Adiós a Ricardo Melgar Bao

 

Me siento muy honrada por la invitación que la Redacción de En el Volcán me ha hecho para integrar este número de homenaje a Ricardo Melgar Bao, cofundador y miembro de su Consejo Editorial y reseñar en unas breves líneas la rica experiencia de compartir el trabajo académico con un intelectual de su talla.

Conocí a Ricardo Melgar a fines de 2009. En ese entonces no lo sabía, pero me había encontrado con un académico con un ritmo de trabajo y capacidad interpretativa sin igual, al que me supondría todo un reto seguir. En la época en que lo conocí estaba iniciando dos de los más importantes proyectos académicos de sus últimos años: la edición de la revista de pensamiento crítico latinoamericano Pacarina del Sur (www.pacarinadelsur.com) y la línea de investigación: La Revolución mexicana: redes sociales transfronterizas y presencias en el imaginario de las izquierdas latinoamericanas. Con un poco de temor e incertidumbre, me integré en ambos proyectos. Con el paso del tiempo se agregaron nuevas líneas de investigación, nuevos proyectos y emprendimientos académicos y a todos ellos había que entrar con el mismo entusiasmo y rigurosidad.


Ricardo Melgar, 2011. Foto: Archivo familiar

Con Ricardo me inicié en la actividad académica. Fue él quien me animó a dar mis primeros pasos en la escritura y en el descubrimiento de lo fascinante que puede ser la tarea de investigación. Trabajando con él descubrí mi interés académico por varios de las temáticas y líneas de investigación que fuimos desarrollando, en especial las relacionadas a los exilios, el anarquismo y los emprendimientos editoriales de las izquierdas en Nuestra América, en especial revistas y periódicos de época. Con él aprendí que este tipo de fuentes poseen una riqueza sin igual y que su rescate constituye una tarea ineludible en la investigación histórica.

Sería largo enumerar en estas líneas las particularidades del trabajo de Ricardo. Los que lo conocimos sabemos de su erudición en una gran variedad de temáticas, su constante necesidad de aprender cosas nuevas y sus procesos de asociación de ideas, en los que siempre recuperaba la metodología de Pierre Bourdieu de “pensar en relaciones”, como él lo llamaba. Desde esta perspectiva, Ricardo pensaba y revisaba minuciosamente las condiciones políticas, económicas, sociales, etc. que contextualizaban el proceso estudiado. Y las posibilidades eran infinitas, al grado que no consideraba finalizado un trabajo hasta no haber puesto en la mesa todas las condiciones que, de un modo u otro, habrían determinado el curso de un proceso histórico.

Compartiendo un espacio de trabajo privilegiado -su biblioteca personal- conocí también al Ricardo Melgar que gustaba de mimar a sus gatos, de tomarse una copa de vino mientras compartía anécdotas o notas de actualidad con sus amigos y colegas.

Fui testigo también de su permanente interés por la apertura de nuevos espacios de vinculación académicos, de debate, crítica, diálogo y reflexión, ajenos a las constreñidas normas de las instituciones y universidades. En ese sentido, En el Volcán nació bajo iniciativa de una serie de académicos del Centro INAH Morelos, incluido Ricardo, buscando convertirse en portavoz de los trabajadores de la cultura asumiendo, como su carta fundacional lo indica, “el ejercicio de la crítica como actividad profesional y ciudadana y, de cara a la problemática de la ciudad en que residimos y a aquellas otras con las que está imbricada por mil y un hilos, ampliamos nuestra visión al ámbito nacional e internacional”.

Quedará en otros la tarea de revalorar el trabajo y el legado académico de Ricardo. A los que lo conocimos, amigos y colegas, nos quedará recordar anécdotas y la bella experiencia de conocerlo. En lo personal, me quedaré con una experiencia de aprendizaje académico única y el recuerdo de un amigo entrañable, así como el recuerdo de su hablar pausado, un tanto solemne, cargado de sabiduría y las charlas con amigos suyos, varios de los cuales ahora son míos, sentados en la terraza del jardín que tanto amaba, mientras sostenía a su querida gata Lola. Sirvan estas breves palabras como una celebración de la vida de Ricardo y del inicio de su viaje al infinito.