Número 68

18 Para esos años, si bien ya se habían expedido órdenes reales prohibiendo que los tamemes o car- gadores indígenas (Imagen 12) transportaran en la espalda todo tipo de materiales, dichas órdenes fueron disueltas o reformadas y se tropezaron con una fuerte oposición tanto de españoles como de los naturales, por lo que suponemos que al contar con ese material pétreo en tanta abundancia en la zona, este debió ser transportado por algunos grupos de tamemes y de carretas tiradas por animales de car- ga para que otros especialistas pudieran comenzar a labrar las piedras grandes seleccionadas para las dovelas que formarían los arcos del acueducto. Este sistema prehispánico de coatequitl , 17 fun- cionaba a partir de las labores que dominaba cada calpulli que conformaba al altepetl al que pertene- cían por lo que Gibson refiere que el coatequitl 17 El término fue hispanizado con el nombre de “tequio” y continúa em- pleándose en muchas comunidades de México. “implicaba en la práctica una división de tareas entre las subdivisiones de los calpulli, en una es- tructura laboral en la que cada calpulli podía ser responsable de una especialidad diferente y de una porción dada del trabajo[…]Para las primeras obras españolas de construcción en la ciudad de México, los reclutamientos se subdividieron por barrios y estuvieron regidos, en parte, por las especializacio- nes de los barrios” (Gibson, 1984). Según refiere Mendieta (Mendieta, 1997, II, libro V, cap. LI: 420), el primer tramo en el que tardaron un año, parte de la hacienda Santa Ma- ría Tecajete y tiene 46 arcos que conducen por casi 300 metros el agua que se acumulaba en un estanque, mientras que el segundo tramo tiene sólo 13 arcos y es el sector que se localiza en la barranca de Tepeyahualco en donde los indíge- nas, como ya mencionamos, tardaron cinco años en construirlos, Esta sección se apoya en 68 ar- Imagen 14. Arcos de Tepeyahualco (foto: Ricardo Martínez)

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