Número 53
44 Incluso en la remota eventualidad de que no prosperen los procesos electorales fraudulentos, este delegar decisiones en otros es característico de las democracias representativas, tan temero- sas de la participación decisoria de la población como omisas respecto a los mecanismos de con- trol social y de rendición de cuentas que debie- ran presidir el actuar de quienes así son delega- dos (Santos, 2016: 214). De ahí que tengamos la que ha sido denominada como “patología de la representación”, es decir, la distancia enorme entre “representantes” y “representados”, que acaba derivando a su vez en la “patología de la participación”, cuando “los ciudadanos, desmo- tivados por la sensación de impotencia, se con- vencen de que su voto no va a cambiar las cosas, por lo que dejan de hacer el esfuerzo –a veces considerable- de votar y aumenta el abstencio- nismo electoral” (Cfr. Ibid). En su extremo, esa “patología de la partici- pación” expresa, en virtud de la sumisión que se procura con método por medios diversos, la ausencia programada de la mayor parte de la po- blación, una presencia virtual que permea hoy, además del propiamente electoral, en tantos es- cenarios sociales y políticos de nuestro país don- de las circunstancias generadas por unos cuantos se asumen como inamovibles. Pero ¿por qué “ausencia programada”? Porque la ausencia programada aparece, en términos políticos y también culturales, cuando se prescinde sistemáticamente de la población “Rebosantes de arrogancia y de importancia personal, la elite gobernante y los principales medios de comu- nicación no pueden creer que hayan perdido el consentimiento de los gobernados”. Fuente: Global Affairs Press, https://globalaffairspressdotcom.wordpress.com/2016/10/20/the-ruling-elite-has-lost-the-con- sent-of-the-governed/
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