Número 68

49 La llamada con su esposa terminó, le pre- guntaron al paciente si podían iniciar el proce- so de intubación, él preguntó la hora, los mé- dicos contestaron que aún no era medio día, é l asintió con la cabeza y el personal de salud empezó a conectar aparatos. Fue entonces que el personal médico inició su labor y cerraron la cortina que separaba su cama de la mía. El pitido del monitor de signos vitales de esa cama vecina retumbaba en mis oídos; con el cambio de turno llegaron las enfermeras de la tarde, no habían transcurrido más de dos ho- ras desde que el paciente 333 había sido intu- bado, y como al inicio de cada jornada laboral, el personal de enfermería se encargó de tomar los signos vitales; de pronto, un médico y más enfermeras arribaron a la habitación, estaban alrededor de la cama vecina. Imaginaba lo que ocurría, pero no podía observar porque la cor- tina blanca servía como barrera. En la pl ática de los médicos y enferme- ras supe que el paciente que se encontraba a menos de medio metro de mi cama había fa- llecido, las enfermeras comentaban: “Es solo el ventilador el que está trabajando”, ellas confirmaron que el hombre ya no tenía signos vitales. El paciente de la cama 333 pasó más de dos horas en la cama contigua esperando para que recogieran su cuerpo. Llegaron dos camilleros, empezaron el protocolo y se escu- chaba el crujir de los cierres donde metieron el cuerpo; bastaron solo unas horas para que el vecino quedara dentro de una bolsa. Intentar dormir en medio de la incerti- dumbre es una sensación poco conocida… cuando la noche caía, los gritos desesperados no paraban. La tercera noche en la zona CO- VID-19 se resume en una serie de lamentos y el caminar acelerado de las enfermeras por los pasillos. A lo lejos se escucha el golpeteo de una camilla y una voz exclamando: “¡No puedo respirar! ¡Auxilio, auxilio!”. Mi cora- zón se acelera, los mareos intensos y la sudo- ración excesiva se combinan con la ansiedad que me aqueja, Christi, la enfermera de tur- no, llega a la cama 334, nota mi desespera- ción y mientras me da pequeñas palmadas en la espalda se detiene a conversar; en el trans- curso de la plática logro conciliar el sueño y el escenario caótico quedaba atrás. A la mañana siguiente para ocupar la cama 333 llegó Patricio, un maestro jubilado originario de Cuernavaca, que impartió cla- ses a nivel primaria en estados de la región sur del país, que estuvo casado dos veces y se convirtió en padre de cuatro hijos. Patricio llevaba 20 días con síntomas de COVID-19, mencionó que su madre y su hermano tam- bi én estaban contagiados y que en los últi- mos días no había tenido noticias de ellos. Prácticamente él decidió ir al hospital porque conseguir ox ígeno resultó imposible. 5 El tiempo en ese cuarto de hospital se hace más lento de lo normal. Un médico se acerca a la cama 334 y comenta: “Tienes alta por mejoría, las palpitaciones inusuales y oxi- genación se están controlado, por tanto, en casa es necesario oxígeno y tratamiento mé- dico”. Aunque los mareos, el dolor de cabeza, las sudoraciones y la molestia en los ojos con- tinuaban, sabía que lo peor ya había pasado. En el camino de regreso a casa el aire me pega en la cara, disfruto observar los sembradíos de caña y los animales pastando, disfruto de esas cosas simples que antes no valoraba. Llegamos a casa y mi madre, ya con un mejor semblante pero a ún convaleciente, da gracias por que regresé. De pronto, las cam- panas de la iglesia empiezan a repicar: en los últimos días de enero por varios municipios del sur de Morelos las campanas y cohetones no han parado de anunciar fallecidos a causa de la COVID-19, este día he regresado cami- nando y con vida al pueblo, pero el repique de campanas indica que tambi én ha vuelto del mismo hospital un vecino que no superó la COVID-19; por tanto, es posible avizorar que en esta segunda ola de contagios la pandemia que se imaginaba lejana se configura como una realidad aquí y ahora. 5 Patricio falleció a los ocho días de haber ingresado al hospital, en palabras del personal de salud comentaron que “se complicaron sus síntomas y se fue…”

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