2, Octubre de 2011

Editorial: Resistencia y memoria

Octubre bien puede ser el mes de la resistencia alrededor del día 12 frívolamente llamado “el día de la raza”. Porque si alguna causa hemos de festejar es la resistencia, que los pueblos neciamente han sostenido en todos los tiempos. Algunas tienen historias escritas, otras sólo las guardan en la memoria como los acontecimientos del 68 en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos sólo queda en la memoria de los actores.

 

Serían alrededor de la seis de la tarde, se leían los acuerdos del Consejo Central de Huelga, el patio de enfermería estaba lleno hasta las escaleras que dan a la calle Morelos, los ánimos estaban encendidos  mientras los oradores del consejo de huelga se sucedían uno tras otro; el Consejo Universitario liderado por el Rector Lavín sesionaba conforme se había acordado: un Consejo Universitario permanente. De pronto comenzamos a escuchar un sonido sordo que se fue haciendo más claro hasta convertirse  en un paso uniforme de botas con estoperoles descendiendo por la calle Álvaro Obregón, atrás del Jardín Borda: alguien de entre los asambleítas gritó:  ¡Son los soldados! Se hizo un silencio gélido que cayó como agua y pareció enfriar los ánimos. ¡Que nadie se mueva! Gritó un miembro del Consejo. Los que quieran vayan saliendo y avisen a sus consejeros lo que está sucediendo. ¡Tac, tac, tac,……!Continuaron los sonidos de las botas rodeando el Jardín Borda, donde estaba la Escuela de Enfermería, lugar de las asambleas: ¡Tac, tac, tac. Ante el desconcierto, el orador del consejo de huelga, nos indico calmarnos, y recomendó avisar al Consejo Universitario, que estaba en sesión permanente, lo que estaba sucediendo. Yo me salí para avisar al Arq. Francisco Ramírez Badillo, director de la Escuela de Arquitectura y Consejero universitario; después me dirigí al Obispado a avisarle a Don Sergio Méndez Arceo lo sucedido quien, con teléfono en mano me dijo con tono de extrema preocupación: ¡Ya estoy enterado! “Voy a hacer unas llamadas, mientras tanto, que los muchachos me esperen abajo”. Palabras más palabras menos, este fue el tono de la apresurada entrevista.

La historia se escribe desde los espacios de poder, así conocemos my bien el movimiento estudiantil en la ciudad de México, pero poco sabemos de lo que paso en las universidades de provincia donde los medios masivos de comunicación eran casi nulos y serviles; el acontecimiento solo fue una información que no pudo evitar un espacio en la memoria histórica: su dramatismo, nada tenía de extraordinario.

A cuarenta y tres años de distancia, mientras los detalles mejor grabados se acomodan en el sitial de los recuerdos, los demás empiezan a ser cubiertos por las sombras de una noche generacional inminente.  El movimiento estudiantil del 68 en la provincia morelense, solo quedó en la memoria de los testigos, mientras en el centro del poder, las reseñas mediáticas pasan al documental de la historia de los medios de comunicación.

Lo sucedido en la Plaza de Tlatelolco el dos de octubre de 1968, no sería tan importante si no fuera porque fue la culminación de una cadena de resistencias libertarias posteriores al movimiento de 1910: tranviarios, electricistas, telefonistas, médicos, maestros, estudiantes y otras resistencias que siguieron a las luchas por la tierra que también culminó los acontecimientos de lucha por un proyecto de nación, buscado, durante el siglo XIX. Deseamos que el mes de octubre, el de las lunas masa hermosa nos recuerde estas gestas de resistencia de todos los pueblos sometidos.