Número 69

30 mucho más importantes que las cervecerías, todavía la cerveza no desplazaba al pulque. Y las pulquerías eran muy características, estaban pintadas, decoradas por verdaderos artistas populares, con murales en el exterior y en el interior. Yo me acuerdo de dos, una llamada El Puyazo y otra La Sangre Manda, estaban decoradas por fuera, eran muralistas los cuates que las pintaban. Te llama la atención de niño, el ver a unos hombres trabajando, pintando, y creando cosas. Así que tuve una buena educación visual plástica, el barroco, por un lado, a nivel alto, y por el otro la forma popular. Mi padre fue ferrocarrilero, igual que mi abuelo. Tengo fotos de ellos, mi abuelo, Ángel Naval Nava, fue maquinista de los trenes militares de Villa. Yo todavía vi la carabina de él en mi casa, las 30/30, porque era parte de la herramienta de mi abuelo en su trabajo. Porque trabajaban armados, si es un tren militar, es obvio que tenía que estar armado. Mi padre, evidentemente, no fue revolucionario porque era niño no tenía la edad, pero fue Cardenista, muy, muy Cardenista, él fue mecánico. Su nombre era Ignacio Naval Flores. Esos fueron mis antecedentes. Fui a la escuela primaria oficial Enrique C. Rébsamen, en la antigua calle de Ventanas en la 124, a un costado de la iglesia de la Merced. Una escuela oficial, el edificio fue parte del antiguo convento de los mercedarios, que nos atendía en la mañana y en la tarde. Recuerdo al maestro Rubén Gracia, que, por la tarde, a la hora que tocaban las campanas de la iglesia, se tapaba las orejas con las manos y empezaba a echar madres contra los curas porque interrumpían su clase con las campanas; él era liberal, por supuesto. Era una escuela oficial, producto del Artículo 3º. Ahí vas agarrando ondas. Mi madre fue ama de casa, excelente cocinera, excelente. No se usaba eso, pero si se hubiera usado, ella tendría el grado académico de Doctora en cocina, su nombre era Judith Cid de León. Un apellido peculiar y como a todo el mundo le llamaba la atención, ella decidió quitarse una parte del mismo. — ¡Ay! señora, pero cómo va a estar usted casada con dos hombres a la vez: Judith Cid de León y de Naval, cómo va a ser eso. 4 Avenida 12 poniente 505. Por eso ella lo cambió y dijo: Soy Cid y ya, Judith Cid de Naval. Las escuelas lo único que hacen es darte los conocimientos básicos, después si tú tienes la perspectiva de tener un conocimiento para algún lado, te vas formando, tú vas adquiriendo ese conocimiento de mil formas y vas educándote a ti. Por eso yo soy pintor. Yo tuve la fortuna de, como a los diez años, saber qué iba a ser yo de grande: Voy a ser pintor, eso quiero. Se dieron algunas cosas interesantes en mi infancia. Mi padre, indiscutiblemente, un ferrocarrilero, obrero ferrocarrilero culto para su época. En esa época, los obreros, una parte de la clase obrera formaban la vanguardia. No solo aquí en el país, sino en todo el mundo. En el país esa vanguardia estaba representada por los trabajadores ferrocarrileros, los petroleros y los electricistas, que era la vanguardia industrial y ellos tenían otro nivel. Ese nivel era transmitido a sus familiares, por eso es que mi abuelo estaba informado y por eso es que fue villista, porque tenía una información de clase, poblano, muy poblano. Su papá fue el que construyó la casa que está junto al Señor de los Trabajos5, que tiene portales. Lo dice Hugo Leitch en su libro Las Calles de Puebla. El construyó esa casa y, por cierto, como sabe todo el Hugo, dice en su libro que costó $90,000.00, claro en esa época debió haber sido oro. Eso dice el Hugo6. También mi abuelo materno es poblano, vienen de otra familia. Yo me siento más inclinado al linaje masculino, mi padre, mi abuelo. Porque era la línea de los varones. Tuve un hermano, militar por cierto, más grande que yo, piloto aviador, llegó a General, hace un par de años que murió. Así la influencia masculina era mucho más fuerte que la de mi madre. Mi madre tenía una educación de mujer de finales del siglo XIX, con una educación muy enfilada a su papel, a su rol que tenían asignado por 5 Avenida 11 norte 1002. 6 Nota del Mtro. Naval. “Yo nació cuando Hugo Leicht estaba en Alemania en plena guerra llamado por su gobierno nazi, siempre deseó regresar a Puebla, regresaron sus restos, están en el Panteón Francés. La revista bulevar es la primera que le dio público crédito a su trabajo de erudito y a su singular libro sobre Puebla. Soy el único que le ha hecho un retrato a lápiz tomando como base la única foto de Hugo Leicht, no más grande de un cm, que hay.

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