2018

El soslayo de un legado: una carga acumulada que no cesa y su efecto climático actual y futuro

El clima actual es producido por nuestras emisiones pasadas, no pertenece al momento (IPCC, 2013; Malm, 2016). Similarmente, las emisiones producidas ahora por la quema de combustibles fósiles tendrán su mayor impacto sobre generaciones que aún no nacen (Arrhenius, 1896; Archer, 2009): uno más de los muchos misiles que hemos disparado apuntando hacia el futuro.

Donde quiera que observemos el clima cambiante, lo encontraremos bajo el control del flujo del tiempo. La transferencia de carbono desde las reservas geológicas hacia las chimeneas y de ahí a la atmósfera, dentro del ciclo de carbono original del que había sido extraído por eras y épocas, pone en movimiento al proceso. Pero los efectos siempre se retrasan; lleva tiempo antes de que una cierta cantidad de emisiones de bióxido de carbono (CO2) se muestre como una cantidad correspondiente de calentamiento e inclusive antes de que ese calentamiento impacte totalmente sobre los ecosistemas (IPCC, 2013). Por cada cantidad adicional de emisiones que se añada a lo emitido en el pasado, la concentración atmosférica del gas crece, su efecto es aumentado aún más de acuerdo con el principio fundamental de la ciencia climática: las emisiones de CO2 son acumulativas (Sarmiento, 2015).

La liberación de una tonelada de CO2  no sería tan peligrosa de no ser por los miles de millones de toneladas que ya se han emitido; es la acumulación total la que empuja a la temperatura hacia arriba y mientras más se emita, menor se vuelve la posibilidad de limitar el aumento en curso. Si la humanidad desea evitar el rebase de un cierto umbral –digamos 2 °C– sólo se puede emitir una pequeña cantidad de CO2 –1 billón[2] de toneladas aproximadamente– y por cada año que las emisiones continúen, ya no digamos que aumenten, esa cantidad se ve progresivamente desaprovechada.

Si en este segundo se emite una tonelada de CO2, la cuarta parte de esa tonelada permanecerá en la atmósfera durante cientos de milenios. El reducir las emisiones de metano (CH4) a la mitad, implica reducir su concentración atmosférica por una cantidad similar en dos décadas; en el caso del CO2, el disminuir las emisiones a la mitad sólo significa que su concentración atmosférica continuará creciendo con la mitad de la velocidad con la que previamente crecía (IPCC, 2013).

Si esperamos un poco más y entonces demolemos la economía basada en la quema de combustibles fósiles de un solo golpe enorme, dicha economía, aún cuando ya no fuese vigente, alcanzaría a proyectar una gran sombra sobre el futuro: con las emisiones reducidas a cero, el nivel del mar podría seguir subiendo durante varios siglos, con sus aguas expandiéndose lentamente a medida que el calor llega a profundidades sucesivamente mayores conforme transcurre el tiempo. Una vez que se alcanza un cierto umbral, siglos después de que cesaron las emisiones –debido a la larga memoria del sistema climático– un océano calentándose y expandiéndose podría desencadenar el derretimiento de las capas de hielo, el deshielo del pergelisol[3], desestabilizar los hidratos de metano o disparar otros mecanismos de retroalimentación positiva (IPCC, 2013).

De manera que en su esencia, el calentamiento global es una mezcla confusa de escalas temporales. Las variables fundamentales del proceso –la naturaleza de los combustibles fósiles, las economías basadas en ellos, las sociedades adictas a ellos, las consecuencias de su combustión– operan dentro de lapsos aparentemente no relacionados, todos refractados en el evasivo presente de un mundo bajo calentamiento; en un sentido elevado del término, cada coyuntura combina ahora reliquias y flechas, bucles y aplazamientos que se estiran desde el más profundo pasado hasta el más distante futuro a través de un ahora que no es contemporáneo consigo mismo. Nuestro tiempo es, si algo, una época de diacronía.

Dado que el calentamiento global está (i ) seriamente cargado del pasado –experimentando a cada momento una temperatura mayor enviada desde el pasado– y (ii ) sustancialmente diferido  –los efectos acumulativos de las emisiones actuales arribando en el futuro– surge una estructura ética deformada. La persona que daña a otros al quemar combustibles fósiles no puede, ni siquiera potencialmente, tropezarse con sus víctimas, pues éstas aun no existen. Viviendo en el aquí y ahora, cosecha todos los beneficios de la combustión y muy pocas de las heridas, las cuales serán sufridas por personas que aún no existen y por lo tanto, no pueden expresar su oposición.

Así, cada generación se enfrenta con un incentivo perverso para dejarle el problema a la siguiente, la cual también se beneficia con la quema de su propio combustible fósil mientras esquiva sus daños y así subsecuentemente, en un ciclo vicioso que inflige daño.

Mientras más persista la situación de seguir igual, más difícil se vuelve el salir de ella. Cada nueva ronda de conductos, de buquestanque, de plataformas de perforación en aguas profundas, sobrecarga las siguientes décadas con una masa más pesada aún de infraestructura en la que el carbono ha sido atrapado: se profundizan así los surcos de la dependencia en la ruta elegida hace siglos.

Cada generación que preside las emisiones crecientes de CO2, añade más que la anterior a su acumulación en la atmósfera. Por cada año que el calentamiento global continúe y las temperaturas vuelen aún más alto, las condiciones para la vida en la Tierra se verán determinadas más intensamente por las emisiones de antaño, de manera que se intensifica el control del pasado sobre el ahora –o, dicho de otra forma– surge inexorable el poder causal del pasado hasta el punto en el que ya es demasiado tarde. El significado de ese destino terrible es la caída final opresiva de la historia sobre el presente. Usualmente, la historia no funciona de esta manera, pero en los tiempos del calentamiento global, las leyes de hierro de la economía y la geofísica impulsan el pasado desde atrás, por decirlo de alguna forma. La tradición de las generaciones muertas pesa como una pesadilla sobre las mentes –y los cuerpos– de los vivos.

Esto seguramente será más que una progresión gradual; los desastres repentinos del cambio climático abrupto –los cruces fatales de umbrales en el sistema terrestre– marcarán la irrupción súbita de la creciente historia de la economía fósil en el escenario del presente. En efecto, esto ya ocurre a medida que el clima fuera de temporada se empieza a volver la nueva norma.

Contrariamente a los erróneos conceptos populares en los medios, ahora es perfectamente posible atribuir una canícula o cualquier otra anomalía al aumento subyacente en las temperaturas promedio, en cuya ausencia tales eventos serían absolutamente improbables. Se puede legítimamente sospechar del termómetro como un barómetro de la rodante invasión del pasado en el presente.

De todo esto, surge una muy peculiar temporalidad de la política del calentamiento global. Pocos, si es que hubiese algún otro problema comparable, tienen tan alta urgencia incorporada en ellos por la fuerza de las leyes físicas absolutas: el punto de no retorno se acerca cada día más y mientras más cercano esté, lo más rápidas y completas deberán ser las disminuciones en las emisiones. La tradición de los muertos respira sobre los cuellos de los vivos, dejándonos con dos opciones: (i ) romper irremediablemente con el sistema económico actual –y mientras más pesada sea la respiración, más extremas deberán ser las medidas de ruptura– o (ii ) sucumbir a un insoportable destino acumulado. Al escribir estas palabras, seguimos teniendo presente la famosa ventana de oportunidad para abolir la economía fósil y estabilizar el clima dentro de límites tolerables –aun para retornar a condiciones más seguras; si las emisiones se anulasen por completo, el aumento en la temperatura se reduciría poco a poco. Tal empresa tendría que organizar una embestida a gran escala sobre las pesadillas estructurales legadas por el pasado; sería una revolución contra la historia, un éxodo, un escape de la historia en el último momento y tendría que saber contra qué luchar.

Sin embargo, las contribuciones intencionales nacionalmente determinadas (INDCs por sus siglas en inglés) son en gran medida insuficientes para alcanzar las metas del acuerdo de París (Leggett, 2018). Además, aún si dichas contribuciones fuesen adecuadas para lograr las metas y la aún-por-llegar tecnología para capturar CO2 de la atmósfera y almacenarlo en forma segura, se volviese una realidad, el daño que ya se ha causado a los océanos no se repararía (el 2017 fue el año registrado como el más caliente en los océanos: NOAA, 2018).

El emitir CO2 ahora y recuperarlo de la atmósfera más tarde, no es en forma alguna equivalente a no haberlo emitido. Conociendo el crimen de complicidad compartida que la humanidad comete ¿podrá seguir adormilada?

 

  • Archer, D., 2009. The Long Thaw: How Humans are Changing the Next 100,000 Years of Earth’s Climate, Princeton.
  • Archer, D., 2010. The Global Carbon Cycle. Princeton University Press. ISBN 9780691144146
  • Archer, D., et al. 2009. Atmospheric Lifetime of Fossil Fuel Carbon Dioxide. Annu. Rev. Earth Planet. Sci. 37:117-134.
  • Arrhenius, S. 1896. ‘On the Influence of Carbonic Acid in the Air upon the Temperature of the Ground’, Philosophical
  • Magazine and Journal of Science 41, 237–76.”
  • IPCC, 2013. Climate Change 2013: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Fifth Assessment
  • Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change [Stocker, T.F., D. Qin, G.-K. Plattner, M. Tignor, S.K.
  • Allen, J. Boschung, A. Nauels, Y. Xia, V. Bex and P.M. Midgley (eds.)]. Cambridge University Press,
  • Cambridge, United Kingdom and New York, NY, USA, 1535 pp.
  • Leggett, J. 2018. The Race of Our Lives: A summary of Jeremy Grantham´s note.
  • https://jeremyleggett.net/2018/08/13/the-race-of-our-lives-a-summary-of-jeremy-granthams-seminal-note-to-investors-in-pictures-and-charts-supplemented-with-content-from-future-today/
  • Malm, A. 2016 Fossil Capital: The Rise of Steam Power and the Roots of Global Warming. Verso Books.
  • NOAA, 2018. National Oceanic and Atmospheric Administration, National Centers for Environmental Information, Global
  • Climate Report, August, 2018.
  • Sarmiento Galán, A. 2015. Única vía para no rebasar el límite de los 2°C. 5to Congreso Nacional de Investigación en
  • Cambio Clímatico. Sede Regional Centro. 14 de Octubre del 2015; versión ampliada en: Bajo el Volcán
  • Insurgente, 39, 81-89 (2015).
  • Weart, S. 2003. The Discovery of Global Warming, Cambridge MA, 2003.

 

[1]  Conferencia presentada en el World Sustainable Development Forum el 1 de febrero del 2018 en el Hotel Presidente InterContinental de la Ciudad de México. El autor labora en el Instituto de Matemáticas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

[2] Un ser humano promedio exhala 1.1 kg de CO2 al día, es decir, le toma 2 años, 5 meses y 25 días emitir 1 tonelada de CO2 a la atmósfera; anualmente, se emiten alrededor de 50 mil millones de toneladas de CO2 a la atmósfera.

[3] El pergelisol es suelo a una temperatura igual o inferior a los 0 °C, punto de congelamiento del agua, durante dos o más años.