Número 36

24 y ante las urgencias regionales, naciona- les, continentales y globales. En la región se trasluce un nuevo canon que se hace transparente a través de buen número de las políticas de Estado y sus organismos de Ciencia y Tecnología, Arte y Cultura. Los organismos rectores de estas políticas interuniversitarias aplican para tal fin in - centivos simbólicos o materiales, recursos financieros de manera discrecional, según sus planes de «desarrollo», los cuales co- adyuvan a favor de la remodelación del sistema meritocrático. En este contexto, no es casual que nos hayamos vuelto testigos presenciales de un preocupante proceso de contracción de las expresiones académicas del pensamiento crítico y desvinculación ciudadana. Entre los profesores e investigadores universita- rios van ganando terreno el silencio, la si- mulación, el doble discurso y las actitudes complacientes. La ética profesional se ha convertido en formal caricatura, neutra y sin sensibilidad ciudadana. El miedo a la sanción inmoviliza o silencia a muchos de nuestros colegas. No desean perder los in- centivos a la productividad que con tanto trabajo intelectual han conseguido ni sus aspiraciones a ser promovidos a una ca- tegoría superior u obtener una premiación o reconocimiento. La nobleza universitaria se mira ingenua y narcisistamente en su propio espejo. El torremarfilismo académi - co se ha remozado y cuenta con el apadri- namiento de las entidades certificadoras o rectoras de la vida universitaria, la ciencia, la tecnología, el arte y las disciplinas hu- manísticas. Algunos, los menos, apuestan a escenarios mayores pugnando por obtener algún reconocimiento, apoyo financiero o distinción internacional. No les interesa preguntarse acerca del carácter e intereses que mueven a estos organismos del Norte o de sus modos de construir celebridades. La denominada fuga de cerebros tiene dos aristas: la de los académicos célebres o en vías de ser que son tentados por la maqui- naria universitaria de los aparatos de po- der del primer mundo y las de los intelec- tuales parias, que en sus países de origen no encuentran cabida laboral digna. A partir de la última década del siglo XX comenzaron a proliferar en las princi- pales ciudades de América Latina presta- ciones individuales o colectivas brindadas por jóvenes de alta capacitación y com- petencia abocados a realizar servicios de maquila intelectual para los investigado- res. Favoreció este controversial proceso de enajenación del trabajo intelectual ju- venil, la contracción del mercado ocupa- cional y la inestabilidad del empleo para las nuevas generaciones de egresados de universidades públicas y privadas. Coad- yuvó en la misma dirección la asignación de recursos financieros institucionales o externos, nacionales o extranjeros a favor de los investigadores. Existen también jó- venes que a título individual realizan pa- recidos quehaceres, quedando adscritos como ayudantes, auxiliares o «becarios» de investigación con esmirriados salarios, la mayoría de veces sin prestaciones so- ciales y sin derecho de uso de los insumos o productos generados por ellos. Los aca- démicos que ostentan elevados rangos de productividad en papers , artículos cientí- ficos y libros, contadas veces otorgan los reconocimientos a sus jóvenes ayudantes o discípulos. Otros, ni siquiera reciben el

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=