Sesenta números.
Detrás de ello el trabajo y la experiencia de muchos compañeros, y un país, un continente y un planeta en continua erupción: de ideas, conflictos, posibilidades, dolores y procesos en curso, que demandan cada vez menos espectadores y cada vez más involucramiento, agudeza y corazón.
En tanto, estamos asistiendo al preocupante advenimiento de una autocracia presidencial, fincada en la descalificación sistemática de cualquier observación crítica o de cualquier reclamo de coherencia básica.
En ese marco, la participación social y la demanda de interlocución adquieren carácter subversivo. Si ciertamente son de reconocerse medidas pertinentes en varias áreas de gobierno, pasos a ser sin duda apoyados y compartidos, atestiguamos a su vez, sin embargo, la continuidad de viejos hábitos impositivos, la práctica inamovible de inclinarse ante el capital, la designación de legisladores dóciles e impreparados, el desprecio al diálogo y a la palabra empeñada, y el ejercicio de mantener en la estructura de gobierno figuras representativas de la clase política de siempre, indigna y oportunista.
En tanto, con todo y que hay quien sostenga lo contrario, los damnificados de siempre no necesitan autócratas, ni tienen vocación de lacayos; si por un momento se interrumpe el flujo incesante de declaraciones de todo tipo, y su voz no es acallada con distractores pueriles, con retazos ideológicos o confesionales, sino escuchada guardando silencio, emergerá claro y firme un reclamo de justicia, de coherencia, de diálogo y de sensatez.
Ya lo dijo el insumiso Lao Tsé, antes de la China de hoy, tan protagónica: el que habla no sabe, y el que sabe, no habla.
De ahí la reflexión: eludir lo que incomoda, no incomodar al jefe por conservar el puesto, protegerle su pedestal, no contradecirlo, sacrificar el sentido común: en eso consiste hoy, precisamente, la práctica del negacionismo, del conservadurismo y de la inmadurez. Esa práctica excluye la única alianza imprescindible: la que debe entablarse con los damnificados de siempre, aunque no sean dóciles ni sumisos, aunque a pesar del embate pertinaz de los diversos aparatos de control ideológico piensen, sientan, pregunten y se sostengan en resistencia.
Esa es su misión y su papel histórico, porque ellos son el único futuro posible. Acallar su voz, escucharse sólo a sí mismo y en cambio atender a los damnificadores de siempre, cuyo mérito central en la creación de la debacle actual no se les debe escatimar, es traicionar una encomienda histórica, sacrificándola al narcisismo y la codicia.
En síntesis, hacemos un llamado enérgico al silencio y a la escucha.
Cabe reconocer que sí, en efecto, hay una voluntad auténtica de consulta, y de consulta expedita y solícita… pero a los poderosos. Hacia los pueblos, la consulta ha sido parodia y simulación, y no reconocerlo es faltar a la verdad.
No se puede negar que está en marcha una campaña permanente de descrédito a la gestión gubernamental por parte de los damnificadores de siempre, quienes añoran lo previo y tienen el temor de ver afectados sus intereses, añoranza y temor sin fundamento, por cierto, precisamente porque no se perciben señales categóricas de ir verdaderamente a fondo en términos estructurales. Ni la Independencia siempre pendiente, ni la Reforma, ni la Revolución, ni la gesta del Cardenismo, ninguna de esas transformaciones pudo haberse dado vociferando con descalificaciones como metralla y a golpes de micrófono.
Quien no escucha acaba militando contra sí mismo; corre el riesgo de creerse el elegido, cuando el costoso ejercicio electoral no fue por un individuo, sino por el interés supremo de una colectividad; quien sólo se escucha a sí mismo ni siquiera percibe el desconcierto de aquellos que se volcaron por años impulsando con determinación y tenacidad un proceso que sin embargo ahora muestra señales de equivocar las alianzas imprescindibles y de abonar a la continuidad, en alianza con los damnificadores de siempre.
Así, sin duda es de relevancia denunciar y documentar la gestación de un presidencialismo autocrático y su correlato no menos importante: el de la adscripción de las masas a ese delirio. Sin embargo, el momento de la aparición del número 60 del Volcán Insurgente está signado particularmente por la violencia.
Cabe aquí por ello recurrir al libro de José María Ridao, “La elección de la barbarie”, para nutrir nuestra reflexión editorial[1]. Como destaca Ridao en general, vivimos un momento en que priva un régimen más profético que racional, para el cual el advenimiento de la sociedad futura no debe ser obstaculizado ni siquiera por el sufrimiento; se gobierna para el ideal y no para los seres humanos. Una siniestra ilustración de ello es en nuestro país la sistemática aniquilación de diez mexicanas cada día, jóvenes, adultas, ancianas y niñas, mujeres de abajo en su mayoría; esa irrelevancia de los seres humanos desechables con sus sufrimientos desechables se expresa, a su vez, en lxs miles de mexicanxs desaparacidxs, desplazadxs por la violencia, el engaño, el hambre y el terror y otros horrores, lo que ha venido sucediendo in crescendo y de manera ininterrumpida.
Por otra parte, como elemento constitutivo de este delirio profético, se dejan de lado las cuestiones fundamentales y se presenta toda disidencia como conservadurismo o, lo que es peor, como traición. En ese marco de distorsión, el tema de la democracia se elimina por completo del debate político.
De ahí la paradoja: quien conserva en lo básico el orden actual heredado de sus antecesores, y en sus filas a ciertos exponentes destacados del proceso de degradación política de este país, acusa de “conservadurismo”, y quien se niega a escuchar las voces fundadas de la sensatez que disienten de la suya, lanza diatribas contra los “negacionistas”.
El bloqueo de la actividad ciudadana creativa y pragmática a favor de las bien conocidas maniobras y bajezas de la política “profesional”, con su agenda y sus discursos, ha erosionado y mina la percepción de los problemas, embotando las alarmas y las perspectivas. Nunca antes había estado el país discutiendo una huelga nacional, no para imponer la dictadura del proletariado, sino en el reclamo esencial por la vida y la justicia, y como muestra de un proceso que no ha sido programado por la clase política en turno; nunca antes se había mostrado el duelo masivo como un argumento público y político: la tradicional madre mexicana, abnegada y que lloraba en un rincón en silencio a su hijo, hija, esposo, hermano, hermana, nieto desaparacidxs, asesinadxs, ha cambiado y hoy es protagonista; existe una communitas del dolor, invisibilizada por la dominancia de un discurso político que desprecia temas tan apremiantes e impostergables como la lucha por la verdad, la justicia, la memoria y la paz y ante las implicaciones del cambio climático.
Y en ese marco consideramos, con Zibechi, Diéguez y otros comentaristas políticos, que la violencia, el crimen organizado y los feminicidios son elementos de control político, de la aplicación del estado de shock y de terrorismo de Estado, y que la violencia rampante es un despliegue escénico de un necropoder que decide soberanamente no sólo la muerte, sino los modos de sufrir y de reducir la condición humana.
El verdadero riesgo no está en denunciar y afrontar las contradicciones, sino en ignorarlas. No apostamos a la continuidad de la debacle, sino precisamente a la coherencia necesaria que demanda ir a fondo y reconocer que sin el concurso de la ciudadanía, de la sensatez y la sensibilidad como aliados, la alianza del capital, el colonialismo y el patriarcado seguirá intocable, imponiendo su política de muerte.
En este número del Volcán Insurgente, Emilio de los Ríos Ibarra, desde una perspectiva ubicada en el tiempo, y desde una trayectoria de continua participación social en comunidades, se pregunta respecto al mal llamado Tren Maya: “¿Un tren destinado al fracaso?”.
A su vez, Juan Almendares, desde su perspectiva como ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, como fisiólogo y como médico comprometido con las causas sociales en Honduras[2], en su trabajo “El gato de Schrödinger y el Golpe de Estado Militar. La sombra del poder”, se ocupa de un proceso que no puede soslayarse como parte del origen del flujo migratorio hondureño actual: el de las condiciones políticas y económicas tramadas e instauradas, precisamente, por el gobierno del país al cual se dirige ese flujo.
Ricardo Melgar nos comparte luego su reflexión sobre una de las manifestaciones más peculiares de la actual mercantilización a ultranza: la “Marca País” y la patrimonialización comercial de la cultura en México.
A continuación, presentamos la transcripción de las participaciones que hicieron, en el marco del Seminario de Territorios que se lleva a cabo en la Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, Pedro Uc Be, maya de Yucatán, y Miguel López Vega, nahua de Puebla, desde su sentir profundo y desde su experiencia como militantes por la integridad de los pueblos y los territorios, y por la cual ambos han sido sujetos recientemente a medidas de intimidación y violencia.
Francisco Javier Guerrero destaca en su texto “Los megaproyectos y la cultura en la encrucijada del populismo”, cómo los excluidos no aspiran a la precariedad, sino a generar en sus propios términos el único megaproyecto valedero, el de su emancipación. En ese proceso figura la relevancia de la cultura, que no puede florecer si no es arraigada en los territorios y en su defensa.
Erika Arteaga, de Ecuador, Carolina Morales, de Colombia, Mariela Muñoz, de Argentina, Alane Ribeiro, de Brasil y Nashielly Cortés, de México, todas ellas feministas y militantes del campo de la salud colectiva en América Latina, al abordar el rol de las mujeres en los paros/resistencias nacionales como aportes para las izquierdas en la región, comparten una “reflexión trenzada” sobre el rol del movimiento de mujeres y las movilizaciones feministas en la crucial coyuntura actual, en la búsqueda de formas distintas de hacer política, lo que implica no sólo ejercitar la reflexión, sino articularla con la acción, la resistencia y la lucha.
A su vez, en la sección sobre la “Crisis climática: qué hacer”, Emiliano Hersch aborda el concepto de los límites planetarios vinculados entre sí, y cómo la pérdida de la biodiversidad, y no el cambio climático, es el principal riesgo actual para la estabilidad de la Tierra.
Finalmente, Gilberto López y Rivas presenta una recensión sobre el libro de Inés Durán Matute, “Los pueblos indígenas y las geografías del poder. Narrativas de Mezcala sobre gobernanza neoliberal”. En una contribución surgida de la sociología crítica, la autora destaca que los indígenas Coca de Mezcala están construyendo autonomía y abriendo caminos hacia sus futuros, apoyando a la vez su identidad y sus reclamos territoriales.
[1] Ridao, José María (2002), La elección de la barbarie. Liberalismo frente a ciudadanía en la sociedad contemporánea. Barcelona: Tusquets.
[2] Véanse https://www.ecured.cu/Juan_Almendares_Bonilla, https://en.wikipedia.org/wiki/Juan_%C3%81ngel_Almendares_Bonilla