Número 27

30 la División del Norte no podía ser más di- recto,” y cita la versión taquigráfica de la intervención del coronel Federico Cervan- tes, quien representaba al general Felipe Ángeles en la Convención y acusaba a los zapatistas de incapacidad militar: “A los indios hay que señalarles sus defectos. Lo que les falta son hombres que los guíen, hombres que conozcan sus deberes e inspiren obediencia y disciplina que no tienen en ningún grado. Así obtendrán victorias como los del norte.” (P. 60) El propio Felipe Ángeles exhibía un clasismo que sin duda envidiaría la hija de Peña Nie- to: “Tendremos especial cuidado de no asociarnos, es decir, no admitir en nuestro grupo a la plebe, porque una dolorosa experiencia nos ha enseñado que aunque debemos pelear o trabajar por el adelanto de la clase baja, no de- bemos admitirla en nuestras filas, por - que seremos cómplices o culpables de sus desmanes.” (P. 47) Muy interesante es la mención de los internacionalistas de la época en las filas zapatistas, como el Coronel Prudencio Ca- sals Rodríguez, quien siendo hijo de Cuba, consideraba como patria cualquier lugar en que podía prestar su ayuda a la huma- nidad que lucha por la causa de la libertad. Pineda da cuenta que Emiliano Zapata lo asciende a general y, “como tal, fue coman- dante de la Brigada Roja, en la División Zapata del Ejército Libertador, que orga- nizara Santiago Orozco. Estuvo al lado del general en jefe hasta el final, en Chiname- ca, y murió en la ciudad de México el 9 de octubre de 1949.” Destaca en el libro que pese a los grandes esfuerzos del zapatismo en los planos polí- ticos y militares, no fue posible dar el salto cualitativo necesario para impulsar decidi- damente la insurgencia de los pobres de la ciudad; al igual que los comuneros de París no se confisco a los acaparadores de alimen- tos y productos básicos ni se tocó a la banca, agravándose el problema del hambre: “En la ciudad de México –destaca Pineda--, la situación insurreccional exigía aplicar masivamente el Plan de Ayala, no la “confiscación de comité”. Esto último iba contra el principio fundamental del Plan de Ayala y tam- bién bloqueó la posibilidad de ligar orgánicamente al Ejército Libertador con la rebelión de las mujeres, llamar a la huelga general como medio au- xiliar para producir la insurrección y combinar las trincheras y las barrica- das para sumir conjuntamente la re- sistencia armada al carrancismo y a la burguesía.” (P. 305) Al mismo tiempo, “Nunca se materializó la alianza militar de la revolución del sur y la revolución del norte. Eso fue decisivo en la guerra.” (P. 99) El autor señala: “En el curso de cuatro meses, se pro- dujeron dos derrotas fundamentales para la Revolución mexicana. Por separado, el Ejército Constituciona- lista derrotó a la División del Norte y, luego, en la capital de la Repú- blica, al Ejército Libertador. Para el carrancismo, lo primero significó destruir la principal fuerza militar de la Revolución y, lo segundo, ma- nifestar la supremacía plena…Para la revolución del sur y la revolución del norte, estos acontecimientos sig- nificaron pasar a la defensa estraté - gica, que será una guerra de exter- minio durante los siguientes años.” (P. 350) He intentado destacar de manera sin- tética los aspectos que consideré más importantes de la obra de Francisco Pineda y, al llegar al final de este escrito, me doy cuenta de las aportaciones igualmente valio- sas que quedaron fuera, de todos los detalles que la enriquecen. Ocurre así, en libros más allá del común, en obras destinadas a per- durar y convertirse en clásicas, y de lectura imprescindible. Ejercito Libertador. 1915, es, sin duda, una de ellas.

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