Número 53

51 O visto de otra manera y sin ilusión alguna: en el mientras inevitable que demanda la construc- ción artesanal de la sociedad que merecemos, y que toma ya su tiempo, hay un riesgo, que es el de la agudización del terror, riesgo incrementa- do a su vez ante las evidencias ya disponibles del proceso de fraude electoral en marcha. Y ambos riesgos, de consumarse, no toman tiempo sino vidas, cientos de miles de ellas. Es decir, ¿cuántos más van a morir y cuántos sueños más serán atropellados de continuar el estado actual de las cosas que nos ofrecen los candidatos oficiales con su bandera común de continuidad garantizada? Esa pregunta no se puede evadir: no sólo ori- gina el imperativo urgente de la construcción de una sociedad de dignidad y justicia: obliga a re- conocer que los tiempos tienen su propio ritmo y que la esperanza actual de los muchos , aunque no sea necesariamente la más posiblemente lúci- da de acuerdo con quien acaso monopolice la lu- cidez, tiene que ser no sólo reconocida y ponde- rada, sino protegida para que no se instrumente, se diluya o se revierta, y en particular para que se transforme en exigencia no coyuntural. No es manipulación, sino esperanza. No es ig- norancia, sino sufrimiento. Es decir, como la esperanza de los muchos no es en absoluto la expectativa ni el interés calculado de los partidos ni el de sus políticos profesionales, sino una esperanza muy diferen- te y llana, no reconocida pero al fin real, una es- peranza con múltiples expresiones, resulta ser al fin y al cabo la aspiración a una sociedad de dignidad y justicia, aunque por cierto la mayor parte de los esperanzados no utilicen esos tér- minos. Y por ello, esa esperanza, que es la de los muchos en toda su diversidad, tiene un ger- men que no sólo demanda respeto sino acom- pañamiento, como insumo esencial en la cons- trucción de esa sociedad que todos, los muchos y los pocos, merecemos. Fuente: https://baomoi.com/the-nao-la-nguoi-cau-toan/c/16077597.epi

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