2018

Plagio e impunidad desde el Norte: Michael Hardt y Antonio Negri contra Aníbal Quijano

 

Universidad de Tsukuba, Gaikoku Go Center Ibaraki Ken, Japón

 

En uno de los tantos congresos o seminarios que pueblan la actividad académica, un colega colombiano me comentó con mucha convicción y seguridad de quien conoce del asunto, “los investigadores  americanos nunca nos citan y mucho menos nos consignan en las bibliografías de sus textos.”  No dijo que plagiaban los textos ni que hacían copias inaceptables con la ética y las buenas costumbres, pero sí  insistió en el  “ignorarnos” y “dejarnos a un lado”.  Una discriminación similar a las que caminan por las calles gringas para los migrantes latinoamericanos, pero que en este caso se desenvuelve con mucha confianza y goza de buena salud en el ámbito intelectual.  El desinterés o discriminación era interpretado como una especie de trato despectivo en lo que respecta  a reconocer logros y activos en la comunidad académica latinoamericana, algo así como que ellos están en la categoría A y nosotros en la B, en la segundilla de las preferencias.

En distintos momentos he encontrado iguales comentarios, desde diversas expectativas y experiencias, convirtiéndose en una verdad a voces en el imaginario intelectual académico latinoamericano de cara al Norte. Se suman las ansias de certificación: ser citado, poseer una tarjeta de presentación, ser admitido en esa especie de paraíso intelectual que es el mundo intelectual anglosajón. Lo contrario, es quedar situado en el mundo precario del rechazo, del no reconocimiento, del ninguneo. No puedo afirmar que esa aseveración sea cierta o que disponga de pruebas irrefutables de su existencia, pero sí que goza de buena salud en los sentimientos de nuestra relación con el mundo investigador angloparlante. El idioma es uno de los argumentos más conocidos para justificar la barrera del desconocimiento y donde se alumbran nuestras dudas, pero esa barrera es solo para un lado, del suyo y no del nuestro.

A fines del año pasado, un artículo del periodista peruano Mirko Lauer “Asalto académico al paso”,[1] me ponía sobre aviso de un hecho parecido pero con el agravante de que no era una simple desconsideración, sino que hubo un plagio. Y era realizado según las denuncias por los famosos investigadores Michael Hardt y Antonio Negri. Es decir, se estaba hablando de las ligas mayores de la intelectualidad y el hurto venía, para variar, del mundo anglosajón. De la sorpresa pasé al interés; el plagio que se atribuía a la pareja intelectual estaba en el libro Commonwealth, donde la pareja súperstar del conocimiento político había copiado del investigador peruano Aníbal Quijano su concepto de “Colonialidad  del poder”, y muy campantes lo habían consignado en su libro, obviando algo que es sagrado en el ambiente intelectual, la cita, la referencia, sin la cual el desarrollo de las ciencias no podría existir.

La mesa estaba servida: los nombres, los conceptos y la gravedad de la denuncia, tienen el sabor de esas noticias que salen generalmente en el mundo del espectáculo.

Parece ser que quien dio la voz de alarma no fue un intelectual latinoamericano, no sino una persona del otro lado de la cortina  lingüística cultural, Mark Driscoll, en Postmodern Culture (enero de 2010). Podemos encontrar su artículo (en inglés) en el blog del historiador peruano Nelson Manrique:[2] “Looting the Theory Commons: Hardt and Negri's Commonwealth. Mark Driscoll en Postmodern Culture”. 

En su artículo, Driscoll levanta la voz de protesta y acusa abiertamente a Hardt y Negri de apropiarse indebidamente de los logros conceptuales de Aníbal Quijano y de otros colegas, como Walter Mignolo, Enrique Dussel y Arturo Escobar, quienes han investigado y desarrollado el concepto desde hace mucho tiempo; Driscoll desbarranca cualquier duda sobre el plagio, con argumentos sólidos, que van desde la antigüedad del concepto hasta la cercanía geográfica de los lugres de investigación de ambos grupos en Estados Unidos.

A su vez, un enjuiciamiento más claro y directo a las mandíbulas de los acusados Hardt y Negri lo dio la académica argentina María Eugenia Borsani en “Sobre Otros Logos: ¿otro escándalo, un saqueo?”,[3] un excelente artículo, que habla ya de un escándalo de los ¿cuentistas?… ¿cientistas?,  políticos Hardt y Negri, y dice sin medias tintas que lo que ha sucedido es un “robo, saqueo, arrebato, estafa, escándalo y práctica inescrupulosa”[4] por parte de los renombrados escritores.  La profesora Borsani desmenuza las diferentes opiniones que encuentra en ese escándalo y confirma la queja del amigo colombiano del menosprecio del que somos objeto los latinoamericanos.

A mi entender, este caso es una excelente ocasión para la reflexión en torno a lo que podríamos llamar logos preciados y logos depreciados. Los primeros dan por sentada la receptividad, credibilidad y automática circulación en el ámbito académico en virtud de la procedencia institucional y ascendencia de sus autores. Los segundos emergen de otro espacio geo-epistémico, su lengua vernácula no es el inglés, ni el francés, ni el alemán, su locus de enunciación resiste la euro-anglo-centralidad moderna colonial (por caso, Quijano).[5]

En medio de la polémica no podía faltar una voz discordante que apoyara al dúo acusado, hoy venido a menos, en la voz del investigador Santiago Castro Gómez, cuya opinión podemos encontrar en un artículo titulado “Sobre el supuesto plagio de Hardt y Negri”[6] en el cual desbroza las enredaderas incomprensibles del plagio, para afirmar que no ha encontrado ningún calco, desmintiendo a Driscoll y otros, que afirman tajantemente lo contrario. Refiere que Hardt y Negri sí citan a Mignolo y Dussel, para negar el plagio, siendo este su argumento más consistente. Y afirma también que cuando ignoran a Aníbal Quijano, no lo hacen a priori… sino que no lo conocen. Así de simple es el asunto, palabras más, palabras bonitas menos; el Dr. Castro Gómez argumenta la desidia, no el olvido que es parte del amor, no, sino la ignorancia, que sí es parte importante del conocimiento.

Y eso pone en duda la supuesta fama y erudición de la pareja sensación de investigadores, pues si ellos son famosos porque conocen -y mucho- de las tesis y situaciones políticas del mundo actual, incluida Latinoamérica por supuesto, ¿cómo es que ahora nos salen con que no, que ignoran algunos nombres? Y reafirma su negación del plagio con el argumento de que Quijano no ha publicado todavía un libro sobre el concepto y que su propuesta está dispersa en varios artículos.

Eso es una falacia, porque la importancia de los libros en relación a los artículos es relativa. Una idea, una tesis académica, una propuesta conceptual, no vale solo por su “peso”, por la cantidad de páginas, sino por su erudición. Los artículos científicos publicados en muchas revistas científicas no dejan de tener valor por el hecho de no ser libros, lo que resulta inconsistente.  Y el concepto de la colonialidad del poder está en proceso, no está concluida su elaboración: es tan amplio el espectro de sus alcances que ni el creador y  sus seguidores se han planteado todavía la propuesta de un libro, habida cuenta de que dada su seriedad intelectual, no esperan generar barullos tipo best sellers que los haga famosos más allá del mundo académico, sino laborar con la paciencia del artesano.  Hacer una verdadera propuesta que nos ayude a entender cómo va el mundo.

Encontramos en esta polémica muchas situaciones conocidas; es común ahora en los tiempos digitales y de la Internet, el copiar y pegar.  Casi una costumbre en los alumnos universitarios y que por su facilidad se extiende lamentablemente a otros espacios. En el mundo latinoamericano también son conocidas diversas experiencias de este tipo, las cuales rechazamos de plano. El apropiarse de las ideas de otro en todo o en parte, sin su consentimiento y sin darle los méritos respectivos es como robar un objeto.

Vivimos en un mundo global y cada vez más interconectado, y en la aldea global en que se va convirtiendo el mundo, no dejamos atrás nuestro pasado, no: seguimos cargando con él. Esta es una pequeña reflexión para darnos cuenta de que el coloniaje no sólo está en el color de la piel y en el dominio económico, sino en otras partes, y también de que más allá de las apropiaciones ilícitas, rechazamos el plagio encubierto o escondido en las ignorancias sin ambages. En estas conductas está implícito el ninguneo, el aproximarnos a los sentimientos más atrasados que marcaron varios siglos de nuestra historia. Señalar esos caminos, desbrozar esas malezas y conocernos y decirnos la verdad, nos hará más libres y sobre todo menos dependientes y menos coloniales.

 

[1] http://www.larepublica.pe/columnistas/observador/asalto-academico-al-paso-20-11-2011

[2] http://www.nelsonmanrique.com/2011/11/21/plagio-a-anibal-quijano-por-hart-y-negri/

[3] http://www.ceapedi.com.ar/otroslogos/

[4] Borsani, 2011: 5-6.

[5] Ibid,: 8.

[6] http://santiagocastrogomez.sinismos.com/blog/?p=210