Aníbal Quijano desde el Sur

 

Comparto a modo de homenaje y con tenor polémico, algunas ideas y evocaciones sobre Aníbal Quijano (1930-2018). Al decir de Ramón Pajuelo, uno de los principales estudiosos de su obra, el itinerario de su producción letrada se inserta por derecho propio en el campo intelectual latinoamericano y nos remite a tres momentos temáticos- cronológicos: 

El primero de ellos, en torno de los intensos debates sobre la teoría de la dependencia, a lo largo de los años 60 y 70, durante los cuales hizo parte de la pléyade de intelectuales latinoamericanos fundadores de dicha teoría. Un segundo momento cubre de manera especial los temas de identidad, modernidad, estado y democracia, sobre todo durante los años 80. El tercero se inicia en la década de los 90, prolongándose hasta el presente, y comprende sus reflexiones sobre eurocentrismo, colonialidad, nación, globalización.[1]

Comencé a leer la obra de Aníbal Quijano, asociada a José Carlos Mariátegui, a mediados de la década del sesenta, cuando adquirí en una librería de viejo en el centro histórico de Lima Ensayos Escogidos de José Carlos Mariátegui (selección de Aníbal Quijano y prólogo de Manuel Scorza), publicado una década atrás con motivo del Primer Festival del Libro Peruano. Al momento de la edición, el compilador contaba con 26 años de edad y expresaba por vez primera su fuente de inspiración ideológica. El hecho de que se hubiese abocado a rescatar la obra ensayística de Mariátegui en 1956 marcó un hito. Fuera de él solo se había publicado una brevísima semblanza de Mariátegui en la revista Cultura Peruana del mes de marzo.[2] Durante la dictadura el general Manuel A. Odría (1948-1956) la censura precedente contra la obra de Mariátegui y los textos de las izquierdas se reactualizó bajo los vientos gélidos de la guerra fría. A contracorriente, Manuel Scorza -poeta-editor- expresó sin desperdicio, el valor de esta compilación en dicha coyuntura, la cual proponía un hilo conductor entre los escritos juveniles de Mariátegui y los ulteriores a su retorno de Europa, de clara filiación socialista:

Este volumen de Ensayos escogidos, competentemente preparado por Aníbal Quijano, se propone poner al alcance del gran público, dentro de sus limitaciones, lo más significativo de la obra de José Carlos Mariátegui. Ojalá, siquiera por esta vez, se rompa el círculo de las admiraciones que no razonan y las detracciones que sólo niegan, que aún rodean la obra del Amauta.

Un año más tarde, Scorza le publicó una antología más atrevida considerando que la temática era narrativa y el autor era sociólogo. Esta obra representó su primer umbral de cara al continente.[3] Se vivía la fase de configuración de la sociología como disciplina signada por la definición de sus objetos, su cientificidad y sus fronteras disciplinarias, acentuando su desencuentro con la literatura y los saberes humanísticos. Llama la atención su precoz preocupación por la narrativa latinoamericana, la cual haría crisis ocho años más tarde en torno a la mesa redonda acerca de la novela Todas las sangres, de José María Arguedas.[4]

En general, esta primera fase de la producción de artículos y ensayos de Quijano fue creciendo en el corto plazo dentro y fuera del Perú, la cual merece ser subrayada por su heterogeneidad temática y su proyección internacional.[5]

Mi segunda lectura de Quijano fue en 1969. Se trata del ensayo intitulado Naturaleza, situación y tendencias de la sociedad peruana contemporánea. Había sido reproducido en 1968 por Fernando Martínez Heredia en las páginas de su memorable revista Pensamiento Crítico en La Habana. La primera edición bajo el sello de Perú Socialista había salido en Lima en 1967. Dicho ensayo permanecía en el ojo del huracán. Los debates de la izquierda intelectual y el movimiento estudiantil se renovaron en la confrontación con el ensayista, lo cual era comprensible dadas las huellas e influjos que había dejado su gravitación docente en la Universidad Nacional de Educación («La Cantuta»), la Universidad Nacional Agraria («La Molina») y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Nuestro intelectual viajó a Chile en 1966 y se integró al equipo de investigadores de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), una de las cinco entidades regionales de la Organización de Naciones Unidas (ONU) especializada en cuestiones de desarrollo y marginalidad. Quedó adscrito al programa de Investigaciones sobre Urbanización y Marginalidad, en la División de Asuntos Sociales, con sede en Santiago durante los años de 1966-1971. Fue profesor de la Escuela Latinoamericana de Economía (ESCOLATINA) de Santiago de Chile en 1969; profesor-Investigador Visitante en el Centro de Investigaciones de Historia Americana de la Universidad de Chile, entre los años de 1965-1968 y profesor en el Centro de Investigaciones Económico-Sociales de la Universidad de Chile. Su estancia en Chile fue intelectualmente fecunda por el desarrollo de su prisma latinoamericano y por las problemáticas abordadas.

Desde mis primeras lecturas de su obra, el ensayista peruano se convirtió en un referente obligado para repensar la sociedad andina, la ciudad, la marginalidad, la desigualdad, el poder y la problemática continental. Tuve la fortuna de conocerlo tardíamente, casi tres décadas después, gracias a Enrique Amayo. En repetidas ocasiones en que Enrique y yo coincidíamos en Lima, solíamos ir a almorzar con Aníbal a algún restaurante miraflorino de pescados y mariscos, en la zona elegante de la capital. La idea era intercambiar ideas y recuerdos acerca de los itinerarios intelectuales y políticos, así como de los claroscuros del Perú-Mundo, de la América nuestra y de nuestro empobrecido escenario internacional. Contaba también su calidez amical.

Hace unos días, muy pocos, falleció Aníbal Quijano y fueron apareciendo varios textos alusivos a su obra. Resiento ausencias notables en dichas valoraciones que no supieron retomar el camino trazado por Ramón Pajuelo. La primera, que su teoría de la colonialidad, no se diga y menos se demuestre, se trata principalmente de una valiosa deriva de su relectura de la obra de José Carlos Mariátegui y de las críticas al paradigma del Estado-nación que entre 1963 y 1964 sustentaron Rodolfo Stavenhagen y Pablo González Casanova.

La segunda, que Quijano no caía en la tentación de sus pares de generación, de mirarse el ombligo, es decir, de nacionalizar las problemáticas de su sociedad, desvinculándolas de Nuestra América y del mundo. La ideología de lo nacional fue tan fuerte entonces que hizo de nuestros saberes humanísticos y de las ciencias sociales, miradas y escrituras exageradamente endógenas y parciales.

Aníbal fue el primero de su generación y uno de los más persistentes y fecundos de nuestros analistas. Supo recrear las dimensiones de la categoría de la totalidad. No fue el único; coadyuvó a ello la recepción de la corriente dependentista sin quedar entrampados en las telarañas de un enfoque economicista. Pienso además de Aníbal, en Darcy Ribeiro. Dicho en otras palabras, uno y otro supieron encontrar, en lo particular, los hilos profundos de lo general. Buscaron volverlos evidentes, aunque en ese accidentado camino del saber y de la construcción de la identidad, al mismo tiempo que aportaban y abrían nuevas ventanas a la reflexión y a la pesquisa, cometiesen yerros u omisiones. 
Aníbal, desde el prisma de la izquierda intelectual de su país, supo volar a contraviento y terrenalizar de nuevo en los dilemas y anclajes de su Perú-mundo. En fecha tan temprana como 1967, publicó en Buenos Aires su ensayo «Los movimientos campesinos contemporáneos en América Latina» el cual, tres años más tarde, fue reproducido en la revista México agrario. Para los de mi generación, Quijano fue todo un referente al suscitar monólogos más que diálogos y nuevas búsquedas. Generó más desencuentros que proximidades y no pocos celos y envidias entre sus pares, y algo tuvo que ver en ello su imantada personalidad, su dote de polemista y de pensador heterodoxo. 

Nuestra puerta de acceso al pensamiento de Quijano venía del novísimo campus universitario de San Marcos. Gracias a ello, los que estando fuera nos acercamos al potente y diverso escenario de irradiación de las publicaciones sanmarquinas, accedimos a sus escritos de fines de los años sesenta, en sus ediciones mimeografiadas.

Corrían subterráneamente tiempos de renovación y pluralidad a pesar de los autoritarismos, silencios y estigmas inducidos. Las ediciones mimeografiadas de sus obras seguían caminos convergentes: las que se editaban en la Facultad de Filosofía y Letras. En su vitrina mural se anunciaban las novedades, Alvin Gouldner, El Minotauro y su laberinto, textos de Charles Wright Mills, Franz Fanon, Herbert Marcuse o escritos de profesores sanmarquinos. La segunda corriente editorial venía de los colectivos intelectuales (estudiantiles, profesorales o muchas veces, mixtos). La tercera vía era la que de manera autogestionaria también impulsaban algunos seminarios, siendo el más sobresaliente de ellos el de Historia Rural Andina.

Los textos de Aníbal se expandían gracias a la iniciativa de un colectivo próximo a la agrupación de nueva izquierda denominada Vanguardia Revolucionaria (VR). Una mirada en retrospectiva de cara a la historia cultural, debería indagar ese mundo de los impresos mimeografiados académicos y políticos, formales e informales, que signaron nuestro campo de lecturas, en un país en que los costos de los libros importados se volvían inaccesibles para la mayoría de universitarios.

Por último, debo expresar que un modo digno de recordar a Quijano es leerlo, releerlo y discutirlo. Su obra merece ser defendida de los plagios intelectuales que vienen del Norte, como el fraguado en 2000 por Michael Hardt y Antonio Negri, bajo el amparo editorial de la Universidad de Harvard. Me hace recordar la advertencia que hizo Antonio Cornejo Polar al final de sus días, de que los intelectuales del Norte no se sienten obligados a reconocer deudas con sus pares del Sur, pero sí a apropiarse de sus ideas. O a quienes, viniendo de nuestro continente, como el colombiano Santiago Castro Gómez, exponente de los estudios subalternos, hizo una defensa de dicho plagio, acaso porque de algún modo le tocaba esa crítica.

Para intelectuales de esta laya, seguramente los que quedan fuera del Citation Index o de los fueros de la inmunidad brindados por alguna otra empresa certificadora internacional, deben ofrendar contra su voluntad, la fecundidad de sus ideas.

 

Cierre de palabras

Optaré por recuperar la penetrante mirada y palabra de Aníbal Quijano situada en una perspectiva crítica e histórica. Refiriéndose a una escena alegórica del Quijote, Quijano encuentra el hilo conductor de la primera modernidad que enlaza el imaginario continental al proceso real de su historia colonial y neocolonial. Dice nuestro autor:

La fabulosa escena en la que Don Quijote arremete contra un gigante y es derribado por un molino de viento es, seguramente, la más poderosa imagen histórica de todo el período de la primera modernidad: el des/encuentro entre, de un lado, una ideología señorial, caballeresca – la que habita la percepción de Don Quijote - a la que las prácticas sociales ya no corresponden sino de modo fragmentario e inconsistente. Y, del otro, nuevas prácticas sociales – representadas en el molino de viento – en trance de generalización, pero a las que aún no corresponde una ideología legitimatoria consistente y hegemónica. Como dice la vieja imagen, lo nuevo no ha terminado de nacer y lo viejo no ha terminado de morir.[6]

De manera aguda, Quijano presenta el dramático cuadro de nuestra modernidad tardía, entre lastres históricos y estructurales, fantasmas, riesgos y posibilidades. Sirva esta última reflexión para reposicionar nuestro pensamiento crítico y manifestar en los espacios públicos nuestra voluntad ciudadana a favor de remodelar nuestro mundo:

Se puede […] señalar que la identidad, la modernidad, la democracia, la unidad y el desarrollo, son los fantasmas que pueblan hoy el imaginario latinoamericano. Con ellos ha comenzado a cohabitar, desde el fin del milenio pasado -en rigor, desde que cumplimos 500 años- uno nuevo y más sombrío, más temible en definitiva: el de la continuidad o sobrevivencia del proceso mismo de producción de la identidad latinoamericana.

[…]

Es pertinente señalar, contra todo ese trasfondo histórico y actual, que la cuestión de identidad en América Latina es, más que nunca antes, un proyecto histórico, abierto y heterogéneo, no sólo, y quizá no tanto, una lealtad con la memoria y con el pasado. Porque esa historia ha permitido ver que en verdad son muchas memorias y muchos pasados, sin todavía un cauce común y compartido. En esa perspectiva y en ese sentido, la producción de la identidad latinoamericana implica, desde la partida, una trayectoria de inevitable destrucción de la colonialidad del poder, una manera muy específica de descolonización y de liberación: la des/colonialidad del poder.

                                                                                                                       

Notas:

[1] Pajuelo Teves, Ramón «El lugar de la utopía aportes de Aníbal Quijano sobre cultura y poder» En: Daniel Mato (coord.): Estudios y Otras Prácticas Intelectuales Latinoamericanas en Cultura y Poder. Caracas: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y CEAP, FACES, Universidad Central de Venezuela, pp.225-234.

[2] Rouillon, Guillermo, Bio-Bibliografía de José Carlos Mariátegui. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1963, p.  325.

[3] Quijano, Aníbal. Antología Del Cuento Latinoamericano (Selección y notas de Aníbal Quijano). Lima: Ediciones Populibros, 1957.

[4] Rochabrún, Guillermo (Ed.). La Mesa Redonda sobre Todas las Sangres: del 23 de junio de 1965. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2000.

[5] (1962): «La imagen saint-simoniana de la sociedad industrial». Revista de Sociología (Lima) núm. 1. Departamento de Sociología, Facultad de Letras, Universidad de San Marcos (1963): «Wright Mills, conciencia crítica». Revista Nacional de Cultura (Lima); (1964): «La Emergencia del Grupo Cholo en el Perú». Memorias del VII Congreso Latinoamericano de Sociología, Bogotá; (1965): «Imagen y Tareas del Sociólogo en el Perú». Letras (Lima). Universidad de San Marcos; «El movimiento campesino peruano y sus líderes». América Latina (Río de Janeiro), año VII, núm. 4; (1966): «Los movimientos campesinos contemporáneos de América Latina». Lipset, S. M. y Aldo Solari (eds.). Las Elites Contemporáneas de América Latina. Buenos Aires: Paidos [publicado además en inglés e italiano el mismo año]; «Notas sobre el concepto de ‘marginalidad social’». Santiago: CEPAL-División de Asuntos Sociales; «El proceso de urbanización en América Latina». Santiago: CEPAL-División de Asuntos Sociales; (1967): «La urbanización de la sociedad en América Latina». Santiago: CEPAL-División de Asuntos Sociales [publicado además en inglés en 1969]; «Urbanización, Cambio Social y Dependencia». Cardoso, Fernando y Francisco Weffort (eds.). Ensayos de Interpretación Sociológica. Santiago: Editorial Universitaria; «Urbanización y tendencias de cambio rural en América Latina». Santiago: CEPAL-División de Asuntos Sociales; «Tendencias de cambio en la sociedad peruana». Santiago: Universidad de Chile- Centro de Estudios Socio-Económicos; «Tendencies in Peruvian Development and in the Class Struggle». Petras, James y Maurice Zeitlin (eds.). Latin America: Reform or Revolution. New York: Fawcett Publications; (1969): Lotte Contadini in America Latina (en coautoría). Milano: Feltrinelli; Il Nuovo Marxismo Latinoamericano. A Cura de Giancarlo Santarelli. Feltrinelli (en coautoría). Milano: Feltrinelli; «Redefinición de la dependencia y proceso de marginalización en América Latina». Santiago: CEPAL-División de Asuntos Sociales [reproducido virtualmente todos los centros de investigación social en América Latina]; «Dominación y Cultura». Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales (Santiago), núm. 1-2; «Urbanisation, Changement Social et Dépendance». Martins, Luciano (ed.). Dépendance et Développement en Amérique Latine. Paris: Anthropos.

[6] «Don Quijote y los Molinos de Viento en América Latina». Libros y Artes (Lima), núm. 10, abril de 2005, pp. 14-16.