Mestizaje, Diferencias y nación. Lo negro en América Central y el Caribe, coordinado por Elisabeth Cunin y Política e identidad. Afrodescendientes en México y América central, coordinado por Odile Hoffman, constituyen una obra colectiva que ofrece un panorama regional para el conocimiento de los Afrodescendientes, y, en este sentido, es un trabajo primigenio que introduce enfoques novedosos, teóricos y metodológicos.
Para los estudios étnicos, contribuye a la reflexión de los procesos de mestizaje en sus varias dimensiones y fortalece la necesidad de imbricar en el análisis lo Indígena y lo Afrodescendiente (sobre lo cual se hacen algunas aproximaciones en esta misma obra). Se trata de cruzar y no separar a los grupos, comunidades y pueblos, esfuerzo más próximo a las realidades históricas y a los mestizajes.
Además, la publicación de estos dos los libros es muy oportuna en la actual coyuntura política y por los aportes que se hacen para entender la formación y el desarrollo de las naciones y lo inacabado de este proceso en una región fuertemente marcada por el colonialismo y las particularidades de sus conformaciones nacionales. La obra en su conjunto atraviesa una larga historia, la de las dominaciones coloniales y nacionales, durante las cuales se producen mestizajes de diverso signo, encuentros y rivalidades interétnicas y nacionales.
Este es un trabajo colectivo que demuestra la riqueza del diálogo y del intercambio disciplinario, así como los avances de la investigación sobre los Afrodescendientes. El valor de este esfuerzo interdisciplinario pone en evidencia las virtudes de las investigaciones colectivas y el uso del método comparativo en los enfoques regionales.
En ambos libros encontramos una visión renovada de las categorías que comprenden los procesos de construcción de sí y del Otro, derivada de la investigación histórica, geográfica, sociológica y antropológica. Las fronteras entre las categorías binarias y opuestas, clásicas en el nivel grupal y conceptual, se abren para incursionar en la heterogeneidad de los componentes raciales, étnicos y nacionales, corroborando la necesidad de pensar las categorías desde la multiplicidad de pertenencias y modos de pertenecer, resultado de los procesos históricos y mestizajes.
Algunos trabajos parecen, efectivamente, dialogar, y otros sostienen posturas distintas sobre el mestizaje y el uso de las propias categorías. La crítica a los estudios clásicos es una constante en la obra, sustentada y propositiva, parte de un conocimiento del estado del arte, de allí también la posibilidad de renovar, que es, pues, una cualidad más de los dos libros, ya que, excepcionalmente se encuentra una crítica sin sustento y descontextualizada y/o indiferente de los aportes previos.
El objetivo explícito –se señala-- es introducir innovaciones teórico metodológicas que derivan del trabajo interdisciplinario, reconocer las contribuciones de África y romper con la jerarquización de las diversidades implícitas en denominaciones clásicas. Este propósito se cumple plenamente, independientemente de que la polémica está abierta; lo importante es seguir profundizando y mantener un espíritu crítico sobre nuestro quehacer como científicas (os) sociales. La pretensión expresada en el prólogo de ambas publicaciones de incursionar en la renovación teórica y metodológica, no se queda en un anunciado (enunciado) sino que fundamentalmente se encuentra en los trabajos.
Una primera nota de conjunto son las introducciones que escriben ambas coordinadoras. En estas se inicia el análisis de las problemáticas y la crítica a nivel conceptual, ya que se hacen explícitas las definiciones y se contextualizan los estudios sobre la “cuestión negra”. En ambos casos, se exponen de manera sintética los debates y las aportaciones de cada uno de los trabajos, por lo que el lector encuentra una excelente guía y motivación para la lectura.
Comparto una lectura de la obra en su conjunto; esto es, pienso que deben leerse los dos libros, en lo posible, simultáneamente, ya sea siguiendo la estructura organizada por las coordinadoras, o integrando la historia de grupos y comparando experiencias nacionales. Así, la lectura de la obra puede hacerse en varios sentidos. Este puede ser el caso de los Afrodescendientes en Nicaragua y, en particular, en la Costa Atlántica con sus procesos de autonomía y empoderamientos de las mujeres costeñas. También, es posible seguir la historia de determinados grupos, por ejemplo, la de los garífunas en Honduras y Belice, por ejemplo.
El camino elegido en esta reseña es intercalar una breve semblanza de algunos trabajos de los dos libros, a manera de ejemplo de lo que el lector puede conocer en cada uno, y para su lectura simultánea, que es complementaria y permite profundizar en distintas líneas de análisis.
LIBRO PRIMERO. El primero es Mestizaje, Diferencias y nación. Lo negro en América Central y el Caribe, Elisabeth Cunin (coordinadora). Proyectos nacionales y categorizaciones étnico raciales. Los garífuna hondureños y los significados de “negro” en los años 1930 y 1940, Mark Anderson. “Pertenecer y no pertenecer”, Diferencia, etnicidad y clasificación en la Jamaica colonial, Verene A. Shepherd. Mestizaje y Racismo. La presencia de “lo negro” en el mestizaje, Peter Wade. Mestizaje, cotidianidad y las prácticas contemporáneas del racismo en México, Mónica G. Moreno Figueroa. Afrodescendientes e indígena: repensar las fronteras. Las narrativas del anclaje y la pertenencia entre indígenas y Afrodescendientes. Reflexiones entre México y Colombia. Anah Ariel de Vidas y Odile Hoffmann. Garífuna y seminole negros: mestizajes afroindígenas en Centro y Norteamérica, Gabriel Izard. La cultura de “Lo negro” entre estigmatización e institucionalización. Más allá de la “identidad negra”: mestizaje y dinámicas raciales en la ciudad de Veracruz, Christian Rinaudo
LIBRO SEGUNDO. El segundo libro. Política e identidad. Afrodescendientes en México y América central, Odile Hoffman Coordinadora. Movilizaciones y movimientos de Afrodescendientes. Modelos y excepciones. Génesis de redes transnacionales. Movimientos afro latinoamericanos en América Central, Carlos Agudelo. Los indígenas y los “étnicos”: inclusión restringida en el Régimen de Autonomía en Nicaragua, Miguel González. El movimiento negro en Panamá: una interpretación histórica y política, 1994-2004, Georges Priestley y Alberto Barrow. Los criollos de Belice. ¿Encarnación de la identidad nacional o afirmación étnica?, Elisabeth Cunin. Segunda parte. El manejo de la Diferencia en el acceso a recursos. El poder de la demarcación: el primer deslindamiento en barranco, Belice, Joseph O. Palacio, Judith rae Lumb y Carlson Tutle. Pensar el feminismo afro nicaragüense, Courtney desiree Morris. Memoria socialde las mujeres criollas. Política y derechos sobre la tierra de Afrodescendientes en Nicaragua, Jennifer A. Goett.
LIBRO PRIMERO. Proyectos nacionales y categorizaciones étnicas raciales.
El trabajo escrito por Anderson, pone en evidencia el carácter racista del discurso del nacionalismo hondureño en este periodo (1930 y 1940). Los negros son considerados “un contaminante extranjero al cuerpo racial de la nación”. El hondureño, que se busca represente a la nación, es el que se origina del mestizaje indo hispano (mezcla de indio y europeo), los afro hondureños son excluidos de esta comunidad imaginada en construcción. Esta es indudablemente una particularidad del mestizaje en la región centroamericana. El rechazo racista parece estar inscrito en la sociedad hondureña, procede de los trabajadores hondureños que ven en los inmigrantes de origen afro caribeño, (empleados en las compañías estadounidenses) una amenaza para su inserción laboral. Los diputados aprueban una ley en 1929 que restringe la inmigración de negros. Sin embargo, paradójicamente, este nacionalismo es antiimperialista y se opone al trato desigual de los trabajadores hondureños, pero establece una “jerarquía socio racial y de pureza racial”, en la que los negros antillanos, ocupan la escala más baja.
El racismo en la sociedad hondureña origina un complejo proceso de construcción del sujeto racializado, desencadena afirmaciones y negaciones del ser en relación al Otro. La jerarquía socio racial en el Caribe, marca del colonialismo y de las múltiples connotaciones de lo negro, está asociadas no sólo al color, sino al origen africano y esclavo, que carga con una connotación de negro oprimido y un África estigmatizada. Los garífunas responden y se auto representan nativos de las costas, morenos, reclaman pertenencia y ciudadanía nacional más por su natividad, que por su negritud y cultura, según el autor. Estos garífunas subrayan su origen étnico, se clasifican dentro de la categoría de negro, no esclavos, ni de origen africano; buscan la distinción de otros grupos, negocian su negritud. Su identidad negra estará influida por el encuentro en la diáspora con los negros en Estados Unidos, pero sobre todo por el nacionalismo hondureño. En suma, las ideas garífunas sobre su identidad y orígenes son diversas y cambian en el tiempo, pero es permanente su lucha por la diferenciación, por su lugar y sus derechos en la sociedad hondureña.
LIBRO SEGUNDO. PRIMERA PARTE. Movilizaciones y movimientos de Afrodescendientes. Modelos y excepciones. Génesis de redes transnacionales.
El trabajo de Hooker, pone en el centro del análisis la especificidad de sus derechos en el marco de su propia heterogeneidad y los obstáculos para ser reconocidos sus derechos colectivos. De allí surgen las preguntas siguientes: ¿cómo sustentar sus derechos? ¿si centrar la argumentación en el derecho a preservar una cultura (o culturas) negra específica, o en la exigencia de superar las injusticias históricas y actuales?; ¿o si la demanda por derechos colectivos debe incluir ambas justificaciones normativas? ¿y qué lenguajes usar para persuadir a la opinión pública y las élites latinoamericanas y lograr el reconocimiento de la noción de “derechos indígenas”?, que ocupa un lugar en la agenda nacional de muchos estados latinoamericanos.
Estas diferencias obedecen a la existencia de diferentes tipos de poblaciones afro, que explican a su vez el desarrollo de ciertos movimientos sociales que reivindican determinados derechos, señala. Los Afrodescendientes argumentan para reivindicar derechos colectivos: el derecho a sus culturas y para superar los efectos de las injusticias pasadas. (pág.43) En la práctica se produce la intersección entre raza y cultura. Los afro descendientes rurales reafirman identidades en términos étnicos y los grupos urbanos en términos raciales.
La autora establece una tipología de los afro latinos que es herramienta para pensar la heterogeneidad de sus propias reivindicaciones: afro mestizos descendientes de esclavos, que no han desarrollado una identidad de grupo racial/cultural distinta, ni exigen derechos colectivos. Los afro latinoamericanos que descienden de esclavos y desarrollan una fuerte identidad racial/cultural y luchan por derechos colectivos y en contra de la discriminación racial, predominantemente urbanos. Los afro latinoamericanos descendientes de las poblaciones cimarronas, que desarrollan identidades raciales y culturales al margen de la sociedad colonial, forjan relación con el territorio o la tierra. Luchan por derechos colectivos en defensa de tierras comunales o territorios. (créoles y garífunas). Los afro latinoamericanos que descienden de inmigrantes antillanos, han sido trabajadores en las economías de enclave. Este grupo se organiza alrededor de identidades raciales y culturales y lucha por la igualdad de derechos, contra la discriminación racial y derechos colectivos específicos, se destaca.
La reivindicación de la cultura negra encuentra varios obstáculos: que no es vista como cultura diferente a la cultura nacional “como para requerir protección del Estado; es inauténtica por su desarrollo” “en respuesta a procesos de discriminación y colonización” (es el caso de los creoles que adoptan el idioma de las potencias imperiales), sin reparar en que la autenticidad es una esencia que no tiene sustento y los procesos de invención y reinvención son intrínsecos a los procesos identitarios. Según esta mirada, esta reivindicación excluiría a la mayoría de afros urbanos que son más semejantes a la población nacional, al mismo tiempo está el riesgo de esencializar la cultura negra. El segundo fundamento normativo, la enmienda a las injusticias y desigualdades “producidas por la esclavitud” y la discriminación racial, encuentra resonancia por la acción de grupos dentro del propio movimiento. La idea es la reparación de las injusticias pasadas y el mejoramiento de las condiciones actuales de las víctimas (con los más altos niveles de pobreza, por ejemplo) que siguen padeciendo la discriminación por su color de piel y pertenencia a esta colectividad.
Las políticas han comprendido: medidas compensatorias, indemnizaciones económicas, instituciones que atiendan desigualdades, disculpas oficiales, monumentos, etcétera. Pero hay resistencia para asumir responsabilidades colectivas; se admite la existencia del racismo pero “nosotros no somos”, hay reticencia a reconocer las causas de la desigualdad y se asocia el racismo a sus expresiones extremas. En suma, se considera “crucial una ciudadanía” que “reconozca la conexión entre los agravios del pasado y los males presentes”. (pág.55) Me parece que los obstáculos para fundamentar sus reclamos van más allá de la especificidad de los derechos y del lenguaje en el que se formulen, pasa por la unidad del movimiento afro que se puede fincar en diversos sentidos, con la diversidad de demandas que les une y separa, pero les caracteriza.
LIBRO PRIMERO. Mestizaje y Racismo.
El trabajo de Moreno Figueroa, se inscribe en una búsqueda por comprender las particularidades de esta ideología en la vida cotidiana.
El punto de partida de Moreno es que en México existe una “evasión de la raza” en todos los espacios, pero particularmente en relación a la población indígena; mientras que lo racial se refiere a la gente negra del extranjero. Aquí cabe señalar que esta es una constatación que no se sostiene del todo, ya que a partir del levantamiento de los mayas zapatistas en 1994, el tema de la raza en el discurso público reaparece, aunque no de lleno. Obsérvense las reformas constitucionales en las últimas dos décadas y las instituciones especializadas para combatir la discriminación (aunque su especificidad sea una forma de negar el racismo), y la denuncia por las organizaciones indígenas y afrodescendientes y el propio debate académico. Este señalamiento no resta mérito a su propuesta, ya que es necesario que la raza se reconozca plenamente en el discurso público, y en ése sentido todavía hay un largo camino por andar. Su texto propone hacer un “análisis complejo de las prácticas contemporáneas de racismo, con el propósito de comprender su “dimensión omnipresente”, en términos de Knight, 1990, lo cual será un aporte que se suma a los estudios realizados sobre el racismo en México.
El término de desracialización, definido como un “proceso de normalización racial y racista”, es herramienta para afirmar de una manera distinta que en México la ideología del mestizaje, bajo el lema de que “todos somos mestizos”, pretendió negar el racismo. Las preguntas que formula la autora acerca de: ¿Cómo se produce la asociación entre la igualdad racial y la igualdad de status? ¿Cómo erradicar el racismo, si éste se niega?, son muy pertinentes y guiarán su trabajo.
Cabe advertir que el racismo no ha sido entendido solo como actos de exclusión y de discriminación hacia indígenas y afro-mestizos; diversos estudios han tratado de definir el fenómeno a partir de sus especificidades en este contexto de mestizaje. Moreno se propone “complicar y desafiar el vínculo entre raza y racismo no de grupos en la vida cotidiana del mestizo, de los mexicanos”; complicaciones que aunque se han empezado a estudiar recientemente, es absolutamente necesario desarrollar el análisis en ésta línea. En concreto se propone comprender el mestizaje como “ideología política”, “promesa de igualdad social y racial”, y la experiencia cotidiana racializada o lógica racista que organiza la vida cotidiana.
Moreno afirma que el mestizaje es un lugar de privilegio semejante a lo blanco, o blanquitud, lugar o espacio fragmentado, y se propone “desempacar” este espacio. Esta constatación es válida en términos generales, pero depende igualmente del contexto, ya que es privilegio con relación a Otros, pero no frente a los blancos. En todo caso, habría que reconocer la ambivalencia y pensar que el mestizaje es lugar de privilegio y de desigualdad. La identidad mestiza, apunta, es flexible y se yuxtapone con la nacional. El contexto desracializado “no equipara la identidad nacional con las desigualdades raciales y efectos de prácticas racistas”; en este sentido, se reitera que la identidad mexicana hace invisible el proceso de discriminación y exclusión social. Con base en Cadena y Knight, sostiene que, al mismo tiempo que se producen cotidianamente prácticas racistas, el discurso lo niega, y “defiende la diferencia cultural”. Cadena señala que el fenotipo puede ser subordinado a la cultura como marcador de diferencia. Lo que explica --según Moreno-- que en México las prácticas racistas sean cotidianas, se niega el racismo y no hay discurso público sobre la raza en la cultura mexicana.
La discriminación racial no es autónoma, en relación a la clase social y un viejo reconocimiento en la literatura; además hay momentos de mestizaje y momentos racistas. El racismo de los racializados y las prácticas racistas definidas como “relaciones dinámicas que están impregnadas de discursos raciales históricamente (re) producidos”, es una precisión valiosa. (147) Al igual que advertir el carácter mutable del racismo; esto es, que los momentos racistas y de mestizaje “no se encuentran en funcionamiento permanente”. Aquí seguramente habría señalar que el racismo es cultural y situacional, en tanto que aprendido, se moviliza o emerge en determinadas circunstancias. Afirmar que la identidad mestiza es flexible y el blanqueamiento un objetivo para los habitantes, que los medios de comunicación exacerban, es una generalización válida. (154)
Los estudios sobre el racismo en México se han interesado en demostrar la existencia del racismo y sus especificidades en México hasta hace poco tabú, incluso en la academia, pese a su omnipresencia, por ello, nos parece de particular importancia la línea que propone Moreno en este texto.
LIBRO SEGUNDO. PRIMERA PARTE. Movilizaciones y movimientos de Afrodescendientes. Modelos y excepciones.
El trabajo de Priestley y Barrow hace un recorrido por las vicisitudes del movimiento negro panameño a fines del siglo pasado. El sistema de categorización racial que se impuso en Panamá, explica de cierta manera la dificultad para lograr un mayor nivel de convergencia de intereses en el movimiento negro panameño. Lo negro es de ascendencia antillana y apellidos ingleses, y se les ha separado de los negros coloniales con apellidos españoles. Al igual que en otros países de la región, la idea del crisol de razas, reduce la presencia de la población negra en Panamá y promueve (afirman los autores) la obsesión por el blanqueamiento y la idea de que existe una armonía o democracia racial.
El racismo anclado en el sistema patriarcal, oligárquico y capitalista dominado por una minoría blanca, resurge con la invasión estadounidense y el avance del neoliberalismo. Las protestas sociales a fines de los noventa en contra de las políticas neoliberales organizadas a partir de MODESCO, no basan su lucha en cuestiones raciales (pese a la amplia participación negra) y logran impedir la privatización del agua, por ejemplo.
En el nuevo milenio se establece el Día de la etnia negra y la Ley 16 contra la discriminación y se profundizan las desigualdades sociales, pero el movimiento negro no se involucra en este eje de reivindicaciones. Lo que acontece, explican, es que las organizaciones nacionales cooptan miembros de las organizaciones populares y del movimiento negro, desapareciendo importantes organizaciones negras (el Congreso del Negro Panameño, Foro antirracista y antiimperialista, National Conference of Organized Panamanians, Acción Reivindicadora del negro Panameño) que vienen a ser sustituidas por organizaciones como el Comité panameño contra el racismo. Otros acontecimientos favorecen el resurgir del movimiento negro: Durban, un libro sobre el racismo en Panamá, la ya mencionada declaración del Día de la Etnia Negra y la aprobación de la Ley 16 en contra de la discriminación racial y la creación de una Comisión Nacional contra la Discriminación, parte de la Defensoría del Pueblo, que los autores consideran inoperante.
La coordinadora Nacional de Organizaciones Negras Panameñas, es heterogénea (20 grupos) con precarios recursos, mantienen vínculos limitados con organizaciones populares y de trabajadores, presencia limitada en las comunidades negras. No niegan los autores, la influencia de estas organizaciones en una mayor unidad de los negros antillanos y coloniales, visibilidad, pero critican el encerramiento o la perspectiva monotemática del racismo en su programa de acción. En este periodo de integra una Comisión especial para la inclusión de la Etnia Negra (2005) que precede al Consejo Nacional para la Etnia Negra.
Esta postura y experiencia complejiza aún más el debate sobre las reivindicaciones del movimiento afro latinoamericano: no es sólo si reivindican derechos colectivos en sentido cultural, o las indemnizaciones, pero también la articulación de demandas de carácter social y político y las demandas culturales y en contra del racismo, que son mutuamente interdependientes. Esto, en la medida en que no habrá oportunidades de equidad, ni de una inclusión democrática, si continua el programa neoliberal.
El trabajo reflexiona sobre la necesidad de que el movimiento negro incorpore en su agenda los impactos de las políticas neoliberales sobre los afro pobres, preserve su autonomía de los partidos políticos (un tema que atraviesa las reivindicaciones del movimiento afro en distintos contextos) y evite el clientelismo político que lo divide. La coordinadora y sus organizaciones deberán vincularse con otros actores, y organizaciones, buscar mayor representatividad en el Consejo Nacional para la Etnia Negra, más presencia en la luchas populares y autonomía de los partidos políticos y del Estado.
Es un capítulo que inscribe su análisis en el contexto más amplio del sistema neoliberal, describe la dinámica del movimiento negro a nivel de organizaciones y demuestra que la lucha en contra del racismo es indisociable de las luchas sociales, esto es, si no se vincula el movimiento negro con organizaciones populares y se incorpora el tema de las desigualdades sociales, sus perspectivas son limitadas.
LIBRO PRIMERO TERCERA PARTE. Afrodescendientes e indígena: repensar las fronteras. Afrodescendientes e indígena: repensar las fronteras.
El estudio de Ariel de Vidas y Hoffman propone nuevas formas de pensar los anclajes y pertenencias entre indígenas tenek y nahuas y Afrodescendientes (de la costa chica de Guerrero y de Colombia). A través de los relatos de la memoria contrastan mitos de origen y prácticas culturales entre poblaciones rurales que no reivindican políticamente sus identidades étnicas o raciales, pero si las asumen. Estas narrativas son analizadas a partir de las nociones de “entre sí” y “entre dos” y cuestionan el uso de esencialista de las categorías de etnicidad y autoctonía.
Las ocupaciones en los territorios de los cuatro grupos son diferenciados en tiempo, lo que se expresa en sus prácticas culturales. Los mitos de origen entre los Tenek, se remiten a los tiempos prehispánicos, signo de su anclaje territorial y de una conciencia histórica desde la Conquista, explican de Vidas y Hoffman. El mito de origen de los nahuas tiene un sustrato mesoamericano (el de la relación sagrada con la tierra) y surge en el siglo pasado, cuando llegaron a raíz de la huida de las violencias de la revolución. Según este trabajo, este discurso no es étnico sino local (no se encuentra en otros pueblos nahuas de la región, ni expresa una posición política), el rito propiciatorio de la lluvia es una construcción simbólica de la identidad local en un tiempo de crisis.
Las narrativas de las poblaciones negras, se señala, son anclajes distintos, en su profundidad histórica, en el valor atribuido a los orígenes, en los procesos de mestizajes, en la relación con la tierra y el territorio. La memoria de los ancianos en las poblaciones negras de la Costa chica se remite a su arribo a estas tierras (el referente es un naufragio del que escaparon hombres y mujeres que fundaron pueblos en la región), los ancianos de las poblaciones negras de Colombia, pueden marcar tiempos de migraciones, de fundación, nombres de familias y pueblos. Según las autoras, los negros colombianos construyen un discurso hacia el grupo y su profundidad histórica, los negros de la Costa guerrerense se organizan a partir de la relación con los vecinos. Los tenek tienen un discurso de autoctonía y los nahuas recurren a mitos fundadores recientes. Esto es, “el entre sí se produce en colectivos anclados en el territorio por largo tiempo, con prolífera creación cultural y profundidad histórica y el “entre dos” es un anclaje territorial reciente u objetado por un entorno étnico diferente y dominante”; dos modalidades de afiliación colectiva diferenciadas localmente.
La propuesta es no categorizar de acuerdo a criterios étnicos o raciales, o por la antigüedad en el territorio, y privilegiar la contextualización de estas narrativas, la cual es un recurso metodológico para entender las dinámicas sociales de las pertenencias y colocar el mestizaje como un eje articulador de prácticas culturales, de las desiguales inserciones en las economías regionales, quedando los grupos inscritos en una historia más amplia y diversa; esto puede contribuir a reconocer el peso de las múltiples identificaciones, de allí que registren las autoras que “la lectura de los relatos en términos de identificación, de diferencias asignadas, indica que su identificación como comunidad negra, es parte de su complejidad social y cultural, pero no exclusivamente. Hay momentos de reafirmación de las identidades. No obstante, habrá que seguir distinguiendo entre las autoctonías producidas por decreto, las que derivan de un “entre sí construido históricamente lo que hace posible los relatos, que explican su presencia en el lugar”, de la autoctonía en el contexto de las actuales amenazas de los territorios indígenas por el Estado y las empresas transnacionales. Tiene mucho sentido afirmar que “más que autoctonía, hay pertenencias contextualizadas”, que, el entre si y el entre dos no se refieren a autoctonías reivindicadas y etnicidades etiquetadas a priori.
LIBRO SEGUNDO. PRIMERA PARTE. Movilizaciones y movimientos de Afrodescendientes. Modelos y excepciones.
La pregunta del título del trabajo de Cunin expresa la problemática de Belice y su peculiar historia de colonizaciones y de independencia tardía. Los criollos surgen vinculados a la política de dividir a la población que los británicos impusieron en el Caribe, son los fundadores de Belice en el siglo XVII y surgen del encuentro entre baymen y esclavos, serán los primeros habitantes, a quienes le siguen sucesivos arribos de misquitos, garífunas, mestizos de Yucatán huidos de la guerra de castas, chinos, hindúes (plantaciones) menonitas, migrantes africanos contemporáneos, pensionados gringos y refugiados políticos centroamericanos, escribe Cunin. Se puede leer que la contradicción parece tener una primera raíz simbólica: la manera en que es apropiada la victoria militar de Saint George Caye, que es la victoria de los colonialistas británicos contra los colonialistas españoles, el principio de la ocupación inglesa, que pasa a formar parte de los relatos nacionales y es afirmación de la sociedad criolla.
La proximidad cronológica entre el inicio de la colonización británica y la independencia parece coincidir con este relato fundante del criollo y de Belice, explica Cunin. Este mito fundante de la identidad beliceña no es compartido por los grupos que arriban más tarde, un dato relevante para entender las dificultades para hacer nación a partir de estos símbolos. Llama la atención la autora que es caso único de armonía entre amos y esclavos, (los que vivieron en relativa autonomía en los bosques beliceños), el que se registra en el imaginario como especificidad de la esclavitud beliceña.
Las rivalidades entre potencias coloniales en el Caribe, explica Cunin, en particular, por el dominio de Belice, retardarán el proceso de independencia (de los sesenta a los ochenta del siglo pasado) y la formación de la nación beliceña. Particularmente, las pretensiones neocoloniales de Guatemala provocarán una reafirmación caribeña, anglófona, protestante, opuesta a la Guatemala centroamericana.
El fracaso del proyecto nacional de criollización se produce, pese a los discursos (de George Price) que intentan crear ciudadanía en la nueva sociedad beliceña y a la exaltación de la mezcla de culturas y de los orígenes garífunas y mayas en pro de la creación y unidad de la nación centroamericana de Belice. Cunin sostiene que la independencia no logra promover identidad nacional basada en una amplia participación de los grupos, además de los conflictos y guerras centroamericanos que inciden en la sociedad beliceña. La criollización que justifica la unidad nacional, señala, puede percibirse como una amenaza por el status de los criollos, que son los herederos del poder y la cultura británica. El rechazo de los negros a la criollización y la latinización de Belice puede incluso fundamentarse en un discurso radical de clase, antiesclavista, anticolonial y xenófobo que reivindica como sus ancestros los esclavos negros rebeldes y se opone de manera beligerante a las migraciones centroamericanas. Este discurso de Evan, esencializa las categorías de pertenencia, exalta lo negro, rechaza lo criollo, no establece alianzas y ve en la presencia de los nuevos extranjeros (aliens) la causa de una posible guerra étnica. En este contexto, señala Cunin, la categoría de alien,( herencia colonial del XIX), alteriza doblemente al migrante, refuerza la ideología antiinmigrante centroamericana, y la situación se vuelve más compleja por las dinámicas demográficas en curso, la migración de beliceños criollos a EEUU se intensifica, mientras los mestizos superan a los criollos.
En este contexto, se exponen las políticas multiculturales que se caracterizan por la etnicización y re-etnicización en las últimas décadas, periodo en que los mayas y los garífunas se reafirman positivamente, aunque las poblaciones negras son homogeneizadas bajo la categoría de africanos. En este contexto, Cunin argumenta que el proyecto nacional no es de criollización (que es integración de diferencias), sino el de una politización de pertenencias étnicas, incluyendo los criollos que se vuelven étnicos pero no tanto.
La conclusión es una constatación de la contradicción: al conducir el proyecto nacional afirmando la identidad criolla, se aleja de toda pretensión de representación nacional. Su discurso se ve atrapado entre: “afirmación de una especificidad cultural y lógica del mestizaje, entre valoración de la diferencia y normalización, entre singularidad y cotidianidad”. Este es una contradicción que se vive en otros contextos de la sociedad caribeña, por lo que su análisis a la luz de nuevos enfoques resulta una necesidad perentoria en los estudios sobre las sociedades de esta región.
LIBRO SEGUNDO. SEGUNDA PARTE. El manejo de la Diferencia en el acceso a recursos.
La autora Desiree Morris “explora las “formas de la política y práctica feminista entre mujeres creoles y garífuna de la RASS”, delimitando las especificidades y contrastando con el feminismo “nicaragüense”. Estas especificidades residen en una participación política que comprende espacios políticos formales y de la vida cotidiana, en el activismo En otras palabras, la lucha por la justicia racial, económica, regional, de género es la expresión de la particularidad del feminismo afro nicaragüense”, se sostiene.
Mientras que las prácticas dentro del movimiento feminista nicaragüense privilegian “problemas abstractos” (cuestionamiento de la dominación patriarcal, el tema de la liberación sexual y el relacionado con la eliminación de “roles y normas de género de carácter opresivo”), las mujeres afro nicaragüenses articulan los problemas de orden “práctico”, que “no coinciden con la definición hegemónica de lo que constituye una política feminista”. La tesis es que no obstante las mujeres afro nicaragüenses no participan en organizaciones feministas, el trabajo que realizan en diversos ámbitos de la vida social, es feminista, en tanto la transformación social y la justicia de género son indisociables. Raza, etnicidad, género y clase son identidades y formas de opresión específicas que “definen las formas de su práctica política”, explica la autora. Citando a Hooks encuentra un pensamiento convergente entre las “académicas feministas negras” quienes distinguen “las diferencias entre el feminismo blanco dominante en Estados Unidos y otras formas, más radicales y transformadoras, de teoría y práctica feminista que entienden “la naturaleza imbricada de los sistemas de dominación… del patriarcado capitalista supremacista blanco”. (Hooke (sic) 1995,107.
En suma, este feminismo afro-nica se distingue por diversas posturas (entre las cuales destaco algunas): 1) se sustenta en la teoría de la interseccionalidad, que analiza la intersección entre raza, etnicidad, género y clase que procede de estos sistemas de dominación y opresión histórica. 2) lleva su análisis de género a las instituciones sociales y culturales, a la comunidad y al gobierno. (241) 3) Adopta una ideología de la complementariedad de género que significa el reconocimiento de los papeles de género distintos y de igual importancia para la comunidad. 4) El feminismo afro lucha contra las imágenes de los cuerpos y la sexualidad de las mujeres negras, que se suman a los estigmas, estereotipos, criminalización de las mujeres y de la Costa. 5) Este feminismo pone particular énfasis en su análisis político, la violencia del Estado y sus políticas racistas (la ocupación, guerra civil, hostilidad, trato de extranjeros, atrasados culturales, el abandono deliberado y carencias, criminalización y “excesos policíacos”, ausencia del Estado …) (251) El estigma que pesa sobre la de región, como una de narcotráfico, según la autora, oculta el desgarramiento de las comunidades producido por éste y la “ respuesta al vacío económico” ocasionado por las políticas neoliberales. (251, 252) El énfasis en el análisis de género y antirracista del poder debe descubrir el papel del Estado que perpetra la desigualdad social. (252)
Esto igualmente expresa, pensamos, una conciencia social más comprehensiva y determinada por las formas de dominación y pertenencias a comunidades históricas que se producen en el marco del establecimiento del régimen de autonomía, estatuto que pese a sus límites y la necesidad de reformarlo, abrió espacios de participación y formación para las afro nicaragüenses. En particular, la autora valora el papel de las universidades y su participación en los gobiernos y consejos regionales.
En este comentario, subrayo que las diferencias entre los feminismos en distintos contextos es una polémica recurrente desde fines del siglo pasado, entre lo que podríamos denominar feminismos dominantes y feminismos minoritarios (étnicos, raciales, de clase), entre mujeres anglas y chicanas en EEUU, blancas y mestizas de clases medias y mujeres indígenas en México y, en este caso, entre mujeres nicaragüenses del Pacífico y mujeres afro nicaragüenses de la Costa Atlántica de Nicaragua. En el contexto del Diálogo de San Andrés Sacamchén, fue notable el desencuentro entre estos feminismos por sus reivindicaciones y prioridades en la lucha por los derechos colectivos de los pueblos indígenas.
Estas diferencias entre los feminismos dominantes y feminismos minoritarios están marcados por las diferencias étnicas, raciales y de clase y orígenes nacionales y, consecuentemente, las pertenencias a comunidades étnicas (indígenas o Afrodescendientes) y nacionales en relación asimétrica con respecto al Estado y la nación. De allí que la unidad en el movimiento feminista sea un objetivo a alcanzar aún más complejo que la unidad de los propios movimientos étnicos y de Afrodescendientes.
Breve reflexión
Stuart Hall (1991:19-41, citado por el autor) vaticinaba que la clasificación es una creación colonial que impide el anhelo posmoderno del XXI, y que habrá que pensar en “celebrar la diferencia de una manera igualitaria, más que jerárquica”. Este es el espíritu de la obra y de los trabajos que forman parte de estos dos magníficos libros, una aportación para seguir reflexionando sobre el tema de la diferencia en estos tiempos de tantos encuentros y tantas intolerancias.