Crisis Climática… ¿Qué hacer? ¿Cambio climático o cambio global?

Vamos a empezar la sección de este número con una afirmación quizás extraña: El cambio climático no es el mayor de nuestros problemas. Sí, en verdad, ni siquiera es el mayor de nuestros problemas ecológicos. Según el profesor John Spicer de la Universidad de Plymouth, "De la lista de prioridades de los factores determinantes del declive de la biodiversidad, el cambio climático es solo el número tres".[1]

Pero, ¿de qué demonios está hablando? ¿Cómo que el cambio climático no es la prioridad número uno? ¿Es que acaso el negacionismo organizado ha comprado a los editores de esta revista digital para que infundan falsa tranquilidad al público a través de afirmaciones equívocas?

Alto ahí. Para empezar, conviene aclarar algunos términos. Calentamiento global se refiere al calentamiento progresivo del planeta como resultado de la emisión de gases de efecto invernadero. Por el contrario, como les contábamos en la anterior sección de ¿Qué hacer?, cambio climático es un eufemismo suave para calentamiento global, introducido durante la administración de George W. Bush para evitar señalar directamente la naturaleza del fenómeno. Hasta ahí todo claro.

Sin embargo, solemos utilizar este último término de manera indistinta para referirnos a todo ese impacto negativo de la actividad humana sobre el medio ambiente. Pero nuestro impacto sobre la Tierra no solo se mide en términos de calentamiento. Éste es del que más se habla porque es el más estudiado y mejor entendido, pero no es el único. Para explicarnos mejor, hay que hablar de límites planetarios.

El concepto de límites planetarios intenta identificar a un grupo de parámetros del Sistema Tierra que se han identificado como centrales para su estabilidad. En algunos de ellos se han identificado umbrales de seguridad y umbrales de riesgo: debajo de los umbrales de seguridad creemos que la Tierra puede adaptarse a los cambios, pero por encima de los umbrales de riesgo es muy probable que la magnitud de los cambios sea insostenible para la Tierra; entre el umbral de seguridad y el umbral de riesgo existe una zona de incertidumbre, en la que sencillamente no sabemos qué pueda pasar.

En otras palabras, un cambio de suficiente magnitud en algunos de estos límites puede provocar cambios en cascada en todo el resto de los elementos de la Tierra, desestabilizándola y forzándola a cambios radicales en su configuración y funcionamiento. Estos eventos ya han ocurrido antes, y su manifestación en la historia de la Tierra son lo que llamamos cambio de era geológica.


Figura 1. El estado actual de 7 de los límites planetarios. La zona verde señala la zona de seguridad, la amarilla la de incertidumbre y la roja la de riesgo. Tomado de: W. Steffen et al. «Planetary boundaries: Guiding human development on a changing planet » Science 347, 1259855 (2015).

Como se ve en esta imagen, ya hemos rebasado el umbral de riesgo en dos de los límites planetarios: el influjo de nitrógeno y fósforo al medio ambiente [biochemichal flows], estimado en dos niveles de riesgo (el primero señala la eutrofización generalizada de los cuerpos de agua dulce a nivel regional, y el segundo –para fósforo- un evento anóxico a gran escala en los mares, y la pérdida de la biodiversidad [genetic diversity], calculado según la tasa de extinción de especies. El cambio climático y el cambio del uso de la tierra están en una zona de incertidumbre, acercándose al umbral de alto riesgo (el de cambio climático es de 450 ppm de CO2, equivalente a un calentamiento de 1.5 °C, que podríamos rebasar para 2030), mientras la acidificación de los mares está ligada a la concentración de CO2 atmosférico, con su umbral de incertidumbre en 350ppm (actualmente rondamos las 400ppm).

Estos distintos límites planetarios están relacionados entre sí: por ejemplo, los influjos bioquímicos de nitrógeno y fósforo provenientes de detergentes y fertilizantes provocan la eutrofización de los cuerpos de agua, proceso que significa la explosión descontrolada en la población de algas y bacterias microscópicas que consumen el oxígeno del agua, la enturbian y matan a plantas y peces, aumentando con ello la emisión y disminuyendo la absorción de gases carbónicos. A su vez, el calentamiento y el derretimiento de los glaciares acelera los influjos bioquímicos a los cuerpos de agua, agudizando la eutrofización en un círculo vicioso. Cada uno de estos elementos tiene un impacto en los seres vivos de estos ecosistemas, reduciendo la biodiversidad.

Y es aquí donde volvemos al inicio de este artículo: para algunos expertos, la pérdida de la biodiversidad, y no el cambio climático, es el principal riesgo para la estabilidad de la Tierra. Esto ocurre porque la riqueza y diversidad de las formas de vida es el mayor y mejor amortiguador para los cambios bruscos en la Tierra: son las plantas las que absorben el dióxido de carbono del aire, los insectos los que las polinizan, los humedales los que detienen la erosión de la tierra, las bacterias y los hongos los que reciclan los nutrientes químicos, los corales los que sostienen la vida marina… La riqueza y la diversidad de la vida es el salvavidas de este planeta. Y la pérdida de la biodiversidad significa ponchar ese salvavidas. Los principales responsables de esto son la destrucción y fragmentación de los hábitats naturales, la sobreexplotación de recursos ecológicos y la contaminación, particularmente la de nitrógeno y fósforo antes comentados.

Por eso resulta tan alarmante el informe de la evaluación mundial sobre la diversidad biológica y los servicios ecológicos de la ONU de mayo de 2019[2]; según el cual:

  • Una cuarta parte (un millón) de las especies animales y vegetales conocidas están en peligro de extinción.
  • La biomasa total de los mamíferos terrestres se ha reducido en 82%.
  • El 47% de los ecosistemas naturales han sido degradados.
  • Entre 1980 y 2000 se perdieron 100 millones de hectáreas de selvas tropicales, principalmente en Sudamérica y el Sudeste asiático (ambos para generar productos alimenticios altamente demandados en occidente, como el aceite de palma, la carne y la soya).
  • 87% de los humedales que había en 1700 han desaparecido.
  • La degradación de los suelos ha reducido la productividad de 23% de la superficie terrestre.

Estos son solo datos, que no bastan para expresar toda la devastación y sufrimiento que han vivido en carne propia miles de millones de seres vivos como consecuencia de nuestra actividad y nuestros hábitos de consumo. Éste es nuestro verdadero rostro y nuestro mayor cuestionamiento.

El cambio global es mucho más que el cambio climático. El cambio global son todos esos cambios que están forzando el equilibrio planetario al límite. Además del calentamiento global, los influjos bioquímicos y la pérdida de biodiversidad, el cambio global también implica:

  • Acidificación de los océanos: los océanos son un gran sumidero de dióxido de carbono, pero a costa de aumentar su acidez, lo que dificulta la reproducción de algunas especies y la capacidad de saturar el carbonato de calcio que las especies como moluscos y corales necesitan para formar sus conchas y esqueletos. Esto podría implicar la completa desaparición de los corales para mediados de este siglo, y poblaciones enteras de especies como el krill antártico podría colapsar dentro de los próximos 300 años, porque la acidez reduce sus posibilidades de fecundación. El efecto será catastrófico para casi todos los ecosistemas marinos.[3]
  • Contaminación: La contaminación plástica se ha multiplicado por 10 desde 1980, y se estima que en los mares el volumen de plástico ya rebasó el de toda la biomasa. A su vez, cada año 400 millones de toneladas de metales pesados, solventes y otros tóxicos son desechados en las aguas del mundo.2
  • Agotamiento del agua: se calcula que la demanda mundial de agua aumente un 55% para 2050, principalmente para la manufactura, mientras se espera que casi 5 mil millones de personas, la mitad de la población mundial, viva bajo severo estrés hídrico o en ciudades bajo desabasto crónico.[4]
  • Degradación de los suelos: el 50% de la superficie terrestre ha sido transformada para uso humano, principalmente agrícola. El suelo tarda miles de años en formarse, y las prácticas agrícolas insostenibles provocan la degradación de los suelos. Cada año, 2 millones de hectáreas previamente cultivables se convierten en desiertos.3

Ante este panorama desolador, una vez más nos enfrentamos a la pregunta urgente: ¿qué podemos hacer?

Nuevamente exploramos algunas ideas distribuidas por categorías, para su fácil acceso según el interés del lector.

֎     Entender: compartimos diversos contenidos para conocer y comprender  mejor la naturaleza de la crisis climática, buscando las relaciones entre ambiente, sociedad, economía y política. En este número:

҉     El casquete polar ártico se derrite. Donde muchos vemos tragedia, algunos ven oportunidad: Rusia, Estados Unidos, Dinamarca y Canadá se preparan para reclamar las nuevas vías marítimas que van quedando despejadas conforme el hielo se retira. A su vez, las petroleras se relamen los labios pensando en el jugoso premio de millones de barriles de petróleo que se encuentra bajo las olas, como nos explica este video de Vox, Es tiempo de dibujar fronteras en el ártico (en inglés, subtitulado): https://www.youtube.com/watch?v=Wx_2SVm9Jgo&t=602s 

֎     Adaptarse: contamos cómo comunidades alrededor del mundo ya están viviendo la crisis climática, y cómo están adaptándose a estas nuevas realidades. En este número:

҉    ¿Han oído hablar del movimiento de las comunidades de transición, o “transition towns”? Es sin duda una de las iniciativas más esperanzadoras en estos tiempos en que ésta escasea. Surgido inicialmente como un experimento para inducir la transición del pueblo británico de Totnes hacia el decrecimiento y la autosuficiencia alimentaria y energética, se ha convertido ya en un movimiento que invita a los ciudadanos del mundo a intentar lo que ningún gobierno va a hacer: transitar hacia comunidades autosustentables, de decrecimiento y carbono neutras. Hoy cerca de 100 pueblos y ciudades alrededor del mundo se han declarado “comunidades en transición”, compartiendo guías y principios para un cambio transformativo. Una narración y refexión más detallada se puede consultar en: https://www.resilience.org/stories/2018-06-07/the-transition-towns-movement-going-where/ 

֎     Innovar: en esta sección presentamos algunas maneras en que la innovación puede contribuir contra la crisis climática. En este número:

҉     El carbón no nos gusta. Es el más contaminante de los hidrocarburos y, sin embargo, está en todas partes: actualmente es la principal fuente de energía del mundo, desde China hasta Alemania, que a pesar de promoverse como paladín de las energías limpias genera más de la mitad de su energía eléctrica precisamente con carbón. Sin embargo, ¿qué pasaría si pudiéramos capturar todo el dióxido de carbono y los contaminantes que se generan con su combustión, y almacenarlo bajo tierra? El concepto de captura y almacenamiento de carbono (CAC) alude a las tecnologías que permiten justamente eso. Una planta eléctrica implementada con tecnología de CAC es terriblemente cara, pero puede disminuir las emisiones hasta en un 80-90%, y según la propia IPCC de la ONU, podría representar entre un 10% y 55% de la mitigación total de carbono hasta 2100, dependiendo cómo se implementara. China, el país que más emisiones de CO2 emite, se pone a la delantera a la hora de intentar implementar la CAC, como explica en este artículo Wired, revista estadounidense usualmente enfocada en tecnología: https://www.wired.com/2014/03/clean-coal/ 

֎     Reflexionar: recogemos algunas reflexiones sobre la crisis climática y su relación con nosotros. En este número:

҉     ¿Antropoceno o capitaloceno? La nomenclatura de la nueva era geológica que se vislumbra depende de a quién le preguntes, y qué intenta subrayar con dicho término. En esta entrevista en Wired, Jason Moore, quien acuñó el término capitaloceno, explica la relación directa que hay entre capitalismo y cambio climático, y pronostica cómo éste va a sufrir el impacto de su propia creación:   https://www.wired.com/story/capitalocene/ 

֎     Cambiar: si, como dice la sabiduría popular, tanto peca el que mata la vaca como el que le jala la pata, nos toca asumir responsabilidades por la demanda que generamos sobre la industria con nuestros propios hábitos de consumo. Por tanto, en esta sección compartimos algunos consejos para ser humanos más responsables y reducir nuestra huella de carbono individual. En este número:

҉     Quizás ya hayan escuchado antes que una de las mejores maneras que tenemos de combatir el cambio climático es dejar de comer carne. Pero, si quiero empezar a consumir más responsablemente, ¿qué es mejor? ¿leche de vaca, de soya o de almendra? ¿café o chocolate? ¿queso, pollo o huevo? BBC comparte esta calculadora que particulariza cómo lo que comes y bebes impacta en el ambiente: . https://www.bbc.com/mundo/noticias-46559942

҉     … Y además Vox nos presenta este metaanálisis sobre los sistemas alimenticios a nivel mundial (el mayor estudio de este tipo hasta la fecha) que desglosa el impacto ambiental de cada producto, incluyendo de dónde se transporta, cómo fue producido y otras curiosidades. Desafortunadamente, sigue siendo desastroso para el medio ambiente comer cualquier tipo de carne: https://www.vox.com/future-perfect/2020/2/20/21144017/local-food-carbon-footprint-climate-environment 

¿Cambio personal o cambio político? Cuando se habla de la crisis climática, frecuentemente se entra en controversia respecto a qué tanto puede lograr uno cambiando de hábitos y qué tanto depende de circunstancias políticas y económicas que se antojan imposibles de cambiar. En el próximo número intentaremos encontrar una respuesta a esta difícil pregunta.

 

[1] Tomado de Matt McGrath, BBC mundo: Un millón de especies amenazadas: el preocupante informe de la ONU sobre el impacto del ser humano en el planeta https://www.bbc.com/mundo/noticias-48176068, consultado el 4 de marzo de 2020

[2] Díaz,S.; J. Settele, J.; Brondízio E.S. et al. (eds.)IPBES (2019), Summary for policymakers of the global assessment report on biodiversity and ecosystem services of the Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services. Bonn: IPBES Secretariat, 56 pp.

[3] Masson-Delmotte, V., P. Zhai, H.-O. Pörtner, et al. (eds.) IPCC, (2018). Summary for Policymakers. In: Global Warming of 1.5°C. An IPCC Special Report on the impacts of global warming of 1.5°C above pre-industrial levels. En prensa.

[4] Whitmee, S., Haines, A., Beyrer, C., et al. (2015). “Safeguarding human health in the Anthropocene epoch: Report of the Rockefeller Foundation-Lancet Commission on planetary health”. The Lancet, 386 (10007), 1973–2028.