31, Mayo-Junio de 2014

Editorial: En el Volcán… Insurgente

Ante los avatares de los procedimientos burocráticos para el registro de nuestra revista, que obliga a tener un título que no dé lugar a dudas sobre su identidad precisa frente a otros parecidos, los miembros del Consejo Editorial de En el Volcán nos vimos frente a la tarea de encontrar uno que mejor expresara, por un lado, la continuidad con el nombre de lo que ha sido la primera época, y por el otro, un apellido que mejor cuadrara con lo que pretende expresar, en el plano de las ideas, la Corriente Crítica de Trabajadores de la Cultura a la que pertenecemos. Sin afanes de protagonismo, sin ser dueños de la Verdad y sin considerarnos con grandes méritos, vamos, sin embargo, a contracorriente de las inercias en que está sumida una buena parte de los académicos en nuestro país y que los orilla a dar la espalda a la preocupante problemática nacional y mundial. El silencio e inmovilismo reiterado de las academias universitarias es elocuente; expresa su subalternidad frente al poder y, al mismo tiempo, su desvinculación con las mayorías oprimidas y los pueblos. Un nuevo torremarfilismo intelectual, silencioso y obediente, ha sido sembrado y expandido. Frente a ello, también se erigió  En el Volcán como tribuna y trinchera de ideas. A más de dos años de existencia, hemos mantenido nuestro espíritu crítico y solidario.   

Así llegamos a En el Volcán… Insurgente, último término que en nuestro país tiene una connotación histórica que refiere a esa primera fuerza de seguidores en lucha por la independencia de la Nueva España de la metrópoli peninsular; y que en la actualidad describe a todo alzado, resistente o rebelde contra la autoridad impuesta. El sentido primigenio del vocablo insurgencia nos remite al cuestionamiento activo de las figuras ilegítimas y opresivas de poder, a través de alguna forma de rebelión colectiva.  Insurgencia contra la concentración del poder, pero también contra el desarrollo de la desigualdad económica, social, política y cultural.  El frente de nuestra insurgencia se ubica en el terreno de las ideas, de la cultura y de la práctica. Impugnaremos y combatiremos todo pensamiento que consideremos reaccionario y lesivo a los intereses de la nación, así como a los derechos de los pueblos de América Latina y del Mundo. Nos declaramos en insurgencia frente a las formas de dominación cultural y las creencias y conductas de la sumisión. La cultura de los «agachados» debe ser subvertida y remontada.

Ante la renovada ocupación integral de nuestro país, o recolonización, que se expresa en el despojo de tierras, territorios, recursos naturales y estratégicos, playas, selvas y patrimonios culturales, tangibles e intangibles, por y para corporaciones extranjeras y sus asociadas nacionales, insurgente adquiere un significado legal y legítimo, no necesariamente violento o armado, que se expresa finalmente en el artículo central de la sí violentada y maltrecha Constitución de los Estados Unidos Mexicanos: es el artículo 39, que toca la Soberanía Nacional y Forma de Gobierno, y que no está por demás recordar:

 

LA SOBERANÍA NACIONAL RESIDE ESENCIAL Y ORIGINALMENTE EN EL PUEBLO. TODO PODER PUBLICO DIMANA DEL PUEBLO Y SE INSTITUYE PARA BENEFICIO DE ESTE. EL PUEBLO TIENE EN TODO TIEMPO EL INALIENABLE DERECHO DE ALTERAR O MODIFICAR LA FORMA DE SU GOBIERNO.

 

Este artículo, que incluso los neoliberales más recalcitrantes no han podido reformar a pesar de sus deseos, especifica  el papel protagónico del sujeto PUEBLO y el TODO TIEMPO en que ESE SUJETO tiene el derecho de participar en la cosa pública, esto es, en los asuntos de la República, la cual, ahora, se encuentra amenazada en su integridad soberana por quienes la mal gobiernan.

Para contrarrestar este artículo, arrancado a las clases dominantes por el millón de muertos del movimiento armado de 1910 a 1917, estas mismas clases, a través de  legisladores a su servicio, introducen el artículo 41, que a la letra asienta:

 

EL PUEBLO EJERCE SU SOBERANIA POR MEDIO DE LOS PODERES DE LA UNION, EN LOS CASOS DE LA COMPETENCIA DE ESTOS, Y POR LOS DE LOS ESTADOS, EN LO QUE TOCA A SUS REGIMENES INTERIORES, EN LOS TERMINOS RESPECTIVAMENTE ESTABLECIDOS POR LA PRESENTE CONSTITUCION FEDERAL Y LAS PARTICULARES DE LOS ESTADOS, LAS QUE EN NINGUN CASO PODRAN CONTRAVENIR LAS ESTIPULACIONES DEL PACTO FEDERAL.

 

¿Y cómo se llega a la conformación de esos «Poderes de la Unión»?: pues a través de los partidos políticos, franquicias perniciosas de la simulación que son las que ahora secuestran esa soberanía nacional que originalmente proviene del pueblo.

Restablecer la plena soberanía de ese pueblo, al que se le quiere arrebatar nación y territorio, aire, agua, vida y sustento, requiere de hombres y mujeres insurgentes, insumisos, irreductibles, intransigentes que, como señala el desaparecido Sub Marcos, aprehendan y trasmitan lo básico del zapatismo: no venderse, no rendirse, no claudicar, en esa lucha en la que se requiere «un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha organización.»

Si la cuestión nacional nutre nuestro modo de ser insumisos y rebeldes contra las ideas de quienes habiendo nacido en este país, favorecen la depredación del patrimonio de la patria-matria, de las fuentes de vida y de la propia población, seguimos con igual cuidado y preocupación lo que acontece en otras latitudes, premisa básica de nuestra manera de solventar nuestra solidaridad internacional. El mismo imperialismo que oprime a nuestro pueblo y esquilma nuestros más preciados bienes, opera en otros países y continentes con parecidos o idénticos propósitos.  

Levantamiento, sublevación, rebelión, son términos afines al de la insurgencia. No existen al margen de una situación determinada que los requiere. Esa situación determinada es ésta, la que vivimos. Se nos manifiesta de mil maneras, porque miles son las expresiones de un agravio sistemático. Prueba reciente de ello en el ámbito nacional, es el despojo territorial que significaría otorgar “trato preferente” a las corporaciones petroleras y eléctricas extranjeras, frente a cualquier otro uso de la tierra; y en el ámbito local es la gravedad de la denuncia del movimiento Frentes en Defensa de Tepoztlán, publicada en La Jornada Morelos el 12 de junio del presente año, donde urgió el inicio de una investigación en torno a la actuación del Instituto Nacional de Antropología e Historia respecto a la ampliación de la vía La Pera-Cuautla y de la opacidad en el manejo las áreas arqueológicas afectadas.

La insurgencia eficaz, sin embargo, no se conforma en la vociferación o con arrebatos, sino con inteligencia, sensibilidad y método. Esos son los cauces de la lava de un volcán compartido.

En este primer número de En el volcán Insurgente, tenemos el agrado de presentar en nuestras páginas algunos trabajos que, desde distintas perspectivas, recuerdan la importancia, precisamente, de las insurgencias. En primer lugar, Ricardo Melgar realiza interesantes comentarios al libro de Gregorio Sosenski: América Latina y México en los albores de la guerra fría. El general Francisco J. Múgica y sus últimos combates en defensa de la Revolución y hace una reflexión crítica acerca de los epígrafes y su uso como herramienta de investigación histórica y antropológica. Asimismo, publicamos la reseña que el abogado y doctor en sociología rural, Francisco López Bárcenas, ha realizado del libro Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos, de Gilberto López y Rivas. Fernando Sánchez y Paul Hersch llevan a cabo un interesante rescate de una añeja tradición pictórica de los pueblos originarios del Alto Balsas, la pintura en papel amate. Finalmente, Eréndira Reyes presenta la crónica del homenaje que hace unos meses recibiera el Dr. César Huerta Ríos, destacado profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.