Resumen
El Estado de Colima, se ubica en el denominado occidente mexicano, es conocido por sus extraordinarias tumbas de tiro y magníficas piezas de cerámica. Las costumbres funerarias son expresiones culturales que nos muestran la cosmovisión de los diferentes grupos, desde la preparación del individuo hasta su última morada y demás objetos que lo acompañan, en este trabajo se exponen los diversos patrones de enterramientos prehispánicos observados en diferentes períodos de ocupación desde el preclásico en sus fases Capacha (1500 – 150 a.C.) y Ortices (100 a.C.- 250 d.C.); período Clásico conocido como Comala (250 – 650 d.C.), el Clásico Tardío llamado Colima (650 – 950 d.C.), el Posclásico Temprano o Armería (950 – 1200 d. C.) y el período Posclásico llamado Chanal (1200 – 1500 d. C.) evidencias que se han registrado en los diversos rescates y salvamentos arqueológicos efectuados por los que suscriben el presente, en diferentes predios ubicados en el Valle de Colima.
INTRODUCCIÓN
Realmente se trata de un estudio preliminar, debido a la complejidad de las ofrendas halladas en cada uno de los contextos funerarios de los diferentes períodos de desarrollo de las sociedades prehispánicas del Valle de Colima, donde nuestra meta cognitiva es explicar el significado de la muerte a través del tiempo[2], partiendo desde toda la parafernalia fúnebre asociada a los entierros que expondremos en las páginas siguientes.
Una característica común de los enterramientos hallados en los diferentes predios del Valle de Colima, es que estos se encontraron en determinados espacios funerarios relativamente alejados de los asentamientos humanos[3] por tanto, inferimos que tales espacios fueron destinados a actividades funerarias, podemos notar que, en ninguno de los casos que exponemos se encuentran asociados a contextos arquitectónicos de unidades habitacionales o cívico ceremoniales, por lo que podríamos considerar a estos espacios sacros como cementerios.
Figura 1. El estado de Colima en el Occidente mexicano. (Flores Villatoro 2004)
Es sabido que los estudios de las costumbres funerarias prehispánicas nos llevan a conocer los diferentes aspectos que identifican a las disímiles sociedades del pasado, entender las características de los diversos contextos mortuorios, nos permiten vislumbrar el grado de complejidad de la sociedad que la practicaba, tanto en lo político, religioso e incluso económico, desde el punto de vista de la diferenciación social de los individuos enterrados (Grove, 1987).
Un punto de vista interesante que se desprende de este tipo de estudios, es aproximarnos a la concepción del mundo que tenían las diferentes culturas acerca de la muerte en el devenir histórico de las sociedades prehispánicas del Valle de Colima, desde este enfoque nos surgen interrogantes como, ¿habrán sido lo mismo los ritos funerarios que giran alrededor de un individuo muerto en batalla, que uno muerto por alguna enfermedad?, o en cuestión de género, ¿sería el mismo concepto y por ende el mismo proceso fúnebre para un varón que para una mujer, para un niño que para un adulto o una mujer muerta en parto? y ¿qué rituales giran alrededor de cada uno de estos casos?, ¿hasta dónde los relatos de los cronistas del siglo XVI sobre las costumbres funerarias de los indígenas es confiable como para inferir y aplicarla a sociedades anteriores al contacto?, más aún, ¿en qué grado el dato etnográfico de los pueblos originarios que aún persisten con sus costumbres ya adaptadas al mundo global son tan confiables al menos para acercarnos a la realidad de las prácticas funerarias prehispánicas?, no lo sabemos, los tipos de enterramientos no son iguales no guardan incluso en la misma cultura un patrón uniforme. En suma y a modo de hipótesis, diremos que existen muchas variables, esto puede depender de las causas de la muerte del individuo, las circunstancias y el contexto de los acontecimientos del deceso, así como del nivel socio económico y político al que pertenecía, incluso por el oficio mismo del individuo pudo estar asociado a su parafernalia funeraria, sin embargo, los rituales alrededor de ellos pueden ser similares sincrónicamente.
Figura 2 Maqueta con escenas del mitote. (Murillo Rodríguez y Macín Pérez,2007: 261)
A lo largo de nuestras vidas hemos asistido a muchas exequias, tanto en nuestros propios entornos familiares y culturales, así como fuera de ellos, incluso en áreas muy lejanas a nuestro medio social, hemos sido testigos de las manifestaciones culturales en torno a la muerte de una madre, un padre, un hermano (a), un amigo (a), un jefe comunal (político o religioso), etc. e incluso en cada uno de estos ritos hay diferencias en sus prácticas, pues en el mayor de los casos depende de la parte afectiva, la intensidad del ritual, así como la cantidad de ofrendas que este conlleva, consideramos que en cada uno de los casos hay diferencias sustanciales en torno a sus costumbres.
Por otro lado, el común denominador de todo gira en torno al difunto, al final de cuentas nosotros los arqueólogos encontramos los restos materiales tanto de los despojos humanos como las ofrendas que encontramos en los contextos de deposición, a partir de ahí se trata de interpretar los acontecimientos que pudieron suceder, obviamente imbuidos de una concepción muy occidental, desde esta perspectiva ¿habrá coincidencias interpretativas entre un arqueólogo católico con uno que no lo sea?, lo que es cierto es que ambos interpretarán los hechos fúnebres desde una concepción mercantil capitalista de este mundo “globalizado”, por otro lado, que tanta coincidencia habrá con lo que realmente aconteció, tratamos con una sociedad que no era capitalista, una religión probablemente de corte panteísta naturalista, altamente ritualizado, con una concepción diferente sobre la muerte, categoría que incluso tal vez no existía como tal, por tanto, ¿cuánta diferenciación social podemos encontrar en el tipo, ubicación, tamaño y cantidad de elementos con que fueron enterrados los individuos?, las variables pueden ser muchas y no necesariamente obedecen al nivel socioeconómico del individuo.
No conocemos los mecanismos de reciprocidad y solidaridad que practicaron estas sociedades con la finalidad de paliar el sufrimiento de los deudos por la pérdida de sus seres queridos, aunque esta parte tiene que ver con el comportamiento en vida del interfecto dentro de su comunidad (si era bueno o malo, si respetaba las normas culturales de convivencia de su grupo, que tan respetable y querido fue en su comunidad).
Figura 3. Valle de Colima, enmarcando el área de estudio. (Google Earth 2015).
Como podemos observar, el planteamiento del problema es mucho en relación a los enterramientos que encontramos en determinados espacios funerarios.
Dentro de toda esta problemática, es necesario aproximarnos a entender el sentido de la muerte en las sociedades prehispánicas del Valle de Colima.
El presente trabajo no pretende dar respuesta amplia a estas interrogantes, pero al menos nos aproximaremos a dar una explicación con base en el registro arqueológico, sobre los contextos funerarios encontrados, con la finalidad de esgrimir una hipótesis de trabajo que oriente el curso de esta investigación, cabe aclarar que desde la explicación de estos contextos no es suficiente para entender la totalidad de los procesos de desarrollo que se dieron en la sociedad, dado que se trata solo de una característica y que en conjunto con otros estudios se pueden complementar y explicar los procesos sociales que se dieron en el valle de Colima.
COLIMA EN EL OCCIDENTE MEXICANO
El occidente de México, se puede definir como un área geográfica, que está compuesta por los estados de Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Colima y Michoacán, parcialmente los estados de Guerrero, Guanajuato. El desarrollo cultural de la región de occidente ha sido muy variado a lo largo del tiempo, prueba de ello, son las nuevas aportaciones a raíz de las investigaciones arqueológicas en la región, dejando ver que el occidente es mucho más complejo de lo que se consideraba, que no sólo son tumbas de Tiro[4] como se creía, contamos con arquitectura, desarrollo tecnológico y cosmovisión plasmada en sus entierros. El estado de Colima, limita al norte con el estado de Jalisco, al sur con el estado de Michoacán y al oeste con el Océano Pacífico. Los relieves montañosos cubren la parte oeste, norte y este del estado, que limitan al sur con el amplio Valle de Colima, ubicado en la ladera sur del Volcán de Fuego, en este escenario surgen innumerables arroyos que desembocan a los ríos de Colima y Armería, haciendo propicio la vida humana desde épocas muy remotas.
Figura 4. Área funeraria Capacha.
Figura 5. Puerta de Rolón, Elemento 6, Vasija tipo Bule.
CONCEPCION DE LA MUERTE
Sobre los estudios realizados en el Occidente de México, acerca de este tema, se encuentra un artículo de Rosa Flores y Marco Zavaleta quienes parten de un concepto dual, por un lado, muy occidental
[…]la muerte para el ser humano ha significado el último estadio de la vida sobre la faz de la tierra, ese momento del que no se quiere hablar y se desea que nunca llegue […], por otro lado muy autóctono, sustentan que: […] para los pueblos mesoamericanos este aspecto de la vida no era el final[…], la muerte tenía en la cosmovisión un lugar especial, no era un fin sino un momento peculiar de continuidad en la vida. (Zavaleta, Marcos y Flores, Rosa, 2013: 26),
Desde esta perspectiva, la muerte no existía en el México prehispánico, sino que significaba un paso hacia otra etapa de la vida, recordemos que la profunda relación que guardaba el hombre con la naturaleza en sus múltiples manifestaciones era de reciprocidad, después de todo el origen y el final de la vida estaba en la naturaleza en la tierra misma, desde este aspecto la muerte no era más que el paso a otra etapa de la vida.
Figura 6. Ofrenda al interior de la fosa.
Figura 7. Individuo adulto hallado debajo de la ofrenda.
Figura 8. Entierro de un infante.
Figura 9. Entierro infantil al interior de un bule.
Pero si la muerte era el paso a otra etapa de la vida, entonces ¿cuál era esa etapa en el rito de pasaje del ser humano?, para el cronista Fr. Bernardino de Sahagún en su Historia General de las cosas de la Nueva España menciona que a la muerte del individuo, el ánima de estos iban a diferentes lugares de acuerdo a las circunstancias en que morían, si era por enfermedad iban al Mictlan; los que morían a causa de fenómenos relacionados con el agua iban al Tlalocan; y aquéllos que morían en la guerra y los cautivos muertos en poder de los enemigos iban al sol, las mujeres muertas en el primer parto y los destinados a sacrificio también iban al Cielo del Sol mientras los lactantes iban al cielo de los niños muertos o Chichihuacuauhco (Sahagún Fr. Bernardino, 1992: 205-210), aunque debemos entender que esta descripción conlleva una fuerte carga occidental, sin embargo, nos ilustra las formas de explicarse a donde y en qué circunstancias partían las ánimas de los muertos a sus destinos finales.
Respecto a las costumbres funerarias que se desarrollaron en Colima existe un estudio realizado por Silvia Murillo Rodríguez y Gastón Macín Pérez, quienes a través de la interpretación de una maqueta de un “muerto” además de algunas representaciones mortuorias en cerámica realizan toda una explicación acerca de una escena del mitote:
Los “mitotes” eran celebraciones que duraban varios días y se llevaban a cabo cuando los familiares y amigos se reunían para “estar con el muerto” y sus deudos. La maqueta […] parece representar dicho acontecimiento. Esta escena muestra una casa prehispánica, con techo de dos aguas, construida en dos niveles y con una escalera al costado. En la planta de arriba se encuentra el difunto recostado (tal vez sobre el piso o sobre un petate) y en los dos niveles hay varias personas y muchos perritos por todos lados. Los individuos vivos parecen estar preparando o consumiendo una serie de alimentos plasmados con gran detalle. De esta manera, imágenes como éstas complementan y corroboran la información que diversos cronistas brindan sobre los rituales funerarios (Murillo y Macín 2007: 261)
En esta cita, los autores infieren por la escena que se encuentra en una maqueta de origen desconocido donde se puede apreciar las exequias antes de ser depositados en su “última” morada, y los comparan con el ritual conocido como el “mitote” que en este caso es utilizado y recreado en diferentes rituales.
Sobre el tema de los mitotes la fuente escrita de Fray Juan Agustín Morfi señala que se trata de “aficionados” a los bailes donde dice que:
Los tienen de dos especies, festivos y fúnebres, y se distinguen en las canciones y en los instrumentos. […] En los tristes tienen un instrumento muy desapacible y melancólico a que llaman “callán”. Para este baile, que siempre dirigen sus sacerdotes, encienden una gran hoguera y, con gestos de visajes horribles y gestos tristes, bailan alrededor de la lumbre día y noche hasta rendirse, alternándose para que no cese, y suele durar tres días con sus noches. No entran las mujeres. En estos bailes fúnebres están sentados en círculos a vista del mitote, con los cabellos sobre los rostros, muy confundidas y aullando tristemente; de suerte que ellos y ellas, por los aullidos descompasados, los gestos horribles, los embijes con que se desfiguran pintándose los rostros de negro, de encarnado y de ambos colores, parecen verdaderas legiones de demonios. (Morfi 2003: 59, 60)
Esta cita nos demuestra el dolor y el luto que hay en torno a la muerte, incluso por encima de la filosofía de cualquier sociedad, sin embargo, estas citas solo representan una parte del total del proceso de la costumbre funeraria además de que corresponden solo a un período de una sociedad del pasado prehispánico de Colima, y por cuyas características están ligados al período clásico, además de que en todo el occidente durante este período se reporta la mayor parte de los entierros funerarios, no obstante, estos ejemplos no reflejan del todo la cosmovisión que los pobladores tenían acerca de la muerte, aunque si deja ver el profundo impacto psicológico que un deceso produce entre sus seres queridos y como se recrean escenas lúdicas alrededor de estos acontecimientos con la finalidad de llegar a aceptar la pérdida y su posterior resignación.
Figura 10.Área funeraria, Nuevo Milenio III
La muerte desde una concepción indígena mesoamericana actual, se encuentra conectada con espacios sagrados principalmente con la madre tierra, manantiales, cerros, cuevas y algunos animales que entretejen una compleja conexión (Sánchez Díaz, Alicia, 2015: 15), ¿será tal vez por ello que los entierros prehispánicos en general son directos?, se encuentran depositados en algunos casos en fosas cavadas exprofeso en el tepetate[6] con su respectiva ofrenda con el que transitará y se alimentará en su viaje hacia otra vida u otra etapa de su vida.
Al respecto, López Mestas considera que en la cosmovisión mesoamericana, los jefes mediaban e interactuaban con elementos sacros de la naturaleza, “manejando un profuso simbolismo” pero siempre relacionado con la fertilidad y es en este punto ideológico que el occidente se conecta con Mesoamérica (López Mestas, 2004), estos últimos puntos los tomamos como referentes, debido a que los sistemas de enterramiento presentan el mismo concepto en la actualidad desde tiempos muy tempranos en la cronología arqueológica del occidente Mexicano, podemos ver que el concepto con toda su carga ideológica pervive y que lo exógeno se adaptó y adapta a los rituales incluso viajando por los milenios del tiempo.
ESTUDIOS DE CASO[7]
En el Valle de Colima, se encuentra ubicada la ciudad capital del estado, misma que crece de manera planificada, como resultado hay perturbación al subsuelo que en ocasiones contienen remanentes arqueológicos, para lo cual el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) ha implementado una serie de convenios con el fin de desarrollar salvamentos y rescates arqueológicos antes de que las empresas constructoras intervengan los terrenos, de esta manera se salvaguarda el patrimonio arqueológico.
Figura 11. Entierro Ortices, Nuevo Milenio III. Nótese la ofrenda a la altura de la cabeza.
Figura 12. Vasija antropomorfa, entierro Ortices.
Figura 13. Entierro Ortices con marcador. El Haya I.
Figura 14. Detalle de la vasija fitomorfa. El Haya I.
Figura 15. Entierro Ortices, sobre fragmentos de cerámica. Puertas del Espinal.
Los casos que aquí presentamos son producto de estas modalidades del quehacer arqueológico, desarrollados en el Valle de Colima, específicamente al Este y Oeste en los municipios de Colima y Villa de Álvarez, y son: Nuevo Milenio III, Puerta de Rolón, El Haya I, Puertas del Espinal, Higueras del Espinal, lugares donde encontramos toda una secuencia ocupacional prehispánica, rompiendo así con el distintivo de que todo en el occidente son tumbas de tiro del período Clásico.
Cronología del Valle de Colima
Para efectos de esta investigación, contamos con la propuesta cronológica de la Dra. Isabel Kelly en 1980, quien formula a partir de una secuencia cerámica las siguientes fases para Colima, estas son: Capacha 1500 - 400 a. C., Ortices 300 a. C, al 200 d. C., Comala 200-500 d. C., Colima 500 – 700 d.C., Armería 700-1200, y Chanal 1200-1460 d. C.
Fase Capacha
En el rescate denominado “Puerta de Rolón”[8], se hallaron dos contextos funerarios bien definidos, el primero corresponde a la fase más temprana de Colima, conocida como Capacha[9] y el segundo corresponde a las fases Ortices - Comala.
El área funeraria de Rolón, presenta las siguientes características, el contexto se ubicó en una pequeña loma conocida como hummuck[10], es muy probable que dicha loma haya tenido mayor altura, sin embargo, las modificaciones humanas producto de la actividad agrícola en las últimas décadas, rebajaron las dimensiones de la misma. En esta perceptible loma se ubicó un área exclusiva de enterramientos, en este sentido es importante señalar que la ocupación Capacha se concentró sobre la loma y la ocupación Ortices – Comala se ubicó como a 10 m aproximadamente al Este, de la ocupación Capacha. Podemos inferir de acuerdo al dato arqueológico, es que los antiguos pobladores de las fases Ortices-Comala conocían el espacio funerario Capacha, por lo que ubicaron a sus difuntos a pocos metros de ésta área.
Figura 16. Corte de la tumba de Tiro, Puertas de Rolón.
Figura 17. Entierros al interior de la tumba de Tiro. Puertas de Rolón.
Los contextos funerarios de la fase Capacha en Puerta de Rolón (1500-100 a.C.), presentó un uso constante, durante el registro se pudo observar varios niveles con entierros, estos consistían en entierros primarios directos, sobresalen los extendidos en decúbito dorsal y extendido en decúbito ventral (individuos depositados en fosas simples), cabe destacar que los entierros hallados en los niveles más profundos, fueron depositados en fosas simples pero cavadas en el tepetate (normalmente alargada oblicua, con la profundidad necesaria para depositar el cuerpo y posteriormente colocar sobre él, la ofrenda), por otra parte la orientación que tuvieron los individuos aparentemente no están del todo definidos[11].
Durante el proceso de registro, se pudo observar que había osamentas cortadas, dejando ver que la intención era depositar una nueva osamenta, en otros casos los restos del individuo fueron removidos y ubicados en las extremidades inferiores del individuo que se iba a enterrar. Cabe destacar la presencia de un entierro particular, se trata de un infante, el cual fue depositado al interior de un bule (mate), mismo que fue cortado por la parte media, y en el cuerpo de la base de la olla fue colocado el menor, dentro de este contexto se halló también la parte superior de la olla. Los entierros registrados presentaron pequeñas ofrendas constituidas básicamente por vasijas en forma de bule, tecomates y cajetes.
Respecto al estudio antropofísico de los individuos, el antropólogo físico Juan Alberto Román Berrelleza, obtuvo los siguientes resultados: se analizaron un total de 83 individuos, de los cuales 63 eran adultos y 16 subadulto, la edad adulta al momento de su muerte fluctuaba entre los 18 y 45 años, en tanto los subadultos su edad fluctuaba entre los 15 a 17 años, entre los estudios destacan problemas dentales como placa dento-bacteriana-gengivitis, también se registró problemas de artritis, artritis anquilosante, por mencionar algunos problemas de salud. (Román B. Juan Alberto y Judith Galicia F. 2009)
Ortices
Para esta fase contamos con los entierros registrados en el rescate de Nuevo Milenio III[12] y el Salvamento el Haya I[13]. Es interesante observar que el patrón de enterramiento que se registró en el rescate de Nuevo Milenio corresponde a entierros primarios directos, el cual consiste en una fosa simple cavada en tepetate, donde el individuo fue depositado en posición de decúbito dorsal extendido, la ofrenda fue colocada a la altura de su cabeza. Por otra parte, el entierro recuperado en el Haya I, el patrón de enterramiento fue diferente, se trataba de un entierro primario directo (fosa simple), el individuo fue depositado en posición de decúbito lateral derecho extendido y delimitado por una línea de rocas que eran el soporte para su posición, presenta como única ofrenda una olla fitomorfa miniatura.
Otra modalidad de entierro para esta fase, es la que se registró en el rescate “Puerta del Espinal”, donde se encontró un entierro primario indirecto, en posición de decúbito probablemente dorsal extendido, el entierro se halló muy deteriorado, casi al punto de la desintegración, no obstante, se pudo recuperar parte de su anatomía, lo interesante, se debió a que el individuo fue depositado sobre una “cama” de fragmentos de vasijas, y como única ofrenda, presentó a la altura de su cabeza una olla fitomorfa y una figurilla femenina.
Comala
Esta fase está identificada por su hermosa cerámica, grandes vasijas efigies huecas, con representaciones antropomorfas, animales y zoomorfas, la cerámica tiene un cambio sustancial en cuanto a manufactura, pues las vasijas adquieren mejor calidad en su acabado pulido que puede llegar en algunos casos a bruñido. Otro aspecto que define esta fase, según Isabel Kelly es: “…Comala es la era por excelencia de las tumbas de Tiro de Colima” (1980:6).
Figura 18. Tapa de la tumba de tiro. Puerta de Rolón.
Figura 19. Interior de la tumba, Puerta de Rolón.
Figura 20. Marcador de entierro. Nuevo Milenio.
Figura 21. Entierro infantil con su ofrenda. Nuevo Milenio
Figura 22. Marcador de entierro. Nuevo Milenio.
Para esta fase, se han identificado entierros primarios directos e indirectos, el ejemplo que aquí se expone, es la tumba de tiro hallada en Puerta de Rolón[14], esta tumba por fortuna no fue saqueada, se halló un tiro de aproximadamente un metro de diámetro, a dos metros y medio se halló un conjunto de lajas de caliza, dispuestas verticalmente sellando el acceso, estas fueron registradas, se retiraron y se visualizó una cavidad que estaba cubierta con al menos tres cuartas partes de tierra fina, al excavarla en la parte del acceso, fueron halladas un par de vasijas un vaso y una olla tipo Roja.
La cámara funeraria tuvo una forma ovalada y alargada, con aproximadamente 90 cm de altura (forma tipo bota), al interior se hallaron los restos de 4 individuos, de los cuales dos de ellos, eran entierros primarios indirectos extendidos en posición de decúbito dorsal, los otros dos fueron entierros secundarios, estos últimos se encontraron sobre uno de los entierros primarios. Dentro de la tumba se recuperaron 7 vasijas. El comportamiento de la deposición de los entierros nos lleva a inferir que la tumba fue reutilizada hasta en cuatro ocasiones, lo que también nos hace suponer que la tumba perteneció a una familia.
Colima-Armería
Estas fases fueron definidas por Isabel Kelly (1980) con base a los materiales cerámicos, sin embargo, la autora reconoce que no fue posible separarlas, pues dentro de un mismo contexto aparecían materiales de ambas fases.
Figura 23. Entierro infantil con su ofrenda. Nuevo Milenio
Figura 24. Entierro Chanal. Higueras del Espinal
Figura 25. Cajete tipo Chanal Policromo, ofrenda del entierro. Higueras del Espinal.
Al respecto, en las exploraciones realizadas en el predio de Nuevo Milenio hemos podido advertir dos sistemas de enterramiento que corresponden a estas dos fases de desarrollo. Para la fase Colima, se identificó el siguiente patrón de enterramiento, el cual estuvo definido por un marcador de hileras de piedra y un metate, dicha concentración de piedras fueron registradas, cuando se retiraron, se halló un entierro infantil, primario directo, (fosa simple cavada en tepetate) en posición de decúbito dorsal extendido, ligeramente flexionado a la altura del torso, el infante presentó una rica ofrenda compuesta por cuencos de la fase Colima, los cuales estuvieron ubicados a la derecha y a lo largo del pequeño (a).
En este mismo rescate de Nuevo Milenio, se documentó otro patrón de enterramiento, estos son: entierros primarios directos, depositados en una fosa simple cavada en tepetate, sólo que esta era circular, es así que el individuo tuvo una posición sedente, aquí la ofrenda se ubicó alrededor del individuo, el entierro 15 presentó varios cuencos y un cuchillo de obsidiana roja moteada, ubicada entre sus piernas y su torso, el entierro 9 también depositado en posición sedente, y venía acompañado de una rica ofrenda ubicada alrededor de sus extremidades inferiores compuesta de cuencos, olla y varias cuentas de piedra verde. En ambos casos las condiciones de conservación de las osamentas eran lamentables, pues se fragmentaban con facilidad.
Chanal
La fase Chanal está asociada al sitio arqueológico del mismo nombre, el cual se extiende a los lados del río Colima, el sitio presenta un centro ceremonial importante, donde se aprecian estructuras piramidales, estructuras con columnas, arquitectura doméstica, petroglifos, sistema de drenaje pluvial, etc. (Olay Barrientos 2004). En cuanto a la cerámica que distingue a este período, es diferente respecto a la calidad en comparación con la hermosa cerámica de las tumbas de tiro.
Respecto al registro de entierros para esta fase, se documentó uno en el rescate Higueras del Espinal, el entierro se ubicó sobre un hummuck, consiste en un entierro primario directo, depositado en posición sedente, presentó una ofrenda compuesta por un cajete y una olla miniatura, la cual se encontraba ubicada a la altura de sus pies.
COMENTARIOS FINALES
Como podemos observar, el registro arqueológico nos ofrece la evidencia material de todo un proceso fúnebre, correlatos que se convierten en datos duros los cuáles describimos e interpretamos llenándonos en todo caso de tecnicismos traducidos en enlistados de cuadros y tablas de rasgos, sin llegar más allá de entender cómo se dieron los procesos de deposición arqueológica, en el caso de Colima, han aumentado de manera exhaustiva los trabajos de arqueología, pero bajo la modalidad de Salvamentos y Rescates que se constituyen como proyectos arqueológicos de emergencia frente a la amenaza de la modernidad de destruir estos importantes vestigios, y como resultado de ello es la acumulación de datos y datos arqueológicos que solo quedan en la mayoría de los casos en “eso”, ante esto, el presente escrito intenta ir más allá del dato, propone además de escudriñar en él, realizar investigaciones multidisciplinarias y afines al tema, de este modo, aplicar una metodología comparativa que nos lleve a explicar el ritual que generó todo un acontecimiento luctuoso en el pasado.
Los estudios de caso nos evidencian los datos materiales, donde se encuentran ricas ofrendas asociadas a los entierros, incluso materiales exógenos como la piedra verde, cristal de roca y obsidiana roja (Entierro 15 de Nuevo Milenio) en otras cuestiones y acudiendo al dato mismo podríamos conjeturar que se trata de un personaje importante enterrado con sus bienes de prestigio y de ahí disertar sobre toda una teoría de la complejidad social, pero ¿será esa la única variable de comprobación de una hipótesis de complejidad social determinada por la desigualdad social y económica? o solo una justificante de la existencia del capitalismo mercantilista, creemos que no, existen más variables que podemos contrastarlas con los datos complementarios de etnohistoria, antropología, etnología, antropología física, etc. Que nos lleven a conocer o al menos acercarnos a la realidad del carácter de estas sociedades del pasado y en qué medida siguen vigentes en la sociedades actuales, lejos de los postulados sensacionalistas que atiborran la literatura arqueológica actual, en este caso que podríamos decir del entierro del infante (entierro infantil de Nuevo Milenio), que por la cantidad de ofrendas este se trataba del hijo de un importante funcionario, o se trata de la muerte del hijo querido de unos padres que lloran su partida y que según sus creencias le preparan el camino a la otra etapa de su vida llevando todo lo que necesita para ese tránsito, en este caso el estudioso tomará la variable que satisfaga sus postulados planteados, más que ajustarse a la realidad, ajustan el dato a su interés académico.
En el caso de la Región del Occidente mexicano, se dio mayor importancia al período preclásico o Capacha y clásico, Comala o de las tumbas de tiro, al primero por lo escaso de los contextos y su consiguiente antigüedad y al segundo por sus peculiares y extraordinarias características funerarias, dejando de lado los demás períodos o fases prehispánicas, siendo que existió una continuidad ocupacional en el Valle de Colima en general.
Por último, es necesario desarrollar fuertes estudios de simbolismo y cosmovisión además de sus respectivas correlaciones con los contextos funerarios a toda la evidencia material, y que estos sean complementados con el dato histórico, etnohistórico, etnológico, antropológico, etc. Con la finalidad de discurrir en una literatura de “reconstrucción de los acontecimientos” que, en un simple enlistado de evidencias encontradas, ante esto existen todo un cúmulo de estudios que están ávidos de confrontarse con los datos y obtener una aproximación a la explicación de los acontecimientos que hubo alrededor de estos contextos funerarios.
Debemos entender que existe una continuidad ocupacional en el desarrollo de la sociedad en el Valle de Colima y que en cada fase de desarrollo se dan diferentes costumbres funerarias, al grado de respetar las áreas funerarias de fases anteriores como las observadas tanto en Rolon como en Nuevo Milenio, sin embargo y pese a todo, desde la explicación de los contextos funerarios, estos no son suficientes como para aclarar el panorama de los procesos sociales en su conjunto, mismo que determinan la complejidad de las sociedades, empero, podemos entender la dinámica social en cuanto al comportamiento de los diferentes contextos registrados en el valle de Colima que son indicadores que nos aproximan a deliberar las características sobre el desarrollo de ciertas tradiciones culturales, como los conocidos para el período de las tumbas de tiro.
A continuación, presentamos un cuadro descriptivo mencionando las características de los sistemas de enterramientos en los diferentes períodos de ocupación para el Valle de Colima
CUADRO DESCRIPTIVO DE LAS DIFERENTES FASES DE OCUPACIÓN EN EL VALLE DE COLIMA
FASES |
Áreas funerarias |
Tipo de Enterramientos |
Ofrendas |
Ejemplo |
Capacha 1500-400 a.C. |
Espacio destinado a entierros donde se observan fosas simples, la delimitación está dada por el tepetate, se observa el uso del espacio por varias generaciones. |
Hay entierros múltiples y también Individuales
Los enterramientos están siempre en posición anatómica de decúbito dorsal y ventral extendidos. |
Las ofrendas están constituidas por piezas cerámicas, hay individuos con pocas ofrendas de entre una a dos piezas y solo algunos presentan más de 9 piezas cerámicas |
|
Ortices 300 a.c.-200 d. C. |
Pequeño espacio destinado a entierros, en fosas simples excavados y delimitados por el tepetate. Un individuo descansaba sobre un lecho de fragmentos cerámicos. |
Son entierros individuales
Posición anatómica es de decúbito dorsal y lateral extendida. |
La ofrenda se reduce a una o dos vasijas, casi siempre ubicadas a la altura del cráneo, se trata de vasijas capitales |
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Comala[15] 200-500 d.C. |
Se trata de una tumba de tiro, presenta arquitectura funeraria. Es un espacio cavado en la toba volcánica (tepetate) |
Contienen entierros múltiples.
posición anatómica de decúbito dorsal extendido Se observa la reutilización del espacio funerario, probablemente sea de uso familiar. |
Las ofrendas están dispuestas alrededor de la tumba y en el acceso, se componen de vasijas. |
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Colima 500-700 d.C. |
El área funeraria de estas dos fases se encuentran juntas. La fase Colima se caracteriza por presentar entierros definidos por marcadores de piedra alineadas sobre el individuo. Y los de la fase Armería están dispuestas en fosas circulares |
Son entierros individuales.
Posición anatómica de decúbito dorsal semiflexionado. |
Prolíficas en ofrendas, presentan una hilera de vasijas a lo largo del cuerpo. |
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Armería 700-1200 d.C. |
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Son entierros individuales.
La Posición anatómica es sedente |
Las ofrendas son abundantes y están dispuestas alrededor del cuerpo, son vasijas y objetos suntuarios. |
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Chanal 1200-1460 d.C. |
No se presentan concentrados en espacios funerarios determinados, están aislados. |
Son entierros individuales.
La posición anatómica es sedente |
Las ofrendas son simples compuestas por una o dos vasijas y están dispuestas a la altura de sus pies. |
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BIBLIOGRAFÍA
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1. El tema de este artículo fue presentado como ponencia en el XVI Encuentro Iberoamericano de Valorización y Gestión de Cementerios Patrimoniales, llevado a cabo en Lima, Perú en 2015.
2. Reiteramos que los rescates y salvamentos arqueológicos a las que hacemos alusión son los intervenidos e investigados por los que suscribimos el presente artículo.
3. Es probable que esta característica no sea recurrente en el resto de Mesoamérica, debido a que los enterramientos se asocian a áreas de actividad doméstica, y que para el caso de Colima, estos aparecen en el registro arqueológico en el período Posclásico Temprano.
4. En Colima, se dieron para una fase determinada, y que corresponde con el Período Clásico de Mesoamérica, cabe señalar que en los últimos años este panorama ha cambiado, no nos explayamos en el presente escrito por no corresponder a nuestro tema de trabajo.
5. Mitote. Se trata de una celebración ritual de los nómadas del noreste, la zona habitada principalmente por huicholes y coras. Es una mezcla de danza y desparpajo efectuados al entrar en trance a causa del peyote y el mezcal, un baile desordenado e incoherente. De ahí que se diga “eres mitotero” cuando andas como loco en todos los bailes y festejos (Arnau, Luis J., 2014)
7. Los estudios de caso expuestos en el presente trabajo son producto de los diferentes salvamentos y rescates realizados en los últimos siete años en Colima por los autores.
8. Rescate realizado por la arqlga. Judith Galicia en 2007, en la ciudad de Villa de Álvarez, Colima.
9. Fase definida por Isabel Kelly (1980).
10. Se trata de un montículo, pequeña loma o promontorio tepetatoso por encima del suelo.
11. Sobre este tema, aún se continúa procesando la información.
12. Rescate arqueológico realizado por el arqlgo. Pavel Leiva García, 2007, el área registrada fue de ocupación exclusivamente funeraria.
13. Salvamento arqueológico realizado por la arqlga. Judith Galicia (2009).
14. Cabe señalar que este es el único contexto de tumba de tiro intacto excavado por nosotros, la mayoría de este tipo de contextos en Colima han sido terriblemente saqueados, sin embargo, se reportan en otros lugares del occidente mexicano, que en este artículo no exponemos por evitar confrontar los datos con las fases locales de cada región, pues este trabajo se trata del Valle de Colima y quizás en otros trabajos desarrollemos estudios a niveles interregionales.
15. De esta fase son las tumbas de tiro, de ella solo encontramos y reportamos una sola tumba.