Número 45

mano sucia el botín luego de un robo, quitándole fondos a la salud, a la edu- cación, a la cultura, y protegiendo al mismo tiempo los insultantes ingresos de funcionarios, jueces y legisladores sin patria ni conciencia. Y si las buenas conciencias no se inquietan, porque al fin y al cabo “cada quien a lo suyo”, arrulladas con la rancia tonada de “que siga el mundo girando mientras lo haga en torno a mí y no me quiten mi pedazo”, en contraste, lo que aparece es la solidez e integridad de quienes buscan con denuedo a sus familiares y amigos y la convicción de quienes no quieren ni pueden ver todo esto como algo “natural”, como otro escándalo más, como otra noticia de fondo de una vida banal. Ayotzinapa delata la naturaleza delincuencial del Estado en tanto que aparato, cuyo compromiso fundamental descansa ahora en dos ejes de ac- ción: el uno, proteger a toda costa la acumulación de capital en su fase ex- tendida e intensiva; el otro, facilitar ampliamente la circulación de capital transnacional. De estos ejes, se decanta el cúmulo de operaciones delictivas que ejecuta por órdenes del mismo capital al que protege, lo cual se enfren- ta con la posición de clase y la ascendencia indígena que los estudiantes normalistas agrupados en la Federación de Estudiantes Campesinos Socia- listas de México (FECSM), manifiestan en sus acciones. La indignación ha dado paso a la entereza ejemplar que demuestran las “víctimas colaterales” o indirectas: madres, padres, hermanos, hermanas, hijos e hijas, abuelos, tías, nietos, padrinos, amigos, amores y amistades que buscan con coraje y determinación a sus “ausentados”; ha dado paso a la exigencia incesante y organizada de justicia, a la franca denuncia de un estado de indefensión que ejemplifica la profunda crisis de humanidad 3

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=