30, Marzo-Abril de 2014

Los hombres que no aman al hombre quizá sean buenos médicos, pero no médicos buenos

En 1998, un grupo de 20 galenos activos en el sector salud y en la docencia crearon un foro de análisis para abordar los grandes avances en el conocimiento y la tecnología en el campo de la medicina, así como los aspectos negativos. Con los años, ese espacio se convirtió en semillero de poetas y narradores que transforman su experiencia en literatura.

Cada mes sesiona el Seminario sobre Medicina y Salud en la Faculta de Medicina de la UNAM. Se trata de un espacio para la reflexión, el desarrollo, el compromiso y la contribución de los académicos hacia la medicina mexicana. Al frente de este colectivo se encuentra el médico cirujano y exrector de la UNAM Octavio Rivero Serrano, prolífico escritor de literatura científica y social, pues en su haber cuenta con más de un centenar de trabajos escritos en revistas especializadas y más de 20 libros publicados.

Para celebrar su XV aniversario, el Seminario organizó el simposio Medicina y Literatura/El médico, la literatura y su experiencia creativa. En este evento, Octavio Rivero Serrano comenta que este colectivo de galenos empezó bajo el nombre Ejercicio de la Medicina y siempre ha contado con el apoyo de la Facultad de Medicina de la UNAM: “Pero desde hace seis años -apunta-, cambió de nombre y de situación jurídica. Ahora es un Seminario, con independencia administrativa y legal, aunque está adscrito a la Coordinación de Planeación de la Rectoría universitaria.”

La participación de distinguidos médicos de diversa especialidades es copiosa en este Seminario. En su participación, el médico internista y alergólogo Fernando Martínez Cortés (Michoacán 1922) expresa que siempre ha escrito por placer. Así, es autor de poesía, cuentos y libros como La medicina y su historia como motivo literario; Alivio para un ánimo enfermo y Ciencia y humanismo al servicio del enfermo, entre otros. Asimismo, ha escrito artículos sobre medicina mexicana y problemas sociales y económicos publicados en las secciones culturales de los periódicos UnomásUno y El Día.

-Los hombres que no aman al hombre -precisa Martínez Cortés-, tal vez sean buenos médicos, pero no médicos buenos. Considero que los galenos que escribimos, tenemos la fortuna de conocer el cuerpo humano, pero también de recurrir al sentimiento y a la emoción e intuir las cosas. Esa inquietud nos empuja a escribir no propiamente de medicina. Pero sí del hombre, de los problemas sociales, de la cultura, de la antropología que, en último término, es conocimiento que puede aprovechar el médico en una clínica verdaderamente humana.


Octavio Rivero Serrano

Por su parte, el medico cirujano Alberto Lifshitz -fundador de la Asociación de Medicina Interna de México y ex director del Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional del IMSS- manifiesta sentirse privilegiado al ser de los integrantes del grupo inicial del Seminario sobre Medicina y Salud. Pese a ser autor de 16 libros e integrante de los cuerpos editoriales de 11 revistas asegura:

-Yo no soy escritor. Acaso seré un escribidor, como decía Mario Vargas Llosa, lo cual no deja de legitimarme con las letras. Soy lector, poco selectivo, y trato de manifestar mis reflexiones por escrito. No he escrito ficción y en el proceso de plasmar mi pensamiento he descubierto, eso sí, el efecto mágico de cómo se van aclarando mis ideas mientras se expresan en el papel. De modo que escribo para que las grandes ideas se expongan. Todavía no percibo la necesidad de ser leído. Aunque me he declarado como no escritor, mi afición por la literatura es antigua, me alimenté de textos clásicos de la literatura policiaca tradicional de la que llegué a considerarme casi un experto.

Lifshitz comenta estar casado con una doctora en Letras que, ahora, tiene los sueños de editora, y con ella ha tenido acceso a la teoría de la literatura. Pero también a una visión más profesional de los textos. Asimismo, con ella ha integrado tres volúmenes de medicina basada en cuentos donde colaboran muchos de sus colegas médicos. El libro más reciente se titula La otra historia clínica que rescata lo que las historias clínicas tradicionales desdeñan y en el cual participaron autores entre médicos, pacientes, familiares y escritores profesionales.

-Hoy -añade Lifshitz- la llamada medicina narrativa combina un poco los dos saberes, pues explora más allá de la historia clínica tradicional y se adentra en las vivencias de pacientes, médicos, familiares y amigos. Pero también la lectura-escritura me ha enriquecido como médico y me ha permitido entender mejor a mis pacientes, ayudarlos más, “leerlos”, hacerme entender por ellos, rescatarme del contexto en que se da el proceso salud-humanidad y ponerme en su lugar.


Alberto Lifshitz

 

La historia clínica formal

En su turno, Adolfo Martínez Palomo (Ciudad de México 1941) -médico cirujano y doctor en Ciencias Médicas- confirma ser escritor de textos científicos, pero uno de los libros de literatura que más le ha atraído, desde el punto de vista médico, es La peste, de Albert Camus, al considerar que pocas veces ha leído un texto donde se describe de manera exponencial un tema de salud pública.

-Durante varios años -continúa- escribí en la página de Ciencia del periódico La Jornada más de 60 artículos. Hasta que nombraron a la actual directora (Carmen Lira). Yo creo que ella consideró que no éramos suficientemente exquisitos, ni suficientemente izquierdistas, de esa “izquierda mexicana” que predomina en La Jornada, y corrió a todo el grupo que coordinaba Javier Flores. No nos dieron ni las gracias, ni los buenos días. Tampoco nos pagaron un sólo centavo. Desaparecimos de esas páginas.

“Pero uno de los artículos que me gustó es “Los morados de Chiapas”. En ese estado de la República asistí a una plantación de café, donde a los trabajadores se les pegaban unos gusanillos por debajo de la piel. Las transformaciones son varias hasta que aparecen cambios en la coloración de la piel con cierto tinte violeta, al cual se le llama ‘mal morado’. Hice varias entregas de este tema”.

Martínez Palomo, también especialista en Biología Celular, revela que lo que realmente le ha interesado a lo largo de muchos años es lo que llevó a la muerte a Mozart:

-En una ocasión -subraya- se me ocurrió hacer una historia clínica de Mozart, como si fuera un paciente actual con el nombre, edad, sexo, hábitos… Como ese ensayo tuvo aceptación entre quienes lo leyeron, entonces me interesé en otros músicos. En el reciente200 aniversario de natalicio de Wagner y Verdi, hice su historia clínica formal. Primero analicé a Mozart; luego a Bach, Haydn, Beethoven, Schubert, Schumann, Chopin, Tchaikovsky… Se trata de meterse como médico en el sentido amplio de la palabra. Analizar la vida de todos ellos y ver en qué medida la visión de galenos nos permite conocer mejor al personaje y hasta entender la obra de esas figuras.

El también integrante del Comité Internacional de Bioética de la Unesco indica que, después de muchos años, ha llegado a tratar de analizar la parte de la creatividad, al preguntarse: ¿Mozart fue genio porque nació genio? Sobre todo porque este músico no fue a la escuela, ni siquiera al kinder. Pero tenía un maestro extraordinariamente virtuoso: su padre, quien de día y de noche lo atendía. Así es que no solamente fue un genio, sino una persona culta que sabía hablar varios idiomas.

-El aprendizaje de Mozart -añade Martínez Palomo- fue informal. El aprendizaje de Bach también es importante, al igual que todos estos músicos que he estudiado. Ahora, analizo cada uno de los casos y percibiendo que no influyen tanto los factores biológicos, sino los actores sociales. Entonces me pregunto: ¿Para qué tratamos las enfermedades, si no conocemos la vida de los pacientes?


Adolfo Martínez Palomo

 

El Homo-Artísticus

Otro de los médicos relevantes que también analiza la creatividad del ser humano es el neurólogo y neurocirujano Bruno Estañol Vidal (Tabasco 1945). Él mismo ha escrito cuento, novela corta y ensayos, además de ser el actual jefe del Departamento de Neurología del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y de la Nutrición “Salvador Zubirán”.

-En un afán de mostrar su carácter excepcional -explica el galeno-, se ha definido al ser humano de varias maneras. Tenemos un puesto especial en el cosmos, pero también nos hemos definido como el mono parlante. Somos el animal que fabrica e utiliza instrumentos (homo-faber); el animal que sabe (homo-sapiens) y que ha creado civilizaciones, estructuras sociales, sistemas filosóficos. El animal sagrado, el animal ético que distingue entre el bien y el mal, el mono tecnológico, el animal que tiene un arma mortal, el animal que sabe que algún día morirá y otras definiciones menos halagüeñas como el animal que ha usado la ciencia y la tecnología para la construcción de armas de destrucción masiva. Pero Estañol Vidal asegura que nunca se ha intentado ver al hombre como el homo musical; es decir, el animal que hace y escucha música (homo artísticus). El animal que hace arte. Y se pregunta:

-¿Qué clase de monos somos? Una respuesta parcial que damos es que el hombre es el mono que inventó el arte. Tenemos el cerebro humano evolutivamente que estaba preparado para sobrevivir el la sabana caliente, primero con la recolección de alimentos y, después, con la caza de animales. Y en esto no se diferenciaba del resto de los animales que, se sabe, sólo viven para la supervivencia de la especia. No obstante, un milagro ocurrió. Y el cerebro humano pudo realizar algo para lo que no estaba preparado: hacer actividades artísticas. En un libro reciente se ha mostrado cómo hace 30 o 40 mil años el ser humano realizó un giro e hizo cultura.

Refiere que en las Cuevas de Altamira, las pinturas rupestres de bisontes, jabalíes, caballos, rinocerontes, cabras, leones y del propio ser humano cazando con arco y flecha, lanzas y cuchillos son reveladoras de un cerebro altamente desarrollado. Además, esas pinturas se encuentran en las profundidades de las cuevas a donde no llega la luz natural y donde sólo pudieron haber sido pintadas a la luz de fogatas o de antorchas. Luz artificial. Por lo tanto, revelan un animal con una gran habilidad cognitiva, tecnológica y con una sensibilidad nueva: por primera vez, antes del lenguaje, el hombre puede guardar información precisa.

Estañol Vidal recuerda que el cineasta Werner Herzog presentó recientemente su documental “La cueva de los sueños olvidados” sobre las pinturas rupestres en la Cueva Chauvet. En ese trabajo el cineasta logró filmar también una flauta de hueso enterrada en el mismo lugar, quizá uno de los primeros instrumentos melódicos hechos por el hombre. Ya se han encontrado flautas de hueso y de marfil de la misma edad en otras partes de Europa.

-Una flauta -apunta- es un instrumento melódico, una melodía es una serie de notas sucesivas que tienen una actividad enorme. De tal suerte que por este descubrimiento se ha visto que la melodía y la música son muy antiguas. Es probable, por lo tanto, que la música rítmica, sin melodía, como la producida por los tambores sea todavía más antigua y en esas pinturas rupestres también se pueden apreciar seres humanos danzando. De modo que es altamente probable que la danza y la música hayan aparecido de forma espontánea. De igual, forma es muy probable que el arte pictórico apareciera de forma coetánea a la música y a la danza. Esto muestra al hombre liberado de la pura actividad biológica de vivir para la mera supervivencia. Entonces el hombre se hizo homo-musical hace 30 mil años o más.


Bruno Estañol Vidal

 

El cultivo de la palabra escrita

Otra de las grandes voces es la del decano médico cirujano Julián Gascón Mercado (Nayarit 1925). Profesor de la Facultad de Medicina de la UNAM y maestro emérito de la Universidad Autónoma de Nayarit, autor de más de 50 libros sobre medicina y obras literarias.

-Como médico -asegura Gascón Mercado- estoy convencido de que un galeno alejado de la literatura en sus diversas manifestaciones como lector, escritor, narrador o poeta le falta una parte útil para estar en el trabajo que escogieron: la medicina. La relación médico-paciente y la cercanía con la palabra escrita propicia a cultivar aprecio por la literatura y ayuda a entender de mejor manera esa parte de la expresión del alma para quien se dedica en su formación profesional a conocer la fisiopatología de los hombres, pero también la parte emocional que, por lo general, se dibuja en el rostro humano: la felicidad o el sufrimiento de todo ser viviente. El médico por su formación científica tiene que responder a muchas dudas del paciente y el cultivo de la palabra escrita o hablada nos ayuda, de alguna manera, a dar respuesta.

Al hacer una cronología de su trayectoria, el también autor de Más allá de la vida recuerda que, en 1932, ganó una beca representando al sector campesino de Nayarit para ingresar al internado de segunda enseñanza. En ese tiempo, el general Lázaro Cárdenas del Río había fundado siete internados de este tipo en toda la República, distribuidos regionalmente, y una preparatoria a la que deberían concurrir todos los egresados de dichos internados. El magisterio de esos internados estaba controlado por el Partido Comunista de entonces y era un ambiente político muy sensible entonces a lo que se vivía en la Segunda Guerra Mundial.

Gascón Mercado aludir que en el internado se sentía la gran influencia ideológica de la Unión Soviética, a través de los partidos comunistas del mundo, pero también se hacían análisis de la reciente Revolución Mexicana. La mayoría de los gobernadores de los estados entonces eran generales revolucionarios. Todos los comandantes de las zonas militares habían participado directamente en la Revolución y eran zapatistas, carrancistas, villistas, obregonistas…

-Mi despertar ideológico y político -destaca- se dio en este ambiente. El internado tenía un periódico y yo era uno de sus promotores y encargado de la sección poética. A veces escribía unas líneas que parecían poesía. En Nayarit, el poeta Amado Nervo está presente de muchas formas: la casa donde nació, las escuelas y calles que llevan su nombre, los libros de poesía y hasta el aeropuerto de Tepic. La poesía en Nayarit no es extraña. Al terminar el internado, en mi tierra natal no había escuelas superiores. Sólo estaban los vestigios de un Instituto Cultural de Ciencia y Letras que nació como resultado de la política de ese extraordinario educador que fue don Gabino Barreda en la época de Benito Juárez, en el siglo XIX. Estos personajes realizaron una labor educativa extraordinaria y crearon estos institutos en casi todo el país que, más tarde, dieron nacimiento a las actuales universidades. Entonces, un grupo de alumnos que terminamos la secundaria decidimos emigrar a la capital de la República para buscar dónde estudiar.

Narra que con el tiempo, la etapa política de México se transformó y la educación socialista de Lázaro Cárdenas dio un cambio. Aunque en la SEP habían nombrado a un general, los jóvenes nayaritas lograron que esa dependencia les otorgara una beca de 30 pesos y que los enviara a estudiar al Colegio de Enseñanza Superior, dirigido por José Vasconcelos. A ese colegio llegaron decenas de egresados de los siete internados de la República porque habían cerrado la preparatoria que Cárdenas les asignó.

-Vasconcelos -resalta Gascón Mercado- nos recibió y nos condujo con cariño en el campo de la educación. Con el tiempo, tres de sus alumnos llegamos a gobernar nuestros estados natales. Terminé en 1952, la carrera de Medicina en la UNAM y goberné Nayarit del 1964 a 1970. Una vez que me recibí de Médico, le llevé mi tesis mi maestro Gustavo Baz a su consultorio del Hospital de Jesús y al preguntarme qué quería ser en el futuro, le dije que quería especializarme en cirugía y amablemente.

Entonces me dijo: “Véngase conmigo al Hospital de Jesús.”

Gascón Mercado recuerda que poco después de llegar a este nosocomio, le pidieron que fundara una revista científica que expresara las experiencias de los médicos de ese lugar. Así surgió Anales del Hospital de Jesús que dirigió durante más de 20 años.

-Los médicos que tienen experiencia sobre este tema -precisa-vsaben que es complicado convencer a los galenos para que escriban sobre sus experiencias. Otro esfuerzo que me llevó tiempo fue el escribir un libro de cirugía con el maestro Gustavo Baz. Durante tres años trabajamos en ese proyecto y sólo así logramos registrar la experiencia de los cirujanos mexicanos. Entonces, la literatura sobre el tema era predominantemente extranjera. Ese libro fue algo que nos dejó satisfechos. La edición apareció en 1963.


Julián Gascón Mercado

 

El arte de vivir

La experiencia de los médicos en la literatura también queda asentada con el testimonio de José Manuel Sanfilippo Borras, autor de guiones teatrales, poesía y cuentos, como Un paseo por la Odontología, premiado por la Academia Mexicana de Ciencias. También ha escrito 50 biografías de médicos mexicanos y extranjeros, pintores, escritores, mujeres profesionistas y relacionadas con manifestaciones de la cultura y las artes. Ahora escribe la novela El libro que nadie leyó, alusiva al Códice de la Cruz Badiana, y el libro Dos médicos presidentes de la República: Anastasio Bustamante y Valentín Gómez Farías

-En la actividad de la divulgación de las ciencias y de las humanidades -expresa Sanfilippo Borras- la práctica literaria es fundamental para que diferentes tipos de personas conozcan aspectos de la ciencia, la tecnología, las humanidades y las artes. Esta habilidad se desarrolla con el tiempo, con un entrenamiento continuo y con disciplina.

Por su otra parte, el doctor Norberto Treviño García Manzo considera que, algunas veces, la literatura y la medicina marchan de la mano, interesadas en la vida y las tribulaciones del ser humano. Aunque para escribir literatura se necesita talento, vocación y mucho trabajo. Ya que refiere que los buenos escritores no surgen de una lámpara maravillosa, sino de un lento y arduo aprendizaje, a veces muy traumático. Por eso, ninguna maestría o doctorado podrá dar el soporte para adentrarse en esta dedicación.

-La concepción literaria es trabajosa -añade-. Pero el parto es dulce. La felicidad de los escritores es ver crecer su criatura, la cual se dilata con cada lector que se aventura en su obra. Escribir permite develar el mundo mediante la creación literaria.

Con este concepto coincide el médico Carlos Viesca Treviño quien también hace su aporte al subrayar que ser galeno tiene un componente de diálogo porque significa oír y hablar, observar y escribir. No se es médico en plenitud, si no existe una preocupación por escribir correctamente, aunque también el médico no puede alcanzar su completa dimensión humana si no escribe bellamente.

-Muchos médicos -considera- ingresan a Medicina con la doble intención de conocer más y mejor al ser humano, y de convertir en escritos y literatura sus cavilaciones. Transformar la medicina en experiencia y la experiencia en arte es la tarea en la que el médico se forja como ser humano pleno. Esto explica la aproximación del médico a las bellas artes y a la literatura para convertir la vida en creatividad artística.


Carlos Viesca Treviño