Guerrero: memoria y verdad. Hacia un documental forense

Guerrero, memoria y verdad[1] es un documental sobre la guerra en contra del pueblo de México, guerra que varias facciones de la clase política han declarado desde hace décadas con las Fuerzas Armadas (FFAA) como principal ejecutor, pero no el único. Es un documental independiente, a fondo perdido y de libre distribución. La Comisión de la Verdad del Estado de Guerrero y Canal 6 de Julio AC, lograron preservar con este trabajo la memoria de víctimas de la modalidad bélica conocida como la “Guerra sucia”, etapa de singular ferocidad en contra de opositores y sospechosos de serlo, que el Estado articuló como respuesta a las organizaciones político-militares en el estado de Guerrero, entre 1969 a 1979. Los testimonios de ciudadanos y ciudadanas afectados por la violencia gubernamental se refuerzan con una concienzuda investigación que reúne expedientes, fotografías, películas, partes de guerra, recursos periodísticos y documentos desclasificados que aparecen en pantalla con puntual pertinencia. De esa manera se alcanza profundidad y contexto a los relatos de represión de muchos sobrevivientes de la localidad de El Quemado, poblado de la sierra de Guerrero, memoria colectiva que, al irse revelando, va mostrando cómo desaparecen la legalidad y la humanidad cuando las fuerzas armadas del gobierno mexicano invaden, ocupan, expolian e incluso bombardean esa parte de la sierra de Guerrero, acciones que en el documental se asocian a los procedimientos de las tropas estadounidenses en contra del pueblo vietnamita en aquella otra guerra desprovista de humanidad, así como con la Operación Cóndor, llevada a cabo por las dictaduras militares de América del Sur, apoyadas por los gobiernos estadounidenses.[2]

Otra parte del documental registra la búsqueda, localización, identificación y exhumación de dos guerrilleros caídos en combate, inhumados de manera clandestina y que merced a un proceso de medicina forense recobran su identidad, nombre y rostro, y sus restos quedan depositados en un lugar público. Es con la colaboración de la población y su memoria transgeneracional (“el pueblo sabe todo”, citando a Steinbeck) como se hallan los restos y se conocen las circunstancias del combate, dado que el Estado, poseedor de los datos, mantiene oculta esa información cinco décadas después de los hechos. Con esos tres ejes de investigación: testimonios, búsqueda de restos e información de fuentes públicas, el documental proyecta una panorámica que permite asomarse a la brutal campaña estatal contrainsurgente en esa región, de cuyo alcance tenemos hoy una visión más amplia, aunque aún incompleta.[3]

Son varios los documentales mexicanos que abordan la temática de la violencia política en contra de las organizaciones político-militares y también en contra de la población que se manifiesta pacífica y legalmente. Canal 6 de Julio AC, productora establecida en 1988, realizó en sus primeros 28 años muchos documentales importantes acerca de estos asuntos desde una posición autónoma, independiente, autogestiva y con una mirada desde la sociedad civil, una suerte de activismo audiovisual contestatario; estos documentales, cortos, medios y largometrajes, son producto de investigaciones historiográficas y de toma de testimonios de las y los protagonistas y testigos. De los 88 materiales producidos en su trayectoria, una veintena están dedicados a presentar y documentar hechos de violaciones graves de derechos humanos cometidos en contra de ciudadanos mexicanos y sus organizaciones; entre estos se pueden mencionar los que documentan la participación concertada de agrupaciones estatales de todos los niveles en acciones de contrainsurgencia y terrorismo de Estado, por ejemplo, los cuatro documentales sobre la represión al movimiento estudiantil de 1968,[4] el que devela la trama para reprimir una marcha estudiantil pacífica en 1972, conocida como El Halconazo,[5] así como el título que se trata en el presente texto. La existencia de Canal 6 de Julio como medio audiovisual independiente, informativo y reflexivo, ayudó en una medida aún por establecer con precisión, pero importante, a darle una seña de identidad a la sociedad civil en proceso de aglutinación que empleó estos productos de muchas maneras, de la agitación a la organización cívica a la enseñanza de una historia contemporánea no oficialista; asimismo, le disputa a los medios monopólicos y a los estatales la concentración y tratamiento de la información al plantear temas tabú de gran interés para muchas personas hastiadas de la manipulación mediática y necesitadas de fuentes de información diversas y confiables, con las que contrastar lo vertido por los medios dominantes. Otro aporte de Canal 6 de Julio es haber demostrado que desde abajo se puede comunicar e informar de una manera eficiente y responsable con los medios disponibles, lo que contagió a otros grupos para tomar iniciativas y, finalmente, le dio un impulso necesario al aletargado documental mexicano producido durante las décadas de 1980-1990 y le consiguió nuevas generaciones de espectadores.


Imágenes 1 y 2. “Visibilizar a las víctimas, que es lo que el Estado ha querido ocultar”. Parte de los materiales del Archivo General de la Nación que se difunden en el documental. 

Es esa parte de la trayectoria de la productora, encabezada por su director, el documentalista Carlos Mendoza, y las experiencias de exhibir estos trabajos lo que provoca la idea de la existencia de un tipo de documental que, además de hacer la denuncia de hechos de violaciones graves a los derechos humanos, aporta información que auxilie en la procuración de justicia. Las presentaciones a las que se hace mención ocurrieron en situaciones y escenarios variados, por ejemplo, cineclubes, eventos sobre derechos humanos, espacios académicos de docencia e investigación, asociaciones civiles democráticas y partidarias, campamentos de resistencia civil, entre otros. Qué más elocuente que la proyección de Guerrero: memoria y verdad en el auditorio pletórico de espectadores de la CDHDF en 2017, con la presencia de víctimas de la represión, de organizaciones y activistas de la sociedad civil de defensa de los derechos humanos así como representantes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en este tema y el presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), un suceso que en las condiciones actuales de desprecio e incluso antagonismo oficial a los derechos humanos es impensable.

En su libro El documental: historia y estilo,[6] Erik Barnouw se refiere a una corriente documentalista que aparece en Europa, incluso antes del término de la Segunda Guerra Mundial, que se encarga de denunciar y documentar crímenes de guerra cometidos por el régimen nazi en los países ocupados, utilizando fotografías y películas filmadas por los mismos militares fascistas. Posteriormente, esos documentales se ocuparon de denunciar a los criminales de guerra nazis que fueron incorporados por los Aliados a gobiernos en la postguerra, señaladamente en Alemania Occidental. Barnouw catalogó a esta corriente como “el documental, fiscal acusador”, que puede tomarse como antecedente de materiales como el que aquí se comenta, siendo su ejemplo más conocido (y polémico quizá hasta la fecha, visto el fortalecimiento de los negacionistas del Holocausto) Noche y niebla, de Alain Resnais.[7] Una diferencia entre el documental fiscal acusador y, por ejemplo, Guerrero: memoria y verdad, es que aquellos partían de evidencias cinematográficas y fotográficas que de alguna manera expusieron la flagrancia para hacer sus denuncias, y en éste no existen tales evidencias, y se construye con la recolección de otro tipo de datos que se entrecruzan para fundamentar casos de violaciones graves a los derechos humanos, y hacerlo a prueba de errores, ataques, descalificaciones, respetando la dignidad de las personas testimoniantes, contando con la concurrencia de especialistas y asesores en investigación de archivos, aspectos legales, médicos y audiovisuales -no sólo en lo que toca a los aspectos técnicos-tecnológicos del oficio, sino también a la investigación de acervos audiovisuales y experiencia en este género documental-, sobre todo porque el propósito es ir más allá de la denuncia, de por sí valiosa, para armar un caso y proporcionar elementos que coadyuven a la impartición de una justicia que no se ha cumplido. Se trata pues de una muy exigente y comprometida tarea colectiva, como bien se documenta en los créditos finales de Guerrero: memoria y verdad.

¿Por qué un documental?, parece una pregunta elemental que, sin embargo, puede indicar la importancia de esta forma fílmica para acometer algunas tareas específicas, para cumplir con una carga de trabajo delicada, como en este caso. Pilar Noriega, abogada penalista, defensora de presos políticos y trabajadores de larga trayectoria, y comisionada de la Comverdad Guerrero, a quien se le ve en documental en la parte de la búsqueda forense, opina que “es más fácil ver el documental que leer el informe de la Comverdad. Es más atractivo para los jóvenes”, opinión que comparte Nicomedes Fuentes García, ex guerrillero, ex preso político, comisionado de la Comverdad Guerrero: “se trata de la recuperación de la memoria histórica. Porque el informe que realizó la Comverdad no lo iba a leer la mayoría de la gente”. Y agrega “Además, pretendimos darle voz a las víctimas, visibilizarlas, que es lo que el Estado ha querido ocultar”.[8] Un documental de este tipo puede, al centrarse en un punto de la realidad, por intrascendente que parezca, amplificarlo para observarlo minuciosamente; su difusión ayuda a sensibilizar sobre la problemática tratada a muchos espectadores de varias generaciones y en varios países;[9] como medio artístico se abre paso hasta los núcleos sensibles a su temática y asimismo sensibiliza a otros ajenos a ella. Como vehículo de difusión, el documental conecta a la investigación y sus conclusiones con instituciones de docencia e investigación, de activismo político y cultural y con los medios de información masificada.

Una característica de un documental como Guerrero: memoria y verdad es su índole vicarial a la que, por ejemplo, el informe escrito no tiene acceso más que por medio de fotografías fijas, que sirven para ilustrar pero no para narrar; en cambio, lo audiovisual proporciona la ilusión de “estar ahí” y de incorporar lo visto como vivencia, dependiendo de la sensibilidad de quien lo ve dada la carga emotiva que su lenguaje provoca (“de la imagen a la emoción, de la emoción a la idea”, según Eiseinsten). El documental, en las partes en que recoge los testimonios de las y los moradores de la localidad El Quemado, no sólo consigna las palabras sino también el timbre, el tono y el volumen con que se expresan junto al lenguaje gestual del o la declarante, que son emitidas en espacios que no son neutrales sino en los que, por ejemplo, fueron apresados y torturados colectivamente muchos hombres del poblado de manera ilegal y en el que ellos se desplazan e indican que sucedió esto o esto otro. Las mujeres de la localidad El Quemado familiares de desaparecidos, que además de la pérdida del ser querido quedan en el abandono y prácticamente condenadas a la pobreza, evocan esos momentos con un desconsuelo desgarrador en el interior de habitaciones modestamente amuebladas. La metodología de las entrevistas grupales permite que se pase de un recuerdo a otro, que se confirmen o se completen otros, que al estar en grupo alguien se anime a decir su verdad. A diferencia de las entrevistas a los y las militantes o activistas políticas o ex guerrilleros, realizadas de manera más periodística y con discursos muy estructurados en espacios que no aportan información, los testimonios de las y los habitantes de El Quemado van saliendo con dolor, con parquedad; con las palabras indispensables que los gestos, o cuando hay acercamiento, los rostros completan. Para este trabajo la aquiescencia de los testimoniantes es imprescindible, así como indispensable el respeto a su dignidad de víctimas, un indudable mérito de Sara Escobar y Miguel Ramos, codirectores, productora y editor respectivamente del documental, y a cargo de la fotografía de los testimonios y del hallazgo de los restos de algunos guerrilleros. “Como yo conocía a Carlos Mendoza, exploramos la situación con Canal 6 de Julio. Fueron ellos los que llevaron a cabo el documental, Pablo y Sara, recogieron testimonios de personas con parientes desaparecidos o de personas que habían vivido en carne propia la represión y la desaparición forzada transitoria”, rememora Pilar Noriega.

Guerrero es un estado que figura entre los más pobres del país y donde la violencia es constante. Las condiciones de injusticia llevaron a la creación de organizaciones y movimientos populares pacíficos para enfrentar esas condiciones; dichos movimientos fueron reprimidos por los caciques locales apoyados por los gobiernos locales, el federal y las FFAA, con la consecuencia de una radicalización que se expresa en la oposición armada a los poderes constituidos, cuya meta era provocar un cambio que beneficiara a la mayoría de la población. Durante la década de 1960 surgieron en Guerrero las organizaciones de Genaro Vázquez Rojas y la de Lucio Cabañas Barrientos, que tuvieron enfrentamientos armados con tropas del Ejército mexicano y otras acciones como secuestros de políticos y empresarios para obtener fondos. Lo que sucedía en Guerrero acontecía en otras partes del país, grupos guerrilleros enfrentaban a los poderes constituidos con agendas que correspondían a las condiciones locales, y que en general eran una reacción en contra del modelo autoritario de partido de Estado y su asociación con los poderes económicos, puesto que esos tiempos estaba negada la vía electoral como forma institucional de manifestar disidencias y proyectos de país alternativos, como lo demostró la represión al henriquismo en 1952, movimiento político que agrupó a organizaciones y partidos políticos antagonistas al recién nacido Partido Revolucionario Institucional (el PRI se conforma en 1946). Encabezado por su candidato a la presidencia, el general Miguel Henríquez Guzmán, esas agrupaciones disputan la presidencia al candidato del partido en el poder, Adolfo Ruiz Cortines, en medio de un descontento con el gobierno del saliente Miguel Alemán Valdés. Terminadas las votaciones, muy disputadas, una multitud de henriquistas se da cita en la Alameda Central de la ahora Ciudad de México para celebrar el triunfo de su candidato. La represión a esas personas, una concertación de organismos del Estado en todos sus niveles, federal, local; la disposición de las fuerzas policiacas y militares; la tortura, desaparición, ejecución e inhumación clandestina, la argumentación de que se trataba de “comunistas” enemigos de la patria para desacreditar a las víctimas y su movimiento, la posterior manifestación de familiares de desparecidos en demanda de justicia, aunado a la colusión de los medios informativos con el gobierno, además del ocultamiento, tergiversación y hasta mutilación y destrucción de archivos, configuran una situación que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) nombra como “la guerra sucia antes de la Guerra Sucia”:

La Oficina Especial ha ido siguiendo las huellas de la violencia política que ejerció el Estado mexicano de 1970 a 1980, periodo en el que existe consenso sobre las graves violaciones a derechos humanos perpetradas por un aparato represivo y coordinado desde el Estado que puede rastrearse por lo menos, hasta el 7 de julio de 1952, día en que se inició, por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, una masacre contra opositores políticos, simpatizantes henriquistas en la Alameda Central de la Ciudad de México. Los alcances sangrientos de este hecho, que ha sido olvidado y evadido por la historiografía mexicana, podrían alcanzar las mismas cifras del 2 de octubre de 1968.[10]

 

De regreso a Guerrero, el documental nos entera que en aquella localidad de El Quemado se concentró la represión contrainsurgente operada por varias agencias gubernamentales, policías y fiscalías locales y federales, así como las FFAA, que tuvieron como antecedente la impunidad y complicidad estatal a la represión en contra del henriquismo. En esta y otras localidades que fueron objeto de medidas similares se impuso un estado de excepción, la legalidad quedó suspendida, así como los derechos y el libre tránsito, e incluso se les sitió para limitar el acceso de alimentos y medicamentos; sembradíos fueron destruidos, terrenos fueron confiscados, se obligó a las poblaciones a alimentar a la tropa, que “iba a detener a quienes le habían dado de comer”.[11]

Nicomedes Fuentes García, secretario de la Comverdad, víctima de la represión, en una entrevista a la revista Proceso señaló que la gente de El Quemado fue “la más afectada”:

Cuando hicimos un recorrido como Comisión de la Verdad hacia las comunidades donde encontramos a las víctimas, al pasar por ésta, que fue más golpeada, aunque hay entidades desaparecidas en la sierra de Atoyac y en Acapulco, no se volvieron a poblar. Cuando a mí me detuvo la policía judicial de Acapulco, y me trasladaban a la cárcel pública, tuve oportunidad de que mis familiares me pasaran ropa y me permitieron bañarme, pero los de El Quemado parecían esqueletos vivientes, muy lastimados, las heridas estaban infectadas y pestilentes, era una imagen desgarradora, muy fuerte, y bueno, la rescatamos ahora (pierde la voz y guarda un breve silencio). Todavía me pega mucho eso.[12]

 

El rescate de la memoria de las víctimas, la recuperación y exposición de las historias no contadas sería una característica del documental forense como un hecho de justicia en tanto las personas afectadas, excluidas de las historias oficiales, son visibilizadas, como manifiesta Nicomedes Fuentes, y su testimonio, como el de las otras personas encarceladas, torturadas, desaparecidas provisionalmente al margen de cualquier procedimiento legal, también es recuperado, registrado, preservado en este vehículo audiovisual de memoria histórica, política y popular, que con el tiempo será un dispositivo de la memoria como patrimonio.

Pilar Noriega considera que para obtener la colaboración de las víctimas en el documental;

fue determinante la participación de personas de Guerrero, como Nicomedes o Arturo Gallegos, que conocían el campo, que habían sido víctimas también […] ayudó mucho porque podían ser referencias, y porque en un principio la gente desconfiaba de la Comverdad, ¡una institución creada por el Congreso del Estado! Lo importante es que, aunque la creó el Congreso, también dependió de quiénes forman los organismos.[13]

 

Y no sólo fue crucial para la recuperación de la memoria de las víctimas de la localidad de El Quemado, sino que también lo fue en la búsqueda y hallazgo de los restos de G1 y G2, nombres provisionales de guerrilleros caídos en combate e inhumados clandestinamente, pruebas de los enfrentamientos y de los procedimientos de ocultamiento de evidencias por parte del Estado. Eliseo Flores Vázquez es el nombre de G1, originario de Ameztotitlán, una comunidad del municipio de Chilapa, en la zona de La Montaña Baja. G2 es Martín Nario Orgánez, originario de San Andrés de la Cruz, municipio de Atoyac de Álvarez, que “tiene un hermano desaparecido, su esposa está desaparecida”, según comentó Nicomedes en el documental.

Relata Pilar Noriega:

En el equipo había una persona que tiene el papá desparecido que obtuvo información de dónde encontrar esos cuerpos. Así fue como empezamos a investigar. Nicomedes supo que en El Posquelite había habido un enfrentamiento con el Ejército. En este proceso el apoyo de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal fue muy importante. La Procuraduría General de la República había ido a El Posquelite pero la gente no había tenido confianza, algo pasó con la actitud, y les dijeron que no sabían.

 

Pilar lee de la pantalla de la computadora fragmentos del acta del hallazgo de, en ese entonces, G1:

Al quitar un poco de tierra, por debajo y próximos a las piedras, apenas visibles [...] se observaron algunos vidrios, que se dejaron in situ, del grosor y dibujos impresos con pintura, como los vasos de veladoras de cera, lo cual concordaba con lo que le había comentado un vecino de El Posquelite a Nicomedes, de que una mujer acudía al lugar, que se suponía que habían inhumado a una persona adulta de sexo masculino, y prendía veladoras y luego se iba. Ahí comenzaron a escarbar […]  encuentran parte de un cráneo y, mira, se hizo un silencio sepulcral, si se puede decir así [...] porque el cráneo era la prueba de pruebas de que se trataba de un ser humano. La excavación fue con más cuidado. Los médicos hicieron un cuadrado, siguiendo los protocolos […] La gente de El Posquelite, los hombres, nos ayudaron, ellos escarbaron [...] Trabajaban, luego otros tomaban las palas, descansaban y de nuevo. A mí me tocó el cernidor con que se separaba la tierra de fragmentos de, por ejemplo, huesecillos, algunos de fauna. Estaba con nosotros Víctor Cardona, cronista de Atoyac.

 

Para quien lo acontecido en esa área había sido sólo una leyenda que se conocía de oídas. El apropiado registro de los procesos de hallazgo de los restos logró poner en pantalla lo que Pilar relata, además de agregar testimonios más detallados: “nosotros subimos, nos mandó traer el capitán / dijimos que los lleváramos al panteón y no quisieron, ‘aquí que se entierre’ nos dijeron / ahí los taparon / cargaba dos tacitas, una de aluminio y otra de plástico y nomás un huarache”.

Los materiales encontrados por el equipo de investigación de la Comverdad en el Archivo General de la Nación (AGN), junto con los que proporcionaron otros investigadores de la “Guerra sucia” y que sirvieron de base para la reconstrucción histórica, se entregaron al Canal 6 de Julio para los segmentos que, acompañados de la voz en off de Bernardo Ezeta, proporcionan la documentación con la que se potencian los testimonios de campo y se construye la memoria y se plantea la verdad.

¿Cuál es la verdad a que hace alusión el título del documental? La verdad que no se conoce en su totalidad. La verdad que exigen las víctimas y sus familiares. La verdad como derecho humano de las víctimas y también de la sociedad. La verdad de los hechos ocurridos, del destino de decenas de desaparecidos, de los responsables de idear la represión, de ordenarla, crear el dispositivo y ejecutar las órdenes; de los sitios clandestinos que alojaron a los desaparecidos de manera forzada y donde fueron torturados física y psicológicamente y eventualmente fallecieron por esas causas, de los lugares en que se enterraron los cadáveres de los ejecutados, de los vuelos de la muerte como medio de ejecución y ocultamiento de los cadáveres, de los procesos de investigación emprendidos y de las medidas que se han tomado para asegurar la no repetición de esos hechos. Lo vertido en el documental resume lo que hasta ese momento se conocía datos y testimonios muy reveladoresy que ha sido puesto al día en fechas recientes por la investigación del Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico (MEH), cuyos informes, aún con incógnitas debidas a la falta de colaboración de sectores del Estado, como las FFAA, muestran una alarmante situación de injusticia, represión e impunidad que, salvo algunas acciones aisladas, no se han atendido con la voluntad y seriedad requeridas a pesar de la infinidad de reclamaciones y peticiones ciudadanas, de organismos defensores de los derechos humanos nacionales e internacionales.



Imágenes 3 y 4. Las fotografías de Eliseo Flores Vázquez y Martín Nario localizadas por la Comverdad Guerrero.

Durante la proyección de Guerrero: memoria y verdad, en las instalaciones de la CDHDF, Nicomedes Fuentes dijo que 40 años después nada había cambiado para las víctimas. ¿Y en la actualidad? “Estamos como antes responde Pilar. El hecho de que las personas no hayan encontrado justicia implica que seguimos exactamente igual. Las víctimas lo que quieren es su reparación integral: memoria, verdad, justicia”.

“En los documentales hay que elegir”, dice Pilar Noriega refiriéndose a la documentación importante que por diversos motivos no es parte de la película. Menciona el ejemplo de “la Caja 100”, más precisamente, un documento hallado en esa caja del Archivo General de la Nación (AGN) así numerada. Dicho documento es un comprehensivo plan contrainsurgente que se pone en marcha a partir del secuestro de Rubén Figueroa, conocido cacique del estado de Guerrero y a la sazón senador de la República por el PRI. Titulado PARA ATENCIÓN DE LA SUPERIORIDAD 2-JUL-74, firmado por el general de brigada Alberto Sánchez López, se refiere a una orden girada por el presidente de la República a las fuerzas armadas para tratar de rescatar al senador Figueroa en poder de la gente de Cabañas, mencionada aquí como maleantes.

Conforme a esa orden la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) elabora el Plan Atoyac con el fin de “localizar, capturar o destruir a maleantes que se encuentran en el área”. En el inciso D del documento se detallan los procedimientos cuyas consecuencias padecieron los habitantes de El Quemado y otras localidades de la zona: el control de la población a base cartillas de identificación y el control de abastecimientos, primordialmente víveres, para ponerlos fuera del alcance de las gavillas. Al final de ese inciso hay un párrafo que resulta iluminador, porque los militares nunca reconocieron a las guerrillas como fuerza beligerante, sino que las trataron de maleantes o gavilleros, delincuentes del orden común. Pero en este párrafo se deja a un lado esa estrategia y se aconseja:  

Crear conciencia dentro de las FFAA de la magnitud del problema debiendo reconocerlo en todos los niveles de la jerarquía de mando, puesto que, si por conveniencia se les ha dado el nombre de maleantes o gavilleros para no deteriorar la imagen de México en el extranjero, su forma de operar viene a ser exactamente igual a la de una guerrilla.[14]

 

Más adelante se insiste en el control de la población y el racionamiento de víveres, y en la conclusión del citado documento se recalca. Se reconoce que “estas tareas pueden consumir bastante tiempo” como lo padecieron las víctimas del asediopero se justifica porque será “en beneficio del cerco y el patrullaje que realizarán las tropas”.

“La importancia de este documento es que confirma lo dicho por mucha gente que nos dio testimonio”, argumenta Pilar. “Por eso el documental se llama Guerrero: memoria y verdad”, comenta.

El epílogo del documental es el caso de los 43 estudiantes normalistas de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, que involucra al Estado con el crimen organizado en la desaparición de esos jóvenes y el asesinato de tres de ellos, así como desaparición y manipulación de evidencias y un manto de  impunidad para los responsables, que como en la “Guerra sucia”, están en los tres niveles de gobierno, particularmente el llamado gabinete de seguridad, las fuerzas armadas, policías federales, estatales y locales, así como el aparato de justicia, en especial las fiscalías. El pacto de impunidad que se mantiene de un gobierno a otro, sin importar logotipos, deja sin castigo a la jerarquía político-militar que ha perpetrado tantos hechos represivos, y ha permitido que, en su inmensa mayoría, los ejecutores de las violaciones no sean investigados y procesados. El investigador Sergio Aguayo ha mencionado datos que sugieren una conexión de la violencia estatal con la violencia criminal. En un programa de televisión sobre la Comverdad Guerrero mencionó que la impune violencia contrainsurgente ha sido copiada y puesta en práctica por actores no estatales; argumenta que ha habido una transferencia neta del Estado represor al crimen organizado” que ejemplifica con la desaparición de la Policía Federal de Seguridad —“no los investigan, no los castigan y un buen número de ellos termina en los cárteles”y con la creación de Los Z por 54 desertores de tropas de élite del Ejército mexicano, fuerzas armadas estructuradas para un régimen represor”.[15] Habría entones una relación directa entre los procedimientos de la “Guerra sucia”, cuyas víctimas se calculan entre miles, y los crímenes de la Noche de Iguala, impunes en su mayoría.


Imagen 5. Pilar Noriega y Nicomedes Fuentes durante los trámites funerarios de Flores y Nario. Fuente: Guerrero: memoria y verdad

De regreso al documental, si bien el dar la voz a las víctimas es un aporte inconmensurable, se requiere que estos testimonios sean organizados para ser vertidos sobre todo a espectadores no familiarizados con el hecho ni con el tema. En su clásico texto sobre el guion documental, Simón Feldman indica que es posible que un documental sea el único contacto que muchos espectadores tengan con el asunto que se expone, y que se requiere de una claridad expositiva que asegure el buen tratamiento del tema para que su mensaje perdure en la conciencia de quienes ven el documental; Guerrero: memoria y verdad parece estar dirigido más a espectadores familiarizados con el asunto que para otros que no lo están, quizá a eso se deba que los testimonios no están organizados de tal manera que no quede en la intuición de los espectadores detectar qué personas fueron activistas, presos políticos, guerrilleros y población civil; el estilo de edición, muy eficiente en otro tipo de documental, en este caso fragmenta demasiado los testimonios, que en el caso de espectadores no familiarizados con el tema o este tipo de edición, lo que puede crear confusión. La música tiene segmentos de un patetismo innecesario que sobrecarga de melodrama, y por ello banaliza situaciones y problemas de por sí trágicos.

Al preguntarle a Pilar Noriega si estaría de acuerdo en considerar a este tipo de documentales, Guerrero: memoria y verdad en particular, como sitios de memoria su respuesta fue “hacerlo un lugar de memoria. Estoy de acuerdo”.

 

Ficha técnica del documental

Guerrero: memoria y verdad (México. 2017. 120 minutos)

Dirección: Sara Escobar, Pablo Ramos y Carlos Mendoza

Producción: Sara Escobar y Belem González

Guion: Carlos Mendoza

Fotografía: Pablo Ramos y Sara Escobar

Edición: Pablo Ramos

Narrador: Bernardo Ezeta

Una colaboración de la Comisión de la Verdad del Estado de Guerrero y Canal Seis de Julio, A. C.

 

Notas:

[1] Disponible en línea: https://www.youtube.com/watch?v=lEk1LaQb0ak

[2] En la presentación del documental en la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), en 2017, se leyó un resumen del informe de la Comverdad Guerrero: “Hubo una política de Estado sistemática y generalizada destinada a exterminar a determinados sectores de la población considerados ‘peligrosos’. El saldo de la “Guerra sucia” fue de 473 casos de violaciones graves al derecho humanitario, de las cuales 24 fueron ejecuciones sumarias, 230 desapariciones forzadas, por ejemplo, personas encarceladas clandestinamente”. Registro personal.

[3] Ver la colección Fue el Estado: 1965-1990 del Informe final del Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico. https://www.meh.org.mx/especial-informe-final/

[4] 2 de octubre: de veras no se olvida (1990, 50 minutos).
Batallón Olimpia: documento abierto (1998, 35 minutos).
Operación Galeana: la historia inédita del 2 de octubre de 1968 (2000, 74 minutos).
Tlatelolco: las claves de la masacre (2002, 57 minutos).

[5] Halcones: terrorismo de Estado (2006, 85 minutos).

[6] Barnouw, Erik. (1996). El documental: historia y estilo. Madrid: Gedisa.

[7] Véase: https://www.facebook.com/watch/?v=2040148596286762

[8] Vértiz de la Fuente, Columba. “Documental sobre la ‘guerra sucia’ en Guerrero”. Proceso. https://www.proceso.com.mx/reportajes/2017/2/25/documental-sobre-la-guerra-sucia-en-guerrero-179504.html

[9] Por ejemplo, en la plataforma YouTube se consignan más de 47 mil visitas.

[10] Véase “La guerra sucia antes de la Guerra Sucia. 7 de julio de 1952. 70 años de la masacre de henriquistas en la Alameda”. Perspectiva global. Revista de divulgación de derechos humanos. Núm. 0. Agosto de 2022. Comisión Nacional de los Derechos Humanos. México https://www.cndh.org.mx/sites/default/files/documentos/2022-11/PG-000.pdf

[11] Palabras de Pilar Noriega en la presentación del documental en la Comisión de Derechos Humanos de Distrito Federal. Octubre 2017. Fuente personal.

[12] Véase: https://www.proceso.com.mx/reportajes/2017/2/25/documental-sobre-la-guerra-sucia-en-guerrero-179504.html 

[13] Comunicación personal. Enero 2025.

[14] Mecanoescrito PARA ATENCIÓN DE LA SUPERIORIDAD 2-JUL-74, Archivo General de la Nación.

[15] Guerra Sucia, Femospp y Comisión de la Verdad de Guerrero. Serie Terrorismo de Estado, Guerra Sucia. Hallazgos y pendientes. Centro Cultural Tlatelolco. Radio UNAM, TV-UNAM. Emitido el 11 de octubre de 2024. https://www.youtube.com/watch?v=2ZLCJhhpaKQ