Número 50

4 que sin llegar a ser mujeres u hombres de principios como lo entiende a su vez Savater, quien dice que éstos son aquellos que todo lo empiezan y nada terminan, y por ello siempre están empezando, hemos continuado esta ini- ciativa armados de algo parecido a la necedad y también gracias otro com- bustible ígneo que nos mantiene en cierto desasosiego permanente, y es el de los tremores telúricos y escándalos que venimos atestiguando una y otra vez en nuestro medio. Cincuenta números apalancados en la necedad y en el flujo ininterrumpido de barbaridades que no nos dejan vivir en paz, lo que nos hace a veces envidiar a las buenas conciencias que a pesar de tanta ceniza ardiente siguen impertérritas el camino hoy tan preconizado y miserable del “sálvese quien pueda”, del “a mí qué”. Y como bien apunta, o más bien dibuja o inquiere Andrés Rábago “El Roto”, quien aceptó que reprodujésemos algunas de sus viñetas, si los es- cándalos ya no escandalizan, entonces ¿nos hemos de acostumbrar a la indignidad, la injusticia, la impunidad, la violencia naturalizada? Un país ya convulso es sacudido. El tiempo está encima. La revista nació bautizada como “En el volcán”, retomando en parte el nombre de la célebre novela de Malcolm Lowry que se desarrollaba en Cuernavaca, publicada en 1947, pero cuyo autor intituló “Bajo el volcán”. En realidad, Lowry no se había percatado de que estaba plagiando ya desde entonces el título de nuestra revista, pero de todas formas le estamos muy reconocidos. La diferencia entre “bajo” y “en” radica, por supuesto, en que nos encontramos dentro del cráter, digamos, más cerca hoy de su núcleo incandescente. Pero como hay oficinas para registrarlo todo, las oficinas que registran los nombres de las publicaciones decidieron que no podía la nuestra llamarse igual que otra publicación periódica que, ella sí, había tomado íntegro el nombre de la novela de Lowry. Así que, más que por barroquismos ideológicos, nuestra revista acabó como “insurgente”, aunque eso de “insurgir” no sea hoy verbo usual pero que viene hoy a cobrar bríos, por cierto. Acabó pues llamarándose como insurgente. Habiendo precisado o imprecisado lo anterior, cabe destacar también el desfase de este número, porque sale a la luz -o a las tinieblas- con retra- so; nuestro ritmo de producción no correspon- de con la vertiginosa producción de situaciones que reclaman atención, pero nuestra necedad y el surtidor de escándalos sí que siguen intensa o profusamente presentes, de modo que este nú- mero presenta tres textos que aluden directa e indirectamente al tema de los terremotos. El pri- mero, escrito por Ricardo Melgar (“Los terremo- tos y la modernidad en América Latina”) entre uno y otro terremoto en México, esto es, antes del 19 de septiembre; el segundo, de la autoría

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=