Panameño de nacimiento, mexicano por su labor durante 33 años de docencia e investigación en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), fue homenajeado con variadas muestras de reconocimiento, agradecimiento y cariño de parte de sus alumnos y exalumnos, colegas, amigos y familiares.
Inauguró las mesas la coordinadora de la licenciatura en Antropología Social, doctora María Elena Padrón, quien, emocionada, anunció «(En) Antropología Social estamos de fiesta, porque hoy homenajeamos al profesor César Huerta en sus largos 33 años de labor como profesor investigador en la enah».
Durante dos días las semblanzas sobre su vida académica, personal, paradigmática y aventurera, fueron comentadas por los profesores Hilario Topete, Manola Sepúlveda, Juan Manuel Argüelles, María Elena Padrón, Ángel Lecona, Olivia Domínguez; entre sus alumnos y ex alumnos: David Gerardo Noria, Marijosé Cortés; sus amigos Leift Kosbaek, Aline López, Ricardo Melgar, Germán Güido Munch y el maestro José Luis Valcárcel, así como el embajador de Panamá en México Francisco Troya Aguirre y una represente de Guatemala. Destacaré algunos comentarios de los textos que se presentaron, esperando que se publique algo más extenso, como la participación de Güido Munch.
Quienes le conocen, relataron que César Huerta estudió en el Instituto Nacional de Panamá, de donde salió exiliado a Guatemala. Eran los tiempos de Jacobo Arbenz. Ante el preanunciado golpe militar, financiado por la CIA, participó en un mitin convocado por la izquierda «chapina» y el sector más radicalizado del exilio latinoamericano, entre los que se encontraba el Che Guevara e Hilda Gadea, su entonces compañera peruana, demandando al gobierno la entrega de armas al pueblo. Huerta al igual que otros manifestantes fue a parar a la cárcel. Las fuerzas lideradas por el militar golpista Castillo Armas liberaron a todos los presos políticos pensando que sin distinciones le eran afines. Se equivocaron (adiciona el Dr. Melgar).
Mucho tiempo después sale por amenazas de muerte, para aterrizar por el resto de su vida en México, donde conoce y se casa con la mexicana Esther Kuri. Por un amigo sabe de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde se inscribe y estudia, a la vez que trabaja para sostenerse.
Dice Hilario Topete que cuando le conoció en casa de Teófilo Couturier, en un departamento en Tlaltelolco, al escuchar un son cubano, César se levantó e invitó a bailar a una mujer, le tomó de la mano y cintura, levantó su rostro tan elegante y respetuoso y le salió la vena panameña […] “esa noche le admiré; daba una plática sobre estructura y organización social, él llevaba la voz cantante […] Tenía una fama terrible como maestro, pocos pasaban sus clases […] No había perdido el ritmo caribeño. Melgar dice que cuando salía a bailar les exigía más movimiento a sus parejas: «se pegaba una palmada en el glúteo izquierdo al mismo tiempo que con picardía, le decía entusiasta: cadera, dando la pauta del ritmo corporal».
Es de los pocos que entienden la diferencia entre etnografía, etnología y antropología social « […] nos decía que en el diario de campo se anota todo lo que sucede desde el pupilazo hasta la hora de dormir […] Es el único que ha obtenido el premio Julio de la Fuente; produjo un artículo polémico que envuelve a uno hasta el tuétano, cuando uno cree que se sabe todo sobre sistema de cargos […] Nos decía que antes de salir a campo, el investigador debe estar munido de todos los campos, teórico, antropológico, lógico, etc., pone de ejemplo a Malinowski».
Aline López, esposa de Leift Kosbaek, cuenta que César Huerta frecuentaba el Café París, donde generalmente acudían poetas y artistas como Efraín Huerta, Andrés Henestrosa o Diego Rivera y el Che Guevara en Guatemala.
«Nos reuníamos en Toluca con Leift en los cumpleaños; solía meterse a la cocina, pero si se ponía aburrida la plática con los doctores, mejor se iba a la salita con los mortales. César era feliz en La Habana vieja, andando por la calle Obispo, vestido con un conjunto beige claro, casi como un inglés, le gusta mucho cantar vestido de esa forma elegante, le decían el señorito en La Habana. Otro de sus gustos es cocinar. Ya no se reúnen los amigos porque si lo hacen es para hablar de sus enfermedades, todos están enfermos y como cura más el cariño que las medicinas, hoy lo cuida Esther».
Ángel Lecona hace una apología de «La Huerta de las instituciones, César transmite ortodoxia en su cátedra, es un lema para muchos, la corriente que ha transmitido es estructural marxista y son los huertistas, los otros, los críticos de esta corriente, hacen poesía [...] Es pues un especialista en el análisis estructural funcionalista del pensamiento antropológico, que no nace del colonialismo; él mismo es una institución, aporta una antropología materialista […] el paradigma marxista está considerado como una poesía: antropología materialista, la de Huerta».
Ricardo Chacón con dos de sus alumnos, Arcadio Olivares y Enrique Martínez, presentan 10 minutos editados del video sobre una entrevista que hace el maestro Gastón Martínez a César Huerta: «llegué a México en 1954, porque me dieron 45 horas para salir de Guatemala, quería estudiar sociología ya en México, pero la escuela me cobraba dos mil pesos y un amigo me sugirió estudiar antropología social en una escuela gratuita, así entré a la enah en 1945 […] El término munido lo utilizo para explicar a los alumnos que deben aprender a interpretar los textos deben estar munidos. El maestro debe hacer feedback, debe aportar ideas para discutir, tiene la obligación de iniciar la discusión. Sobre el trabajo de campo ¿qué puede galvanizar al pasante? No es la teoría nada más, es la teoría aplicada a los datos etnográficos, el maestro requiere tener trabajo de campo para dar clases y la libreta de campo debe contener 15 páginas escritas por día. El alumno debe leer monografías y aplicarlas en el campo.
La mesa de los entrañables amigos fue el vino y la botana de todo el evento, German Guido Münch escribió una excelente semblanza de la vida en el campo y la cotidianidad del maestro Huerta, que nos conmovió e hizo soltar la carcajada y el aplauso cuando leía sobre las aventuras con César en la mazateca: «con los seis hongos mazatecos vi muchos colores, regresé a mi juventud, con mi primera novia y sentí mi primera vez». Conocí a César cuando nos repartieron el campo para salir. Somos amigos de la bohemia intelectual y de la academia; él es un antropólogo social ampliamente reconocido, César corona una época de la antropología, estudió a los triquis profundamente, tiene una etnografía grabada. Su vida y obra es resultado de un hombre que ha hecho de su vida la antropología. Tiene generosidad para con sus amigos, es un hombre brillante, posee creatividad, compromiso e inteligencia. Nació en Chitrés, en la República de Panamá, en 1926, sus clases han sido sobre marxismo, estructura social y clanes. Los triquis eran el grupo más asesino de toda la república y César tuvo el valor de irse a meter con ellos. A mí, el análisis marxista me alejó de la etnicidad, pero César se inscribe en el marco del marxismo. El reclamo étnico se ha convertido en uno de los reclamos más sentidos en todo el mundo. La riqueza de su obra está presente, la teoría quedará permanente, su trabajo es un clásico de la antropología, mantiene sus ideales contra viento y marea […] una lectura infantil marcó el destino de un gran antropólogo, así como la riqueza étnica de Panamá lo maravilló. Pero también es el que dice «Rechazo los recuerdos de la infancia, después de haberlos amado tanto».
El doctor Ricardo Melgar destacó: «Me tocó acompañarlo en sus bodas de plata y ahora, cuando cumple 33 años como profesor. Y hoy regreso a esta escuela donde fui también profesor por 25 años […] Para un panameño es difícil desprenderse de la vida latinoamericana, César la dejó de paso, hay un punto en que gracias a sus lecturas marxistas y a su manera de abordar el Manifiesto Comunista, vive su ruptura con el aprismo y rompe con la tradición comunista. El exilio en Guatemala lo vive con el cubano y el peruano, donde aparece otra veta del exilio, que es el Che Guevara; siendo estudiantes piden armas al ejército para defender Guatemala.
César accede a El Capital en español, gracias a la traducción de Wenceslao Roces Suárez, jurista, historiador, traductor y político español, miembro del Partido Comunista. Así, César se vuelve un lector infatigable, crítico implacable de la fraseología, no perdona ni una coma. Le interesa el marxismo con respecto a los planteamientos antropológicos, e impone un marxismo emergente, algo que había sido abandonado en la escuela; con los estudios comparados, como la antropología comparada entre los Andes y Mesoamérica, lograron hacer un espacio interesante de debate con las corrientes marxistas.
César colabora con la revista de Ricardo Farré, Tercer Mundo, de 1969 a 1971, que corría en paralelo con los países no alineados. Otro latinoamericano de los entrañables en el exilio fue Jorge Turner, quien ya no pudo acompañar a César hasta aquí porque se murió en soledad, me avisaron pero no le alcancé vivo.
César inició en la enah una sostenida carrera por el trabajo de campo, la práctica de campo estaba devaluada, pervertida, había una pérdida de la ética profesional, se perdía el respeto al pueblo. Entonces él habló de la actitud digna y respetuosa frente a las comunidades. Enseñar el respeto no era un solo tema ético, era tener una actitud solidaria, la conducta a desempeñar era un paquete integrado. La gran antropología necesita un diálogo sostenido con la filosofía. El compromiso de César con la escuela fue apostar a ser maestro. En esa sesión de hongos de la que habló Güido, César preguntó «¿cómo puedo ser buen maestro? Los hongos enmudecieron». La construcción de César como maestro está en él mismo César-Zaratustra, que sigue predicando.
El maestro José Luis Valcárcel, otro de los entrañables, relató que se conocieron en Guatemala, junto con el Che Guevara […] «César tuvo participación con un comité de China y aunque las posiciones en torno al marxismo estaban endebles, él mantiene sus posiciones, nos hemos enfrentado más de una vez frente a una copa de vino». El maestro hizo comentarios sobre su larga amistad y también comentó que él y su esposa fueron encarcelados en el 68. Entonces la mesa se tornó algo solemne.
Llegó muy rápido el doctor Bolfy Cottom, quien fue su alumno y explicó que venía en representación del director general, así como reconoció la labor de su maestro Huerta, de quien recordó su enorme disciplina y responsabilidad.
Posteriormente el maestro Huerta presentó su ponencia magistral sobre «Las relaciones sociales, la conciencia y la cultura», sosteniendo que la conciencia no existe fuera de lo social, la conciencia es social. Finalmente, la doctora María Elena Padrón hizo entrega de una placa por sus 33 años de labor docente y de investigación, así como clausurar con un reconocimiento que le otorga el estatus de profesor Honoris Causa, que le concede la comunidad de Antropología Social de la enah.
El doctor César Huerta, junto a otros valiosísimos personajes latinoamericanos, pertenecientes a esa antropología mexicana que crecía considerablemente, reforzó y aportó a la teoría antropológica que se enseña en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, el estudio de la Estructura y Organización Social, complementando la categoría de totalidad y de manera práctica, la aplicación del Método Genealógico para los estudios sociales.
Si durante el predominio nazi, México fue receptor de excelentes etnólogos europeos refugiados por persecución política y racista, que aceleraron el conocimiento de las poblaciones indígenas, la siguiente camada de latinoamericanos, logró llegar a la matriz del problema indígena, del origen del racismo en Latinoamérica, así como distinguir Oriente de Occidente para hacer una antropología con cimientos en la realidad social.
Huerta Ríos, César
- 1981Organización socio-política de una minoría nacional: los triquis de Oaxaca, Instituto Nacional Indigenista, México.
- 1989 El método genealógico y los grupos de descendencia en la antropología mexicana, Boletín de Antropología Americana, núm. 20.