Acueducto de Zempoala: historia de su construcción y de sus constructores

Resumen

Este imponente acueducto que alcanzó 48.2 km de largo comenzó a construirse en 1555 bajo las órdenes del padre franciscano Francisco de Tembleque, de Juan de Zarza de Agüero y de la calificada mano de obra de trescientos a cuatrocientos constructores indígenas quienes por tramos, debían llevar hasta Otumba el líquido del que carecían no sólo sus pobladores sino el mismo convento del pueblo de Zempoala. Los símbolos  glíficos que han sido registrados dan cuenta de la pervivencia ideológica de los pueblos indígenas participantes en la monumental obra. Convencidos de la importancia de contar con un convento y templo de la jerarquía que tendría Todos los Santos al ser favorecida con frailes permanentes que residieran en el propio convento, los pueblos de Zempoala, Tlaquilpa y Tzacuala firmaron en 1553, el contrato para vender a Otumba parte del agua que nacía en sus tierras, uniéndose Tecpilpan a los pocos años. Con ello las tres poblaciones convienen en congregarse en las inmediaciones del convento con el fin de privilegiarse tanto de la cercanía del agua que llegaba a la fuente del tianguis como del estatus que les proveía contar con la iglesia y el convento que comienzan a construir en ese año.

 

Pueblos de la etapa prehispánica que se mencionan en la Relación Geográfica

La información arqueológica y documental sobre la región cercana al acueducto de Zempoala confirma la presencia de figurillas teotihuacanas en Tzacuala, en Tlaquilpa, en el cerro Coatepec y sus alrededores así como en el Cempoaltécatl, conocido actualmente como Cerro Los Pitos, antigua cabecera cempoalteca. No está del todo claro si durante la etapa tolteca estos llegan también a influenciar la región debido a que no hay datos arqueológicos que lo refieran.

Durante la distribución y asentamientos de los líderes comandados por el chichimecateuctli Xólotl, éste le entrega las tierras de Teotihuacan a su hermana Tomeyauhtzin, quien posteriormente sería casada con Tochintecuhtli al ser restituido en el poder cuando fue vencido por Nezahualcóyotl; uno de los hijos de esa pareja fue el chichimecateuctli Quetzalmamalictzin y cuando la cihuapilli Tziquelzalpopoztectzin, hija de Nezahualcóyotl, se casó en 1439 con este sujeto  que era nieto de Xólotl, le dio en dote las tierras de Tzapotlan y Cempohuala y se menciona que mandó construir los palacios de sus siete calpullis.


Imagen 1. Vista del cerro Xihuingo desde el acueducto de Zempoala

Esta pareja tuvo doce hijos y uno de ellos fue Cotzatzitzin que se casó con la hija de Nezahualpiltzintli. De esa unión nacieron dos hijas: Amoxolotzin que se casó con Xiutototzin y tuvieron por hijo a Manahuatzin en quien recayó el señorío de Teotihuacan, y a Teuhtzihuatzin bautizada como doña Magdalena. Al morir Amoxolotzin, su esposo se casa con su cuñada y debido a que Manahuatzin no tuvo hijos, la herencia del cacicazgo se transfiere al hijo de doña Magdalena, de nombre don Francisco Verdugo Quetzalmamalictzin Huetzin quien a su vez se casa con Ana Cortés Yztlixuchil, hija de Nezahualcóyotl. Del hijo de doña Magdalena y de Xiutototzin se dice que a él no le construyeron ningún palacio ya que el “tlatoani don Francisco, no poseyó más, sólo los que están aquí en el pueblo, en Tecpilpan Mizquititlan”.[1]

A lo largo de la etapa de prosperidad de la Triple Alianza establecida entre Texcoco, Tacuba y Tenochtitlan, Pastrana ha propuesto que durante la explotación minera azteca en la Sierra de las Navajas, tanto Zempoala (o Cempoala) como Epazoyucan eran centros que transportaban “alimentos e instrumentos de apoyo para la minería” (Pastrana, 2010: 60), ya que estaban organizados con la finalidad de privilegiar la explotación y transporte de la obsidiana verde bajo el sistema de tributación durante el gobierno de Itzcoatl.

De acuerdo con la Relación Geográfica de Cempoala, Epazoyucan y Tetliztaca,  el altepetl de Epazoyucan controlaba la producción de obsidiana desde 1431 según refiere Sterpone (Sterpone, 2010: 227-235), debido a que el mexica Izcoatl solicitó al texcocano Nezahualcóyotl se le otorgaran algunas poblaciones de Epazoyucan con el fin de efectuar el trabajo para hacer las navajas prismáticas de las macanas, estableciendo al sur del pie del monte Iztle o Sierra de las Navajas una población denominada Iztlilpan sujeta a Singuilucan. Y debido a que fue un acuerdo entablado entre Itzcoatl y Nezahualcóyotl, ambos se dividieron las poblaciones y el producto obtenido por mitades, quedando Epazoyucan como tributario de Texcoco,[2] en tanto que Cempoala, Tlaquilpa, Pachuca, Tezontepec y Temazcalapa debía tributar a Tenochtitlan (Gibson, 1984: 24).


Imagen 2. Fragmento del mapa de la RG de Cempoala, mostrando el topograma del Cempoaltécatl.

Al parecer la región de Cempoala que pagaba tributo a Texcoco, estaba densamente poblada mayoritariamente por otomíes, y en menor proporción de chichimecas pames mezclados con hablantes de náhuatl. Se sabe que también habían hablantes de náhuatl debido a que ello se puede observar en el mapa de la RG de Cempoala en donde vemos personificados a los tlatoque de 1580 representados con vestimenta de algodón (tilmatli), tocado de tlatoani (xiuhuitzolli) y sentados en su trono de petate (petlatl icpalli), al señor de Pachuca que carece de nombre, a don Juan de Austria de Epazoyuca, a don Andrés de Oztotlatlauhca, a don Francisco de Guzmán de Tzacuala, y de Tecpilpan a don Pablo de Aquino, de Cempoala a don Diego de Mendoza Tepantzin que está asociado al 9 con el numeral 20 (pantli). También aparece en la plaza de Cempoala un don Juan pero no es claro si se refieren a don Juan de Austria de Epazoyuca o a otro don Juan.

También están representados tres chichimecateuctli no bautizados ya que no tienen nombre cristiano, en tanto que sólo uno lo tiene y al parecer son otomíes ya que portan vestimenta de piel de animales, en donde sólo tres de ellos están unidos a su andrónimo: uno denominado Cuascotzín (¿Cuexcotzin?) cuyo andrónimo es un cuexcomatl, en tanto que el otro se llama Acapa (sobre la caña) y se une al andrónimo representado por una bandera clavada en una planta que brota de un objeto circular,[3] y debido a que están parados en la línea que divide a Xalla (arenal) de Cempoala, posiblemente Xalla o Xala  fuese un calpulli de Cempoala.[4] El tercer individuo cuyo nombre es Martín de Ircio Tapayoltzin[5] es de la población de Tlaquilpa y por andrónimo porta una bola igual a la que tiene Acapa mientras que el cuarto personaje que carece de nombre solo tiene cercano a su cabeza un símbolo semejante a una vírgula con dos dientes y mas arriba una bandera clavada en una piedra (cuyo significado puede ser “entre banderas”).

Lorenzo y Lorenzo documentaron la presencia de muchos asentamientos teotihuacanos aunque de ellos no se pueden dar mayores referencias debido a la falta de exploraciones arqueológicas y a su paulatina destrucción; sin embargo mencionan  la presencia de evidencias arquitectónicas en el cerro Tepancala, en Acelotla, Tepeyahualco, San Pedro Tlaquilpan, Zacuala, Santa María Tecajete, Santa Clara, La Trinidad (Tlacoxcalco), San Bartolo y Las Palomas, y en San Gabriel Azteca (costado sur y sureste del cerro Agua Santa) y en Los Tlateles (cerro San Simón), localizado entre el asentamiento de Xihuingo (Imagen 1) y Teotihuacan cuyos materiales son teotihuacanos y comentan que “de la Costa del Golfo indica una importante red de comercio a larga distancia (…y…) Es posible que en este sitio se localicen talleres de obsidiana especializados en la fabricación de navajillas prismáticas” (Lorenzo y Lorenzo, 2012: 30) con presencia de montículos de grandes dimensiones.

En Zacuala, Tecajete y Tepozoyucan se han encontrado esculturas de piedra (Lorenzo y Lorenzo, 2012: 24), que al parecer son de estilo mexica, mientras que en la portada del templo católico de San Agustín Zapotlán, sujeto de Tecpilpan existe una escultura empotrada de origen prehispánico. Es de llamar la atención que en esta región no se hayan reportado asentamientos toltecas ya que se presentan los materiales cerámicos de la etapa teotihuacana y posteriormente los de la Triple Alianza.

El Cempoaltécatl o Cerro Los Pitos (Imagen 2) se ubica en el Eje Neovolcánico al igual que los demás volcanes de la región que forman parte del sistema montañoso que aparece en el mapa de Cempoala con los nombres de cerro Ometepec, cercano a Tlaquilpa y el cerro Acxotla colindante a Epazoyucan y en las inmediaciones de Tzihuacyoca y Quiyahuac. En el Cerro Los Pitos, denominado así por la presencia de varios silbatos o pitos de barro fue construido un montículo que en la actualidad está completamente destruido; este cerro es un sistema compuesto de domos volcánicos que se elevan unos 600 m sobre la altiplanicie circundante de la región de Zempoala y al piedemonte se acumulan rocas volcánicas, tobas, lavas basálticas, guijarros de andesita y riolita, cenizas, lapilli, escoria, gravas, arenas, limos mezclados con cenizas basálticas y andesíticas (Zamorano-Orozco et al, 2001: 68-70).


Imagen 3. Topograma de Tlaquilpa representado por una llana que era empleada por los calquetzani y tlaquitqui. Fragmento del mapa de la RG de Cempoala

La estructura organizativa de esta región formaba una división cuatripartita que constituía un altepetl complejo dispuesto por Cempoala, Tzacuala, Tecpilpan y Tlaquilpa y cada uno de ellos tenía cierto número de calpoltin. En la época del Posclásico Tecpilpan no aparece en la lista de renteros de la Historia Chichimeca, ni tampoco estaba en la lista del Códice Mendocino pero si lo estaba en la lista de calpixcazgos de Texcoco por lo que Carrasco (Carrasco, 1996: 232-233) menciona que posteriormente pasó de manos del reino acolhua al dominio de Tenochtitlán; lo anterior significa que su señor étnico o tlatoani no negoció ni estableció ninguna alianza matrimonial con el hueytlatoani mexica y debido a ello impusieron en dicho pueblo un calpixque con el fin de colectar las cargas tributarias asignadas, y lo anterior se hace evidente en el mapa de las RG de Cempoala en donde dibujaron un hermoso técpan coronado con chalchihuites a cuyo pie se lee la leyenda “mexico tlatouani ytzcouatzi izta” (Imagen 2).

Al seguir lo referido en la RG de Cempoala, Mundy (Mundy, 1996: 129) hace un diagrama de las estructuras sociales que integraban a dicho altepetl, constituidas por las siguientes comunidades:

  • Cempoala: Huitznahuac, Tecpa, Quiyahuac y Ahuaquauhtitlan
  • Tzacuala: Acxotla, Mexoxoctla, Tecocomolco y Hueytepec
  • Tecpilpan: Tlalnexpa, Tetzahuapan, Nequametepec y Tzapotlan
  • Tlaquilpa: Altican, Coatepec y Nopalapan

Así, contando todos los altepetl y los calpulli que tuvieron que intervenir en el coatequitl para la construcción del acueducto suman un total de diecinueve comunidades, cada una con sus habilidades desarrolladas a lo largo de los años. Si bien Pastrana precisa que las provincias tributarias del territorio de Tenochtitlán y Texcoco cercanas a la Sierra de Las Navajas eran:

“Epazoyuca, Cempoala, Tlaquilpa, Pachuca, Tezontepec, Temazcalapa y Tecpilpan…Probablemente la tributación respecto a la explotación del yacimiento por las poblaciones más cercanas como Epazoyuca y Cempoala, fue en forma de fuerza de trabajo que participó en el aporte, elaboración y transporte de alimentos, obtención y elaboración de instrumentos y materiales” (Pastrana, 2010: 60).


Imagen  4. Topograma de Tzacuala cercana al tianquiztli que está representado por una construcción roja escalonada vista de perfil. Fragmento del mapa de la RG de Cempoala

Se sabe por el glifo de la herramienta conocida como llana o plana que acompaña al nombre de la comunidad de Tlaquilpa (Imagen 3), que estos sujetos eran especialistas en el aplanado de cal, además de ser hablantes de otomí, y los pueblos antes mencionados también se especializaban en el trabajo de las navajas de obsidiana (Ballesteros, 2005: 97).Asimismo los pobladores de Tzacuala, cuyo nombre se refiere a “montículo” también tenían fama de ser buenos constructores como lo indica su topónimo en el mapa  de Cempoala (Imagen 4).

 

Gestación del acueducto de Zempoala y Otumba

Si bien en la época prehispánica tanto los olmecas como los toltecas, mexicas, zapotecas, mayas e incas, entre otras culturas americanas, contaron con verdaderos y diestros trabajos de ingeniería hidráulica para el aprovechamiento y conducción del agua, la obra maestra de los acueductos que combina tanto la canalización subterránea como la arquería aérea fue implementada en Europa por el imperio romano desde el año 312 a. C.  por lo que en su paso por España dejó ejemplos verdaderamente notables como el acueducto de Segovia (Imagen 5) que ha sido actualmente datado para los primeros años del siglo II d. C.


Imagen 5. Acueducto de Segovia, España (foto: Susana Gómez)

A partir del establecimiento español en tierras americanas no solo las instituciones que funcionaban en la última etapa prehispánica se vieron paulatinamente modificadas ya que también la arquitectura de sus edificios públicos y privados tuvo que ser adaptada a las necesidades de crecimiento de los nuevos centros de población que ello trajo aparejado. Las haciendas, trapiches y molinos así como el constante incremento de la ganadería menor y mayor que permitía proveer de alimentos a la población y el uso de los animales para la tracción, provocó una gradual contaminación del agua de las comunidades indígenas por lo que se hacía necesario efectuar obras de infraestructura hidráulica protegidas del factor de contagio. Para poder llevar a cabo las obras constructivas de los inmensos templos y conventos que comenzaron a proliferar en Nueva España, y posteriormente para mantener las huertas de sustento de los frailes encargados de adoctrinar a los indígenas, se requirió de un manejo hidráulico diferente y encaminado a satisfacer principalmente las necesidades de los españoles. Rojas Rabiela sostiene que

En los inicios de la época novohispana, la mayoría de los sistemas hidráulicos prehispánicos fue utilizada por los españoles sin mayores modificaciones, pero pronto transformaron técnicamente estos sistemas con la incorporación de las nuevas máquinas, tanto como por la necesidad de irrigar porciones territoriales continuas y de mayores dimensiones, al irse consolidando la propiedad territorial en sus manos, en detrimento de la de los pueblos (y en el contexto de la baja demográfica indígena (Rojas Rabiela, 2009: 20).

 

La infraestructura hidráulica que diseñaron el padre Tembleque, el maestro cantero Juan Correa de Agüero[6] y el agrimensor Juan de Zarza de Agüero constituye un parteaguas importante en la construcción de acueductos novohispanos, y según refiere Vadala, transmitió entre los pobladores de Nueva España quizás un sentido de pertenencia a la colectividad con la que trabajaron ya que

“hacen de un sentimiento colectivo que hace aceptable para los pueblos indígenas la idea de compartir territorio y recursos con los colonizadores que, no siendo ya extranjeros, son ahora considerados miembros de una familia común” (Vadala, 2017).

 

 Esta alusión es quizás muy específica y bucólica para el caso de la construcción del acueducto de Zempoala que fue planeado por el fraile de la orden franciscana Francisco de Tembleque para conducir el agua al convento y pueblo de Otumba ya que no se puede considerar una generalización toda vez que los indios fueron obligados a desempeñar trabajos mal remunerados durante todo el virreinato.

El padre Tembleque consideraba que uno de los objetivos de la construcción del acueducto era colocar fuentes de agua potable a lo largo de la obra en donde pudieran abastecerse los viajeros que transitaban por uno de los ramales del Camino Real que iba de México a Veracruz, y con ello evitar la contaminación que los animales de carga originaban en los jagüeyes en donde consumían los habitantes de Otumba. Con la construcción del acueducto se pretendía favorecer la posición estratégica de Otumba para beneficio de sus pobladores y por supuesto otra de las ventajas inmediatas sería que al convento llegaría directamente el agua para beneficio de los frailes, incluido su uso para la vital huerta en donde cultivaban los productos alimenticios que todo convento solía tener para su aprovisionamiento interno.


Imagen 6. Vista desde la caja de agua llamada Amaxatle y el primer sector del acueducto que atraviesa la hacienda Santa María Tecajete; al fondo el volcán Tecajete (foto Susana Gómez)

El acueducto de Zempoala que es un sistema de canalización que sigue los cánones de construcción de origen romano, se comenzó a trabajar en 1555 y concluyó diecisiete años después, en 1572 (Musset, 1989: 86). La conducción del agua no estuvo exenta de complicaciones ya que inicialmente negociaron con Tepeapulco que ya contaba con un acueducto, caja de agua y fuentes para distribuir el líquido entre la población y especialmente al convento franciscano fundado desde 1528. Posteriormente probaron comprar el agua con Texcoco sin tener éxito en ninguna de las poblaciones, y ante la negativa de estas comunidades optaron por ir al lejano manantial que se localizaba cercano al volcán Tlecaxapa,[7] actualmente conocido como el Tecajete.

A los pies del volcán Tecajete se ubica la hacienda que recibe el mismo nombre del volcán (Imagen 6), y al parecer fue construida en el siglo XVII por lo que los arcos que se encuentran en su interior fueron hechos con anterioridad, desde el siglo XVI, sin embargo, la hacienda aprovechó la cercanía a la fuente de agua para proveerse.


Imagen 7. Representación del volcán Tlecaxapa de donde salen llamas de fuego y el manantial ubicado a un costado. Fragmento del mapa de la RG de Cempoala

El pequeño volcán Tlecaxapa en donde se aprecia el manantial de Achichilacachocan[8] (Imagen 7) cercano a Tzacuala, es el nacimiento de donde toman el agua para el acueducto, y en el mapa de la RG de 1580 (imagen 8) en el extremo superior derecho se observan los arcos del acueducto a la altura de Tepeyahualco mientras que la línea azul indica el trayecto que este seguía, en tanto que el otro ramal bordea el cerro Tlacotepec, se encamina hacia la fuente del tianquiztli del pueblo colonial de Zempoala en donde se ve el nuevo templo de Todos los Santos (Imagen 9).[9]

Debido a que por 1553 la república de indios de Zempoala estaba construyendo el convento e iglesia de Todos los Santos, los franciscanos se comprometen a proporcionar de forma permanente a los religiosos para que atendieran los asuntos espirituales de su comunidad y como resultado se pacta un contrato de compra venta del agua firmado entre los pueblos de Tzacuala, Tlaquilpa[10] y Cempoala y por los interesados principales, los de Otumba, que eran los que necesitaban contar con el líquido por el que tendría que pagar 20 pesos de oro anuales (Castañeda Paz, 2015: 55; Gómez Arriola, 2014: 46).


Imagen  8. Mapa de 1580 que acompaña la Relación geográfica de Cempoala (fuente: Librería del Congreso, Biblioteca Digital Mundial, Colección Latinoamericana Benson de la Universidad de Texas en Austin, de libre acceso)9

Castañeda Paz comenta que

“…aprobado el contrato de compraventa del agua potable, el 11 de febrero de 1553, el Virrey fue quien dio la orden de que el trazado del acueducto estuviera a cargo de Juan de Zarza de Agüero. Es decir, que mientras él ejerció de agrimensor, midiendo la topografía del terreno y buscando las pendientes más adecuadas para que el agua fluyera bien, el padre Tembleque fue quien fungió de hidromensor, pesando y nivelando el agua, según señalaron Agustín de las Casas, Antonio de Herrera y el propio Tembleque” (Castañeda Paz, 2015: 58).

 

El contrato establecía la conveniencia de que Cempoala, Tlaquilpa y Tzacuala se congregaran alrededor del convento, muy posiblemente para gozar del privilegio del uso del agua y, lo más importante, de la cercanía al convento que se comenzaba a construir, congregación a la que se unió Tecpilpan[11] en 1557, comunidad ubicada en el mapa de 1580 atrás de la casa de Itzcoatl. Entre otros aspectos el contrato también refería que los cuatro pueblos se comprometían a trabajar en el acueducto desde el manantial hasta la caja de agua llamada Amaxatle, cercana a la hacienda Santa María Tecajete, y a mantener labores de limpieza del acueducto.


Imagen  9. Iglesia y convento franciscanos de Todos los Santos, Zempoala, Hidalgo (foto: Ricardo Martínez)

 

Construcción del acueducto

El acueducto en el que trabajan entre 300 a 400 operarios,[12] inicia con el sistema de captación de agua cercano al cerro del Tecajete, volcán ubicado en el actual estado de Hidalgo, y recorre en total 48.22 km de largo (Gómez Arriola, 2015: 15),[13] muchos de ellos subterráneos y por apantles distribuidos en dos ramales. Así, buena parte del  acueducto es subterráneo y a decir de Bonilla Porras

El 90% de la conducción ocurre bajo tierra, a través de canales y, por tramos muy cortos, a través de tuberías de barro que funcionaban como conductos a presión. Un 7% del acueducto consiste en un canal abierto a ras de piso y el 3% restante corresponde a los canales que corren por la parte superior de cuatro arquerías que libran importantes barrancas (Bonilla Porras, 2013: 27).

 

En este punto se debe recordar que para poder iniciar la obra era necesario contar con los materiales con los que se iba a construir, por lo que para 1555 ya debían contar con las iniciales piedras de tezontle extraída de los abundantes conos cineríticos que hay en la zona así como las piedras de andesita y basalto transportadas al pie de obra posiblemente desde los cerros cercanos a Xaltepec,[14] los tubos de cerámica de 8 cm de ancho que debieron servir para ir calculando la inclinación y la presión del agua correcta que debía llevar el acueducto para que circulara sin estancarse (Imagen 10).


Imagen  10. Tubo de cerámica roto por el paso de los años y el vandalismo que está semi cubierto por un chaflán que originalmente debió cubrirlo (Foto: Susana Gómez)

También gran cantidad de adobes de pequeñas y variables dimensiones que debían estar dispuestos para sostener los primeros arcos del acueducto, así como los otros adobes que permitiera ir ascendiendo en rampa conforme crecieran en altura los arcos. La compra de cal que era obtenida por las mujeres con la venta de los textiles que confeccionaban, la colocación en el lugar de trabajo para preparar la cal viva en artesas, posiblemente hechas con grandes ollas de barro o con bateas de madera que pudieran ser transportables de un lugar a otro, en donde apagaban la cal durante seis meses por lo menos, por lo cual era necesario contar hasta ese sitio con agua (seguramente obtenida en el río Papalote) que permitiera efectuar esta importante etapa que deshacía las piedras de cal hasta que quedaran como papilla.

También requerían colocar  en grandes ollas los nopales y sábilas picados y mezclados con agua para emplear la baba o gel que sueltan y que sirve como aglutinante, a fin de retardar el fraguado de la cal y también para utilizarlo como agente deslizante al momento de empastar y pulir para sellar los poros de las piedras, de tal fuerte que con esta técnica lograran una completa impermeabilización para evitar disgregación de los materiales de construcción del acueducto. Los adobes se hicieron de tamaño pequeño para poder ser manipulados fácilmente ya que eran de 42 a 50 cm de largo por 29 cm de ancho por 9 cm de espesor,[15] lo que supone que tuvieron que colocarse varias capas de adobes cuatrapeadas y colocadas a lo largo y ancho  para poder cubrir el espacio en los vanos del intradós (Imagen 11).


Imagen  11. Restos de adobes que fueron empleados para la cimbra del acueducto en donde aun se puede observar la rampa de adobes (Foto: Susana Gómez)

Se ha calculado que en esta etapa tuvieron que manufacturar cerca de 300 adobes[16] para el arco más alto que es el de Tepeyahualco, en tanto que para los otros arcos que son menores supusieron una cantidad más pequeña. Por supuesto, en esa época el río Papalote era más caudaloso de lo que es actualmente y por evidentes razones colocaron una rampa de adobes a los costados los dos arcos que libran el rio para posteriormente ir ascendiendo con los sillares de piedra conforme iba creciendo en altura. Esta actividad debió ser agotadora y delicada por lo que se menciona que en la construcción de estos arcos tardaron cinco años.

La tierra que desplazaron para poder hacer los cimientos de las columnas no fue suficiente para manufacturar tal cantidad de adobes por lo que la mayoría del material debió ser extraída de lugares cercanos a los tramos que se iban construyendo. Esta cimbra de adobes no llegaba hasta el intradós, ya que para que los hombres pudieran trabajar con las piedras previamente labradas tuvieron que dejarla hasta la línea de arranque o de imposta, en donde se colocaron los salmeres.

Para esos años, si bien ya se habían expedido órdenes reales prohibiendo que los tamemes o cargadores indígenas (Imagen 12) transportaran en la espalda todo tipo de materiales, dichas órdenes fueron disueltas o reformadas y se tropezaron con una fuerte oposición tanto de españoles como de los naturales, por lo que suponemos que al contar con ese material pétreo en tanta abundancia en la zona, este debió ser transportado por algunos grupos de tamemes y de carretas tiradas por animales de carga para que otros especialistas pudieran comenzar a labrar las piedras grandes seleccionadas para las dovelas que formarían los arcos del acueducto.


Imagen  12. Representación de tamemes prehispánicos cargando piedras para la construcción de un edificio (Fuente: Barlow, 1949, Códice Azcatitlan, plancha XIV)

Este sistema prehispánico de coatequitl,[17] funcionaba a partir de las labores que dominaba cada calpulli que conformaba al altepetl al que pertenecían por lo que Gibson refiere que el coatequitl

“implicaba en la práctica una división de tareas entre las subdivisiones de los calpulli, en una estructura laboral en la que cada calpulli podía ser responsable de una especialidad diferente y de una porción dada del trabajo[…]Para las primeras obras españolas de construcción en la ciudad de México, los reclutamientos se subdividieron por barrios y estuvieron regidos, en parte, por las especializaciones de los barrios” (Gibson, 1984).

Según refiere Mendieta (Mendieta, 1997, II, libro V, cap. LI: 420), el primer tramo en el que tardaron un año, parte de la hacienda Santa María Tecajete y tiene 46 arcos que conducen por casi 300 metros el agua que se acumulaba en un estanque, mientras que el segundo tramo tiene sólo 13 arcos y es el sector que se localiza en la barranca de Tepeyahualco en donde los indígenas, como ya mencionamos,  tardaron cinco años en construirlos, Esta sección se apoya en 68 arcos de medio punto que sube en su sector más alto 39.65 m en total[18] y con un arco central de 33.84 m por 17 m de claro (Imagen 13).


Imagen  13. Medidas de los arcos de Tepeyahualco (Tomado de O. Valdés, El padre Tembleque, 2005, primera edición 1945)

Este último tramo que está sobre el río Papalote próximo a Santiago Tepeyahualco, tiene una longitud entre 900 y 1020 m, y es en donde se localizan los conocidos arcos de Zempoala acreditados como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO desde 2015 (Imagen 14).

El canal principal da inicio a los pies del cerro del Tecajete que es en donde están los manantiales y llega a la primera caja de agua distribuidora que está al final de la arquería de la hacienda de Tecajete recorriendo poco más de 3 km. A partir de esa caja se divide en dos ramales: uno hacia Zempoala  que cubre casi 6 km y el otro se dirige hacia Otumba con un tramo de poco menos de 39 km en donde se construyeron cajas de agua, pilas o aljibes, distribuidores y acequias (Gómez Arriola, 2013: 27).


Imagen  14. Arcos de Tepeyahualco (foto: Ricardo Martínez)

Los arcos se construyeron con basalto, andesita y tezontle unidos con un mortero de cal[19] y arenas volcánicas; si bien en los ángulos del intradós de la arquería se emplearon sillares labrados de esos mismos materiales, los contrafuertes que son la parte central, se amarraron con una argamasa hecha con los fragmentos que sobraban del tallado de las piedras y una mezcla de cal, baba de nopal, arena y agua. Las juntas de la tubería de barro colocada en la parte superior del acueducto por donde corría el agua también fue unida con esa misma argamasa  y posteriormente cubierta para evitar la contaminación del agua (Imagen 15). Y como hemos mencionado, lo más probable es que los materiales pétreos empleados en la construcción fueran extraídos de los cerros locales ya que todos ellos son de origen volcánico.


Imagen 15. Parte superior del acueducto cubierto con una torta de argamasa (Foto: Ricardo Martínez)

La escasez  de madera en la región, como se puede observar en el mapa de 1580 en donde sólo se observa vegetación de clima árido como cactus y magueyes, motivó que los constructores desarrollaran una novedosa técnica de cimbra consistente en levantar un muro de adobes en el interior de los arcos conforme iban subiendo la altura de los pilares y de la curvatura del acueducto, de tal forma que tanto el avance del arco como del muro/cimbra de adobes tuvieron que hacerse a la par, para que las dovelas del arco descansaran hasta la terminación de la estructura (Imagen 16).

Con respecto al actual estado en que se encuentra la cimbra, Bonilla Torres plantea dos hipótesis:

“La primera plantea que la intemperie ha ido deshaciendo dichos muros con el correr del tiempo, mientras que la segunda sostiene que fueron los mismos constructores los que optaron por destruir esos muros a fin de aminorar el empuje del viento” (Bonilla Porras, 2013: 21).


Imagen  16. Restos de cimbra hecha con adobes (foto: Ricardo Martínez)

 

Cambios en el paisaje

En el Memorial Texcocano y el Memorial de los pueblos de Tlacopan se indica que Cempuallan era tierra de renteros del señor de Texcoco y le tributaban leña de encino o de roble y muchas cargas de cortezas para alumbrar los “templos del demonio” (Carrasco, 1996: 217), por ello Zamora-Orozco y sus colegas sostienen que

“en la época prehispánica, la zona estudiada debió estar cubierta de árboles, por lo que la erosión fluvial no se manifestaba con la intensidad de la actualidad. No hay información de la época en que inicia la deforestación, pero es sabido que en la Cuenca de México se produjo desde siglos antes de la Conquista y se intensifica posteriormente” (Zamorano-Orozco et al, 2001: 76).

 

La gran deforestación arbórea de este tipo de bosque mixto compuesto por pino-encino, que se observa en el mapa de Cempoala, provocó una pérdida de suelo, y su vocación original arbórea con los años se transformó en sembradío de magueyes, arbustos, árboles de pirú y nopales entre otros, que comenzó en la etapa del Posclásico o quizás desde antes, y fue tan intensa que eventualmente se modificó la temperatura de clima templado húmedo a templado seco del entorno natural inmediato de la región de Cempoala (Imagen 17).


Imagen  17. Entorno compuesto por árboles de pirú, nopales, agaves y pastos

 

Etapa virreinal

La región al parecer fue visitada por los españoles desde 1519 y dos años después ya estaba controlada por lo que a partir de 1527 arriban los frailes franciscanos para dar inicio con la evangelización. Diez años después de su sometimiento, Tecpilpan y Tzapotlan, que representaba un cuarto del territorio de Cempoala, al parecer fue asignada en encomienda a Francisco Ramírez, en tanto que “los otros tres cuartos de Zempoala estaban encomendados a Juan Pérez de la Gama (o de la Riva), vecino de Puebla en 1534 y de Tenochtitlan en 1537” (Gerhard, 1986: 68). Si bien acota Gerhard que Pérez cedió sus derechos en el licenciado Rodrigo de Sandoval, quien en 1550 transfirió su encomienda a su hijo, el licenciado Fernando Sánchez de Sandoval, en tanto que hasta 1597 aparece Luis de Sandoval y veintiséis años después ya estaba en poder de la Corona.

Tlaquilpa, que tenía tres sujetos, era una encomienda mayor que se compartía durante los primeros años entre Antonio Medel y Andrés López y la otra parte de la encomienda era Guaquilpa, ubicada a poco más de 77 km de Pachuca (Himmerich y Valencia, 1996). Medel y López le vendieron sus derechos al licenciado Diego Téllez en 1540 y veinte años después los tributos de esa encomienda eran divididos entre sus dos hijos quedándose Diego Téllez con los de Guaquilpa y los de Tlaquilpa en manos de Manuel Téllez; sin embargo, dos años después la mitad de Tlaquilpa pasó a la Corona y al año siguiente ya estaba toda en poder de la Corona (Gerhard, 1986: 69). Por otro lado Tzacuala correspondía a la encomienda de Axapusco sujeto de Otumba, que estuvo primero encomendado al conquistador Francisco de Santa Cruz y en 1550 recayó en manos de su hijo Álvaro de Santa Cruz, cuando en la misma época la estancia de Tzacuala se reubicó en Tecajete, muy posiblemente con la finalidad de dar comienzo a los trabajos del acueducto de Zempoala. A la muerte de Álvaro, en 1569, los tributos se le reasignaron a don Luis de Velasco hasta 1600 cuando regresaron a la Corona (Gerhard, 1986: 69). ¿qué papel jugaron los encomenderos en la construcción del acueducto? Posiblemente no estuvieron de acuerdo ya que les restaba los tributos que los indígenas debían pagarles, sin embargo no hemos encontrado referencias sobre ello.


Imagen  18. Esquema de la estructura social de la región de Cempoala, Epazoyuca y Tetlistaca, según refieren las Relaciones geográficas (tomado de Mundy, 1996: 129)

De las instituciones españolas establecidas en Nueva España, la encomienda se convirtió en un sistema de explotación para el indígena que era sometido al pago de tributos exagerados en la que el encomendero tenía una autoridad privada que se constituyó en una posición de poder dominante, sin bien Gibson puntualiza que la

otorgación de encomienda no confería propiedad sobre la tierra, jurisdicción judicial, dominio o señorío (…) La encomienda era una posesión, no una propiedad, y era per se inalienable y no heredable, salvo en la medida en que pudieran permitirlo los términos de donaciones particulares (Gibson, 1984: 63).

 

Al proseguir con lo referido en la RG de Cempoala, Mundy (1996: 129) hace un diagrama con el nombre de los gobernadores indígenas al momento de efectuar la Relación geográfica y las estructuras sociales que integraban a dicho altepetl, constituidas por las siguientes comunidades:

Curiosamente Mundy menciona que las poblaciones que aparecen con un asterisco no están en la RG de Cempoala, lo cual es incorrecto ya que si se nombran, y también menciona que el que se asienta con una cruz, que solamente es Tzapotlan, pudieran ser epónimos de los gobernantes de dicho lugar, lo cual por el momento para nosotros no es una apreciación clara.

El Códice Franciscano ofrece un número aproximado de individuos que alcanza un total más o menos de tres mil entre los cuatro pueblos que se juntaron para edificar el monasterio de Todos Santos y de esos ya hemos comentado que fueron asignados entre trescientos a cuatrocientos para la construcción del acueducto.

 

Bibliografía

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[1] Testamento del cacique  de Teotihuacan don Francisco Verdugo Quetzalmamalictzin, f. 4r, año de 1563s, tomado de la trascripción hecha en https://amoxcalli.org.mx/facsimilar.php?id=243

[2] Lorenzo y Lorenzo ( 2012: 23) comentan que también Tzacuala quedó bajo el dominio Texcocano.

[3] Peñafiel (2013: 301) indica que la palabra proviene de Aca: acatl= caña: pan:pantli= bandera.

[4] Mundy (1996: 129) sostiene que Xala era una estancia de Epazoyuca durante el virreinato.

[5] Nombre derivado de tapayoloa= bola, con terminación reverencial o en diminutivo por lo que puede significar “bolita” u honorable bola”.

[6] El virrey de Nueva España don Luis de Velasco, envió al maestro Juan Correa de Agüero para que con Tembleque vieran la zona por donde tendría que proyectarse el acueducto (Sarabia, 1978:449). Según refiere Rebecca Horn (1997: 216) Juan Correa era “cantero, maestro de hacer iglesias”, esto es, era un experto constructor de iglesias quien en 1552 inspeccionó la iglesia de Coyoacán que estuvo por colapsarse a raíz de un sismo.

[7] La Relación de Cempoala, Epazoyuca y Tetliztaca (Ballesteros, 2005: 63) menciona que el cerro se llamaba Tlecaxtitlan que significa “junto al cajete o bracero”, traducido por Juan de Umaña como “cerro a manera de bracero” porque su cima está llana como un bracero.

[8] El nombre de este manantial es proporcionado por Castañeda de la Paz, 2015: 52. 

[9] Disponible en https://www.wdl.org/es/item/438/. En dicha página describen al mapa como al Cempoala del “actual estado de Veracruz, México” lo que es un grave error de procedencia.

[10] De acuerdo con Mundy (1996:131), Tlaquilpa era una población mayoritariamente otomí por lo que tenía un menor rango que los otros pueblos que eran de origen nahua.

[11] En época prehispánica Tecpilpan no estaba en la lista de renteros de la Historia Chichimeca, pero si lo estaba en la lista de calpixcazgos y posteriormente pasa al dominio de Tenochtitlan (Carrasco, 1996: 232-233). El que se mencione la “casa de Itzcoatl” en el mapa de 1580, es una clara evidencia de que ahí se encontraba ubicado el calpixque del imperio mexica a quien tenían que tributar.

[12] Castañeda de la Paz (2015: 70) menciona que 200 hombres eran los encargados de la construcción en tanto que otros 200 se encargaban del acarreo de materiales hasta la obra.

[13] Vadala refiere que el acueducto recorre 34 km, de acuerdo con el estudio arquitectónico del arquitecto Ricardo Bodina referido en el libro de O. Valdés El padre Tembleque, 1979, México. Por su parte Casas Gómez y García García mencionan que tiene 44 km con tres arquerías: la primera arquería tiene 46 arcos y está en la hacienda Tecajete, la segunda está en la hacienda de los Arcos y tiene 13 arcos, y la ultima se ubica en Zempoala con 67 arcos

[14] A 18 km de distancia de Tepeyahualco, al oriente del cerro de Las Obsidianas hay un cerro completamente terraceado en cuya cima se ubicaba un asentamiento prehispánico y del que la tradición oral menciona que fueron transportadas  parte de las piedras careadas que se emplearon en las impostas y dovelas.

[15] Todos estos adobes fueron medidos en campo con los restos que aun se conservan en cada vano del acueducto, en donde se aprecia perfectamente la medida que tuvieron.

[16] Hemos calculado que se necesitaron 28 adobes de 42 cm de largo para cubrir un vano de 11.76 m. El ancho de las columnas de los arcos es de 2 m por lo que se requirieron 7 líneas de adobes; y si cada línea de adobes tiene 9 cm de espesor, para poder subir el andamio a 27 m  aproximadamente, se necesitaron  más o menos 300 adobes por arco construido (dependiendo del ancho y alto de cada arco ).

[17] El término fue hispanizado con el nombre de “tequio” y continúa empleándose en muchas comunidades de México.

[18] Esa altura, que es considerada por Gómez “la más alta entre los acueductos levantados desde el imperio romano hasta el renacimiento tardío a mediados del siglo XVI con un solo nivel de arcos”, (2015: 15), y es sin considerar la medida de las zapatas de cimentación que sostiene dichos arcos ya que al parecer no se ha explorado arqueológicamente dicho tramo. Bonilla Porras (2013: 24) propone que seguramente se siguió la “vieja regla” en la que se aumenta el 10% en su sección transversal, por lo que estima una profundidad de 1.70 m2 ya que así la carga de cimentación mejora sustancialmente.

[19] Mucha de la cal y la madera de encino fue comprada en Zacatlán, Puebla, a unos 50 km de distancia de Zempoala según refiere Castañeda Paz (2015:21).