Número 68

44 ceso mismo de conocimiento de la perspectiva del actor, pues éste es el que abre las puertas y ofrece las coyunturas culturalmente válidas para los niveles de inserción y aprendizaje del investigador” (Guber, 2004: 121). Ahora bien, construir una observación par- ticipante desde el padecer implica pensar en la antropología encarnada (Esteban, 2004), como una autoetnografía que da cuenta de procesos enunciados más allá de la observación, por lo que los padecimientos no sólo son descritos desde afuera, sino que son reflexionados desde lo vi- vido. Si bien hablar desde el padecer en nuestro caso implica que la auto-etnografía es un ejerci- cio privilegiado (Esteban, 2004), también resul- ta una práctica compleja, porque se comparte el sufrimiento experimentado en primera persona. En este caso, la escritura etnográfica desde el padecer implica que en las ciencias sociales “no hay una sola forma de escribir que sea neutral” (Rosaldo, 2000: 73), es decir, que la etnografía de quien padece se construye desde las emociones y miedos, lo que permea el cómo , qué y desde dón- de escribir. Así, este trabajo busca recuperar lo que parece una experiencia residual que se queda en la anécdota vivida en medio de una pandemia mundial; en palabras de Santos (2003:44) se trata de rescatar el “desperdicio de experiencia”. Así pues, al utilizar la experiencia desde el padecer como una categoría de análisis “corre- mos el riesgo de ser rechazados al paso” (Ro- saldo, 2000: 32), por lo tanto, el análisis desde el propio padecer configura tanto la etnografía como la manera en que la misma descripción se construye y presenta. Por etnografía del pade- cer entendemos la percepción de enfermedades sentidas y vividas, es decir, desde la parte subje- tiva el padecer es experimentar dolor, fatiga, in- certidumbre, miedo, entre otros padecimientos y emociones; de modo que, todo padecer “está constituido por dos planos: primero, el plano de las molestias o de los síntomas [… y] segun- do, el plano de las interpretaciones y significa- dos personales de estos fenómenos” (Martínez, 2002: 114). Sin embargo, hablar de etnografía del padecer no es exclusivamente pensar en el enfermo, el sujeto social que padece, sino que el mismo padecer implica que el contexto familiar esté inmerso en estos padecimientos, es decir, la enfermedad vivida es un escenario, pero el cómo padece la misma familia estos procesos también es un espacio de análisis, y justamente desde las enfermedades vividas y sorteadas en el contexto familiar, la ruta del padecer se cons- truye a través de diversos lentes que van desde lo biomédico, subjetivo y social. El etnógrafo “es, a un tiempo, su propio cro- nista e historiador; sus fuentes son […] sin duda, de fácil accesibilidad, pero también resultan su- mamente evasivas y complejas, ya que no radican tanto en documentos de tipo estable, materiales, como en el comportamiento y los recuerdos de seres vivientes” (Malinowski 1986: 21). La et- nografía echa mano de recursos disponibles en campo, y junto a los sujetos sociales se van tejien- do historias, mismas que se presentan como rom- pecabezas; de modo que “la etnografía es como una pintura, un mapa o una fotografía de un as- pecto de la vida social, pero compuesta desde las narraciones del etnógrafo” (Restrepo, 2016: 23). El etnógrafo recorre diversas vivencias que registra y analiza, y en ese cometido creemos que reivindicar las experiencias residuales que deja una pandemia mundial, es rescatar las vo- ces que conforman estos contextos. En ese sen- tido, por “voces de la pandemia” se entienden la del enfermo, las de la familia, la red vecinal, los médicos, los camilleros, las enfermeras, el personal de intendencia de los hospitales, los sa- cerdotes, los pastores, y, por supuesto, aquellas voces que se han apagado en una cama con oxí- geno o con un ventilador mecánico. Hablamos pues del padecer a partir de una diversidad de voces que desde una perspectiva epidemiológica sociocultural (Hersch, 2013), busca hacer visible que los procesos de salud-en- fermedad se enmarcan en una multiplicidad de sujetos, dimensiones y respuestas, de modo que el contexto, la diversidad de voces y la etnogra- fía son fundamentales para la perspectiva epi- demiológica sociocultural (Menéndez, 2008); es decir, se entiende que la epidemiología sociocul-

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=