mutti en 1917 y lo envió a la Sociedad de Artistas Independientes para su exposición? 

¿Qué quiso decir Honegger en su obra musical Pacific 231

Y ¿qué nos dijo Arnold Shönberg con su obra Pierrot Lunaire? 

Y ¿qué nos dice Pina Bausch en su proyecto de danza-teatro cuando montó La Consagración de la primavera y sobre todo Café Müller

Y ¿qué nos quiso decir Terry Gillian con su desolador y enorme filme Brasil, de 1984?

¿Qué nos quiso decir Jack Kerouac en su estrujante novela In the Road?

Y ¿qué quiere decirnos Anthony & The Johnsons en su intenso, desolador y enigmático canto “Hope There’s Someone”?; parafraseándolo en versión muy libre: “¿Quién podrá ayudarme, sostendrá alguien mi cabeza cuando muera?, tengo miedo de este sitio entre la luz y ningún sitio; cuando me vaya ¿habrá alguien bueno que sujete mi corazón libre…?”

Por último, para no cansarnos con más ejemplos, ¿Qué nos dijo Frederick Jameson en su escrito El postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado (Barcelona, Paidós, 1991) sí, porque aquí Jameson plantea un problema crucial para la antropología al considerar al postmodernismo como la claudicación de la cultura ante la presión del capitalismo organizado, tema central también para la antropología contemporánea.

Es mi modesta opinión que los ejemplos citados dan cuenta de una forma diferente de ver el mundo y que los cambios ocurridos se dieron a través de corrientes artísticas, que por cierto molestaron a la sociedad burguesa de la época. Abundando, fueron los artistas —arquitectos, pintores, músicos teóricos— quienes, de manera contundente, transformaron a buena parte de la sociedad inaugurando así la postmodernidad. Pero, recuerdo: la literatura no fue la excepción, permítanme mencionar sólo a dos escritores, Rubén Darío, posmodernista por excelencia, con todos sus adláteres en México (no uso la acepción peyorativa del término) y el chileno Vicente Huidobro, quien no en balde había conocido en París a Apollinaire, a Louis Aragon, a Tristán Tzara y a Breton.

  Perry Anderson (2000), uno de los teóricos más brillantes acerca de la postmodernidad, reconoce el término postmodernismo como categoría estética mientras que postmoderno es la categoría histórica. Muchos autores se refieren sin embargo a la modernidad para referirse a la época actual. El concepto postmodernidad ha resultado bastante polémico y amenazante para las academias ortodoxas, aunque se discute cada vez más en algunos círculos de pensadores, mientras otros grupos manifiestan un rechazo total, no solamente referido al concepto, sino, sobre todo, ante su imposibilidad de entender que la antropología es una ciencia multiparadigmática que nos permitió mirar hacia “los otros” de manera diferente, una vez que soltó las amarras con la primera antropología de tipo colonial. A propósito, les menciono que en Sudamérica surgió hace ya algunos años, la llamada teoría de la descolonización o Epistemología del sur, que tiene muchos seguidores; ésta fue propuesta por Boaventura de Sousa Santos, científico y político portugués; Arturo Escobar, Nicolás Casullo et al son otros investigadores entre muchos más que trabajan este tema. En México han compartido gran parte de este paradigma Bolívar Echeverría, Luis Villoro y Enrique Dussel, entre otros. No se podrá en este lugar hacer ningún comentario al paradigma de la descolonización en virtud del espacio que disponemos.

Para referirse al concepto del que estamos hablando, los autores han denominado a la sociedad contemporánea de variadas maneras: unos hablan de transmodernidad;  Zigmunt Bauman la llama Sociedad líquida y sociedad del desperdicio; Arjun Appadurai la denomina Modernidad desbordada; Gilles Lipovetski y Jean Seroy, Cultura mundo y sociedad desorientada; Ülrich Beck, la Sociedad del riesgo; Hardt y Negri, La Multitud;  Anthony Giddens, Mundo desbocado y otros más hablan de capitalismo tardío.

Por otro lado, Gianni Vattimo y Lyotard indican que la postmodernidad no nos remite tanto a un momento histórico, sino que el término da cuenta y hace referencia a la condición humana; así la postmodernidad no es una época que se halle después de la modernidad como etapa de la historia. El “post” de la postmodernidad, es “espacial” antes que “temporal”. Esto quiere decir que estamos sobre la modernidad. La postmodernidad no es un tiempo concreto ni de la historia ni del pensamiento, sino que es una condición humana determinada.  Después de esta breve introducción al tema, voy a dar una versión simplificada de algunas características de la modernidad, ya que es necesario para entender y diferenciar a ambas de manera más explícita.

 

II. Modernidad

En la nomenclatura, características y cronologías, la modernidad para algunos dio inicio en el siglo XV, con el abandono de los cánones de la sociedad medieval, con el abandono de la tradición y con el paulatino distanciamiento de las relaciones entre Iglesia y Estado; de igual manera se abandonan las formas de producción preindustriales y se da inicio a la paulatina desaparición de sociedades rurales de tipo feudal. La modernidad aparece con la industrialización y la aparición de las fábricas; se ve surgir el trabajo en serie, por ello se la denomina también como fordismo. La modernidad siembra sus raíces ideológicas en ‘la razón’, en los postulados de la Ilustración[2] y los de la Revolución francesa que originan el concepto de Estado-nación; aquí el poder se concentra en un solo centro. La modernidad es la creadora de un discurso donde igualdad, progreso, bienestar, generan un metarrelato de la historia que pone su énfasis en el porvenir más que en el pasado. Las grandes palabras-ideas que movilizaron a los hombres de la modernidad occidental se dieron en aras de la verdad, la libertad, la justicia y la racionalidad. En suma, como concepto filosófico y sociológico se la puede definir como el proyecto de imponer la razón como norma trascendental a la sociedad. En la lista siguiente, elaborada por la filósofa Amalia Quevedo[3], la modernidad:

Es la época que sigue a la Edad Media.

Nace en Francia con Descartes.

Es uno de sus grandes hitos es la Ilustración.

Se extiende de Descartes a Habermas.

Es innovación, novedad, dinamismo.

Es razón: fuente del progreso en el conocimiento y en la sociedad, lugar de la verdad y fundamento de los sistemas de conocimiento (ciencia) y de acción (política).

Es racionalismo, verdad apodíctica[4]

Es pretensiones universales y totalizantes.

Es macroteorías.

Es representación[5]

Es orden, significado.

Es política: partidos, parlamento, uniones comerciales.

Es arte: seriedad, pureza, individualidad. Vanguardias: negación, disidencia.

Sus defensores acusan a la postmodernidad de relativismo, irracionalismo y nihilismo.

 

Otra característica de la modernidad es la aceptación del estructuralismo de Ferdinand de Saussure en lingüística y el de Levi-Strauss en antropología —especialmente en etnología y cultura— que estaba implicado con la teoría sociológica del funcionalismo.[6]

Una de sus aportaciones a la lingüística llevó a Saussure a fundar todo un método de conocimiento, al distinguir la “lengua” (langue) del “habla” (parole). Y su aportación lo lleva a afirmar que la lengua es el sistema de signos de la sociedad, y el habla, el sistema de signos de cada persona o individuo. Todo signo —decía— está compuesto de un significante (lo que vemos y oímos) y un significado (el concepto) que son inseparables y mutuamente irreductibles. Esto lo llevó a proponer la elaboración de una semiótica de la vida de los signos en la sociedad. Tiempo después, los pensadores integrantes de la llamada “pandilla de los cuatro”, estructuralistas por excelencia: Jacques Lacan, Michel Foucault y Roland Barthes y por supuesto, Levi-Stauss comenzaron a hablar de post estructuralismo; por tanto sus exponentes son críticos y deudores del estructuralismo saussureano; Jacques Derrida, Gilles Deleuze y Julia Kristeva son también considerados como postestructuralistas prominentes.

El postestructuralismo comparte una preocupación general por identificar y cuestionar las jerarquías implícitas en la identificación de oposiciones binarias que caracterizan no sólo al estructuralismo sino a la metafísica occidental; en general, las oposiciones binarias que rigen en Occidente son: sujeto/objeto, apariencia/realidad, voz/escritura, hasta oposiciones comunes como alto/bajo; frio/caliente, masculino/femenino, etc. Si hay un punto en común en la crítica postestructuralista, éste es la re-evaluación de la interpretación estructuralista de Ferdinand de Saussure acerca de la distinción entre el estudio del lenguaje a través del tiempo versus el estudio del lenguaje en un momento determinado. Los estructuralistas afirman que el análisis estructural es generalmente sincrónico y por tanto suprime el análisis histórico. También se dice que el postestructuralismo está preocupado en reafirmar la importancia de la historia. Otro énfasis del postestructuralismo consiste en una reinterpretación de Sigmund Freud, Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger[7].

 
Lina Odena con Aura Marina Arriola, Mercedes Olivera y Enrique Valencia en la Escuela Nacional de Antropología (Fuente: Ricardo Ramírez Arriola, Diario de Campo. Boletín interno de los investigadores de área de antropología, núm. 90, Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), México, enero – febrero de 2007.https://360gradosfoto.com/2010/02/15/in-memoriam/)

 

III.  Postmodernidad

Aquí veremos a algunos de los sabios presentes en el cambio del cauce del río de la historia, aquellos que advirtieron que se iniciaba una sociedad amenazante y adversa. Comenzaré con Günther Anders, filósofo, discípulo de Heidegger y Cassirer, pacificista, colaborador de Bertolt Brecht  –y por tanto perseguido por los nazis–  compañero de estudios de Hannah Arendt, con quien estuvo casado de 1929 a 1936 y quien mantuvo una correspondencia epistolar con Claude Eatherly, el piloto aviador encargado de evaluar el objetivo de la bomba atómica lanzada en Hiroshima[8]; Anders pues, es otro insigne investigador de la condición humana; él observa en la sociedad una suerte de “descolocación” del sujeto y de vacío existencial; ya el propio nombre de su libro –La obsolescencia del hombre– es indicativo de que el cambio de la humanidad va en contra del hombre mismo. En sus propias palabras, su obra es

“una antropología filosófica en la época de la tecnocracia”, entendida ésta como el hecho de que el mundo en que hoy vivimos y que se encuentra por encima de nosotros, es un mundo técnico, hasta el punto de que ya no nos está permitido decir que, en nuestra situación histórica, se da entre otras cosas también la técnica, sino que más bien tenemos que decir que, ahora, la historia se juega en la situación del mundo denominada ‘técnica’ y, por tanto, la técnica se ha convertido en la actualidad en el sujeto de la historia, con la que nosotros sólo somos aún ‘co-históricos’[9].

 

El libro de Anders trata, pues, de las transformaciones que tanto los hombres en cuanto individuos como también la humanidad en conjunto han sufrido y siguen sufriendo por este factum. Estas transformaciones afectan a todas nuestras actividades y pasividades, al trabajo como al tiempo libre, a nuestras relaciones intersubjetivas e incluso a nuestras categorías. Hoy, quien todavía proclame la ‘transformabilidad del hombre’ es una figura del ayer, pues nosotros estamos transformados. Y esta transformación del hombre es tan fundamental, que quien hoy aún hable de su ‘esencia’ es una figura de anteayer, dice el autor, y añade: 

Se ha dicho de mi descripción del hombre contemporáneo que es unilateral, pues se limita a situaciones y actos de consumo, especialmente a la situación de la radio y la televisión. Este reproche pasa por alto lo principal de mi teoría, porque mi tesis se refiere a que casi todas las ocupaciones del hombre se han hecho dependientes de las ocupaciones de consumo o se han transformado en tales. Hoy ya no vale que el consumo interrumpa de vez en cuando nuestra existencia de no consumo, sino al contrario, que raras veces emerjan actos de no consumo dentro de nuestro continuum 

 

Cuando Günter Anders recibió el premio Theodor W. Adorno en 1983, dijo: “Soy sólo un conservador ontológico, en principio, que trata de que el mundo se conserve para poder modificarlo”.[10] De esta manera Anders vio y vivió su presente: denunciando desde  la guerra atómica hasta los desastres de Chernobil; denunciando las características de la sociedad moderna industrial; los impactos de la tecnología creciente; los impactos de los medios de comunicación; los de la masificación de la información, del consumismo… anunciaba la sociedad futura, la que actualmente vivimos.

  Es el turno de Karl Polany: muchos de ustedes ya conocerán su obra titulada La Gran Transformación. Crítica del liberalismo económico, publicada por vez primera en 1944; encontré que se trata de uno de los trabajos pioneros y precursores del estudio de este gran proceso que ahora nos ocupa. Este libro da comienzo con el siguiente enunciado que evoca una situación inédita y dramática: “La civilización del siglo XIX se ha derrumbado. Este libro trata de los orígenes políticos y económicos de este suceso así como de la gran transformación que ha provocado”[11].

Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría, los traductores de esta edición de 1989 que estamos consultando, la presentaron en el Congreso de Sociología celebrado en Inglaterra en 1946, donde Polany sintetizó las líneas de pensamiento que rigieron su obra:

El determinismo económico es primordialmente un fenómeno del siglo XIX que en la actualidad ha cesado de ser operativo en la mayor parte del mundo; únicamente funcionó en un sistema de mercado que está a punto de desaparecer rápidamente de Europa.

El sistema de mercado ha deformado unilateralmente nuestra visión del hombre y de la sociedad.

Esas percepciones deformadas constituyen hoy uno de los principales obstáculos que nos impiden resolver los problemas de nuestra civilización[12].

 

Una aportación notable de La gran transformación es que revisa las formas de circulación económica en las sociedades precapitalistas en las que encuentra “economías incrustadas” en relaciones sociales de orden extraeconómico. Para este análisis se basó en obras etnográficas y especialmente en los postulados de Malinowski,[13] de quien toma los conceptos de intercambio, reciprocidad y redistribución. “El lugar de la pequeña economía familiar es poco más que un punto de intersección entre líneas de actividades llevadas a cabo por grupos de parentesco más amplios en diversas localidades”.[14]

Para Polany el sistema de mercados es ‘autorregulador’; es la economía capitalista la que gobierna al mundo y la que ha producido la gran transformación. Nos informa: “Estas someras indicaciones deberían bastar para mostrar la naturaleza absolutamente inédita de esta aventura en la historia de la raza humana”. Son varios los autores que reconocen en el portentoso tratado de Polany el primer estudio relativo a la modernidad y el cambio hacia la postmodernidad sin que él, por su formación y por su época, hubiese utilizado dichos términos. Pareciera que los investigadores de la sociedad, historiadores y filósofos que sufrieron las primera y segunda guerra mundiales resultaron ser quienes, en la locura desatada a causa de los nacionalismos crecientes y las amenazas de guerras atómicas, empiezan a explicar los mecanismos sociales que dan paso al poder concentrado de las naciones y a conocer y explicar las lógicas del capital y de las economías de guerra[15].

 Otro de ellos es Arnold J.Toynbee, quien en su magna obra A Study of History (publicada en 12 tomos entre los años de 1933 y 1961) negó el determinismo en la evolución de las civilizaciones. Toynbee adopta el término de postmodernidad en posteriores ediciones de esa misma obra, cuando se refiere a cuatro eras distintas en la historia de Occidente: La Edad Oscura (675-1075), la Edad Media (1075-1475), la Edad Moderna (1500-1900), y la Postmoderna (1900-al presente), donde desaparecen la estabilidad social, el racionalismo, el progreso y la clase media burguesa.  En tanto, características de la Edad Post-Moderna son la ruptura con la etapa moderna, las guerras, la turbulencia social, la revolución, la anarquía, el relativismo y, en general, el colapso del racionalismo y del éthos de la Ilustración. Sostiene además que lo post-moderno es un concepto negativo equivalente a regresión deplorable, pérdida de valores tradicionales, de certezas y estabilidades[16].

Finalmente Lyotard, quien también ha presagiado la dinámica neoliberal que apunta a la reducción progresiva del papel del Estado, al tiempo que convierte la transparencia en un principio de evaluación de procesos sociales, económicos y políticos cada vez más modelados después de la comunicación y el intercambio de información, cuyo valor e interpretación dependen de su facilidad de asimilación en los circuitos de consumo.

 Jean Francois Lyotard es el poderoso pensador francés que en su obra La condition postmoderne. Rapport sur le savoir (1997), preparada como un proyecto de investigación y como un diagnóstico solicitado para la provincia de Quebec, Canadá, se ocupa de interpretar algunos aspectos de la sociedad postmoderna. Veamos algunas de sus conclusiones:

Los metarrelatos […] son las narraciones, las versiones de la historia que marcaron en la modernidad las ideas de la emancipación progresiva de la razón y de la libertad, de la emancipación progresiva del trabajo, el enriquecimiento de toda la humanidad a través del progreso y de la tecnología capitalista. Actualmente los grandes relatos que legitimaban un sentido de la historia, han perdido credibilidad…

 

En este sentido, se ponen en cuestión los discursos científicos que en el pasado estuvieron en boga: el pensamiento Ilustrado, Comte y Descartes, el positivismo, son para Lyotard opresores. En suma, son los discursos que la postmodernidad considera agotados y que en cierta medida para el positivismo son las verdades supuestamente universales, últimas o absolutas, empleadas para legitimar proyectos políticos o científicos. En contraposición, los nuevos discursos entrañan cambios en la filosofía, la historia y la cultura. La aportación más importante de Lyotard es su discurso donde de manera inteligente explica, enlaza y entrecruza los fenómenos de la postmodernidad que modelan la sociedad quebequense de aquel entonces; acerca de la educación, del saber y del científico, informa que estas actividades se desarrollan en esta era preponderantemente tecnologizada; considera que existe una tendencia a la comensurabilidad y a la determinabilidad del todo impulsadas por el incremento del poder. Denomina a los ‘expertos’ que tienen el poder como los ‘decididores’, en contraposición al filósofo que no es un experto; mientras el experto concluye, el filósofo interroga. “Nuestra hipótesis —dice Lyotard— “es que el saber cambia de estatuto al mismo tiempo que las sociedades entran en la edad llamada postindustrial y las culturas en la edad llamada postmoderna”[17] Sus observaciones lo llevan a postular que el saber es una clase de discurso, que la transformaciones tecnológicas afectan principalmente a la investigación y que el conocimiento es ya una mercancía, porque el saber es producido para ser vendido, y, a su vez, será consumido para ser valorado en una nueva producción, para ser cambiado, por lo que el saber

cuando deja en sí mismo su propio fin, pierde su valor de uso[18]. En esta etapa la ciencia y el conocimiento es parte de las baterías de los Estados-nación para competir por el poder mundial. La duda de los científicos cuando se trata de valorar el estatuto presente y futuro del saber científico, es mucho mayor en la medida en que el saber científico pasa al momento de la legitimación. Mientras, los usuarios del conocimiento pasan a un estado de mayor alienación y la legitimación “se encuentra indisolublemente relacionada con la de la legitimación del legislador […] ¿quién decide lo que es el saber y quién sabe lo que conviene decidir?  La cuestión del saber en la edad de la informática es más que nunca la cuestión del gobierno”[19]

 

Han pasado 60 años desde que Lyotard observó el cambio en la educación institucionalizada. Desde entonces la desmoralización de investigadores, profesores y estudiantes es manifiesta y sigue vigente.

 

IV. Nuestro Presente

“Pero si bien no somos todos igualmente [post]modernos, no es menos verdadero que todos lo somos” y sí, la postmodernidad es nuestro presente, es la sociedad contemporánea en la cual vivimos. Y ¿cuáles son sus características? Las vamos a mencionar enseguida, no sin antes advertir que no hay una sola postmodernidad. La postmodernidad europea no es la única, ni la más acabada; existen tantas como existen respuestas locales en el mundo, es decir, la postmodernidad no es homogénea y las respuestas de las poblaciones, de las naciones, de los movimientos sociales, etc., son igualmente heterogéneas. En 2005, Eisenstadt[20] postuló la existencia de postmodernidades múltiples, conocidas también con el nombre de postmodernidades locales.

Ahora sí, se pasará revista de algunas de las características más sobresalientes del presente: Las guerras entre naciones, además de las guerras civiles dentro de las mismas naciones y guerras de carácter étnico-religioso, que se dan mucho en el continente africano. El reclutamiento de soldados mercenarios: ¿Qué se sabe de esto? El periodista Lluis Basset, del diario español El País, publicó un artículo sobre la mega empresa denominada Blackwaters:[21]

Hay muchos países en el mundo, incluyendo varios europeos, que tienen menos capacidad militar que esta empresa, fundada hace 10 años por un ex militar de buena familia. Cuenta con enormes bases militares y campos de entrenamiento propios en territorio norteamericano. Y hace lo que puede hacer un ejército, desde acudir a una catástrofe hasta librar una guerra, pasando por detener, interrogar e incluso torturar y ejecutar, dar instrucción militar o suministrar servicios; K-9 (Ka-nine, es decir, adiestramiento de perros para combate y tortura). Es la principal contratista de guardaespaldas y servicios de protección en Irak, que desarrollan bajo una cláusula de inmunidad que el Gobierno iraquí quiere levantar, sin éxito hasta el momento. La adjudicación de los contratos es directa, sin transparencia ni rendición de cuentas. La única consecuencia de una acción criminal es el despido del mercenario, su inmediata salida de Irak y en el mejor de los casos el pago por Blackwater de una indemnización. Además de norteamericanos e iraquíes, la composición de estas milicias privadas es la propia de los ejércitos mercenarios, incluyendo gentes condenadas por atentados contra derechos humanos.

 

Asociado a lo anterior, se sabe bien que hay naciones que trabajan en el diseño de grandes arsenales, ojivas, misiles y material atómico con los que se amenazan unos a otros; asociado a esta industria de guerra, se considera que el antiguo orden bipolar Estados Unidos-Rusia podría derivar en un orden bipolar diferente, formado por China-Rusia. También se habla de un posible orden tripolar, donde podrían estar Rusia-China-Turquía. Al respecto hay una incertidumbre total en virtud de que las reglas de parte de Estados Unidos cambian de día en día. El tráfico de armas es un tema jamás resuelto: España vende a Yemen; Estados Unidos vende a México; Rusia vende a Siria. Se trata de una economía de guerra que el capitalismo no puede desdeñar. Si pasamos al tema de las drogas, el panorama es aterrador debido al incremento internacional de países o regiones que siembran amapola y que sintetizan drogas diversas. La trata internacional de personas, incluyendo niños, es un tema por demás doloroso; no menos la desaparición forzada, los crímenes de Estado. Los cárteles infiltrados en los gobiernos y centros de poder. Las masacres cotidianas con alto grado de violencia y barbarie. El “adelgazamiento” del Estado; el Estado que privilegia a la iniciativa privada; el Estado que delega en expertos en planeación de empresas y, en tecnólogos, áreas sustantivas como la educación. La privatización de la enseñanza; el abandono de la escuela rural…

Otra característica de la postmodernidad consiste en la emergencia de grupos neo-nazis en buena parte del mundo; igualmente, surgen gobiernos autoritarios altamente conservadores y muchas veces iletrados, apoyados siempre y poniendo en acción a sus ejércitos. Otrosí son las enormes migraciones de seres humanos que no saben cuál será su punto de arribo —si es que lo habrá— para tomar un sitio en el planeta. También el abandono al campo, dejando lo que aún se produce para el mercado internacional. El fracking es otra característica de nuestros tiempos: es la forma violenta de herir a la Terra mater en búsqueda de sus tesoros profundos. La pobreza extrema es una más, la más letal, la que afecta a las poblaciones más vulnerables del planeta. Pobre mundo que queda desierto de la inocencia de la infancia. Es la aceleración del tiempo en la historia, en el trabajo, y en la vida cotidiana. Es el riesgo; otrosí, el surfear en la cresta de las olas (Bauman y Baricco) pasándola lo mejor posible; en suma, como nos dijo Anders hace más de setenta años, es propiciando la “descolocación” del sujeto. Tal es el estado actual del hombre. No he olvidado el corporativismo que tiende a unir capitales para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres; tampoco olvido el odio hacia el “otro”, el racismo, la discriminación ni la forma con que cada quien consigue el pan nuestro de cada día. Tampoco olvido la corrupción, ni la venta de los bienes nacionales y del territorio, ni la desinformación debida a la carencia de libertad de expresión y las tantísimas muertes de periodistas. Y algo más que no olvido, el que estamos “en la sociedad del miedo”. El terror se viene configurando desde que Felipe Calderón reactivó la guerra civil en nuestro país. La sociedad, ni duda cabe, siente temor del ejército y la marina y todos sabemos por qué. Tampoco olvido a los padres de los chicos de Ayotzinapa, ni a los de la Guardería ABC, ni la muerte de tantas mujeres, ni la de los jóvenes y menos la de dos alumnos de la ENAH desaparecidos en el metro y asesinados por la policía. No abundo más porque es innecesario y porque los escuchas advertirán que a estas alturas, habré olvidado otras características de la postmodernidad y porque hasta resulta de mal gusto hablar más de este tema.

 

V. El derrumbe del INAH

¿Que el INAH se ha colapsado? 

— En efecto, lamentablemente sí.

   ¿Y la ENAH?, también. En primer lugar y de manera general, porque la situación actual golpea, y tira todo, cual huracán de intensidad 5. Es decir, que el INAH es un fractal de la postmodernidad.

— Profesora, pero dígame, por favor, ¿es posible reestructurarlo?

— Es imposible que vuelva a ser como fue en el pasado, porque según la teoría de sistemas, las condiciones iniciales jamás se repiten y el sistema actual ya está en grado de entropía. La incertidumbre acerca de lo que viene está siempre presente en todas nuestras vidas y también en este caso. Pero, dada la complejidad de los fenómenos, quizá el sistema vuelva a adquirir condiciones y bucles que lo favorezcan para ser una nueva Institución y que vuelva –como en el pasado, eso sí– a alcanzar su estado de homeostasis o equilibrio.  

— ¿Y usted, qué esperaría del nuevo INAH?  

— Mire usted, mis sueños, porque ya estoy vieja …

— No, por favor no diga eso, usted es de la tercera edad pero se ve muy fuerte… 

— Mire usted, no me chamaquee, soy de la cuarta y sin eufemismos, por favor. Pero continuemos. Mire, me gustan más los hombres justos que los hombres sabios (sin que desdeñe a los sabios, por supuesto). Pienso que en el INAH y en la ENAH se tiene que propiciar el sentido y un espíritu de comunalidad. Otra cosa más, considera que la pobreza no se puede administrar, porque con los actuales presupuestos no se puede dirigir una institución como el INAH. Claro que para ello, la nueva institución, mejor dicho su nueva dirección debe ser menos sumisa a las dictaduras de Hacienda y especialmente a la dictadura que ejercen todos los administradores. Sin presupuesto no se hace una institución. Para consolidar al INAH es indispensable una dirección donde su titular sea una persona justa y respetuosa con sus trabajadores y que no se vaya con la finta, creyendo en los pueblos mágicos… pero mire usted, ¿para qué le digo lo que debe ser, si toda persona ya es como es?... bueno, perdone, creo que este pensamiento lo voy a mandar al éter y le ruego que cancelemos esta entrevista, ya que muchos de mis compañeros participarán con temas que tienen que ver con su experiencia directa y por lo tanto hay que escucharlos.

— Profesora, ¿y entonces qué va a hacer?

— Pues si te digo la verdad, me voy con mi bastón, a buscar mi Rosa de los Vientos que dejé olvidada allá, en la esquina del tiempo.

 

[1]        Conferencia magistral presentada en el II Congreso Nacional de Profesores de Investigación Científica y Docencia del Instituto Nacional de Antropología e Historia, 14 a 17 de octubre de 2018, La Trinidad, Tlaxcala.

[2]        “La máxima fundamental de la Ilustración, atrévete a usar tu razónha inaugurado la moderna cultura científica” (Gadamer, Op.cit. 67).

[3]        Amalia Quevedo, De Faucault a Derrida, “Introducción general”, 2001, en línea <http://www.arvo.net> para la Biblioteca católica digital.

[4]        Apodíctico = concluyente; que demuestra la cosa de que se trata sin dejar lugar a duda o discusión.

[5]        La teoría no refleja especularmente la realidad; todo conocimiento está lingüística e históricamente mediado.

[6]        El funcionalismo es un tipo de teoría del consenso dentro del estructuralismo. Los mayores teóricos del funcionamiento de la idea de la autorregulación social y de la proposición de que todo funciona orgánicamente dentro de la sociedad incluyen a Emile Durkheim (1858-1917) y Talcott Parsons (1902-1979). En antropología es Malinovski (1884-1942) quien formuló una forma de explicación basada en la función.

[7]        Vid.  Diccionario analógico de postmodernismo, en línea, http://diccionario.sensagent.com/postestructuralismo/es-es/

[8]        De la correspondencia con el piloto —paria y víctima— internado en un hospital de veteranos, Anders publicó un documento llamado Burning Conscience (título traducido como “Más allá de los límites de la conciencia”). Un documento del miedo, de la irracionalidad, de la desesperación. A raíz de su publicación de El piloto de Hiroshima (versión en español en Ediciones Paidós Ibérica. 2002), Günther Anders es calificado de “comunista” y “persona non grata” en los Estados Unidos; obtenido en línea, de “http://es.wikipedia.org/wiki/G%C3%BCnther_Anders”

[9]        Del comentarista en línea </cambiaIdioma.php?idioma=es&pag=%2Flibro%2Fla-obsolescencia-del-hombre-vol-ii%2F655881%2F978-84-92913-93-0>

[10]      Manfred Bissinger, biógrafo de Anders, en línea</w/index.php?title=Manfred_Bissinger&action=edit&redlink=1

[11]      Polany, Karl, 1989, Cap. I, “La Paz de los cien años”, p. 25

[12]      Varela y Álvarez-Uría, 1989, p. 18

[13]      Vid. Polany, Op. cit, Cap. 4, “Sociedades y sistemas económicos”, pp. 83-101

[14]      Polany, Loc. Cit.  p. 117, donde se encuentran los comentarios referidos a la obra de Malinowski.

[15]      Quevedo, A. Op. cit.  pp. 21-22

[16]      Varela y Álvarez-Uría, 1989, p. 18

[17]      Lyotard, Op.cit. p. 9.

[18]      Ibidem

[19]      Lyotard, Op.cit., pp. 14-15

[20]      Arnason, J.P., Eisenstadt, S., Witrock, B., 2005, Axial Civilizations and the World History, Brill, Londres y Boston.

[21]      Lluis  Basset, El País internacional, versión electrónica, https://elpais.com/diario/2007/11/01/internacional/1193871605_850215.htm