Número 42

4 E sta sentencia fue escrita entre 1521 y 1525 por Pedro Mártir de An- glería, en la parte media del libro primero de la “Cuarta década”, en su obra D écadas del Nuevo Mundo. Lo sancionado por quien es considerado el primer cronis- ta de la Conquista, se convirtió en regla casi absoluta al momento de establecer nuevos topónimos en los territorios con los que se iban encontrando los recién lle- 1 Profesor investigador de la Dirección de Estudios Históri- cos del INAH, quien aprovecha estos renglones para agrade- cer muy entrañablemente el trabajo de corrección de estilo de Carlos Martínez Gordillo, quien auxilió con muy buena mano e inteligencia para que el texto tenga una mayor fluidez. 2 Pedro Mártir de Anglería, D écadas del Nuevo Mundo, estu- dio y apéndices por Edmundo O´Gorman, traducción del latín de Agustín Millares Carlo, México, José Porrúa e Hijos, 1964, vol. I, p. 398. A propósito del nombre de la ciudad de México (primera parte) Felipe I. Echenique March gados. Un ejemplo más, entre muchísimos otros, es la permanencia en la designación de “Indias Occidentales” para todo lo que después fue llamado por otros “América”, lo que da cuenta de una actitud terca, aun y cuando la realidad, como se aprecia en el caso de Yucatán, obligara a abandonar aquellas primeras denominaciones. El lector actual no puede esperar una literalidad absoluta, pues hubo cambios en la manera de grafiar los nombres de las ciudades, pueblos, provincias, per- sonas, etcétera; pero aun con ello que- daron algunos aires de las designacio- nes adoptadas por los conquistadores: Zempoala (Cempoal), Tlaxcala (Tascala Preguntaron los nuestros por gestos y señas cuál era el nombre de la provincia entera. “Yucatán” respon- dieron aquellos, palabra que en su lengua vale tanto como “no os entiendo”; mas como los españoles creye- ron que tal era el nombre de la región, resultó que en virtud de este impensado suceso se le dio y dará eter- namente a aquellas partes el nombre de Yucatán 2 .

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=