Número 53
64 guerra sucia ha impulsado el debate público sobre todo en las redes sociales, obliga a precisar pro- puestas, daños y responsables, acentúa el ánimo combativo y rompe guetos de opinión. La gran coalición. Como prueba de esa in- munidad social y comunicativa, las adhesiones a favor del cambio rompieron las fronteras de las edades, de las regiones, de las religiones, de los jacobinos, de las clases sociales y de los géneros. Una larga modernización ineficiente y voraz, impune y violenta, fue sembrando agravios por toda la geografía y las sensibilidades de este país tan diverso. El liberalismo que machaca que todo proceso histórico es obra de grandes individua- lidades, no comprende ni es capaz de actuar de manera creativa sobre estas acumulaciones co- lectivas de agravios que ahora afloran, y no como unidad monolítica ante el gran líder, sino como expectativa de tomar la vida local, regional, en los lugares de convivencia y de trabajo, en las propias manos. Y esa gran coalición es la prome- sa de una potencia social que es la única capaz de realizar la gran transformación del país. ¿ Y entonces, porqué insistir que esta este- la de cambios positivos no da la garantía al gran cambio que viene? El fraude del siglo fue llamar “democracia” a la captura de instituciones electorales creadas por el esfuerzo colectivo de muchos, a manos de varias redes poderosas que las domaron. Y eso ocurrió con las instituciones que consagraron la pluralidad política: el sistema de partidos, la competencia, las alternancias; to- dos ellos sufrieron sus embates desde el año axial de 1988, el año del fraude. La receta fue simple: que costara mucho ingresar a ese mundo y que sus costos de operación fueran cada vez más ele- vados y sufragados por los impuestos ciudadanos más un plus decisivo: el dinero negro, nutrido por desviaciones de recursos públicos, aportaciones ilegales de corporaciones empresariales y por el lavado del dinero del narco. Así la democracia, junto a sus avances en la pluralidad y la compe- tencia, dependió cada vez más de los grandes fi- nanciadores y del pago puntual vía acceso a pre- supuestos y obra pública. Se crearon las redes de la compra de votos, de inducción de la opinión, del tráfico de influencias y de la corrupción. Ese corazón negro de la política es lo que produjo agravios intensos en la población. Los actos de campaña multitudinarios y el en- cabezar las encuestas acotan pero no desarman a esa maquinaria diseñada para ganar y cerrarle el paso a las opciones de cambio. Está indemne y acostumbra operar en silencio. Y sus tres cir- cuitos de trincheras están listos para que en este mes de junio y con una desventaja insalvable en las encuestas, mantengan el monopolio sobre la República y lleguen intactos a su treinta aniver- sario (1988-2018). El primer círculo descansa en el dinero negro orientado a la compra de vo- tos y a inducir la opinión del elector. Su indica- dor es la cuantía y el ejercicio del “gasto social” y el gasto en publicidad. Se integra por los ope- radores electorales en programas federales, gu- bernaturas y municipios, que “mapean” distritos y secciones electorales para capturar votantes. Su saber es sencillo: las elecciones no son con- cursos de simpatías, son inversiones masivas de dinero que inician con la captura y terminan con el acto de votar. El segundo círculo es la compra de voluntades de presidentes de casilla, de repre- sentantes de la oposición, de funcionarios diver- sos, para que en el día D procedan a disminuir un poco las ventajas y aumentar otro poco las desventajas. Pequeñas modificaciones que en ló- gica matemática crean las grandes diferencias. Y Imagen 2. https://regeneracion.mx
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