15, Noviembre de 2012

Los espacios públicos en Cuernavaca: más allá de la secularización

 

En el curso de este breve artículo exploraremos en sus trazos generales la construcción del campo cultural y simbólico del ritualismo cívico urbano de los morelenses, impulsado desde las instancias de poder federal y estatal.

Mirada la historia de los espacios públicos morelenses desde un ciclo de mediana duración nos permite arribar a algunas hipótesis y conclusiones provisionales. En general, los procesos rituales impulsados por lo que podríamos denominar la  expansiva religiosidad civil en el estado de Morelos, sirvieron de vehículos culturales de los símbolos identitarios nacionales y regionales, anudándose a veces entre sí. Esta ritualizada construcción político-cultural se proyectó principalmente sobre  los escenarios de Cuernavaca y en menor medida en los de otras localidades como Cuautla, imprimiéndole un nuevo sesgo a sus respectivos decorados urbanos.

 

Sustitución o desplazamiento del ritual religioso.

El proceso de secularización  de los rituales en los espacios públicos de Cuernavaca, se fue cumpliendo con algunos énfasis y tensiones a partir de los últimos años  del siglo XIX. Las líneas de continuidad entre el porfiriato y la etapa posrrevolucionaria parecen ser más fuertes que sus rupturas, dada la antigua presencia de figuras de alta densidad simbólica como las de José María Morelos y Benito Juárez en el imaginario social de sus habitantes.

Una lectura más atenta del universo expansivo de los procesos rituales de índole cívica, nos permite expresar algunas reservas sobre ese sentido fuerte con el que se ha querido  marcar a todos los procesos de secularización, nos referimos a su presunto carácter desacralizador. Muy por el contrario, todo parece indicar  que los puentes culturales entre los procesos rituales religiosos y los laicos y cívicos que les sucedieron, son más relevantes que sus distancias.

Consideramos que  las prácticas de los rituales públicos de lo sagrado, sedimentadas culturalmente en el imaginario de los pobladores de Cuernavaca,  sirvieron de soporte de un todavía no investigado proceso de desplazamiento simbólico de sentido que se orientó hacia los rituales laicos y cívicos cumplidos en los espacios públicos. Esta orientación de lo que Raymod Aaron,  el conocido politólogo francés, denominó “religión secular”, fue más tarde desarrollada por Mircea Eliade, el más prestigiado historiador de las religiones de este siglo que ya concluye. Sobre estas hierofanías cívicas se puede observar un proceso de reinversión de lo sagrado religioso en “cierto número de objetos, actitudes, seres o instituciones, hasta el punto de que no siempre es fácil reconocerlo”. [1]

Las tradiciones del jacobinismo liberal que pretendían a través de su ritualismo cívico relevar y/o suprimir a las de la religiosidad popular católica, apoyadas, como es de todos conocido,  en dispositivos de coerción política y jurídica, fracasaron en siglo XIX y volvieron a fracasar durante la Guerra Cristera. Pero no en el sentido de que la supervivencia de los viejos cultos barrocos de lo sagrado probaría su supremacía sobre sus contrapartes laicas y modernas, como han voceado y sostienen los intelectuales orgánicos de la tradición católica mexicana o morelense. Desde nuestro mirador antropológico, la trama cultural que nos interesa, es más bien el de subrayar y explicitar las resonancias de las tradiciones religiosas en el interior de la trama misma del ritualismo cívico.

Dicho de otra manera, proponemos que  el ritualismo cívico liberal, fue permeado por la sedimentación cultural de la ritualidad religiosa. Este proceso de reencantamiento ritual se fue configurando gradualmente gracias a la nueva religiosidad civil promovida por el  Estado y las instancias de poder local. Los límites culturales en que se insertó el proceso de construcción de la ritualidad cívica no son otros que el de sus descalificados ritualismos religiosos. Recordemos para tal fin  algunos elementos constitutivos del ritual cívico, tales como las ofrendas florales, la circularidad  del evento ritual, es decir, de su retorno celebratorio, por último,  no olvidemos a  la serie semántica de muerte-inmortalidad-heroísmo que  exhuda el halo religioso que permea a la imagen del mártir y de la inmortalidad del alma,  tan  ligadas a muchos de los personajes que pueblan el panteón católico. Coadyuvó a la construcción del ritual cívico la fijación política de   un ceremonializado calendario laico  y sus respectivas e inducidas tramas rituales, vía  la proyección de sus instituciones educativas, políticas y militares, a las que se aunaron los medios de comunicación. La regulación política de la cobertura informativa sobre los medios gráficos y electrónicos  federales y estatales,  tuvo  como uno de sus puntos fuertes el modo de significar y registrar  a los ritualismos cívicos.

 

Los jardines y el ritualismo cívico urbano

La remodelación del decorado urbano en Cuernavaca y la delimitación de espacios públicos dedicados al expansivo ritualismo cívico, marcó una cierta tensión entre la confluencia y alternancia  de iniciativas tomadas tanto por el Gobernador del Estado de Morelos como por  los presidentes municipales de las dos principales ciudades morelenses. El jardín urbano público y privado urbano que es uno de los elementos centrales del decorado urbano fue una construcción muy propia de la modernidad. El jardín viene a cuento porque en Cuernavaca aparece asociado al nacimiento de los espacios públicos dedicados a los rituales cívicos de los héroes y figuras: Juárez, Morelos y Pacheco. En su versión barroca este proceso de ceremonialización alcanzó su punto más alto a mediados del siglo XX con el jardín de los Héroes, de corta existencia.

El jardín  expresaba ese sentido profundo que animó al proceso civilizatorio capitalista de dominio y expolio de la naturaleza. Naturaleza versus cultura, orden versus caos, fueron los pivotes culturales de la construcción de los jardines. Los jardines como construcción cultural, se afirmaron a través del exotismo de su flora, los trazos simétricos de su siembra y corte,  su régimen de riego y sus enrejados o marcadores de protección. Y aunque el tema de los jardines va más allá del ritualismo cívico, para efectos de este escrito,  acotaremos nuestra reflexión sobre  esta particular relación.

El jardín como decorado urbano de un espacio público dedicado a la memoria visual de la historia oficial fue selectivo y tuvo que ver en sus inicios con una nueva manera de ensanchar la noción de centro o plaza cívica, jerarquizando sus usos cívicos. En otros casos, las autoridades encargadas del decorado urbano procuraban resaltar ciertos edificios arquitectónicos modernos o coloniales, fuertemente asociados a la memoria visual del poder. Una fotografía de 1897 del Palacio de Cortés destaca los tradicionales trazos de un jardín afrancesado de corte porfiriano.[2] Este jardín sería afectado por la nueva traza urbana del centro de Cuernavaca que debía abrir paso al creciente flujo automovilístico.

El jardín cívico descansó en su oficial e interesada nominación y más tarde en la instalación de efigies escultóricas de los héroes. La lógica política que orientó esta expresión relevante del decorado urbano de potencial consumo cívico, tuvo sus tensiones. Pensemos por ejemplo en el ahora denominado Jardín Juárez, que durante la segunda mitad del siglo XIX fue llamado Plaza de Maximiliano, más tarde Plaza de la Constitución, reseñando en su secuencia nominativa dos tiempos políticos fuertemente polarizados en el imaginario social. La aproximación entre los sentidos de plaza y jardín para usos y consumos cívicos fue hechura política y arquitectónica de la segunda mitad del siglo XIX.

En 1890, bajo el gobierno estatal del General Jesús H. Preciado se instaló un  kiosco traído especialmente de Inglaterra con el auspicio de Porfirio Díaz, como homenaje a Benito Juárez. La cúpula del kiosco estaba adornada con motivos moriscos mientras el jardín presentaba sus segmentos de plantas ornamentales y árboles a través de sus  trazos geométricos; éstos  flanqueaban los corredores diseñados para los paseantes según permite apreciar una fotografía de 1905. [3] Los consumos festivos dominicales que propició este jardín, fueron animados por las bandas oficiales. La sonorización del lugar, alternaba sentidos musicales de orientación cívica y política con otros de carácter festivo sin mayores rupturas. Durante la ocupación zapatista de Cuernavaca, el Jardín Juárez, desde su kiosco abrió juego a un nuevo modo de sonorizar festiva y revolucionariamente el lugar. [4] La sonorización del Jardín Juárez ha exhibido dos campos y tiempos distintivos que merecen subrayarse el impactante trinar de los pájaros al inicio de la mañana y el cierre de la tarde y el de las bandas. Más tarde el Jardín Juárez continuó con altibajos y remodelaciones en su decorado urbano una misma línea de continuidad en sus consumos culturales musicales y visuales. Sin embargo, los públicos fueron cambiando con los nuevos flujos de turistas nacionales y extranjeros, vendedores ambulantes de objetos de divertimento infantil o de artesanías, migrantes, desocupados y jubilados.

El Jardín Morelos devino en un campo privilegiado de las políticas de ornato público del ayuntamiento de Cuernavaca y del gobierno del Estado. Lucio García Villasana, presidente municipal durante el bienio 1937-1938, bajo la administración de Elpidio Perdomo, encargó  a unos artesanos de Taxco decorar con figuras zoomorfas de “piedrecitas blancas romboidales” el Jardín Morelos y el Jardín Juárez. [5] Lo refrenda también el  hecho de que dos de los presidentes municipales de más corta duración centrasen su atención en él : A fines de los treinta, Manuel Gándara Mendieta en su breve gestión de ocho meses se abocó a la remodelación del Jardín Morelos colocándole bancas nuevas al mismo tiempo que sostuvo una razzia permanente contra los parias y mendigos que pululaban en dicha área dedicada al  culto cívico y  a fungir de vitrina del decorado urbano de la ciudad. [6] Dos décadas más tarde,  Luis Flores Sobral en su corta administración y controversial gestión como presidente municipal interino de Cuernavaca (1950), volvió a remodelar el Jardín Morelos, transfigurando no sólo sus bancas y alumbrado sino también el obelisco a la bandera. El Jardín Morelos fue  reinaugurado  el 14 de septiembre de 1950. Sedano redecoró igualmente el Jardín Juárez  particularmente su kiosco.[7]


Jardín Juárez, foto de Leigh Ann SzymanskiJardín Juárez, foto de Leigh Ann Szymanski

El Jardín de los Héroes se constituyó sobre la remodelación y refuncionalización de un  jardín porfiriano inaugurado en 1908 bajo el mandato del gobernador Pablo Escandón. En 1931,  por iniciativa del gobernador Estrada Cajigal, el jardín quedó incorporado al campo del ritualismo cívico con motivo de la instalación de una estatua sedente de José María Morelos. En 1950, el jardín fue remodelado ubicándose en el centro un moumento a la bandera, reiterando su función ritual y su fuerte eslabonamiento con el decorado urbano. Entre 1953 y 1957, el Gobernador Rodolfo López de Nava,  inició una serie de inauguraciones de figuras escultóricas realizadas por Everardo Hernández y dedicadas a Cuauthémoc, a Juárez, a la bandera y al himno nacional,   por lo que fue  renombrado como Jardín de los Héroes.  Diez años más tarde fue nuevamente remodelado siendo retiradas sus figuras escultóricas.[8] Las remodelaciones del jardín en 1980 y 1992 devolvieron a este su función decorativa visual desligándolo del ritualismo cívico reinante en las décadas precedentes.

 

El calendario cívico de los gobernadores

Los informes públicos anuales de los gobernadores del Estado de Morelos, no pudieron dejar de prestar atención a los calendarios cívicos cumplidos durante su gestión. Ellos dieron cuenta de dicho proceso para dejar constancia de su compromiso político-cultural en la tarea de construcción de la nación mexicana. Recordemos junto con Benedict Anderson que la comunidad imaginada se  fue constituyendo desde el Estado, privilegiando relevantes medios institucionalizados como el museo, la cartografía, la unificación del idioma vía la educación.  Obviamente, entre los dispositivos estatales para ir configurando en nuestros imaginarios sociales la idea de un mismo México para todos y de todos, se encontraba el calendario cívico y su ineludible ritualidad pública. A ellos se agregarían las modificaciones sobre el decorado urbano de Cuernavaca y Cuautla que permitieron el ingreso de la estatuaria  como vehículo de una no explícita pedagogía cívica de las imágenes

Las efigies escultóricas de José María Morelos y de Emiliano Zapata merecen mención aparte, porque han quedado ubicadas en  una zona liminar en nuestros imaginarios, liminar decimos porque ellas han transitado con facilidad entre los sentidos nacionales y locales, según se desprenden de sus consumos rituales oficiales y populares.


Estatua de Pacheco, foto tomada de www.flickr.com/people/tanke67

Véamos ahora algunos ejemplos extraídos de los informes oficiales de algunos gobernadores morelenses. Elpidio Perdomo (1934-1938)  en  su último informe de gobierno presentado a XXVII Legislatura estatal, nos presenta el siguiente calendario de nueve fechas de acción cívica, las cuales  promovió durante su gestión gubernamental en el estado. Estas quedaron circunscritas por  la arbitrariedad con que Perdomo rememora el ciclo político oficial de la siguiente manera: 5 de mayo; 18 de mayo; Independencia; 30 septiembre: Natalicio de Morelos; 20 de Noviembre, 28 de Noviembre: Plan de Ayala, Día de la bandera, Muerte de Zapata.[9]

El gobernador Elpidio Perdomo, en el desorden  de la enunciación de los eventos cívicos que comporta este calendario, resaltó dos figuras emblemáticas del estado Morelos y Zapata asociadas a dos sentidos fuertes del culto a los héroes: nacimiento y muerte. Las figuras escultóricas de estos personajes han sido movidas de lugar o sustituidas por otras, sin tener claridad acerca de las motivaciones ideológicas o estéticas de los políticos en el poder que decidieron tales cambios y afectaciones.

Volviendo a la gestión de Elpidio Perdomo, dejamos constancia -según lo registra  registra en texto y fotografía- un hecho relevante e inédito cumplido dentro del  calendario cívico. Nos referimos a la exhibición por vez primera de las “ropas que llevaba el caudillo (Zapata) en la fecha en que fue sacrificado”. [10] Las fotos que anexaba el Informe del coronel Perdomo  expresaban  la solemnidad impactante de la  exhibición de las reliquias de Emiliano Zapata en una decorada urna de vidrio y su peregrinación por las calles de Cuautla. La trama de este evento nos aproxima a este desplazamiento simbólico de los procesos rituales y peregrinaciones propias al campo del catolicismo popular morelense  hacia su  emergente  civismo popular.  El coronel Perdomo promovió que en el interior de los edificios públicos se exhibiese una mitologizada y romántica serie de cuadros pictóricos sobre los orígenes nacionales y  regionales debidos al pintor español Salvador Tarazona.


Estatua de Morelos, foto tomada de www.ubcuernavaca.blogspot.mx

A casi dos décadas de distancia, el general Rodolfo López de Nava, gobernador de estado, en su informe de gobierno del periodo 1956-1957, nos presentó un cuadro similar, así nos dice:

“El pueblo y las Autoridades rindieron culto cívico a los Héroes de nuestra Historia y con veneración y respeto fueron conmemoradas las fechas de recordación : el 5 de mayo; el 30 de Septiembre, 191 Aniversario del Natalicio del Generalísimo Don José María Morelos y Pavón;  20 de Noviembre: aniversario de la Revolución Mexicana; el 28 de Noviembre, Aniversario del Plan de Ayala; el 10 de Abril, XXXVIII Aniversario de la muerte del Paladín de la Revolución Agraria, General Emiliano Zapata, y la conmemoración del Centenario de la Constitución de 1957 y el Cuadragésimo de la de 1917, Declarándolo Año de la Constitución y del Pensamiento Liberal Mexicano.”[11]

El General López de Nava durante su gestión gubernamental en Morelos se afirmó  como el principal impulsor del ritualismo cívico, acaso influenciado por su filiación castrense y sus deseos de redefinir el decorado urbano de Cuernavaca. López de Nava promovió la proliferación de un nacionalismo escultórico.  Ello se expresó en el decorado urbano de Cuernavaca con la inauguración del Jardín de los Héroes y su controversial universo escultórico; mención aparte merece la inauguración del primer monumento escultórico al Himno Nacional en su centenario. López de Nava en lo que respecta a Emiliano Zapata,  impulsó una interesante inflexión en el tradicional culto al héroe agrarista, al privilegiar por vez primera la celebración de su natalicio. A partir  del 7 de agosto de 1954, el evento se realizó  con motivo de la inauguración de su efigie escultórica en el barrio de  Tlaltenango. [12] Más tarde, el Zapata de Tlatenango, alternó en sus consumos cívicos su nacimiento y su muerte, hasta la expulsión de su efigie escultórica. La remodelación de la Glorieta Zapata ha dejado en lugar sombrío a Zapata, no por casualidad. Para las élites gobernantes Zapata es una figura incómoda por no decir indeseable.

 

 

Del priísmo al panismo: políticas e ideologías escultóricas

El denominado Jardín Pacheco situado en el centro histórico, nos obliga a diferenciar los avatares del jardín propiamente dicho del de la estatua del General Carlos Pacheco debida al escultor Gabriel Guerra. El jardín se inauguró el año de 1890 antecediendo  en su existencia a su uso cívico. Tiempos del porfiriato  y de la élite regional cuyo poder descansaba en los ingenios azucareros. La imagen de Pacheco formó parte del decorado urbano impulsado por el General Jesús H. Preciado, gobernador del estado. A la muerte de Pacheco en 1891, otrora gobernador del Estado, fue declarado figura benemérita morelense y el año de  1895 su efigie escultórica signó  al jardín porfiriano. [13]

Una fotografía de 1897 nos presenta la efigie escultórica de Pacheco ubicada sobre un pedestal en dos planos en las que estaban insertas igual número de placas conmemorativas; la escultura estaba protegida por un enrejado cuadrangular. La efigie de Carlos Pacheco parecía orientar su mirada por encima del andador que lo separaba de  su jardín. Este aparecía  protegido con cadenas de balaustres y  en su interior las plantas ornamentales estaban separadas por cuatro corredores en forma de serpentín. [14]

Las sucesivas remodelaciones del jardín durante las últimas décadas del siglo XX y el exilio de la estatua de Pacheco durante las administraciones de Armando León Bejarano y Lauro Ortega suscitaron una cierta tensión interinstitucional, resuelta  bajo las administraciones panistas. Gracias al panismo Pacheco ha ganado mayor centralidad en la principal plaza de Cuernava. Los dos reposicionamientos de la escultura de Pacheco han quedado diferenciados de los viejos usos de la plaza mayor. En la actualidad la efigie de Pacheco ha  quedado inserta  dentro de los marcos de una aggiornada pedagogía cívica visual, acorde con la política panista y priísta en materia de decorado urbano. Sin lugar a dudas, Pacheco por ser una figura menor en el santoral cívico morelense ha quedado disociado del ritualismo cívico que acompaña a figuras como Morelos, Juárez y Zapata, pero sigue ganando visibilidad toda vez que icónicamente representa el poder en clave estatal.

El panismo poseía en su imaginario político una fundada política de imánges acorde con su ideología hispanista neoconservadora, la cual convirtió en activa a partir de su triunfo electoral en el 2000. Mientas el priísmo local reculaba el panismo se hizo cómplice de la carnavalización que realizó su plebe militante de las efigies escultóricas de Emiliano Zapata en la glorieta que lleva su nombre en Buenavista y de Benito Juárez en Avenida Universidad. Estos actos preanunciaron las tensiones que afectaron el proceso de cambio en el santoral y ritual cívico.


Estatua de Juárez, foto tomada de www.portaltvmorelos.com

La visibilidad de los referentes y símbolos religiosos estaban a la orden del día, habían ingresado por arriba con la inclusión de un crucifijo en el discurso protocolar de Fox al momento de la asunción del mando presidencial, pero también se expresó a nivel local con la forma festiva  en que Juárez fue revestido como virgen harapienta con los restos de una banderola política, además de ser  flanqueado por dos vasos desechables a manera de veladoras, graffiti aparte. El carnaval escultórico y el carnaval del ritual cívico, en sentido estricto supone una  simbólica inversión del orden largamente sentida por la población, al mismo tiempo dibuja a grandes trazos los  no muy claros intereses y expectativas de cambio político de sus múltiples y no concensuados actores.

La guerra de imágenes librada en  Cuernavaca ha tenido varios episodios. El más reciente es poco conocido, fue librado en una pequeña glorieta de la avenida Teopanzolco. La última administración panista de la ciudad determinó  darle visibilidad escultórica a la figura de Hernán Cortés conforme a su ideario hispanista y su manera de configurar la identidad regional y nacional. Lo que el panismo no tomó en cuenta fue la reacción que suscitaría dicha imagen. Recordarán los vecinos que la figura de Cortés fue carnavalizada por los colectivos juveniles que maquillaron su rostro aplicándole rimel y lápiz de labios. El relevo político priísta en el ayuntamiento trajo consigo un acto simbólico que merece ser evocado: la sustitución de la escultura de Cortés por la de Cuauhtémoc. La ideología del mestizaje prevaleciente en el PRI cerró un capítulo de una larga guerra de las imágenes escultóricas en los espacios públicos.


Estatua de Zapata, foto tomada de www.despiertalibertad.blogspot.mx

 

 

Corolario

Esta aproximación al campo del civismo y del decorado urbano de Cuernavaca, creemos que ha cumplido su finalidad de exhibir a través de algunos ejemplos, la densa trama simbólica de sus anudamientos políticos y festivos, solventada por lo que hemos denominado un desplazamiento de la sedimentación cultural de la ceremonialización religiosa a la civil. Por tal razón, nuestra  lectura dista de pretender en modo alguno presentar  una historia del proceso de construcción cultural del ritual cívico y el decorado urbano en Cuernavaca. Hemos pues recurrido con cierta e intencional arbitrariedad, únicamente  a recuperar sólo aquellos  episodios políticos, discursos,  registros arquitectónicos y ceremoniales en función de la problemática antes enunciada.

Decir que asistimos a una nueva etapa en la vida política del país, no es novedad alguna. Pero sí lo es en cierto modo, señalar que comienza a visualizarse un reajuste político oficial del calendario cívico. Al inicio del decenio panista  Vicente Fox declaró ante los medios televisivos que había fechas conmemorativas y figuras que deseaba enterrar, lo que no dijo es cuales deseaba resucitar. Pero, este proceso revisionista del panismo fue efímero, salvo en el norte en que las figuras de Juan de Oñate -el exterminador de indígenas- se multiplicó y legitimó. Recordemos que el calendario cívico no sólo significa un campo ritual fuerte y discrecionalmente  politizado el cual  involucra a todos y cada uno de los partidos políticos, sino que además, debemos rememorar que algunas de sus fechas tienen una alta  gravitación festiva o descanso para la mayoría de los mexicanos, a las cuales no renunciarán con facilidad.

 


[1] Jean Maisonnneuve, Ritos religioso y civiles, Herder, Barcelona, 1991, p.77

[2] Reproducida por Andrés Tirlau en  Dos mil años después, edición del autor, Cuernavaca, 1974, p.17

[3] Ibidem,  p.35

[4] Valentín López González, Cuernavaca. Visión retrospectiva de una ciudad, Cuernavaca, Centro de Estudios Históricos y Sociales del Estado de Morelos-Ayuntamiento de Cuernavaca, pp.105-106

[5] José Antonio García B., Retratos Morelenses, Edición del autor, Cuernavaca, 1951, p.175

[6] Ibidem, p.  169

[7] Ibidem, pp. 155 y 377

[8] Valentín López González, Ob.cit., pp.107-109

[9] Informe del Coronel Elpidio Perdomo Gobernador Constitucional del Estado de Morelos a la H. XXVII Legislatura, Cuernavaca, Morelos, V-VI-MCMXL, p.19

[10] Idem.

[11] Quinto Informe de Gobierno del C. General de Brigada Rodolfo López de Nava Gobernador Constitucional del Estado de Morelos, 1956-1957, Cuernavaca, p.10

[12] Tercer Informe de Gobierno del C. General de Brigada Rodolfo López de Nava Gobernador Institucional del Estado de Morelos 1954-1955, Cuernavaca, p.10

[13] Valentín López González, Ob.cit., pp.117-119

[14] Andrés Tirlau, Dos mil años después, , p.159

En el artículo “Haciendas y ríos”, Rafael Gutiérrez hace referencia